El planteamiento central del régimen se basa en un vulgar lugar
común: La política sin violencia existirá en Colombia si la insurgencia
deja las armas y entra en la política de las elecciones, en el Congreso.
Obviamente esto es falso. La extrema militarización represiva del
Estado colombiano existe
"Tranquilo Boby":En respuesta a Humberto de la Calle: cómo hacer política sin las armas, pero de verdad
Humberto de la Calle
Tras el genial discurso del comandante
Iván Márquez de las FARC-EP, Humberto de la Calle, jefe del equipo
negociador que representa al gobierno colombiano, replicó que no
admitirá un debate sobre modelos económicos, ni un foro público; rechazó
abiertamente “mantener discursos de plaza pública” y planteó que las
FARC tendrían que dar el debate sobre temas como el modelo económico sin
las armas, o sea, desde algún futuro curul en el Congreso.
Cualquier observador que sea
mínimamente conocedor de la historia occidental de la democracia, del
“gobierno del demos”, opinaría que De la Calle no es precisamente amigo
de la práctica y la tradición democrática, al haber ninguneado tan
brutalmente su lugar central y preferido: el ágora (plaza donde se
debate públicamente).
Su planteamiento central –y el del
gobierno que representa– se basa en una idea, o más bien en un vulgar
lugar común: La política sin violencia existirá en Colombia si la
insurgencia deja las armas y entra en la política. (Con “entrar en la
política” quieren decir entrar en las elecciones, quizás en el
Congreso.)
Obviamente esto es falso. La extrema
militarización del Estado colombiano existe, sobre todo, para reprimir
al pueblo. Sólo hay que ver la forma en la que el gobierno despliega a
los militares para controlar a los trabajadores –a las trabajadoras en
los invernaderos de la Sabana de Bogotá o a los obreros petroleros.
Si el gobierno realmente quiere que
haya política sin violencia, tendrá que plantearse la desmilitarización
del país junto con cambios jurídicos profundos (recortar los “derechos
del capital” que actualmente permiten el uso del ejército para proteger
intereses capitalistas nacionales y extranjeros), por no hablar de
cambios en lo económico para acabar con la violencia de la explotación y
apropiación. Otro “pequeño” problema: la política sin violencia ¿puede
existir con bases militares yanquis en el país?
Para que toda tendencia política entre
en el tan querido libre juego de la democracia parlamentaria, se tienen
que dar cambios económicos sustantivos. ¿Es difícil entender esta idea?
Hoy día la democracia colombiana es muy restringida –incorpora
únicamente las ideas y perspectivas que favorecen la acumulación
neoliberal y (normalmente) extranjera. Casi nunca se escuchan los
anhelos de los trabajadores y de los pequeños productores en esta forma
de política que los tiene ninguneados de antemano.
Libre juego democrático sí. Pero esto
solo existirá cuando se le arrebate el derecho permanente a veto que
tiene el capital. La democracia colombiana es una pequeña parcela del
tamaño de una huerta –una huertecita en medio de una selva gigantesca en
la que mandan los tigres del capital. A ellos hay que domarlos,
recortar sus derechos, para lograr una política democrática y sin
violencia.
* Chris Gilbert es profesor de Estudios Políticos en la Universidad Bolivariana de Venezuela.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario