“El
país cruza por una guerra, una guerra social, que tiene 25 años de
estarse larvando y que hoy lleva a que lo que empezó como maras y se
convirtió en pandillas ahora se ha transformado en una fuerza
político-militar dueña del territorio”.
“El problema del país no es de delincuencia ni es de delincuentes
ni de policías y ladrones. Es un problema de guerra. Todo Estado
sabio y fuerte sabe que para afrontar una guerra necesita del respaldo y
la participación de todo el pueblo”. - See more at:
http://www.laprensagrafica.com/2016/03/12/el-salvador-cruza-por-una-guerra-que-tiene-25-aos-de-estarse-larvando#sthash.DxxAHdOX.dpuf
“El país cruza por una guerra, una guerra social, que tiene 25 años de estarse larvando y que hoy lleva a que lo que empezó como maras y se convirtió en pandillas ahora se ha transformado en una fuerza político-militar dueña del territorio”.
“El problema del país no es de delincuencia ni es de delincuentes ni de policías y ladrones. Es un problema de guerra. Todo Estado sabio y fuerte sabe que para afrontar una guerra necesita del respaldo y la participación de todo el pueblo”.
“El
país cruza por una guerra, una guerra social, que tiene 25 años de
estarse larvando y que hoy lleva a que lo que empezó como maras y se
convirtió en pandillas ahora se ha transformado en una fuerza
político-militar dueña del territorio”.
“El problema del país no es de delincuencia ni es de delincuentes
ni de policías y ladrones. Es un problema de guerra. Todo Estado
sabio y fuerte sabe que para afrontar una guerra necesita del respaldo y
la participación de todo el pueblo”. - See more at:
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Un régimen de excepción afectará a la población, no al delincuente, dice el analista Dagoberto Gutiérrez. Desde su perspectiva, explica cómo se entró en una crisis de seguridad en las narices de todos.
Fernando Romero
LPG
El problema de pandillas tiene un fondo económico, aunque tampoco hubiera sido posible sin el aporte de un ejercicio político ignorante de lo que tenía entre manos cuando empezó a generarse. Hoy, la consecuencia es una guerra social –así la llama Gutiérrez– que debe enfrentarse como tal. En su oficina de la vicerrectoría de la Universidad Luterana, este exguerrillero y fundador de varios movimientos como Tendencia Revolucionaria y Nuevo País nos recibió para hablar sobre cómo el país ha entrado gradualmente en una crisis de seguridad de la que las soluciones tienen que ser irremediablemente de largo plazo. Por hoy, el problema es cómo enfrentar a pandillas con una fuerza territorial y armada.
¿Qué consecuencias habría si se aprueba un régimen de excepción en la actualidad?
La parte más perversa y oscura de la Constitución de El Salvador es justamente la que se refiere al régimen de excepción, contenido en los artículos 29, 30 y 31. Está situado justamente después del régimen de derechos individuales. Esta figura se da cuando el Estado se considera amenazado. ¿Amenazado por quién? Por el pueblo, por los ciudadanos. Entonces se defiende quitándole los derechos a la gente. Para eso es el régimen de excepción. Hay en la figura de la excepción dos universos: En el primero, el Estado le quita a la persona el derecho a la circulación, a la libre organización, a la libertad de expresión, a la correspondencia. Y la Constitución establece que en los casos de guerra, invasión del territorio, rebelión, sedición, catástrofe, epidemia o graves alteraciones al orden público, se suspenden las garantías de esos derechos. Cuando desaparece la garantía, tu derecho queda como barrilete en el aire. La segunda parte son los artículos 12 y 13, sobre la presunción de inocencia y la detención administrativa.
¿Entonces un régimen de excepción no sería para reprimir la delincuencia?
¿Contra quién va esto? ¿Contra la gente de las pandillas? No. Ellos saben que no. La Constitución dice en casos de guerra. Guerra. Y luego ninguna de las otras causales aparece en el panorama. La figura de graves alteraciones del orden público se refiere a momentos. Pero si el orden público se altera permanentemente entonces es otro orden, y no es eso lo que ocurre aquí. Es guerra. La figura es de guerra. Esto es muy importante: El país cruza por una guerra, una guerra social, que tiene 25 años de estarse larvando y que hoy lleva a que lo que empezó como maras y se convirtió en pandillas ahora se ha transformado en una fuerza político-militar dueña del territorio. Eso configura una guerra. Y en esa circunstancia se pone el régimen de excepción. ¿Y es para ellos? Para ellos no, porque ellos están en guerra y tienen capacidad de movimiento y son dueños del territorio. No es para ellos, es para los ciudadanos.
Si es contra la gente, ¿por qué el Gobierno ha querido llevarlo a cabo?
Un régimen de excepción es expresión de debilidad de un Gobierno que no tiene capacidad de interpelar a la gente, que no tiene el apoyo de la gente, ni en este tema ni en otros temas.
¿Y el objetivo de restablecer el orden?
Depende. Cuando hay una situación de guerra no está amenazado el orden, está amenazado el sistema. Cuando estalla una guerra, se rompe el orden, porque hay una lucha para imponer un nuevo sistema. Entonces los que ponen el régimen de excepción tienen el objetivo de amarrarle las manos a la gente para que la gente no participe, no critique, no reclame y no exija sus derechos de tal manera que el Estado tenga las manos sueltas. Ese es el sentido de la excepción: no es para restablecer el orden, es para maniatar a las personas, que se sometan.
¿Para que la gente no critique qué? ¿Lo que haría el Gobierno contra las pandillas?
No. Para que no se critique su gobierno. La guerra solo tiene una solución política de largo plazo que pasa por recuperar al Estado. Empieza por allí y tiene una serie de pasos políticos. Pero el Gobierno no está en eso. Los gobiernos no hacen política, hacen negocios, y los partidos políticos son empresas que negocian con una mercancía que se llama política. El Gobierno no está empeñado en todo ese camino que lo haría recuperar su naturaleza, está empeñado en una solución operativa. Está convirtiendo a la Policía Nacional Civil, que no es una fuerza operativa, en una fuerza punitiva. Cuando te quita a vos tus derechos, el Gobierno le está diciendo a esa fuerza punitiva: “No hay límite, podés agarrar a quien vos querás y tenerlo preso 15 días, sin derechos”. De eso se trata, de borrar los límites.
¿Qué soluciones tenemos enfrente para este problema de pandillas entonces?
El problema del país no es de delincuencia ni es de delincuentes, ni de policías y ladrones. Es un problema de guerra. Todo Estado sabio y fuerte sabe que para afrontar una guerra necesita del respaldo y la participación de todo el pueblo. ¿Qué Estado es aquel que para afrontar una guerra te impide a vos que participés, que te quita tu libertad de expresión, tu libertad de reunión? ¿Qué lógica es esa? ¿Así es que esto lo van a resolver ellos solitos, como un grupo de iluminados, y van a perseguir lo que la gente diga en sus computadoras, porque estamos en guerra? Es una lógica patas arriba que solo se explica a partir de un Gobierno que le tiene miedo a la gente, miedo a la opinión diferente.
Supongo que corre riesgo el periodismo...
Claro. Sobre todo aquellos periodistas que son estudiosos. Por cierto, todo periodista debe ser estudioso, culto, con una pluma acerada, aguda. Todo eso, en un régimen de excepción, está en la mira. Yo fui guerrillero y estábamos en regímenes de excepción. ¿Y nos afectaba a nosotros? No. Nosotros teníamos nuestro corredor, nuestro programa. Pero a la gente sí. Porque esto es contra la gente.
Haciéndole caso a los argumentos del Gobierno, ¿30 días serían suficientes? Porque eso dura un régimen de excepción. Y si se prorroga, 60 días lo más.
Imaginate, resolver una guerra en 30 días...
¿Pero se puede establecer un régimen de excepción que solo contemple la suspensión de los artículos 12 y 13 de la Constitución?
Sí, claro, y también en un determinado lugar.
Si el régimen de excepción no afecta a la delincuencia, ¿no hay nada más allá que se pueda hacer?
Cuando el Gobierno habla de lucha contra la delincuencia, está pisando un campo minado, porque no es un problema delincuencial. Allí hay un problema teórico y de inteligencia, porque en la medida en que sea un problema de delincuencia es un tema de la PNC. Pero si es un problema de guerra, es tema de la Fuerza Armada y de todo el pueblo. Porque cuando hay una guerra es un problema de todos.
¿A qué cree que se deba que las medidas que se han venido tomando no dan los resultados ideales?
Hay dos razones, una estructural, la otra más o menos coyuntural. La estructural tiene que ver con que una vez que termina la guerra civil en el país, se implanta un neoliberalismo brutal, ortodoxo, total, ciego, sin medidas. Y el país se convirtió en un laboratorio, y todos los salvadoreños, en conejillos de indias. Se privatizó todo. Se convirtió en mercancía todo. Cada ser humano se convirtió en consumidor. Este enfoque económico se montó hace 25 años y es el mismo tipo de economía de hoy. Si vos mantenés la misma lógica económica, ¿qué política diferente podés montar? Ninguna. Esta economía produjo inmensas cantidades de marginados, excluidos económicamente, en las periferias de las ciudades y en las zonas rurales. Allí empezaron las maras, cuando miles de jóvenes decidieron sobrevivir y participar a punta de pistola en el reparto del pastel que se estaba haciendo arriba en las cúpulas. Y todos los gobiernos sucesivos han seguido en el mismo tiovivo, pero nunca han entendido de qué se trata. Siempre se pensó que eran un grupo de muchachos revoltosos, delincuentes, malacates, y que eso se resuelve con mano dura y superdura. No era ese el fenómeno. Lo más o menos coyuntural tiene que ver con la materia gris con que se abordó la reflexión de esa realidad. Cuando se dijo “son malacates”, no sabían de qué se trataba. Y mirá hoy: son los dueños del territorio, dueños de un gran poder económico y militar.
El trasfondo es económico. ¿Tiene que ver la política en el fracaso de la seguridad pública?
El lecho de este río en el que hemos estado navegando es económico en última instancia, pero es político las 24 horas del día. Esto que hemos estado describiendo tiene que ver con la estructura de poder operante en el país, con la lógica del ejercicio de ese poder, no solo con su naturaleza. Allí tiene que ver la política.
¿Se necesita consenso político para resolver el tema de las pandillas o basta con la acción unilateral del Gobierno?
El tema guerra es el tema más determinante en el país en este momento. Si eso no se aborda correctamente, pues nada se abordará correctamente. Debemos construir una nueva sociedad.
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