Carlos Maldonado
Colectivo La Gotera
El territorio palestino ha sido parte de la historia universal no solo por razones de invasiones periódicas de parte de otros pueblos hacia sus habitantes originarios que generación tras generación han amasado una cultura y una forma de contemplar el mundo en esa región, sino porque es cuna de la cosmogonía que la mayor parte del mundo occidental tiene a raíz del nacimiento de Jesús, el cristo para la mayoría de sus habitantes.
Su población, la mayoría de ascendencia semita, fueron abrumada por muchos imperios, desde el caldeo, el babilónico, el árabe, el romano, el otomano hasta en épocas contemporáneas por el británico que en consonancia con su espíritu prepotente de Imperio dominante, en el marco de la segunda guerra mundial, cuyo desenlace allanó el camino a un estado judío luego de su “holocausto” a manos de los nazis alemanes, demarcó un territorio entre Líbano, Siria y Jordania y donde habitaba el pueblo palestino para fijar los límites del futuro Estado Hebreo. Una jugada maestra en la geopolítica del momento para ubicar a los descendientes de Abraham, según su cosmología judeo-cristiana, que sirvieran a sus intereses de gendarmes en la región rica en recursos energéticos.
Para ello, tuvieron que expulsar a sus habitantes originarios y los que resistieron sufrieron las consecuencias de esa inconformidad: genocidio, bloqueos económicos y políticos y confinados a vivir últimamente en los guetos de Cisjordania y la franja de Gaza.
Los palestinos han tenido que soportar la afrenta que las autoridades sionistas han llevado a cabo con la confiscación de sus tierras legítimas para ser entregadas a los colonos de esa misma ideología que envalentonados por ella como cohesión interpretativa del mundo, el respaldo del ejército israelí y el armamento que le ha sido entregado por su Estado, han poblado las colonias que han construido para ellos sus autoridades. Una política de poblamiento como la que utilizaron los imperialistas blancos en las tierras usurpadas a sus pueblos originarios en el África, Asia y Oceanía durante el auge del colonialismo del siglo XIX.
Ahora, el próximo 23 de octubre en la Asamblea de Naciones Unidas, los palestinos solicitarán a su pleno la incorporación de Palestina como un estado de hecho y de derecho. Sin embargo, a pesar de las palabras de Obama, recién estrenado en la presidencia de los Estados Unidos que dijo: “La situación de los palestinos es intolerable” al considerar que las colonias israelíes en territorios genuinos de los primeros eran ilegítimas y que por tanto era necesario que Palestina se incorporara como estado al concierto de las naciones, hoy el veto de los yanquis es una realidad. Una realidad que una vez más mostrará que la hipocresía es una política de estado de la nación más poderosa del planeta. Que la doble moral y el artilugio son herramientas de un sistema caduco que emplea los pactos secretos para sacar ventaja de cualquier situación al no tener la credibilidad para poder sostener acuerdos previos. Y, denota que una caterva de mafiosos son los que dirigen los destinos de más de doscientos millones de ciudadanos norteamericanos y que tienen en vilo a los demás pueblos del mundo. Mafiosos de los cuales no se puede fiar nadie.
El pueblo palestino urge de un estado para al menos iniciar el camino de su dignificación, frenar el genocidio persistente al que es sometido por parte de los dirigentes nazi-sionistas de Israel, recibir la ayuda que requiere para su reconstrucción y establecer relaciones comerciales y políticas con las naciones que decidan sus habitantes con el objetivo de crecer y desarrollarse. Asimismo, adoptar el gobierno que mejor satisfaga sus aspiraciones.
Aún la prepotencia y el terror manifestado últimamente contra el pueblo libio por parte del Imperialismo encabezado por Estados Unidos y sus secuaces europeos, el respeto, la cordialidad y la confianza están prevaleciendo en el mundo. Esa época oscura y maquiavélica está siendo desmantelada de las relaciones entre personas y naciones. La verdadera naturaleza humana está, poco a poco, sustituyendo la del homo economicus, materialista y calculadora.
Palestina, parafraseando al insigne poeta cantautor, Facundo Cabral, es una buena noticia, tal como lo es el nacimiento de un niño para la humanidad.
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