A Eduardo Galeano, escritor y pensador uruguayo que ha recogido con pluma ligera y lucidez la historia de su continente en libros como “Las venas abiertas de América Latina” o “Memorias del fuego”, los setenta y un años le pesan en la espalda pero no en sus palabras.
Estamos en su terreno, en esa mesa de madera esquinada frente a la amplia cristalera del antiguo Café Brasilero, en la Ciudad Vieja de Montevideo. Tres cafés y una cálida conversación mientras la vida pasa y cae la tarde en el invierno austral. Porque, ante todo, Galeano es un narrador que salpica la conversación con historias y anécdotas.
“En España se va abriendo una brecha entre la política institucionalizada y las generaciones nuevas que creen, con toda la razón, que están siendo estafadas. El programa en el que está España metida y que comenzó con el Gobierno de Zapatero consiste en arrojar al tacho de la basura dos siglos de conquistas obreras”, dice Galeano.
A mí me provoca sentimientos encontrados. Por una parte, se siente la desesperanza de que las cosas mejoren pero también los movimientos de solidaridad, de hacer propias luchas ajenas, están más presentes que nunca…
“La prisa es humana y explicable. Se ve necesidad
de que las cosas cambien de aquí al lunes. Pero para poder meterte en la
realidad y querer cambiarla hay que entenderla como es. La realidad es
así, no es algo que ocurre en quince minutos”
Cuando se dice que no hay alternativa, parece que quizás la verdadera crisis sea del relato, de la manera que tenemos de contar las cosas y de contarnos a nosotras mismas, que sea siempre igual.
La prisa es humana y explicable. Se ve necesidad de que las cosas cambien de aquí al lunes. Pero eso no tiene nada que ver con la realidad. La Historia es una señora lenta que no camina nunca en línea recta sino a los tumbos, tropezando. Se levanta, se vuelve a caer…en zigzag y con muchas contradicciones, va para acá, va para allá, vuelve, y otra vez empieza. Eso es enemigo del apuro. Para poder meterte en la realidad y querer cambiarla hay que entenderla como es. La realidad es así, no es algo que ocurre en quince minutos.
Muchas de las veces que nos equivocamos identificamos la historia con grandes episodios: la Toma del Palacio de Invierno, las Guerras Mundiales…pero la grandeza humana está en las cosas chiquitas, que se hace cotidianamente, día a día, la que hacen los anónimos sin saber que la hacen. A veces, en las charlas me preguntan por mi héroe preferido y la última vez, en lugar de decir héroes de bronce y mármol, dije que es el taxista que me llevó la noche anterior a mi casa.
“En un encuentro con indignados, me dijeron que la
gente les exigía líderes y ellos no los tenían. Yo les decía que ojalá
nunca los tuvieran. Aprender es aprender a desobedecer. También les dije
que no hicieran caso a quienes les piden resultados, que sigan
caminando y que la realidad les vaya diciendo por dónde ir”
A mí me gusta hacer eso y eso es lo que hago: historias muy breves pero que contienen otras historias dentro que dicen mucho más de lo que parece que dicen y que tienen varias lecturas. Lo bueno que tiene la realidad humana es que habla un lenguaje de símbolos. Siempre hay que leer por debajo de lo que parece que dice.
A veces causa desasosiego que sea imposible alcanzar la utopía y que la resistencia sea un camino hacia ningún lugar, que en ese zigzag de la Historia nos cansemos de seguir caminando.
Tuve algunos encuentros en los campamentos de los indignados en Madrid y Barcelona. En uno de esos encuentros, tarde en la noche, conversando con la gente, me contaban de sus problemas y dificultades: que la gente les exigía líderes y ellos no los tenían. Yo les decía que ojalá nunca los tuvieran porque la necesidad de tener un jefe que te lleve de la oreja y dejarte es la peste del mundo. Aprender es aprender a desobedecer. La otra preocupación que les atormentaba era hacia dónde iban, y mañana qué, y cuál es el objetivo… Les dije que no le hicieran caso a eso, que sigan caminando y que la realidad les vaya diciendo por dónde ir. No les hagan caso a los que les piden resultados y les preguntan qué va a pasar mañana o la semana que viene. Contéstenles con un verso de amor muy hermoso que dice que el amor es infinito mientras dura. Nosotros somos infinitos mientras andamos y esta caminata nuestra será infinita mientras duremos.
Después de un año de protesta pacífica sin respuesta por parte de la política institucionalizada, la lucha minera ha utilizado medios más directos abriendo el debate sobre la legitimidad y necesidad de estos.
Eso es fácil de decir, sobre todo cuando los que mueren son otros. Eso me produce un rechazo total. Algunos intelectuales olímpicamente envían al matadero a los demás. Yo no soy de esos y creo que cada país, cada movimiento social y cada persona tiene derecho a elegir su camino y desde fuera nadie tiene derecho a indicarle a nadie por dónde ir y de qué manera. Y mucho menos de decir que la única vía es la vía armada. Eso dependerá de cada momento, de cada lugar, de cada uno, y cuanto menos violento sea mejor. Ha habido momentos en que ha sido inevitable y buena parte de los cambios de la humanidad se han hecho violentamente pero en general no ha conducido a buen puerto porque termina condenada a un círculo vicioso.
Un amigo mío siempre dice que para que corran ríos de sangre primero tienen que correr ríos de tinta…
En las guerras mueren los pobres, no quienes pronuncian los discursos exaltando los valores de la guerra. Si no, fíjate en las Malvinas, los oficiales no se hicieron siquiera un tajito al afeitarse. Es muy fácil mandar morir a lo demás.
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