Roberto Suárez Gómez (i), el rey de la cocaína.
Lafitte Fernández - Diario1
Un libro escrito recientemente por la viuda de quien fue el “Rey de la cocaína” de Bolivia, se ha convertido en la última y más fuerte revelación para comprender lo que pasaba en el aeropuerto de Ilopango, a mediados de los años ochenta.
El Irán-Contra significó que, al menos entre 1985 y 1986, el gobierno estadounidense de Ronald Reagan decidió financiar la lucha antisandista con el tráfico de drogas “autorizado” hacia Estados Unidos.
Con el dinero de la droga, compartido entre varios oscuros personajes, se compraban armas que llegaban hasta Ilopango para llevarlas a los “contras” nicaragüenses.
Buena parte de la operación la montó, en el aeropuerto de Ilopango, Oliver North, presidente del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos.
Él era un militar muy cercano a Ronald Reagan y a George Bush, su vicepresidente, a mediados de los ochenta.
El libro “El rey de la cocaína” fue escrito por Ayda Levy, exesposa de Roberto Suárez Gómez (narcotraficante más importante de Bolivia), muerto hace varios años. En él delata la galería de personajes que estuvieron detrás de todo cuanto pasaba en Ilopango y Centroamérica.
El asesino nazi Klaus Barbie, el narcotraficante colombiano Pablo Escobar, el exdictador Manuel Antonio Noriega; militares argentinos y hasta fascistas italianos, son parte de la organización que hacía llegar la cocaína desde Sudamérica hasta Ilopango y Costa Rica.
El libro comenzó a circular en diciembre de este año, aunque algunos países han silenciado su contenido. Ayda Levy dice que todo lo que cuenta en esa obra no se lo contó su esposo: ella fue testigo de lo que sucedió.
Su libro sorprende porque hasta ahora, la CIA sólo había reconocido una parte de los hechos que se registraron en el aeropuerto de Ilopango.
Lo primero que confiesa es la forma como su exmarido se convirtió en proveedor de la cocaína que arribaba al mencionado campo de aterrizaje.
Primeras confesiones
La viuda del “Rey de la cocaína” afirma que él, junto con el colombiano Pablo Escobar, fueron los principales proveedores de la cocaína que se llevaba a Estados Unidos, como parte de la gran operación de Ilopango.
En su libro asegura que fue el asesino nazi, Klaus Barbie, quien presentó a los agentes de la CIA con su esposo Roberto Suárez.
Eso sucedió cuando los estadounidenses habían decidido financiar la compra de armas para los antisandinistas, mediante el trasiego y la venta de drogas en los Estados Unidos.
Barbie, a quien llamaban el “Carnicero de Lyon” en Francia (fue capaz de asesinar a 45 niños judíos), se había refugiado en Bolivia, hacía muchos años atrás.
Ahora se sabe que, antes de llegar a Bolivia, fue reclutado por la CIA no para matar judíos, sino “comunistas”. Participó en al menos un golpe de Estado en ese país sudamericano.
Suárez Gómez conocía a Barbie desde mucho tiempo antes de que la CIA los buscara para abastecer de cocaína a Estados Unidos, en forma “legal”, pasando por Centroamérica.
Barbie planificó el encuentro privado de Oliver North, un militar estadounidense, con el “Rey de la cocaína”.
La familia Suárez de Bolivia no era desconocida por North. En 1982, Roberto Suárez hijo fue detenido en Suiza y se le acusó de lavado de dólares.
“Roby”, como le llamaban, fue trasladado a una cárcel de Miami en octubre de 1982.
A “Roby” lo visitó Oliver North y le dijo que tenía una propuesta para su padre y que, en un acto de buena fe, estaban dispuestos a soltarlo a él. Eso se cumplió.
Después de esta reunión, hubo otra en Panamá, convocada por Manuel Antonio Noriega. Además del dictador estuvieron Oliver North y el “Rey de la cocaína”.
Finalmente se produjo un acuerdo: la CIA les ofreció a Suárez y Pablo Escobar cobertura oficial para comercializar cocaína en Estados Unidos. Arrancarían con 500 toneladas que los estadounidense “transportarían” en sus propios aviones.
Esto último que cuenta la viuda de Roberto Suárez, está claramente conectado con los aviones y los trece narcopilotos que permanecían en Ilopango. Entre ellos se encontraba Floyd Carlton, piloto personal de Manuel Antonio Noriega a quien la CIA hizo pasar por un simple mecánico.
Las ganancias que produciría el trasiego de cocaína se destinarían a financiar la guerra de la “contra” nicaragüense.
Ese fue el acuerdo final al que North llegó con Roberto Suárez Gómez, Pablo Escobar y Manuel Antonio Noriega, según cuenta Levy”.
Dinero
El libro de la viuda es revelador: dice que se acordó también que Suárez Gómez recibiría un adelanto de la CIA de $200 millones para gastos operativos.
Gómez debía poner una parte de su flota de aviones al servicio del plan.
Estos se usarían para acopiar base de coca en El Chapare, una alejada zona de Bolivia.
Suárez y sus socios también debían establecer gigantescos laboratorios en el Beni para procesar el clorhidrato de cocaína, lo que era empleado por Pablo Escobar para producir la droga.
Una vez lista la droga, la transportaban a la pista de aterrizaje de Puerto Limón, en el atlántico costarricense. De ahí la llevaban a Ilopango o directamente a Estados Unidos.
La viuda del “Rey de la cocaína” dice que la droga podía llegar a Costa Rica porque en el acuerdo participó, a cambio de mucho dinero, el exgobernante de ese país, Luis Alberto Monge Araya.
En Costa Rica funcionaba, además, un aeropuerto en el norte de Guanacaste, que era usado para reabastecer aeronaves que salían desde Ilopango para llevar armas a los antisandinistas. Esto está reconocido por la CIA y varias investigaciones adicionales.
El acuerdo con North era que cada uno se repartiría el 30% de las ganancias. El 10% remanente se lo dejaba Noriega.
Dice el libro que en el avión en el que regresaron Suárez Gómez y Pablo Escobar (después de acordar en abastecer la red de cocaína de North) el primero le dijo al colombiano: “Pelícano, desde hoy estamos jugando en las ligas mayores, pero hay que andar con mucho cuidado. Esos gringos son más peligrosos que un mono con navaja”.
Uno de los hechos que más repite en su libro es que todas las transacciones financieras se hicieron en el Banco Ambrosiano, propiedad del Vaticano.
Seguridad y laboratorio
Para cumplir con la demanda de 500 toneladas de cocaína con la que arrancó el negocio entre la CIA y los narcotraficantes, se estableció un enorme laboratorio que llamaron Villa Mosquitos, según el libro.
Ese laboratorio era vigilado por cien hombres con modernos fusiles y ametralladoras con visores nocturnos.
Todos los vigilantes –dice la obra– fueron reclutados por Klaus Barbie, el asesino nazi que murió en Francia en 1991, y que tenía dos condenas de muerte.
En esa operación de seguridad también participaron Stafano delle Chiae y su lugarteniente Pierluigi Pagliai, dos fascistas italianos de extrema derecha a quienes se les acusaba, en su país, de poner bombas y matar a muchos inocentes.
Ambos llegaron a ser, por vínculos internacionales muy oscuros, colaboradores cercanos de Klaus Barbie.
Siete por semana
La viuda de Suárez narra que la CIA usaba dos aviones C-130 para trasegar la droga. Supuestamente, cada semana transportaban siete toneladas de clorhidrato de cocaína en vuelos directos que se hacían desde Bolivia hasta Puerto Limón, Costa Rica.
Los aviones, recuerda, eran propiedad de Southern Air Transport (SAT), una compañía que, probadamente, fue una compañía fachada de la CIA que operó desde Miami.
Esa empresa aérea fantasma de la CIA está reconocida en una serie de investigaciones ulteriores.
La viuda establece, con lujo de detalles, que los agentes de la CIA Crespo y Perou supervisaban los envíos. Pero en Puerto Limón, Costa Rica, era Iván Gómez, un agente de la CIA muy cercano a Oliver North, quien tomaba los cargamentos y los enviaba a Estados Unidos.
Lo interesante del libro de Levy es que su obra es certera en nombres, fechas y hechos.
Iván Gómez es de origen venezolano. Fue agente de la CIA. Luego fue sacado de esa organización porque se casó con una mujer que también laboraba para la CIA.
Gómez siempre fue un contratista independiente de la CIA.
En 1982 se le tiene como el coordinador y enlace con ARDE, la organización antisandinista que jefeaba Edén Pastora, hoy colaborador de Daniel Ortega en Nicaragua.
Documentos de la CIA ya decían, en ese tiempo, que el problema de Iván Gómez es que guardaba una estrecha relación con Pastora.
Incluso, cuando Gómez intentó reengancharse con la CIA, no fue capaz de dar respuestas creíbles sobre el tema de tráfico de drogas en pruebas especiales que les hicieron, como la aplicación del polígrafo. La CIA se convenció que mentía en ese tema.
Por eso, en 1988, cuando ya había cesado el tráfico de armas y drogas desde el aeropuerto de Ilopango, la CIA elaboró un informe en el que se dice que están “especialmente preocupados por la posible implicación en el tráfico de drogas de Gómez”.
La viuda de Suárez Gómez lo vincula con el narcotráfico al advertir que el venezolano operaba en San José, donde recibía la droga que venía del sur y la enviaba a Estados Unidos.
En 1996, el periódico británico The Independent publicó un reportaje en el que reveló que Carlos Cabezas, un traficante de drogas nicaragüense, le dijo que, en Costa Rica, conoció a un agente de la CIA que, según él, estaba allí “para asegurarse que todas las ganancias fueran a la Contra y no en los bolsillos traseros de los traficantes de drogas”. Se trataba, según Cabezas, de Iván Gómez.
Además, otro documento del FBI dice, en 1985, que Iván Gómez “está conectado con envíos de cocaína del reconocido narcotraficante Roberto Suárez”.
Esto último confirma las relaciones entre Iván Gómez y Roberto Suárez, y ratifica lo que la viuda del “Rey de la cocaína” dice en su libro.
Huellas de pilotos
La exesposa de Suárez también relata que, desde Puerto Limón, Costa Rica, se enviaba la cocaína hasta Estados Unidos, a los estados de Georgia y Florida.
En su obra menciona que los pilotos ingresaban, con la cocaína, al espacio aéreo de Estados Unidos por radiales y vectores específicos, siguiendo instrucciones precisas de Oliver North.
Documentos oficiales de los Estados Unidos, en poder de Diario 1, muestran que, si se le siguen las pistas a los narcopilotos que operaban desde el aeropuerto de Ilopango, se conectan rutas que coinciden con el relato de la viuda.
Algunos de esos documentos de la CIA mencionan que, en el caso del piloto nicaragüense Carlos Alberto Amador, fue un aviador que también sirvió a los antisandinistas.
Él se asentaba en Costa Rica pero los documentos de la CIA dicen que “voló misiones desde la base aérea de Ilopango, en El Salvador, para entregar materiales a los Contras en el interior de Nicaragua.
En 1985, un documento de la DEA revelaba que Amador tenía programado volar un avión Cessna 402 desde Costa Rica a San Salvador, donde “tuvo acceso al hangar 4 en la base aérea de Ilopango”.
El documento de la DEA dice que posiblemente Amador llegó a dicha base a “recoger cocaína en San Salvador para viajar a Grand Cayman y luego al sur de la Florida”.
Posteriormente, la estación de la DEA para América Latina comunicó que Amador vuela con frecuencia con un contrabandista de narcóticos desde Colombia hasta El Salvador.
Incluso, en ese documento se dice: “Recientemente voló desde El Salvador a Curazao en circunstancias sospechosas (llevaban varios barriles de éter como carga) y después de salir de San Salvador apagan sus equipos de radio y navegación”.
El éter es un químico que se utiliza, obligadamente, para producir cocaína.
Todos esos hechos, entonces, ayudan a darle muchísima veracidad a lo que la viuda del “Rey de la cocaína” cuenta en su texto.
La viuda de Roberto Suárez Gómez parece no mentir. Maneja hechos que estuvieron, por años, guardados. Si se trasluce su versión con los documentos que hasta ahora revela la CIA, la DEA y el FBI, nos convencemos que en el aeropuerto de Ilopango no pasó cualquier cosa: el gobierno de Estados Unidos legalizó la entrada de la droga a su país. En silencio, pero lo hicieron.
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