Rodolfo Bassarsky (Desde Arenys de Mar, Barcelona, España. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Se convierte algo que es de una manera en otra cosa afín o coherente con lo que uno quiere que sea. Es un mecanismo no siempre consciente y no siempre de mala fe. Aunque, por supuesto, ambos elementos están presentes con demasiada frecuencia. Ocurre en muy diversos ámbitos. Cuando se implican la ciencia o la política o ambos, la distorsión es grave por sus consecuencias sociales. Las técnicas de estas distorsiones son variadas y a veces muy sutiles y suelen tener elementos de persuasión potentes. Un tóxico inodoro e insípido a veces de consecuencias letales, que se lo traga con pasmosa facilidad. Cuando la poción la preparan premeditadamente, cuidando los detalles, políticos y funcionarios inescrupulosos, estamos frente a delincuentes cuyas otras posibles "buenas" acciones se deslegitiman, en mi opinión, automáticamente. Aunque en "la práctica", se pueda argumentar que tal aeropuerto o tal camino o determinado programa de ayuda social, etc., cumplen un fin noble. Ya no es posible, a la luz de la experiencia, justificar patrañas y delitos, presuntamente "compensados" con buenas acciones. No es posible separar la persona de sus obras. Esta manera de pensar no se fundamenta en principios éticos rígidos o en una posición moralista de pureza utópica. Simplemente y muy especialmente en el caso de personas con altas cuotas de poder, las nefastas consecuencias de sus delitos superan con creces los beneficios de sus aciertos. Suelen ser lobos con piel de cordero. Además sus "aciertos" suelen ser calculados y especulativos para enmascarar las fechorías. Hay algo que sucede con frecuencia: afloran a la superficie diabluras pequeñas que sus partidarios ignoran y sus adversarios tienden a disculpar. Tales pequeñeces son frecuentemente puntas de icebergs que generalmente permanecen sumergidos. La llamada "clase política", los magistrados de la justicia, los funcionarios, las fuerzas de seguridad, los empresarios, los dirigentes obreros están , en nuestro país, infestados de este tipo de delincuentes. Sobre ellos, sus características, su historia en general y algunas paradigmáticas trayectorias en particular, se podrían escribir varios libros.
En la otra cara de la moneda se dibuja una imagen quizás más preocupante. Es la de la gente. La del pueblo vacunado que ha desarrollado los anticuerpos de la indolencia, de la tolerancia cómplice. Los que tienen un título alto de anticuerpos de la tolerancia cómplice consciente, suelen ser individuos que necesitan -por motivos personales- aferrarse a un ideal, son vulnerables a las manipulaciones de líderes mesiánicos, generalmente llamados en Latinoamérica, populistas, que con discursos inflamados de retóricas reivindicativas, muchas veces en tono de venganza justiciera, arrastran multitudes. Estos líderes suelen usar la ironía, o suelen desgañitarse en broncas heroicas contra todos los males. Estos males casi siempre son "de ocasión". Según las circunstancias, puede ser el imperio, el capitalismo, el comunismo, la izquierda, la derecha, la oligarquía, los masones, la iglesia, los judíos, el poder financiero, etc., etc. Poco interesa si el ataque hace blanco en realidades o en situaciones ficticias. Importa que son el enemigo estratégicamente elegido, generalmente culpable de todo lo malo.
Qué me importa que roben, si algo hacen... Qué me importa que mienta, que distorsione, que engañe, que finja, que se proclame defensor del bien y luchador contra el mal, que represente la tragedia de su sacrificio inmolándose en el altar de su mesiánico templo, si se recuperó el debate político, si los gay pueden casarse, si tenemos programas de ayuda social, etc., etc., todas cosas buenas. Levantan ceremoniosamente el estandarte de su épica cruzada por más derechos y libertades. Más allá de algunos tibios avances, los otros logros suelen ser burbujas de jabón que se desvanecen rápidamente.
Quiero decir que de la misma manera que se distorsiona la realidad, intercalando alguna verdad, para arrimar agua al propio molino, así también se comportan muchos dirigentes inescrupulosos, fieles defensores de sus intereses personales y sectoriales. La "hora de los pueblos" llegará cuando el efecto de la contra-vacuna que es la experiencia histórica, haga posible la activación de los mecanismos de autodefensa.
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