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Al mencionar las relaciones de género que se establecieron en el contexto del conflicto armado por las personas que directa o indirectamente se vincularon a todo el Sistema de Sanidad Militar de la guerrilla, es importante establecer a que nos referimos. En general, las relaciones de género son aquellas que sitúan a hombres y mujeres de forma diferente en el conjunto de la sociedad. Estas relaciones son de poder y sitúan al conjunto de las mujeres en una posición de inferioridad y desigualdad respecto al conjunto de los hombres.
El género, al ser una construcción social, cambia de una época a otra, de un lugar a otro y de unos grupos sociales a otros, en función de la economía, las normas y los valores, la religión, el sistema político, la edad, etc.
En el caso de las zonas rurales, existe una tendencia mayor a mantener las costumbres y tradiciones que en las zonas urbanas. Ello provoca que, de alguna manera, se vea como normales y naturales muchos comportamientos y actitudes que, en determinadas circunstancias, no benefician, por ejemplo, a las mujeres.
Por otro lado, las relaciones de género se establecen a través de procesos como la comunicación o el control del poder, y se transmiten a través de la escuela, la familia, la comunidad y el medio que nos rodea, teniendo en este tema una influencia notoria los medios de comunicación. <>
Como en todo ámbito social, en el frente de guerra interactuaban personas de diferentes lugares, edades y concepciones de mundo, por lo que las relaciones de género estarían marcadas definitivamente por esa diversidad de intereses, enfoques y experiencias, pero también por el propio contexto del conflicto, en cuya base existía una confrontación entre un proyecto político que legitimaba la injusticia y la inequidad, y otro que buscaba transformarlo.
En ese sentido, es importante destacar que, a pesar de no existir en ese momento toda una teoría sobre la equidad de género que orientara las relaciones entre hombres y mujeres, si se puede establecer que hubo acciones positivas en esa dirección, las cuales estaban más vinculadas a los conceptos de justicia y de igualdad enarbolados como banderas de lucha por la guerrilla, pero también por la influencia que tuvieron algunas internacionalistas al tratar de incidir directa o indirectamente en el tema.
Con todo, se avanzo significativamente en la forma de pensar y relacionarse entre hombres y mujeres durante la guerra. Los roles tradicionales no siempre fueron quebrantados. De hecho, la visión de que la composición del sistema sanitario estaba constituido en su mayoría por mujeres y que la base estrictamente militar-combatiente estaba compuesta por hombres es parte de la construcción de los roles tradicionales de los géneros, como menciona el médico internacionalista Javier sobre el porqué había más mujeres en el sistema de sanidad:
Por el reparto convencional de roles en la sociedad, por lo mismo que en Europa o en Estados Unidos hay mas combatientes hombres que mujeres, aspirábamos a una sociedad diferente, pero partíamos de un modelo social y educacional machista, patriarcal y convencional en el que todos nos habíamos criado.
Este punto de vista es compartido por Laura (Rebeca Sánchez), quien se desempeñaba en el área de sanidad en Chalatenango:
Ignoro por qué decidían que las mujeres eran las indicadas para esa tarea. Había compañeros, pero eran menos. Yo siento que era una cuestión de machismo, que las enfermeras son mujeres, que el estar allí (un compañero hombre) significaba que no era combatiente, que no era aguerrido, que no era hombre. Entonces, ya era cuestionado por la gente de los pelotones…
Sin embargo, a pesar de esa realidad, también hubo importantes excepciones que, con el tiempo y la practica misma, sirvieron para ir rompiendo con ese tipo de moldes preestablecidos. Al respecto la médica Aloña señala:
La mayoría fueron sanitarias. Tuvimos también hombres sanitarios excelentes, que todo el mundo nos acordamos de ellos. Yo recuerdo mucho a un compa que quién sabe cuál era su nombre. Le decíamos “Mario Turundo”, por las torundas. Era un excelente sanitario de pelotón, excelente combatiente, excelente sanitario. Después, tuvimos varios que eran combatientes que habían llegado heridos al hospital, y de heridas muy graves y de permanencia muy larga, ¿no?; y que además mostraron una sensibilidad especial para cuidar pacientes y demás, que terminaron quedándose en sanidad.
En esa línea, pero desde otra perspectiva y partiendo de los roles que tradicionalmente han jugado las mujeres campesinas, Evelyn, médica y jefa política, reflexiona:
La mujer ahí cambió su rol totalmente de lo que podía ser, que, en su vida, solo iba a hacer tortillas, comida… a lavarle la ropa a su marido. Se les cambió a un rol más importante, porque las cipotas que manejaban información a través de claves; ellas recibían las noticias del puesto de mando, de un lugar a otro; eran las primeras en recibir la información: la descifraban y se la entregaban al jefe. Entonces, llegaron a tener un rol se sintieron importantes, y había combatientes también. Yo siempre digo que ahí comenzó un rol especial para la mujer, aunque cuando estábamos ahí nadie sabía sobre feminismo o enfoque de género. Eso lo aprendimos después de los Acuerdos de Paz. Pero ya en la práctica se le estaba cambiando a la mujer su rol. Y a esas muchachas sanitarias, de comunicaciones… se les cambió su vida.
Con un poco de humor, Franco relata actitudes que tuvo que enfrentar, propias de la cultura machista predominante y que en alguna forma se trataba de “desaprender”:
Recuerdo una de esas (charlas) por ser muy divertida: un día por azar, escuché a unos compas de aseguramiento que se reían contando las persecuciones que solían hacer a los homosexuales. Yo pensé: “Esto no puede ser. Nosotros peleamos para la libertad y necesitamos al hombre Nuevo”. Por eso en la tarde monté una charla. Me eché todo un rollo, explicando las hormonas que ambos sexos tenemos, la cultura machista, el hecho de que en algunas importantes civilizaciones la homosexualidad era normal y que muchos importantes artistas, científicos y también políticos eran gay, y que Hitler los exterminó, y que en última instancia la libertad es también vivir su propia sexualidad, a su propio antojo. Después de la charla, siguió la discusión, y un compa se levantó y dijo: “Mirá, Franco, yo pienso que tú tienes razón, no hay que perseguir y matar a los <>…. pero una buena paliza, ¡eso sí!”. Ojalá que las otras charlas mías hayan tenido un éxito mejor.
En todo este complejo proceso de ir contribuyendo a modificar actitudes y conductas con respecto a la relación entre mujeres y hombres, jugaron un papel importante las charlas, las capacitaciones y los ejercicios sobre la equidad de género, lo que permitió tener espacios de reflexión que, aunque mínimos, aportaron una mayor conciencia de respeto hacia la mujer y sus derechos. Al respecto, Paula comenta:
Recuerdo una vez que tenía que dar educación sexual en la escuelita. Entonces, estaba Lucia (Ángela Zamora) como responsable política de la zona, y coincidimos en cuanto a la necesidad de combatir el machismo. Los participantes eran unos doce jóvenes, entre 17 y 20 años de edad, que recién habían llegado al monte; ocho varones y cuatro muchachas, si recuerdo bien. Empecé con una pregunta: “¿Están de acuerdo en que a veces es necesario que el hombre pegue a su mujer?”. Contestaron uno por uno, en el orden en el cual estábamos sentados, en círculo, en el piso. Los primeros cinco eran varones y cada uno dijo que sí, que podría ser necesario, y dieron diferentes ejemplos, evidentemente vividos en sus casas: “Cuando el hombre regresa del trabajo en el campo y la mujer no tiene la comida lista, cuando la mujer no cuida bien a los niños y se enferman, cuando la mujer no le hace caso al hombre, etc.”. No dije nada. Pero cuando le tocó contestar a la primera de las bichas, me vinieron unas ganas enormes de abrazarla por la gran alegría que me dio cuando empezó a hablar. Decía, humildemente, que según ella, todos estos ejemplos dados por los varones no serian razones que justifiquen un trato violento; que el hombre tendría que hablar con la mujer, no golpearla; que todos tenemos los mismos derechos, hombres y mujeres; y que hay que respetarse mutuamente.
Estos primeros esfuerzos fueron importantes debido a que en el proceso de guerra revolucionaria y en la organización político-militar de la época se establecieron los cimientos para el surgimiento de los movimientos de mujeres en El Salvador, que han colocado en la agenda nacional los derechos de las mujeres y cuyas raíces están indisolublemente vinculadas a aquellas mujeres que, desde diferentes trincheras durante la guerra, imaginaban y construían un país para todos y todas.
Tomado del libro: La otra cara de la guerra: salvar vidas. FundAbril. Impreso en Talleres Gráficos UCA, 2012. Experiencia de la sanidad guerrillera en Chalatenango y Cinquera, El Salvador.
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