Saludos y bienvenida: Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida... Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos. Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos. Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más... A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado. Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia... Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos? Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista. No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente. Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo. Fraternalmente, Trovador

sábado, 1 de abril de 2017

NOEL HUMBERTO GUERRERO/DON FITO



«La enseñanza es la profesión que está más conectada a los intereses de la humanidad y los intereses de la gente que cualquier otra.»


Nota del editor: Esta lluviosa mañana lúgubre, 570 estudiantes sonrientes y curiosos se arremolinan alrededor en este parque de la comunidad vistiendo sus uniformes limpios y nítidos en los caminos fangosos que conducen a su escuela. Tienen solo 14 profesores, pero obedientemente forman filas para las clases. Los niños corren a abrazar al amado fundador, muy respetado de su comunidad que toma tiempo para cada niño que conoce por su nombre preguntando qué clases tienen primero y animando diligencia en sus estudios ese día. Resulta que también es su ex-director de la escuela. Poco tiempo más tarde cuando se vuelven ruidosos al ponerse en fila para su desayuno, es difícil para nosotros los entrevistadores oírle compartir su historia, él calla a los niños con una palabra suave, «silencio.» Nos sentamos hechizados al ser testigos de este caballero de 79 años que usa su magia con los cientos de niños hambrientos. Más tarde cuando mencionamos a los lugareños que lo hemos visitado, una reverencia audible cae sobre nosotros «Ahh, don Fito. Todos amamos a don Fito.» Es el nombre con que todavía se conoce localmente. Era su nombre de la guerra y significa «guerrero.»

El camino para lograr mi sueño de convertirme en maestro se cumplió con muchos giros inesperados, vueltas, y chicones en el camino. Nunca varí desde ese sueño que empecé a considerar cuando yo era joven viviendo con mi tío en el pueblo de Chinameca en el departamento de San Miguel. Nací el 21 de febrero de 1933.

A la edad de doce años cuando murió mi madre, tuve que irme a vivir con mi tío. Vivíamos en la miseria. El era un hombre pobre que trabajaba en la agricultura creciendo caña de azúcar, maíz y frijoles. El me enseñó todo lo que sabía sobre el crecimiento de esos cultivos, así como la manera de ordenar vacas.

Allí asistí a una escuela hasta el tecer año y tuve un maestro a quien yo admiraba mucho y a quien apodamos, Chico cola de vaca. Relacioné bien a sus métodos de enseñanza y pronto me di cuenta, tal como un niño, que esto es lo que quería ser cuando fuera grande.

A causa de nuestra pobreza extrema, necesitaba ayudar a proporcionar apoyo financiero, así que cuando era joven, yo recogía los granos de café durante la cosecha. Después trabajé en una fábrica de café en San Miguel.


A la edad de 13 años, mi amigo, Manuel Ochoa, me enseñó a hacer zapatos. Cuando fue necesario que él su mudara a San Salvador, me mudé con él donde él continuó sirviendo como mi mentor. Trabajé en la zapatería con él por tres meses. En 1953 me asocié con el sindicato organizado, De Zapateros.

Cuando yo tenía 24 años, un amigo suyo reconoció mi chispa para la enseñaza y recomendó que continuara mis estudios. No era necesario convencerme a mudarme a Santa Tecla, donde comencé el equivalente de los estudios del cuarto al sexto año. En ese momento, algunos de mis amigos y yo asistimos a la escuela Marcelino García Flamengo por la noche para estudiar «plan básico,» hasta el año nueve con el fin de poder seguir trabajando durante el día para subsidiar nuestras situaciones de vivir.

Una vez más, el professor me preguntó: «Por qué no consideras hacerte maestro?» Le respond: «Esto siempre ha sido mi deseo.» Como resulto de su aliento, mi siguiente paso para lograr mi objetivo fue estudiar por cinco años para recibir un título en la enseñanza. Ese esudio se llevó a cabo en la escuela segundaria Villa Corta en Santa Tecla.

En el pueblo de Rural Mixto Cantón El Triunfo, cerca de Santa Tecla, no había edificio existente. Tuvimos clases en una casa alquilada. En ese punto trabajé cooperativamente con un administrador en una zona para construir una escuela. Llamos la escuela Narciso Rodezno por su director, porque él tenia un amor intenso y permanente para los niños y todavía no tenía sus propios hijos, sin embargo, fue dedicado a sus estudiantes y donó el terreno para construir esta escuela. Este fue mi primer trabajo, y enseñé todas las asignaturas a niños de primaria. Gané apenas bastante salario para mantener a mi esposa y a mis tres hijos. No fue una vida digna. Sin embargo, yo había completado mi sueño de enseñar que disfruté mucho.

Mi carrera estaba comenzando con mi objetivo hasta la Guerra Civil de nuestro país abruptamente empezó y todo cambió. Es entonces cuando mi carrera comenzó a llegar a algunos giros inesperados y curvas alrededor de los años 1979 y 1980. Me había mudado a otra escuela, la Escuela Finca Florencia, donde mi papel era el de sub-director y también participé activamente en la organización de maestros denominada «ANDES.» Los militares percibieron a las personas educadas, especialmente aquéllos que mostraron interés en los papeles organizados de liderazgo como yo, con una amenaza y me comenzaron a hacer persecuciones en la forma de amenazas de muerte.

Uniéndome al movimiento guerrillero era la única opción para salvarme la vida. Mi enseñanza no llegó a su fin, incluso durante este tiempo, sin embargo. Fundamos una escuela de guerrilleros donde les enseñaba a leer y a escribir a las tropas. Mi título oficial era «jefe político» y mi trabajo era recoger información y dársela a las tropas. Serví en San Vicente en el departamento Chalatenango y más tarde fui traslado a Morazán por otro año. Luego volví a San Vicente. En total estuve lejos de mi familia por la mayoría de la Guerra – desde 1980 hasta 1990.

Durante el tiempo que estaba trabajando en el movimiento guerrillero, mi familia se quedó atrás. Una unidad paramilitar de la Policía Nacional capturó a mi hija, Blanca, la detuvieron durante 15 días. Ella no fue torturada físicamente; sin embargo, ella fue tramautizada psicológicamente. Nuestros vecinos movilizaron los grupos de derechos humanos y pudieron obtener su libertad.

«El 16 de enero de 1992, después de doce años de Guerra Civil, el gobierno de El Salvador y la organización guerrillera del FMLN firmaron un acuerdo de paz. Como parte del acuerdo, el gobierno consintió a redistribuir algunos 134.000 manzanas de tierra a campesinos sin tierra y a las familias que tenían poca tierra. El gobierno también dio a estas personas préstamos para pagar por la tierra y desde entonces ha perdonado casi todos los préstamos y compensaron a los terratenientes las expropiaciones. De los 33.600 beneficiarios de esta tierra, la gran mayoría eran ex-combatientes, soldados del gobierno o guerrilleros. En general, cada persona recibió 44 manzanas de tierra que lindaban con otros lotes para formar nuevas comunidades [datos del Ministerio de Agricultura, 1977 de Abuela a Nieta: Estudios de Mujer, en la página 93 Michael Gorkin, Marta Pineda Leal, y Gloria Leal, Prensa de la Universidad de California, 2006.]

Después de los Acuerdos de Paz de 1992 cinco organizaciones de la FMLN comenzaron a fundar diferentes comunidades para los refugiados que regresaban de la guerra. Nuestra responsabilidad en la fundación de esas comunidades era ayudar a comprar los terrenos para reubicar a los desplazados que regresaban del exilio de la guerra.

Los cambios climáticos también están impactando negativamente la agricultura como las estaciones del año se hacen más impredecibles. Mi mayor decepción ha sido que nuestro gobierno no ha cambiado realmente la vida de

las personas para lo mejor. Hay más hambre, más miseria, menos puestos de trabajo, y muy bajos salarios tales como $5 al día. Las mercancías son cada vez más caras para comprar, y sin embargo, los salarios no aumentan al mismo ritmo.

En el lado positivo, mi mayor alegría es que Dios me ha dado vida a servir a mi pueblo. Fui criado como católico romano; tomando mi primera comunión como un niño y escuchando las homilías del Monseñor Romero en la catedral tuvo un gran impacto en mí. Mi creencia es que Dios es un espíritu que vive dentro de cada uno de nosotros si somos buenas personas. No hay capilla dentro de nuestra comunidad aquí porque diferentes familias pertenecen a diferentes religiones. (En la comunidad de Monseñor Romero, sin embargo, tienen una capilla.) Hay un autobús que lleva a la gente a la ciudad a la iglesia todos los domingos, y siempre es muy completo.

Mi sueño es seguir sirviendo y ayudando a la gente aquí en la comunidad. La fe en Dios siempre me motiva a seguir. Yo enseño como pueda. Aunque las pandillas han estado tratando de infiltrarse y organizarse incluso en nuestro entorno rural, al menos hasta ahora, hemos tenido éxito en la prevención de que eso suceda. Espero que podamos seguir enseñando a los jóvenes una buena formación educativa y espiritual. Una necesidad inmediata que estamos esperando satisfacer si podemos encontrar una fuente de financiación es la construcción de un campo grande de fútbol para nuestro gran número de jóvenes para darles formas positivas para usar su energía y para enseñarles destrezas.

Tengo nueve hijos, algunos de los cuales viven aquí en El Salvador y otros que viven en EE. UU. Tengo mucho sobrinos y sobrinas que me consideran su padre. Espero que algún día nuestro país tenga un buen sistema económico donde su juventud no sienta la necesidad de emigrar a EE. UU.


Si yo estuviera escogiendo una carrera de nuevo, sí, yo sin duda elegiría la enseñanza. La enseñanza es la profesión que está más conectada con los intereses de la humanidad y los intereses de las personas que cualquier otra.

La cosa más importante que me gustaría compartir con el mundo es que somos un pueblo de amor. No podemos odiarnos el uno al otro.

Nota del Editor: Don Fito sigue viviendo y sirviendo en Guillermo Ungo, que se encuentra a pocos kilómetros al sur de Suchitoto. Era una parte de una gran plantación que sus propietarios finalmente cedieron a la venta bajo un acuerdo en efectivo y crédito bajo los Acuerdos de Paz de 1992 que fueron negociados por las Naciones Unidas. Don Fito se jubilió oficialmente de su cargo como director de la escuela, pero mantiene su compromiso para la supervisión de proyectos que beneficiarán a la comunidad en general. Unos ejemplos que supervisa incluyen la obtención de materiales escolares y computadores para la escuela, ayudando con el programa de becas, y la obtención de tubo galvanizado para el abastecimiento público de agua. El toma una parte vital en el comité de becas de la comunidad y ayuda a seleccionar a los estudiantes con potencial, buenas calificaciones, y las actitudes positivas y ética de trabajo. El maneja presupuestos frugalmente tratando de incluir la mayor cantidad de estudiantes en este programa como sea posible.

Esta historia fue compartida con nosotros sobre Don Fito: En 2010 a la edad de 78, él estaba en el frente de una marcha para derechos humanos y el cambio climático en el centro de San Salvador. Cuando los manifestantes se acercaron al palacio presidencial, la policía estaba alineada en su equipo antidisturbio anticipando provocación. Don Fito detuvo el grupo, con calma les gritó, dándoles instrucciones a ellos para marchar hacia atrás. Luego totalmente compuesto, todavía en control usando su voz suave de autoridad, habló con la policía, «Esto es para USTEDES, también.» Pronto los manifestantes y la policía antidisturbia se unieron tomando bocadillos y café.

Lo que podría haber sido un evento de confrotación se convirtió en un evento de solidarida, gracias a la visión de don Fito cuando cambió la marcha hacia atrás y dio la bienvenida a todos para unirse juntos por una causa común.

Es con gratitud que reconocemos a Ruth Cruddas de Watsonville, California, quien nos sugirió que conociéramos y entrvistáramos a este hombre humilde, don Fito.

martes, 21 de marzo de 2017

México tiene 45 mil niños desaparecidos y su fin es explotación sexual o tráfico de órganos, alerta fundación

 En México hay cerca de 45 mil niños desaparecidos que pueden ser utilizados para explotación sexual o tráfico de órganos. Foto: Cuartoscuro
 
 
 Shaila Rosagel
sinembargo, mx



En México existen 45 mil niños desaparecidos y una lista oficial de 3 mil averiguaciones previas por menores robados durante el último año y medio, que son sustraídos para explotación sexual, venta y tráfico de órganos, denunció Guillermo Gutiérrez Romero, presidente de la Fundación Nacional de Investigaciones de Niños Robados y Desaparecidos.

Las bandas de secuestradores operan con mayor intensidad en el Distrito Federal, Estado de México, Veracruz, Tijuana, Monterrey, Guadalajara y en las zona fronterizas del norte y sur del país, gracias a la indolencia e impunidad de las autoridades mexicanas.

“Hay oficialmente en el último año y medio 3 mil casos de robo de niños y 45 mil que se consideran como desaparecidos, ausentes o que se fueron por su propia voluntad. No hay datos precisos de cuántos de ellos son para tráfico de órganos o explotación sexual, simplemente porque al gobierno mexicano no le interesa. Nosotros venimos luchando desde hace más de 10 años para que se cree el Centro Nacional Especializado para la Búsqueda Niños Robados, pero no pasa nada y eso les da luz verde a los secuestradores para que sigan llevándose a los niños”, dijo.

Prácticamente en todo el país se roban menores de cualquier edad a través de personas que operan solitarias, por su cuenta, por bandas pequeñas que se los venden a los traficantes de órganos y de explotación sexual y por el crimen organizado que sacan a sus víctimas del país con pasaportes y credenciales.

De acuerdo con Gutiérrez Romero, no existe un dato exacto de cuántas bandas de secuestradores de niños operan en el territorio mexicano, debido a la falta de interés de las autoridades. “En México los casos de desaparición de niños los lleva la Subprocuraduría de Derechos Humanos de la PGR [Procuraduría General de la República], que tiene funcionarios ahí que son ineficientes, que no saben lo que están haciendo”, dijo.

El crimen organizado opera a través de toda una red que incluye señuelos que atrapan a sus víctimas, principalmente adolescentes, a través de las redes sociales.

“Estas bandas utilizan jóvenes atractivos para llegar a sus víctimas. Muchos de ellos son para la explotación sexual”, indicó.

El tráfico de niños y de personas es el tercer negocio más lucrativo a nivel mundial después del tráfico de armas y de drogas, cuyo mercado representa cerca de los 32 millones de dólares anuales, explicó.

“El número de niñas y niños que son desaparecidos cada año a nivel mundial para la trata es de un millón 2000 mil de acuerdo con la UNICEF”, dijo.

TRÁFICO DE ÓRGANOS… Y TERROR
 
Agresiones contra menores han repuntado en los últimos días. Foto: Cuartoscuro

Estados Unidos y Francia realizan una investigación conjunta de cómo operan las bandas criminales en México. Foto: Cuartoscuro

Aunque en México se desconoce la cifra exacta de cuántos de los niños que son robados se destinan al tráfico de órganos, autoridades de Estados Unidos y de Francia tienen identificado perfectamente el modus operandi de las bandas delictivas.

“Los órganos de los niños no se los llevan de México en contenedores o hieleras, eso es ciencia ficción. Se los llevan vivos a Estados Unidos, estando allá hay clínicas y médicos corruptos que por miles de dólares los operan y les extraen todos los órganos. La prueba de que existe el tráfico de órganos, es que muchos de los niños robados, nunca aparecen”, explicó.

Guillermo Gutiérrez planteó que las autoridades estadounidenses y francesas aseguran que los restos de un niño que es intervenido quirúrgicamente para la extracción de sus órganos en alguna clínica clandestina es desaparecido de la forma más atroz.

“Yo he hablado con estas autoridades de alto nivel de Estados Unidos y Francia. Ellos dicen que nunca se va a encontrar a un niño abierto en canal, porque lo que hacen estas bandas es que los restos de las víctimas son echados a unas grandes trituradoras de carne. Como carne molida, se los echan a los perros”, dijo. “Es verdaderamente algo de horror”, añadió.

En cuanto al perfil de los niños robados que son ideales para el tráfico de órganos, las edades oscilan entre los siete y 10 años de edad. Los bebés hasta cinco años, son sustraídos generalmente para venderlos a parejas que no pueden tener hijos.

“Los recién nacidos son para el satanismo; para adopciones por parejas que no pueden tener hijos, son de cero a tres, cuatro y hasta cinco años”, explicó.

Los infantes, aunque en menor medida, también desaparecen en pequeños poblados y comunidades indígenas, pero de ellos en ocasiones no existe ni siquiera una averiguación previa.

El problema del tráfico de órganos de niños mexicanos hacia Estados Unidos ha cobrado visibilidad durante la última semana cuando fue denunciado por El Vaticano en el editorial del diario L”Osservatore Romano.

La autora del artículo, Lucetta Scaraffia, denunció que existe “un constante aumento” de tráfico de niños migrantes indocumentados entre el territorio mexicano y el estadounidense.

El negocio del tráfico de órganos también fue denunciado por un reportaje de Julia Preston en The New York Times, donde afirma que las familias y los menores se han vuelto un negocio de altas utilidades y bajo riesgo para los líderes de los cárteles mexicanos de la droga que se han apoderado del control del tráfico humano en el Río Bravo.

Ahora ofrecen paquetes familiares, cobrando hasta 7 mil 500 dólares por llevar desde América Central hasta el lado estadounidense del río a un menor solo o a una madre con hijos señalan agentes de la Patrulla Fronteriza y testimonios de migrantes.

Pero en México cualquier niño robado puede ser trasladado a Estados Unidos para venderlo y extirparle sus órganos, por lo que Guillermo Gutiérrez dio algunas de recomendaciones para evitar el robo de un menor.

“No dejarlos solos en ningún momento, inculcarles que deben rechazar cualquier regalo que provenga de un extraño, avisar a sus papás cualquier situación extraña y no contestar los teléfonos en sus hogares cuando están solos.

La Fundación Nacional de Investigaciones de Niños Robados y Desaparecidos realiza una campaña de prevención del robo de infantes en las escuelas del Distrito Federal, Estado de México, Veracruz y Puebla, pero está abierta para llevarla a cualquier plantel público o privado que lo requiera.

“La campaña es gratuita, hacemos el trabajo que no está haciendo el gobierno. Vamos a las escuelas y hablamos con los niños y con los papás”, dijo Guillermo Gutiérrez.

Los números de la fundación para solicitar información son: 01 (55) 5760 8979 y 6548 3709.

En redes sociales a través de Facebook y Twitter se le da seguimiento a la Alerta Amber y a información relevante para la prevención del robo de niños.

Vinculación de las “maras” con los poderes ocultos

Extorsionistas capturados luego de la operación Bumeran. Foto: Ministerio de Gobernación

  Centro de Medios Independientes
 

"Las maras terminan funcionando como apéndice de poderes paralelos que los utilizan con fines políticos. En definitiva: control social"



Reproducimos una investigación introductoria sobre el tema de la relación entre las pandillas y los poderes paralelos, presentada por el Instituto de Análisis e Investigación de los Problemas Nacionales de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Ipnusac). El trabajo vio luz pública hace algunos días pero no tuvo mucha circulación. Su temática, sin embargo, creemos que es fundamental. Encontrar las razones y lógicas detrás de la violencia en el país es vital para dejar atrás ese lastre que nos persigue desde las dictaduras militares. No es sorpresa que detrás de pandillas, la investigación sugiera la participación de miltiares retirados, sus empresas de seguridad, o grupos del crimen organizado formado en esos años. Tal vez este resumen que presentamos dé un poco de claridad a una temática compleja.


Por Ipnusac
 
 
 
Las maras constituyen un problema social con aristas múltiples. Las maras funcionan como familia sustituta de numerosos jóvenes que proceden de hogares disfuncionales. El motivo por el que un joven, o un niño -dado lo prematuro de las edades con que se hace el pasaje de incorporación- ingresa a una mara, denota una sumatoria de causas: hay un trasfondo de pobreza estructural e histórica sobre el que se articula una cultura de violencia dominante, impuesta ya como norma en la historia del país, fortalecida con un conflicto armado que alcanzó ribetes de crueldad indecibles y que sigue sirviendo como pedagogía del terror, a lo que se suman impunidad, debilidad o ausencia de políticas públicas por parte del Estado, diferencias económicas irritantes entre los sectores más favorecidos y la gran masa de pobres y excluidos, ruptura de los tejidos sociales producto de la guerra interna, de la masiva movilidad del campo hacia la ciudad y de la salida desesperada hacia el extranjero como vía de escape a la pobreza crónica con la repatriación forzada de muchas de esas personas en condiciones que agravan la ya precaria situación nacional.

Dichas maras han venido cambiando su perfil en el tiempo, aumentando su agresividad, tornándose mucho más crueles que en los momentos de su aparición en la década de los 80 del siglo pasado. Ello responde a una transformación nada azarosa. Los llamados grupos de poderes paralelos enquistados en diversas estructuras que siguen operando con lógicas contrainsurgentes, aprovechan a estos jóvenes para sus operaciones delictivas.
 
 
Contextualizando el problema

Las maras existen en Guatemala desde hace ya más de tres décadas. En ese lapso de tiempo fueron evolucionando grandemente, y las primeras experiencias de los años 80 del siglo pasado, cuando grupos de muchachos defendían a puño limpio sus territorios en las colonias populares, ya no tienen nada que ver con su perfil actual.

¿Son realmente las maras el problema a vencer en nuestra empobrecida sociedad post guerra, o hay ahí ocultas agendas mediático-políticas?

La insistente prédica de los medios masivos de comunicación ya desde hace años nos convenció que la violencia (identificada sin más con delincuencia) nos tiene de rodillas. Pero nadie sabe a ciencia cierta cuántos mareros hay. Llamativo, sin dudas. Las estimaciones van desde 3,000 hasta 200,000. Si de un problema de tal magnitud nacional se trata, ¿cómo sería posible que nadie tenga datos ciertos?

¿Cómo es posible que un número no determinado, siempre impreciso de jóvenes marginalizados, subalimentados, con escasa o nula educación formal, provenientes de barriadas pobres, viviendo siempre en situaciones de aguda carencia, de precariedad extrema, pobremente equipados en términos comparativos con las fuerzas armadas regulares, sin ningún proyecto real de transformación político-social, tengan en vilo a toda una sociedad?

De esa forma la mara pasó a estar profundamente satanizada: la mara devino así, al menos en la relación que se fue estableciendo, una de las causas principales del malestar social actual. La mara -¡y no la pobreza ni la impunidad crónica!- aparece como el “gran problema nacional” a resolver.

Hace ya cerca de dos décadas que se firmó formalmente la paz entre los grupos militarmente enfrentados: el movimiento revolucionario armado y el ejército nacional. Sin embargo el clima de militarización y de guerra continúa. Las maras se inscriben en esa lógica.

Las maras, si bien tienen una lógica de funcionamiento propia, no son precisamente autónomas. Responden a patrones que van más allá de sus integrantes, jóvenes cada vez más jóvenes, con dudosa capacidad gerencial y estratégico-militar como para mantener en vilo a todo un país. ¿Están manejadas por otros actores? ¿Quién se beneficia de estos circuitos delincuenciales tan violentos? ¿Cuántos mareros existen en el país? Si tanto dinero manejan ¿por qué los mareros continúan viviendo en la marginalidad y la pobreza?
De grupos de defensa territorial, más cercanos a “salvaguardar el honor” de su barrio, han ido evolucionando a brazo indispensable del crimen organizado

Si fue posible desarticular movimientos revolucionarios armados apelando a guerras contrainsurgentes que no temieron arrasar poblados enteros, torturar, violar y masacrar para obtener una victoria en el plano militar, ¿es posible que realmente no se puedan desarticular estas maras desde el punto de vista estrictamente policíaco-militar? ¿O acaso conviene que haya maras? Pero, cui bono?, ¿a quién podría convenirle?

Al estudiar las maras se rozan poderes que funcionan en la clandestinidad, que se sabe que existen pero no dan la cara, que siguen moviéndose con la lógica de la contrainsurgencia que dominó al país por décadas durante la guerra interna. Y esos poderes, de un modo siempre difícil de demostrar, se ligan con las maras. En otros términos: las maras terminan siendo brazo operativo de mecanismos semi-clandestinos que se ocultan en los pliegues de la estructura de Estado, que gozan de impunidad, que detentan considerables cuotas de poder, y que por nada del mundo quieren ser sacados a la luz pública. De ahí la peligrosidad de intentar develar esas relaciones.
 
Un posible mapa conceptual sobre el asunto

Empiezan a surgir para la década de los 80 del siglo pasado, aún con la guerra interna en curso. En un primer momento fueron grupos de jóvenes de sectores urbanos pobres, en muchos casos deportados desde Estados Unidos, que se unían ante su estructural desprotección. Hoy, ya varias décadas después, son mucho más que grupos juveniles: son, según lo que podría parodiarse del discurso mediático que invade todo el espacio: “la representación misma del mal, el nuevo demonio violento”, al menos según las versiones oficiales, incorporadas ya como imaginario colectivo en la ciudadanía de a pie, repetido hasta el hartazgo por los medios masivos de comunicación.

El análisis objetivo de la situación permite comprobar que se ha venido operando una profunda transformación en la composición y el papel social jugado por las maras. De grupos de defensa territorial, más cercanos a “salvaguardar el honor” de su barrio, han ido evolucionando a brazo indispensable del crimen organizado. En estos momentos, existen sobrados argumentos que demuestran que ya no son sólo grupos juveniles delincuenciales que entran en conflicto con la ley penal en función de satisfacer algunas de sus necesidades (drogas, alcohol, recreación, teléfonos celulares de moda, vestuario, etc.).

Por el contrario, terminan funcionando como apéndice de poderes paralelos que los utilizan con fines políticos. En definitiva: control social.

“Alguien que se beneficia especialmente con la presencia de las maras son las agencias de seguridad”

Los mareros, cada vez más, deciden menos sobre sus planes, y en forma creciente se limitan a cumplir órdenes que “llegan de arriba”. El sicariato, cada vez más extendido, está pasando a ser una de sus principales actividades.
 
Consecuencia y no causa

¿Por qué las maras son el nuevo demonio? Porque, definitivamente, no lo son. Al respecto, valgan las palabras de un inspector de la Policía Nacional Civil con el que se habló del tema:

“A veces no es la mara la que comete los hechos delictivos, pero se le echa la culpa. Conviene tenerla como lo más temible, porque con eso se tiene atemorizada a la población. Y mucha gente realmente queda aterrorizada con todo lo que se dice y se cuenta de las maras. No todos los delitos que se cometen los hacen las maras. Hay muchos delincuentes que actúan por su cuenta, pero los medios se encargan de echarle siempre la responsabilidad a las maras (…) Hay una gran gama de delincuentes: robacarros, asaltabuses, narcotraficantes, robafurgones, personas individuales que delinquen y roban en un semáforo, y también maras. Hay de todo, no sólo mareros”.

Un ex pandillero con el que trabamos contacto decía al respecto:

“Las pandillas funcionan como un distractor dentro del sistema: mientras pasa cualquier cosa a nivel político, se utiliza la mara como chivo expiatorio, y los titulares de la prensa o de la televisión no deja de remarcarlas como el gran problema”.

Todo lo anterior plantea las siguientes reflexiones:

• Las maras no son una alternativa/afrenta/contrapropuesta a los poderes constituidos, al Estado, a las fuerzas conservadoras de las sociedades. No son subversivas, no subvierten nada, no proponen ningún cambio de nada. En definitiva, son funcionales para el mantenimiento sistémico como un todo, por lo que esos grandes poderes económicos, si bien no se benefician en modo directo, terminan aprovechando la misión final que cumplen las maras, que no es otro que el mantenimiento del statu quo.

• Las maras no son delincuencia común. Es decir: aunque delinquen igual que cualquier delincuente violando las normativas legales existentes, todo indica que responderían a patrones calculadamente trazados que van más allá de las maras mismas.

• Si bien son un flagelo -porque, sin dudas, lo son-, no afectan la funcionalidad general del sistema económico-social. En todo caso, son un flagelo para los sectores más pobres de la sociedad, donde se mueven como su espacio natural: barriadas pobres de las grandes urbes. Es decir: golpean en los sectores que potencialmente más podrían alguna vez levantar protestas contra la estructura general de la sociedad. Sin presentarse así, por supuesto, cumplen un papel político. El mensaje, por tanto, sería una advertencia, un llamado a “estarse quieto”.

• No sólo desarrollan actividades delictivas sino que, básicamente, se constituyen como mecanismos de terror que sirven para mantener desorganizadas, silenciadas y en perpetuo estado de zozobra a las grandes mayorías populares urbanas. En ese sentido, funcionan como un virtual “ejército de ocupación”. Un abogado entrevistado, que defiende mareros, afirmaba: “La mara sirve a los poderes en tanto sistema, porque no cuestionan nada de fondo sino que ayudan a mantenerlo. Por ejemplo: ayudan a desmotivar organización sindical. O a veces se infiltran en las manifestaciones para provocar, todo lo cual beneficia, en definitiva, al mantenimiento del sistema en su conjunto”.

Y una investigadora del tema afirmó: “En muchas colonias populares ya no se ve gente por la calle, porque es más seguro estar encerrado en la casa. Ya no hay convivencia social: hay puro temor. (…) Todo indicaría que esto está bien pensado, que no es tan causal. La mara nunca es solidaria con la población del barrio. Al contrario: la perjudica en todo, cobrando extorsión, y hasta obstaculizándola en su locomoción”.

• Disponen de organización y logística (armamento) que resulta un tanto llamativa para jovencitos de corta edad; las estructuras jerárquicas con que se mueven tienen una estudiada lógica de corte militar-empresarial. Al respecto relató uno de los entrevistados, un ex pandillero:

En este momento ya casi no están lideradas por jóvenes. No son jóvenes los que dan las órdenes. En otros tiempos se hacían reuniones con chavos de todas las colonias donde se tomaban decisiones, y eran todos menores de 30 años. Hoy ya no es así. Ya no se hacen esas reuniones, que eran como asambleas, y hay viejos liderando. Ahora las órdenes son anónimas. Hay números de teléfono y correos electrónicos que dan las órdenes a jefes de clica, pero no se sabe bien de quién son. Te llega un correo, por ejemplo, con una orden, una foto y un pago adelantado de Q. 10,000, y ya está. Así se maneja hoy. (…) A veces el mismo guardia de la prisión llega con el marero y le da un teléfono, todo bajo de agua, diciéndole que en 5 minutos lo van a llamar. Tal vez el mismo guardia ni sabe quién va a llamar, ni para qué. Eso denota que ahí hay una estructura muy bien organizada: no va a llegar un guardia del aire y te va a dar un teléfono al que luego te llaman, y una voz que no conocés te da una indicación y te dice que hay Q. 15,000 para eso. Ahí hay algo grueso, por supuesto

Las leyes son absolutamente eludidas como cosa común, el sistema de justicia se ve rebasado y los órganos de seguridad no aportan la más mínima sensación de tranquilidad y orden social. Para muestra, véase lo que sucede con el gremio de abogados. Decían algunos jóvenes entrevistados:

También hay vínculos con abogados bien conectados que ayudan a la mara, que les facilita las cosas. En realidad, no es una ayuda sino que son servicios, porque todo eso se paga. Y se paga muy bien. Hay licenciados que hacen mucho pisto con eso. (…) Cuando uno está metido, por supuesto que tiene buenos contactos que lo van a defender, que lo van a sacar de clavos. Pero eso cuesta. Digamos no menos de 20,000. No hablamos con el juez, sino con abogados que nos arreglan las cosas.

La corrupción e impunidad dominan el panorama. La mara no es sino una expresión -sangrienta y exagerada- de eso.
 
 
La mara como “fuerza política de choque”

Los poderes “paralelos” u “ocultos” que se fueron enquistando en la estructura estatal, no han desaparecido, ni parece que fueran a hacerlo en el corto plazo. Se mueven con una lógica castrense aprendida en los oscuros años de la guerra antisubversiva y dominan a la perfección los ámbitos y métodos de la inteligencia militar. Su espacio natural es la secretividad, la táctica del espionaje, la guerra psicológica y de baja intensidad (guerra asimétrica, como le llaman los estrategas, guerra desde las sombras, guerra clandestina).

Todo eso puesto al servicio de proyectos económicos de manejo de negocios reñidos con la ley, lo cual los fue constituyendo en una suerte de “mafia”, de grupo encubierto que nunca pasó a la clandestinidad formalmente dicha, pero que se maneja con esos criterios. Está claro que si hay una lógica militar en juego, ello no significa que se trata de militares en activo, de un proyecto institucional del ejército. En todo caso, los actores implicados han guardado o guardan vínculos diversos con la institución armada, pero no la representan oficialmente.

En ese ámbito es que aparecen lazos con las maras. Las pandillas juveniles, violentas, transgresoras, con una simple aspiración de pura sobrevivencia mientras se pueda, y centradas en un hedonismo bastante simplista (superar los 21 años es ya “ser viejo” en su subcultura) pueden servir perfectamente como brazo operativo para un proyecto con bastante carga de secreto, contrainsurgente, de algún modo: paralelo. Paralelo, entiéndase bien esto, al Estado formal y a los grandes poderes económicos tradicionales. Valga esta reflexión surgida de una entrevista, dicho por una persona que investiga el tema: “Alguien que se beneficia especialmente con la presencia de las maras son las agencias de seguridad. No se dan unas sin las otras. Es decir que se necesita un clima de violencia para que el negocio de las policías privadas funcione”.

Esto fue lo dicho por un investigador y director de un proyecto de reinserción social de mareros: “Por supuesto que hay vínculos con poderes ocultos. Alguna vez, cuando habíamos logrado sacar una buena cantidad de muchachos de las maras, se acercó a mí alguien bien vestido, no como pandillero, y me dijo: “tenga cuidado; Licenciado, me está sacando mis muchachos”.
 
A modo de conclusión

En una lectura global del fenómeno, si bien es cierto que las maras constituyen un problema de seguridad ciudadana, puede constatarse que no existe una preocupación en tanto proyecto de nación de las clases dirigentes de abordar ese pretendido asunto de “ingobernabilidad” que producirían estos grupos juveniles. Se les persigue penalmente, pero al mismo tiempo el sistema en su conjunto se aprovecha el fenómeno: 1) como mano de obra siempre disponible para ciertos trabajos ligados a la arista más “mafiosa” de la práctica política (sicariato, por ejemplo; generación de zozobra social, desarticulación de organización sindical), y 2) como “demonio” con el que mantener aterrorizada a la población a través de un bombardeo mediático constante, evitando así la organización y posible movilización en pro de mejoras de sus condiciones de vida de las grandes mayorías.

Y tampoco conllevan la carga de resistencia al sistema económico imperante como lo pueden ser los actuales movimientos sociales que reivindican derechos puntuales, por ejemplo: luchas de los pueblos originarios, movilización contra las industrias exctractivas (minería a cielo abierto, hidroeléctricas, monoproducción de agrocarburantes), organizaciones populares de base que propugnan reforma agraria. Todas esas expresiones no son toleradas por el sistema dominante, de ahí su represión. Las maras, por el contrario, si bien son perseguidas judicialmente en tanto delincuentes, no dejan de ser aprovechadas por una lógica de mantenimiento sistémico, haciéndolas funcionar como mecanismo de continuidad del todo a través de sutiles (y muy perversas) agendas de manipulación social.

En realidad, la situación no es tan absolutamente caótica como se dice. Se puede caminar por la calle, pero el mensaje es que si caminás, fijo te asaltan. Por tanto: mejor quedarse quietecito en la casa”, sentenciaba un líder comunitario de “zonas rojas” con quien se tuvo contacto analizando el fenómeno. Ello puede llevar a concluir que la actual explosión de violencia delincuencial que se vive en la región -que hace identificar sin más y en modo casi mecánico “violencia” con “delincuencia”- podría obedecer a planes estratégicos. En tal sentido, las maras, en tanto nuevo “demonio” mediático, estarían en definitiva al servicio de estrategias contrainsurgentes de control político y mantenimiento del orden social.

lunes, 20 de marzo de 2017

Inés Dimas Alas González (Comandante Catalina)



Claribel Alegría

Los episodios en que se destaca el heroísmo de la mujer salvadoreña son incontables. Por cada uno, reconocido públicamente, hay muchos más que pasan inadvertidos porque todos los testigos han muerto.

Mélida Anaya Montes, comandante “Ana María”, nos contó la historia de una maestra de primaria que se llamaba Inés Dimas. Inés había sido condecorada por la asamblea nacional con la medalla al Mérito Magisterial Santiago Ibarberena: una distinción codiciada por todos los miembros de ANDES, el sindicato de maestros y profesores de El Salvador.

Inés —nos cuenta Ana María— era militante de las FPL Farabundo Martí. Tenía cuarenta y tres años.

Esta mujer, si usted la tuviera enfrente, le parecería nerviosa. Yo la conocía íntimamente porque doce años de lucha me hicieron conocerla. Cualquiera al verla no hubiera creído que tuviera esa contextura y temple. Inesita, decían los compañeros, está en el momento y en el lugar donde se le necesite.

Hubo un momento en que ella se clandestina y todos los maestros preguntando por Inesita. Ellos ya intuían, pero les hacía mucha falta. Era queridísima por los niños, por los maestros, por todos.

Después se dio un incidente bien grave en la organización. Ellos estaban en un local y enfrente explotó una bomba tremenda que deshizo aquella casa. Entonces se ponía la disyuntiva de desalojar nuestro local, y para colmo en la casa nuestra había imprenta. Estaba ella solita con otra compañera cuando el compañero Marcial logró entrar. Inserta había dispuesto todo bien y con aquello que parecía nerviosa —el barrio hervía de policías— y aquella mujer nerviosa aparentemente, ¿saben qué hizo?, ir a comprar tamales, hacer café, ofrecérselo a los guardias y estarlos entreteniendo y diciéndoles: “Miren, ustedes tienen una labor dura,” poniéndose como que estaba con ellos.

Al día siguiente, sin mayor problema, se desocupó la casa. Ella no despertó ni la menor sospecha. Allí vimos nosotros su contextura.

Una periodista norteamericana de nombre Ann Nelson, presenció la caída de Inesita y después la describió en un programa radial en Nueva York. Lo que sigue es su relato:

Después de dos semanas en El Salvador (me hospedaba en una casa alquilada por un grupo de periodistas internacionales cerca de la embajada norteamericana), iba para mi casa cuando escuché balazos en la calle. Había tanquetas a lo largo de toda la cuadra y unos cincuenta guardias y policías. Tenían morteros, ametralladoras y un tanque, y asaltaban una casa particular. Lo increíble era que todo ese bombardeo era dirigido contra una sola casa y los únicos tiros que podían oírse desde dentro provenían de una pistolita. Como contraste, afuera había un verdadero ejército, con civiles que manejaban las subametralladoras.

Los tiros de la pistolita dejaron de oírse. Todo estaba en calma.

El humo empezó a disiparse y el primer grupo de policías y periodistas entraron a la casa. Había un muchacho joven, de unos veinticinco años, muerto en el baño. También había una mujer de unos cuarenta o cuarenta y cinco años, con delantal y un pañuelo en la cabeza, que estaba tendida sobre un charco de sangre. Su muerte parecía haber sido causada por una granada. Había una muchacha de unos diecisiete o dieciocho años, también en un charco de sangre. Había un mimeógrafo.

Era una casa de propaganda para las FPL y había mucha propaganda: documentos y notas que decían: “Debemos educar al pueblo, debemos llegarle al pueblo.” Todo esto desparramado por los guardias para impresionar a los periodistas.

Yo era la única mujer en el grupo y la única periodista estadounidense que se había quedado en El Salvador más de dos o tres días a lo largo de todo el mes.

Entonces viene el momento que no puedo darle el crédito a mis ojos. El jefe de la Policía Nacional fue a otro cuarto y recogió una ametralladora. Llegó donde estábamos nosotros, se arrodilló junto a la mujer y puso la ametralladora en su mano. “Ésta fue el arma, ésta fue la ametralladora en su mano. “Ésta fue la ametralladora que ella usó para dispararnos,” dijo. Cojió una caja de balas sin usar, estaban todavía envueltas en papel, y las tiró al suelo, sobre su sangre. “Estas eran sus balas.” dijo.

Estábamos presentes la prensa internacional y yo. Ellos tomaban fotos y decían: “Correcto, correcto” y anotaban: “… tenía una ametralladora contra las fuerzas del gobierno, terrorista, guerrillera,” etcétera.

El jefe de la Policía Nacional repitió el proceso con la muchacha de diecisiete años. A ella le pusieron una Uzi o algo por el estilo, no estoy demasiado segura, y también arrojaron las balas en su sangre.

En una de las paredes, alguien, nunca sabré si fueron los ocupantes de la casa o las fuerzas de seguridad del gobierno vestidos de civil (algunas veces descritos por la prensa como los “escuadrones de la muerte” de la derecha), había escrito con la sangre las letras “FPL”. Tomé fotos de todo esto, de los hombres poniéndoles los rifles en sus manos y arrojando las balas al suelo.

Ana María describe el mismo acontecimiento escuetamente:

Eran tres compañeros. La casa fue cateada. Llevaron tanquetas, hasta helicópteros. A pesar de ser tan desigual, el combate duró medio día, hasta que la casa la hicieron nada.

No se atrevían a entrar. Lo hermoso, lo aleccionador, es que se encuentran cuando entran, a ella abatida a balazos y que con su sangre había escrito en el muro “FPL.” Fue un combate que hizo impacto en la capital.

(Si algún día lees esto, Ann Nelson, sabrás que fue Inesita quien trazó esas tres letras. Era esa clase de mujer.)
Fuerza Histórica Latinoaméricana.

Fuerza Histórica Latinoamericana

Saludos y bienvenida:

Trovas del Trovador


Si se calla el cantor, calla la vida...inspirate,instruyete,organizate,lucha,rebelate.



Saludos y bienvenida:


Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida...
Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos.

Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos.

Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más...

A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado.

Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia...

Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos?

Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista.

No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente.
Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo.

Fraternalmente, Trovador


UN DÍA COMO HOY, 12 de febrero de 1973, los principales periódicos de El Salvador difundieron fotos de la muerte de los compañeros José Dima...