Ulyses Luna
En los últimos días ha surgido a la palestra política el tema del Referéndum o Referendo, lo cual ha suscitado, inquietudes y reacciones prematuras así como también airadas expresiones de nerviosa oposición. Alejado de la coyuntura política imperante más bien quisiera referirme al fondo mismo de esta institución en el devenir histórico y desde un enfoque filosófico, jurídico y conceptual.
A mi entender, las palabras Plebiscito, Referéndum o Consulta son sinónimos y constituye el más genuino ejercicio democrático que se pueda realizar en un país. Significa simplemente el deseo de un gobernante (mandatario) de consultar al mandante, es decir al pueblo, a los ciudadanos que integran un Estado, sobre algún aspecto importante para el convivir nacional. Sólo gente fanática o sectaria, o que ignoran la verdadera esencia de este mecanismo, pueden oponerse rabiosamente a un ejercicio de esta naturaleza o por personas o sectores que ven amenazados sus intereses personales, políticos, económicos o de grupo.
En América Latina donde la inestabilidad política ha sido la regla. Después de regimenes de facto se han promulgado nuevas Constituciones y sus autores siempre pretendieron que esta iba a ser la última y perfecta; por lo cual se empeñaron en ponerle “candados”, a fin de que en el futuro nadie pretenda reformarla. Las leyes incluyendo a la suprema norma jurídica que es la Constitución, no pueden ser inamovibles ni eternas. En un mundo cambiante también la norma jurídica tiene que irse acoplando a las exigencias sociales y a la realidad imperante. Por ejemplo, cuando se aprobó la Convención de los Derechos del Niño hace muchas décadas, sus autores cuando declararon que los menores son inimputables, es decir, que no son sujetos de delito, jamás sospecharon que a estas alturas del siglo XXI, los menores de 18 años están inmersos en la delincuencia y en la criminalidad; de ahí que la Ley tiene que irse adecuando a las circunstancias del momento.
No sólo en América, también en países de la Vieja Europa como Alemania, Italia, Suecia y otros países, se ha establecido el Referendo como un instrumento de consulta al pueblo sobre temas de importancia relevante. Históricamente, en la antigua Roma, a pesar de que estaba gobernada por una monarquía absolutista y despótica, se estableció el Plebiscito para que “la plebe”, es decir, el pueblo llano, opine sobre ciertas materias trascendentales.
En el mundo entero y especialmente en nuestra América que vive todavía una democracia representativa incipiente y por tanto imperfecta, la sociedad se divide en dos grandes segmentos: los inmovilistas – conservadores, usufructuarios del sistema que les beneficia, que se oponen sistemáticamente a todo cambio; y la gran mayoría de ciudadanos, inconformes con la realidad actual de inequidad, desigualdad, pobreza, desempleo, injusta distribución de la riqueza que pugnan por un cambio. Los inmovilistas en la desesperada defensa de sus intereses acuden a métodos extremistas: magnicidios y golpes de Estado. Un hecho reciente avala lo dicho. El golpe de Estado perpetrado contra el Presidente de Honduras Manuel Zelaya; ¿por qué el imperio y la ultra derecha lo derrocaron?, fue por haber intentado la consulta popular (Referendo) que tenía por objeto consultar al pueblo hondureño si se debía convocar a una Asamblea Constituyente, precisamente para que dicte una nueva Constitución en reemplazo de la anterior de corte neoliberal.
Para colmo del fanatismo se han escuchado últimamente expresiones que denotan sectarismo o ignorancia por parte de empresarios y sectores de la ultra derecha que han dicho paladinamente que el referendo es un ejercicio antidemocrático. Que mal que quedan ante la ciudadanía pensante estos señores.
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