Dagoberto Gutiérrez*
Como hemos visto, las clases sociales tienen una íntima relación con los contenidos económicos, es decir con las relaciones de producción imperante en un determinado momento en una sociedad concreta, y además, se dan en el marco de un modo de producción. Pero hemos de saber que en una sociedad pueden darse y funcionar diferentes modos de producción, pero siempre habrá uno que sea el dominante y del cual dependerán las clases sociales también fundamentales en esa sociedad.
Al mismo tiempo, siempre hemos de tomar en cuenta factores políticos e ideológicos en este tema, y no solo los factores económicos, porque es en el marco de las clases sociales que podemos reflexionar y aproximarnos al tema de las alianzas políticas y no solo al de la explotación. Por eso, trataremos de caminar en estas direcciones.
Cuando la economía salvadoreña estaba basada en la producción, recolección y exportación del café, era la oligarquía cafetalera la clase dominante, la que, a su vez, establecía una educación, una política y una ideología acorde a sus intereses. En ese momento, el campesinado comprendía una clase campesina bifurcada en los campesinos ricos, medios y pobres, sobre los cuales reposaba la producción en el agro. Los cafetaleros eran los grandes propietarios (campesinos ricos), y éstos garantizaban sus intereses económicos apoyándose en una fuerza armada y en cuerpos de seguridad (policía nacional, policía de hacienda, guardia nacional) que aseguraban la represión sobre los campesinos. En tanto que la fuerza armada monopolizaba el control del aparato gubernamental. Y, a partir de 1932, los presidentes de la república, los ministros, directores de instituciones autónomas, y funcionarios de alguna importancia, provenían de las fuerzas armadas, que eran, precisamente, la clase encargada del gobierno, era la clase gobernante; mientras que la oligarquía cafetalera (grupos más o menos reducidos de poderosos terratenientes cafetaleros decidían los temas fundamentales del Estado e imponían sus decisiones al gobierno que las aceptaba plenamente) era la clase dominante.
Esta forma oligárquica de ejercer el poder fue afianzada férrea y sangrientamente durante los 13 años de gobierno del dictador Maximiliano Hernández Martínez hasta que del seno de esta oligarquía cafetalera aparecieron sectores económicamente más poderosos interesados en pasar a la industrialización de la caficultura y a la producción de bienes materiales o mercancías para el mercado local y para el mercado externo.
Este fenómeno respondía a la acumulación de capital que se operaba en el seno de estos sectores oligárquicos y al chocar este afán con la ideología rigurosamente conservadora de la dictadura martinista, se produjo el conflicto, que en definitiva condujo al final del régimen en los meses de abril y mayo de 1944.
Observemos que los acontecimientos de ese año coinciden con el curso de la segunda guerra mundial, con los avances del ejército soviético y sus victorias militares sobre el ejército hitleriano alemán. La repercusión internacional de las victorias soviéticas creó un ambiente de lucha democrática y de lucha social en todos los sectores de la sociedad salvadoreña de la época y aumento la resistencia, la conspiración y la organización contra la dictadura.
Esta resistencia contó con la participación de una parte de la oficialidad del ejército que llegó a levantarse contra el dictador en el mes de abril de 1944, levantamiento derrotado y pagado con una alta cuota de militares fusilados por el dictador. Estos héroes no entregaron en vano sus vidas porque en el mes de mayo del mismo año, una gigantesca y completa huelga general de brazos caídos, con la activa participación de empresarios de todos los tamaños, de los trabajadores y del pueblo, en general, provocó la renuncia del dictador a su cargo, su salida del país y el inicio de un nuevo momento histórico.
Hemos dicho que se dieron varios procesos en marcha. Por un lado, el proceso popular que expresaba las distintas organizaciones del pueblo, de los intelectuales, de los estudiantes, que estimulados por la victoria de la Unión Soviética y la derrota de la dictadura martiniana, sembraron el país de actividad cultural que incluso llegó a comprender una especie de universidad popular donde se daban conferencias históricas, filosóficas y políticas sobre el país a un público anhelante de formación.
La fuerza armada era el escenario de un proceso en donde sectores democráticos pugnaban por el desmantelamiento definitivo de la dictadura. Estos sectores militares expresaban la necesidad de transformaciones capitalistas y de avances democráticos. Al mismo tiempo, en las mismas fuerzas armadas se movían sectores conservadores interesados en reconstruir el viejo poder oligárquico y el viejo estilo de hacer política.
En los sectores de la oligarquía cafetalera se movían también corrientes encontradas en donde los interesados en pasar a actividades económicas de transformación de productos pugnaban por reducir el control del antiguo poder de también poderosos cafetaleros. Los agrupamientos de intelectuales y estudiantes se movían apelando a la influencia de la Universidad de El Salvador y de la organización estudiantil. Recordemos que en esos años, la Asociación General de Estudiantes Universitarios Salvadoreños (AGEUS) funcionaba como una fuerza política de gran peso.
Toda la sociedad ardía de actividad social y política, había mucha esperanza, y en la campaña electoral de finales de este mismo año 44, todo indicaba que las ganaría el doctor Arturo Romero, un prestigioso médico que lideraba la oposición y la resistencia popular.
Como podemos ver, en el proceso se dio un entendimiento cercano entre los sectores populares, trabajadores y campesinos y sectores intelectuales universitarios que llegaron a amenazar el viejo orden y toda esta convulsión culminó con el sangriento golpe de Estado del mes de octubre de ese mismo año. El coronel Osmín Aguirre y Salinas, jefe de la policía nacional, encabeza un gobierno militar que aplasta todo este proceso social, político y cultural que hemos referido.
La resistencia al golpe se mantuvo y produjo en el mes de diciembre de ese año la invasión al territorio nacional de patriotas, estudiantes, obreros, intelectuales y campesinos, que desde el territorio de Guatemala, donde recién se había instalado un gobierno revolucionario (el de Juan José Arévalo), se había apoyado a la resistencia salvadoreña.
Este ejército popular fue detenido y derrotado en la batalla de Ahuachapán y, aparentemente, la dictadura Salinista estaba consolidada, pero solo aparentemente.
*Vicerrector de la Universidad Luterana Salvadoreña
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