Noam Chomsky
Hace
50 años, el mundo estuvo en vilo durante la última semana de octubre,
desde el momento en que se supo que la Unión Soviética había colocado
misiles con ojivas nucleares en Cuba, hasta el fin oficial de la crisis
-que aunque el público lo ignorara, fue solamente "oficial".
La
imagen del mundo en vilo se la debemos a Sheldon Stern, quien fuera el
historiador de la Biblioteca Presidencial John F. Kennedy y que publicó
la versión autorizada de las grabaciones de audio de las reuniones de
EXCOMM (siglas en inglés de Comité Ejecutivo de Seguridad Nacional), en
las que Kennedy y sus asesores más cercanos debatieron cómo responder a
la crisis. Las reuniones fueron secretamente grabadas por el presidente,
lo que puede haber incidido en que su postura a lo largo de las
sesiones sea relativamente moderada, en comparación con los otros
participantes, que ignoraban que estaban hablando para la posteridad.
Stern acaba de publicar un estudio accesible y preciso de este
importante documento, que fue desclasificado en los 90. En la conclusión
dice: "Nunca antes o desde entonces, la supervivencia de la
civilización humana estuvo en juego durante unas pocas semanas de
peligrosas deliberaciones", que culminaron con la semana que tuvo en
vilo al mundo.
Había buenas razones para esta preocupación
mundial. Una guerra nuclear era inminente, una guerra que pudo haber
"destruido el hemisferio norte", como alertó el Presidente Eisenhower.
Kennedy evaluó que la probabilidad de guerra podría haber sido tan alta
como del 50%. Esta cifra se incrementó a medida que la confrontación
alcanzaba su pico. En Washington se implementó un "plan secreto para una
catástrofe con el fin de asegurar la supervivencia del gobierno",
descripto por el periodista Michael Dobbs en su recientemente publicado y
bien documentado bestseller sobre la crisis, aunque no explica la razón
para hacerlo, dadas las características naturales de una guerra
nuclear. Dobbs cita a Dino Brugioni "como un miembro clave del equipo de
la CIA que monitoreaba la instalación de los misiles soviéticos", y que
no visualizaba otra salida más que "la guerra y la destrucción total"
mientras las agujas del reloj marcaban Un minuto para la medianoche -el
título elegido por Dobbs para su libro. El historiador Arthur
Schlesinger, hombre cercano a Kennedy, describió los sucesos como "los
más peligrosos momentos en la historia de la humanidad". El Secretario
de Defensa Robert McNamara se preguntaba si "viviríamos para ver otro
sábado por la noche", y después reconoció que apenas "nos salvamos".
Si
se examina más de cerca lo sucedido, las opiniones anteriormente
mencionadas adquieren sombríos matices, con reverberaciones en el
presente.
"El momento más peligroso"
Hay varios candidatos
para este título. Uno es el 27 de octubre, cuando los destructores de
EE.UU. que implementaban la cuarentena y el cerco alrededor de Cuba
lanzaron cargas de profundidad sobre los submarinos soviéticos. Según
los recuentos de los soviéticos, reportados por el Archivo de Seguridad
Nacional, los comandantes de los submarinos estaban "tan nerviosos con
las explosiones que consideraron disparar torpedos nucleares, cuya
capacidad explosiva de 15 kilotones, era similar a la de la bomba que
devastó Hiroshima en agosto de 1945".
En uno de los casos, la
decisión de ensamblar un torpedo nuclear para iniciar la batalla fue
vetada en el último minuto por el segundo Capitán del submarino, Vasili
Archipov, a quien se le atribuye haber salvado al mundo de un desastre
nuclear. Hay pocas dudas sobre cuál habría sido la reacción de EE.UU. si
el torpedo hubiera sido disparado o cómo habrían respondido los rusos
si su país hubiera estallado en llamas. Kennedy ya había declarado el
máximo alerta nuclear antes del lanzamiento (Defcon 2), que autorizaba
"a los aviones de la OTAN con pilotos turcos... [u otros]... a despegar,
volar hasta Moscú y lanzar una bomba", según Graham Allison, analista
estratégico en Asuntos Exteriores de la Universidad de Harvard.
Otro
candidato para el título es el día previo, el 26 de octubre. Ese día
fue escogido como "el momento más peligroso" por el Mayor Don Clawson,
quien piloteaba un avión B-52 de la OTAN y proporcionó una descripción
espeluznante de las misiones Domo de Cromo (CD, Chrome Dome) durante la
crisis: "los aviones B-52 en estado de alerta con armas nucleares a
bordo y listas para ser usadas". "El 26 de octubre fue el día en que la
nación estuvo al borde de la guerra nuclear", escribe Clawson en sus
"anécdotas irreverentes de un piloto de la Fuerza Aérea" publicadas con
el título ¿Hay algo que la tripulación debería saber?. En una
oportunidad, Clawson estuvo en la situación de desencadenar el
cataclismo final. Concluye diciendo:
"Tuvimos mucha suerte al no haber hecho estallar el mundo -y no fue gracias al liderazgo político o militar de este país."
Los
errores, las confusiones, los riesgos de accidentes y los malentendidos
de los dirigentes reportados por Clawson son sorprendentes, pero no
tanto como las reglas de comando y control -o la falta de ellas. Clawson
cuenta que durante las 15 misiones de 24 horas en la que participó como
piloto -el máximo tiempo posible- los comandantes "no poseían la
habilidad de evitar que un miembro arrogante de la tripulación
ensamblara y disparara un arma termonuclear" ni incluso un anuncio que
enviara "un alerta a la totalidad de la flota aérea sin posibilidades de
reversión". Una vez que la tripulación iniciaba el vuelo, llevando
armas nucleares:
"Hubiera sido posible ensamblarlas y lanzarlas sin ninguna intervención desde tierra. No había inhibidores en el sistema."
Cerca
de un tercio de la fuerza total estaba en el aire, según el General
David Burchinal, director de planes del personal aéreo en las bases de
la Fuerza Aérea. El Comando Estratégico, quien estaba a cargo, parece
haber tenido poco control en la realidad. Y según el relato de Clawson,
la Autoridad del Comando Nacional no recibía suficiente información del
Comando Estratégico, lo que quiere decir que los que tomaban las
decisiones en EXCOMM, en las que se ponía en juego el destino de la
humanidad, sabían incluso menos. El relato oral del General Burchinal no
es menos espeluznante, y pone de manifiesto un profundo desprecio por
el comando civil. Según él, la capitulación de los rusos nunca estuvo en
duda. Las operaciones CD estaban diseñadas para dejarles en claro a los
rusos de que ellos no podrían competir en una confrontación militar, y
que si lo hacían, serían rápidamente destruidos.
Examinando los
registros de EXCOMM, Stern concluye que el 26 de octubre el Presidente
Kennedy se "inclinaba hacia una acción militar para eliminar los misiles
en Cuba", seguida de una invasión, según los planes del Pentágono. Era
evidente que el acto podría haber desencadenado la guerra, una
conclusión reforzada posteriormente por las revelaciones de que se
habían desplegado armas nucleares, y de que las fuerzas rusas eran mucho
más poderosas de lo que admitía la inteligencia de EE.UU.
Cuando
las reuniones de EXCOMM estaban finalizando a las 6 de la tarde del 26
de octubre, llegó una carta del Primer Ministro Kruschev, dirigida al
Presidente Kennedy. Dice Stern que el "mensaje parecía claro":
"Retiraremos los misiles si EE.UU. promete que no invadirá Cuba."
El
día siguiente, a las diez de la mañana, el Presidente volvió a grabar
el audio secreto. Leyó en voz alta un reporte del servicio de cable que
acababa de recibir:
"El Primer Ministro Kruschev le envió un
mensaje al Presidente Kennedy diciendo que hoy retiraría las armas de
Cuba si EE.UU. retira sus misiles de Turquía."
Se trataba de
misiles Júpiter con cabezas nucleares. El reporte fue confirmado. Aunque
el comité lo recibió como algo inesperado, en realidad lo estaban
esperando. "Sabíamos que podría llegar desde hace una semana", les
informó Kennedy. Se dio cuenta que hubiera sido difícil rechazar el
consentimiento público. Se trataba de misiles obsoletos, que ya habían
sido marcados para ser reemplazados por los submarinos Polaris de mucho
mayor fuerza letal y menor vulnerabilidad. Kennedy reconoció que estaría
en una "posición insostenible si esa fuera la propuesta [de Kruschev]",
porque los misiles en Turquía no servían y serían retirados de
cualquier manera, y porque "esto le parecería a cualquier hombre de
EE.UU. o a cualquier hombre racional, como un intercambio justo".
Un grave dilema
Los
dirigentes se enfrentaron a un grave dilema: habían recibido de
Kruschev dos propuestas, de alguna manera diferentes, para terminar con
la amenaza de una guerra catastrófica, y ambas serían recibidas por el
"hombre racional" como justas. ¿Cómo reaccionar entonces?
Una
posibilidad podría haber sido la de suspirar aliviados porque la
civilización sobreviviría, aceptar con entusiasmo ambas ofertas y
anunciar que EE.UU. respetaría las leyes internacionales y retiraría
toda amenaza de invadir Cuba; que retiraría los misiles obsoletos de
Turquía, procediendo como lo tenían planeado en función de perfeccionar
la amenaza contra la Unión Soviética, como parte de un cerco global de
Rusia. Pero eso era impensable.
La razón básica por la que no
podría considerarse la postura anterior fue explicada por McGeorge
Bundy, asesor de Seguridad Nacional, ex Decano de Harvard, reconocido
como la estrella más brillante del firmamento de Camelot. El mundo debe
comprender que "la amenaza actual contra la paz no está en Turquía, sino
en Cuba", donde los misiles nos apuntan a nosotros. La fuerza bélica
estadounidense, muy superior a cualquier otra y apuntando a su enemigo
soviético, más débil y vulnerable, no puede ser considerada de ninguna
manera como una amenaza contra la paz porque nosotros somos buenos, como
pueden dar testimonio mucha gente del hemisferio occidental y de más
allá -entre ellos, las víctimas de la guerra antiterrorista llevada a
cabo por EE.UU. contra Cuba, o aquellos afectados por la "campaña de
odio" en el mundo árabe, que tanto desconcertó a Eisenhower (no así al
Consejo de Seguridad Nacional que lo explicaba claramente).
Y,
por supuesto, la idea de que EE.UU. debía ser restringido por el derecho
internacional era demasiado ridícula para ser considerada. Como lo
explicó recientemente el respetado comentarista liberal Matthew
Yglesias: "una de las muchas funciones del orden institucional
internacional es precisamente el de legitimar el uso de la fuerza
militar letal por los poderes occidentales" -es decir, estadounidense-
entonces es "sorprendentemente ingenuo", y más que ingenuo, "tonto",
sugerir que EE.UU. debe respetar el derecho internacional o cualquier
otra condición impuesta por lo que carecen de poder: una declaración
franca de presupuestos operacionales, dada por sobreentendida por el
equipo de EXCOMM.
En una conversación subsiguiente, el presidente
remarcó que "estaríamos en una posición desventajosa" si eligiéramos
desencadenar la conflagración internacional al rechazar propuestas que
los sobrevivientes consideren razonables, si a alguien le importara
esto. Esta postura "pragmática" representaba el nivel máximo en cuanto a
consideraciones morales. En un análisis de documentos recientemente
hecho públicos sobre la era del terror de Kennedy, Jorge Domínguez, un
experto en América Latina de la Universidad de Harvard hizo notar lo
siguiente:
"En solo una ocasión, en casi mil páginas de
documentos, un funcionario de EE.UU. hizo una observación que se
aproxime a una débil objeción moral con respecto al terrorismo
patrocinado por el gobierno de EE.UU."
Un miembro del Consejo de
Seguridad Nacional sugirió que incursiones aéreas que son "azarosas y
matan inocentes... pueden ocasionar reportes de prensa desfavorables en
algunos países amigos". Las mismas actitudes predominaron a través de
los debates durante la crisis de los misiles, como cuando Robert Kennedy
alertó que una invasión de gran escala en Cuba podría "matar a una gran
cantidad de gente, y que vamos a tener que responder a una gran
reacción en contra por ello". Y esto prevalece hasta el presente con
solo raras excepciones, como lo prueban los documentos.
Sin el conocimiento público...
Podríamos
haber estado "incluso en una peor situación" si el mundo hubiera sabido
más sobre las acciones de EE.UU. en esa época. Solo recientemente
supimos que, seis meses antes de la crisis, EE.UU. había desplegado
secretamente misiles en Okinawa, casi idénticos a los que Rusia envió
posteriormente a Cuba. Los misiles seguramente apuntaban a China, en un
momento en el que se habían incrementado las tensiones en la región.
Okinawa sigue siendo una de las principales bases militares ofensivas de
EE.UU. a pesar del desacuerdo de sus habitantes, que en este momento
miran con preocupación las maniobras de los helicópteros V-22 Osprey,
propensos a accidentes, en la base militar Fukenma, ubicada en el
corazón de un área urbana densamente poblada.
En las
deliberaciones posteriores, EE.UU. se comprometió a retirar los misiles
obsoletos de Turquía, pero no lo declaró ni por escrito ni públicamente:
era importante que quedara la idea de que Kruschev había capitulado. Se
dio una razón interesante, y fue aceptada como razonable por académicos
y comentaristas. En palabras de Dobbs:
"Si hubiera parecido que
EE.UU. estaba desmantelando sus bases unilateralmente, bajo presión de
la Unión Soviética, la alianza (OTAN) podría haberse resquebrajado."
O,
para decirlo de otra manera, con un poco más de apego a la verdad, si
EE.UU. reemplazaba misiles inservibles con armas mucho más letales, como
lo tenía planeado, en un intercambio con Rusia que cualquier "hombre
racional" hubiera considerado justo, esto habría causado el
resquebrajamiento de la OTAN. Lo que queda claro es que, cuando Rusia
retiró el único obstáculo que protegía a Cuba de un ataque de EE.UU. en
medio de la amenaza de un invasión directa y se retiró de la escena, los
cubanos se enfurecieron -como puede comprenderse. Pero esta es una
comparación inaceptable por razones de doble estándar: nosotros somos
seres humanos que importan mientras que ellos son "no-gentes", usando la
frase de Orwell.
Kennedy también hizo una promesa informal de no
invadir Cuba pero con condiciones: no solamente el retiro de los
misiles sino también la terminación o, al menos, una drástica
disminución de la presencia militar rusa. (A diferencia de Turquía, en
la frontera con Rusia, donde ninguna medida de este tipo sería
considerada.) Cuando Cuba deje de ser un "campo armado", entonces
"probablemente no invadiremos", fueron las palabras del presidente.
Agregó también que si Cuba esperaba librarse de una amenaza de invasión
de EE.UU., debería terminar su "subversión política" (la frase pertenece
a Stern) en América Latina.
La subversión política ha sido un
tema reiterado constantemente durante años. Fue invocado, por ejemplo,
cuando Eisenhower derrocó al gobierno democrático de Guatemala y hundió
al torturado país en el abismo en el que aún se encuentra. Y el tema
siguió vigente durante las guerras terroristas de Reagan en América
Central en los ochenta. La "subversión política" consistió en apoyar a
los que se resisten a los ataques asesinos de EE.UU. y sus
regímenes-clientes, y a veces -horror de lo horrores- hasta incluso
proveen armas a las víctimas.
El problema con Castro
En el caso de Cuba, el consejo de planeamiento político del Departamento de Estado explicó:
"El
peligro principal que confrontamos con Castro es... el impacto que
tiene la mera existencia de su régimen sobre el movimiento izquierdista
en muchos países de América Latina... El simple hecho es que Castro
representa un desafío exitoso a EE.UU., una negación de nuestra política
para todo el hemisferio de casi un siglo y medio."
La doctrina
Monroe anunciaba la intención de EE.UU., entonces inaplicable, de
dominación del hemisferio occidental. Un ejemplo de gran trascendencia
contemporánea fue revelado por un importante estudio recientemente
realizado por el académico iraní Ervand Abrahamian sobre el golpe de
estado de EE.UU. y Gran Bretaña contra el régimen democrático de Irán en
1953. Mediante un análisis minucioso de los documentos internos,
demuestra de manera convincente que la historia oficial no tiene
respaldo. Las causas principales del golpe no estuvieron relacionadas
con la Guerra Fría, ni con la irracionalidad iraní que despreciaba las
"intenciones benignas" de Washington, ni siquiera con el acceso al
petróleo y otras ganancias sino más bien con la demanda de "controles
generales" con amplias implicaciones de hegemonía global, que habían
sido amenazadas por el nacionalismo independiente. Esta es la razón que
descubrimos una y otra vez al investigar casos particulares.
En
Cuba, también, y esto no nos sorprende -aunque el fanatismo ameritaría
ser analizado en este caso. La política de EE.UU. hacia Cuba ha sido
criticada duramente a través de toda América Latina, y ciertamente
también en la mayor parte del mundo pero "un respeto básico por las
opiniones de la humanidad" se acepta como una retórica vacía entonada
sin convicción el 4 de julio. Desde que se han realizado encuestas sobre
el tema, una mayoría considerable de la población de EE.UU. ha apoyado
la normalización de las relaciones con Cuba pero eso, también es
insignificante. La falta de consideración de la opinión pública es, por
supuesto, normal. Lo que es interesante en este caso es que se ignora la
opinión de poderosos sectores económicos que también apoyan la
normalización de las relaciones, y que frecuentemente tienen una gran
influencia en las decisiones políticas: energía, agroindustria, sector
farmacéutico y otros. Esto sugiere que hay un poderoso interés estatal
involucrado en castigar a los cubanos, al igual que factores culturales
puestos en evidencia por la histeria de los intelectuales de Camelot.
El fin... solo oficialmente
La
crisis de los misiles finalizó oficialmente el 28 de octubre. La
resolución de la crisis no fue oscura. Esa noche, en un programa
especial de la CBS, Charles Collingwood reportó que el mundo había
salido "de la más terrible amenaza de holocausto nuclear desde la
Segunda Guerra Mundial.. con una humillante derrota de la política de la
Unión Soviética". Dobbs comenta que los rusos trataron de interpretar
la salida a la crisis como "otro triunfo de la política exterior por la
paz de Moscú contra los imperialistas promotores de la guerra", como
"los dirigentes soviéticos extremadamente sabios y razonables salvaron
el mundo de la amenaza de la destrucción nuclear". Extrapolando los
hechos básicos de las tendencias al ridículo, el acuerdo de Kruschev
"había salvado al mundo de la amenaza de destrucción nuclear".
Sin
embargo, la crisis no había terminado. El 8 de noviembre, el Pentágono
anunció que todas las bases de misiles soviéticos habían sido
desmanteladas. El mismo día, reporta Stern, "un equipo de sabotaje
realizó un ataque en una fábrica cubana", aunque la campaña terrorista
de Kennedy, conocida como Operación Mangosta, había sido formalmente
reducida en el pico de la crisis. El ataque terrorista del 8 de
noviembre respalda la observación de Bundy de que la amenaza para la paz
estaba en Cuba, no en Turquía -donde los rusos no continuaron un asalto
letal. Esta no era, sin embargo, la conclusión de Bundy, ni siquiera
podría haberlo entendido así.
El respetado académico Raymond
Garthoff, quien tuvo mucha experiencia dentro del gobierno, agrega más
información en su detallado relato de 1987 sobre la crisis de los
misiles. Escribe: "El 8 de noviembre un equipo enviado desde EE.UU. para
ejecutar una acción encubierta de sabotaje hizo explotar las
instalaciones de una fábrica cubana", matando 400 trabajadores, según
una carta enviada por el gobierno de Cuba al Secretario General de las
N.U. Garthoff comenta que los "soviéticos solo podían analizar [el
ataque] como una marcha atrás en lo que era para ellos, la cuestión
clave que estaba pendiente: las garantías de EE.UU. de que no atacaría
Cuba", particularmente porque el ataque terrorista había sido lanzado
desde EE.UU. Esta y otras "acciones a través de terceros" revela una vez
más, que el riesgo y el peligro para ambas partes podrían haber sido
extremos, y que la catástrofe no había sido descartada". Garthoff
también examina las operaciones destructivas de la campaña terrorista de
Kennedy, las que ciertamente serían consideradas más que justificativos
para la guerra, si EE.UU. o sus aliados o sus clientes fueran las
víctimas, y no los autores.
Por la misma fuente, más adelante
sabemos que el 23 de agosto de 1962 el presidente emitió el Memorando de
Seguridad Nacional No 181, "una directiva para organizar una revuelta
interna, a continuación de la cual se produciría una invasión militar de
EE.UU.", que involucraría "importantes planes, maniobras y movimiento
de tropas y equipo militar de EE.UU." que seguramente eran conocidos por
Cuba y Rusia. También en agosto, se intensificaron los ataques
terroristas entre ellos el ataque desde una lancha a un hotel cubano de
la costa "donde se sabía que se congregaban técnicos militares
soviéticos, matando a rusos y cubanos"; ataques a barcos de carga
británicos y cubanos; contaminación de cargamentos de azúcar; y otras
atrocidades y sabotajes, ejecutados principalmente por organizaciones de
exiliados cubanos que operaban libremente en La Florida. Poco después
vino "el momento más peligroso en la historia de la humanidad", y no fue
casualidad.
Jugando con fuego
Kennedy renovó oficialmente
las operaciones terroristas después del fin de la crisis de los
misiles. Diez días antes de su asesinato, aprobó un plan de la CIA de
"operaciones de destrucción" a ser ejecutado por terceros, "contra una
gran refinería petrolera e instalaciones de almacenamiento, una planta
de energía eléctrica, fábricas de azúcar, puentes ferroviarios,
instalaciones de una bahía y demolición submarina de muelles y barcos".
Un plan de asesinato de Fidel Castro fue supuestamente iniciado el mismo
día del asesinato de Kennedy. La campaña terrorista fue suspendida en
1965, pero "una de las primeras medidas tomadas por Nixon en 1969 fue
instruir a la CIA para que intensificara las operaciones encubiertas
contra Cuba", reporta Garthoff.
En el último número de la revista
Political Science Quarterly, Montague Kern sostiene que la crisis de
los misiles es una de esas "crisis de gran calibre... en la que un
enemigo ideológico (la Unión Soviética) es percibido universalmente como
el atacante, conduciendo a un movimiento de todos detrás de la bandera
que expandió en gran medida el respaldo al presidente, incrementando sus
opciones políticas". Kern tiene razón al decir "percibido
universalmente" de esa manera, dejando de lado a los que han escapado un
poco de las cadenas ideológicas como para prestar alguna atención a los
hechos. Kern, de hecho es uno de ellos. Otro es Sheldon Stern, quien
reconoce lo que desde hace tiempo fue conocido por las personas con
desviaciones. Comenta lo siguiente:
"La explicación original de
Kruschev sobre el envío de misiles a Cuba fue fundamentalmente cierta:
el líder soviético nunca se propuso usar esas armas como una amenaza
para la seguridad de EE.UU., sino como una defensa para proteger a Cuba,
un país aliado, de ataques de EE.UU. y en un esfuerzo desesperado de
darle a la URSS la apariencia de igualdad en el equilibrio de poder
nuclear."
Dobbs también reconoce que:
"Castro y los
patrones soviéticos tenían razones reales para temer intentos de EE.UU.
de un cambio de régimen, incluyendo, como último recurso, la invasión de
Cuba... [Kruschev] también era sincero en su deseo de defender la
revolución cubana de su poderoso vecino del norte."
Los ataques
de EE.UU. son frecuentemente subestimados por los comentaristas
estadounidenses como bromas tontas, dicen que los matones de la CIA se
les fueron de las manos al gobierno. Nada más alejado de la realidad.
Los "mejores y los más brillantes" reaccionaron ante la derrota de Bahía
de Cochinos (Playa Girón, en Cuba) casi histéricos, incluyendo al
presidente, quien solemnemente le informó al país que:
"Las
sociedades complacientes, indulgentes consigo mismas, blandas están a
punto de ser barridas con los escombros de la historia. Solo las
fuertes... tienen posibilidad de sobrevivir."
Y solo podrán
sobrevivir, pensaba evidentemente, usando el terror masivo -aunque este
agregado era secreto, y es todavía ignorado por los leales que perciben
que su enemigo ideológico fue quien atacó -la percepción casi universal,
como lo dijo Stern. El historiador Piero Gleijeses observa que después
de la derrota de Bahía de Cochinos, JFK lanzó un embargo asfixiante para
castigar a los cubanos por haber derrotado una invasión respaldada por
EE.UU., y "le pidió a su hermano, el Fiscal General, que dirigiera el
grupo de alto nivel de agencias estatales que supervisaría la Operación
Mangosta, un programa de operaciones paramilitares, guerra económica y
sabotaje, implementado por el propio Kennedy a fines de 1961 para
infligirle los 'terrores de la tierra' a Fidel Castro y, en términos más
prosaicos, para derrocarlo".
La frase "terrores de la tierra"
fue acuñada por Arthur Schlesinger en su biografía prácticamente oficial
de Robert Kennedy, que estuvo a cargo de la guerra terrorista, y que le
informó a la CIA que el problema cubano es "de la más alta prioridad
para el gobierno de EE.UU. -todo lo demás es secundario- no se debe
ahorrar tiempo, esfuerzo ni efectivos" para derrocar al régimen
castrista. La Operación Mangosta fue dirigida por Edward Lansdale, quien
poseía una vasta experiencia en "contrainsurgencia" -el término usado
para las acciones terroristas realizadas por EE.UU. Elaboró un
cronograma que conduciría a la "revuelta y el derrocamiento del régimen
comunista" en octubre de 1962.
La "definición final" del programa
reconocía que "el éxito definitivo solo se logrará con una intervención
militar decisiva de EE.UU." después de que el terrorismo y la
subversión hayan preparado el terreno. Estaba implícito que la
intervención militar de EE.UU. ocurriría en octubre de 1962, cuando
explotó la crisis de los misiles. Los sucesos que acabamos de analizar
explican porque Cuba y Rusia tenían buenas razones para tomar en serio
las amenazas.
Años más tarde, Robert McNamara reconoció que Cuba
tenía justificaciones para temer un ataque. "Si hubiera estado en el
lugar de un cubano o un ruso, yo también habría sentido temor", dijo en
el 40 aniversario de la crisis de los misiles. En cuanto al "esfuerzo
desesperado de la URSS por una apariencia de igualdad" mencionado por
Stern, nos recuerda que la estrecha victoria electoral de Kennedy en
1960 dependía de la fabricación de una "brecha en los misiles" armada
para aterrorizar al país y para condenar como débil en asuntos de
seguridad nacional al gobierno de Eisenhower. Había ciertamente una
"brecha en los misiles", pero era claramente a favor de EE.UU. Según
sostiene el analista estratégico Desmond Ball en su estudio del programa
de misiles de Kennedy, la primera "declaración pública inequívoca"
sobre los verdaderos hechos fue la de octubre de 1961, cuando el
Secretario de Defensa Roswell Gilpatric informó al Consejo de Negocios
que "EE.UU. tendría un mayor sistema de respuesta nuclear después de un
ataque sorpresivo que la fuerza nuclear que podría emplear la Unión
Soviética en su primer ataque".
Los rusos eran, por supuesto, muy
concientes de su debilidad y vulnerabilidad relativas. También eran
concientes de la reacción de Kennedy cuando Kruschev le ofreció reducir
drásticamente la capacidad de ofensiva militar y procedió a hacerlo
unilateralmente ante la falta de respuesta de Kennedy: Kennedy emprendió
un enorme programa armamentista.
En retrospectiva
Las dos
cuestiones más cruciales sobre la crisis de los misiles están
relacionadas con cómo comenzó y cómo terminó. Comenzó con el ataque
terrorista de Kennedy contra Cuba, con la amenaza de invasión en octubre
de 1962. Terminó con el rechazo presidencial de la propuesta rusa que
le hubiera parecido justa a cualquier persona racional pero que era
impensable porque desgastaría el principio fundamental de que EE.UU.
tiene el derecho unilateral de desplegar misiles nucleares en cualquier
parte, apuntando a China o a Rusia o a cualquier otro país, en sus
fronteras; y el principio asociado de que Cuba no tiene derecho a tener
misiles para su defensa contra lo que parecía ser una inminente invasión
de EE.UU. Para establecer estos principios con firmeza, era totalmente
apropiado enfrentar el alto riesgo de una guerra con un poder de
destrucción inimaginable, y rechazar maneras simples y justas, según lo
admitieron ellos mismos, de terminar con la amenaza.
Garthoff
sostiene que "en EE.UU. hubo un grado de aprobación casi unánime a la
manera en que Kennedy manejó la crisis". Dobbs dice que "el tono de
constante optimismo fue marcado por el historiador de la corte, Arthur
Schlesinger Jr., quien escribió que Kennedy había 'deslumbrado al mundo'
mediante una 'combinación de dureza y moderación, de fuerza de
voluntad, nervios y sabiduría, tan brillantemente controlado, tan
incomparablemente calibrado'. En un tono más sobrio, Stern está
parcialmente de acuerdo, notando que Kennedy repetidamente rechazó el
consejo militante de sus asesores y asociados que pedían la intervención
militar y dejaban de lado las opciones pacíficas.
Los sucesos de
octubre de 1962 son ampliamente considerados como los momentos más
destacados de Kennedy. Graham Allison se une a muchos otros en
presentarlos como una "guía sobre cómo desactivar conflictos, manejar
relaciones de alto nivel de poder, y tomar decisiones correctas sobre
temas de política exterior en general". En un sentido muy estrecho,
estas evaluaciones parecen razonables. Las grabaciones de audio de las
reuniones de EXCOMM revelan que el presidente se diferenció del resto, a
veces de casi todos los demás, al rechazar el uso prematuro de la
violencia.
Sin embargo, persiste un interrogante más de fondo:
¿Cómo se puede evaluar la moderación relativa de Kennedy en el manejo de
la crisis dentro del contexto más amplio que acabamos de analizar? Pero
este tema no puede ser analizado en una cultura moral e intelectual muy
disciplinada, que acepta sin cuestionamientos el principio básico de
que EE.UU. es efectivamente el dueño del mundo por derecho, y que es,
por definición, una fuerza del bien a pesar de los errores y
malentendidos ocasionales. Por lo tanto, es lisa y llanamente apropiado
que EE.UU. despliegue una fuerza masiva de ataque sobre todo el mundo,
mientras que es una ofensa cuando los otros (excepto los aliados y los
clientes) hacen hasta el mínimo gesto en esa dirección, y hasta cuando
piensan en disuadir al benigno poder hegemónico global de usar la
violencia.
Esa doctrina es el principal cargo oficial contra Irán
hoy en día. Irán podría ser una fuerza disuasiva contra un ataque de
EE.UU. e Israel. Este tópico también formó parte de las consideraciones
durante la crisis de los misiles. En las conversaciones internas, los
hermanos Kennedy expresaron sus temores de que los misiles en Cuba
pudieran ser una fuerza disuasiva de una invasión de Venezuela, que
entonces estaba bajo consideración. Por ello, "Bahía de Cochinos había
sido una decisión correcta", concluyó JFK.
Los principios siguen
vigentes y representan un riesgo constante para una guerra nuclear. No
han escaseado los graves peligros desde la crisis de los misiles. Diez
años después, durante la guerra árabe-israelita de 1973, Henry Kissinger
declaró un alerta nuclear de alto grado (Defcon 3) para advertirles a
los rusos de que se mantengan al margen mientras que él autorizó
secretamente a Israel a violar el cese al fuego impuesto por EE.UU. y
Rusia. Cuando Reagan asumió el gobierno, pocos años después, EE.UU.
lanzó operaciones para poner a prueba las defensas rusas y simuló
ataques aéreos y navales, mientras emplazaba misiles Pershing en
Alemania, a cinco minutos de tiempo de vuelo de los objetivos de ataque
rusos, proveyendo lo que la CIA llamó un "poder de ataque súper
sorpresivo".
Obviamente, esto causó una gran alarma en Rusia,
país que a diferencia de EE.UU. sufrió repetidas invasiones y fue
prácticamente destruido. Esto condujo a una gran amenaza de guerra en
1983. Hubo cientos de casos en los que la intervención de una persona
abortó un ataque minutos antes de que ocurriera, después de que los
sistemas automáticos dieran falsas alarmas. No tenemos acceso a los
registros rusos pero no hay dudas de que sus sistemas son más propensos a
un accidente.
Mientras tanto, India y Pakistán se han aproximado
a una guerra nuclear varias veces, y las fuentes del conflicto siguen
vigentes. Ambos se han negado a firmar un tratado de no proliferación,
al igual que Israel, y han recibido apoyo de EE.UU. para el desarrollo
de sus programas de armas nucleares -hasta hoy, en el caso de India, un
actual aliado de EE.UU. Las amenazas bélicas en el Medio Oriente, que
podrían volverse reales en cualquier momento, una vez más incrementan el
peligro de una catástrofe.
En 1962 se logró evitar la guerra por
la determinación de Kruschev para aceptar las demandas hegemónicas de
Kennedy. Pero no podemos contar que un criterio similar estará siempre
presente. Es casi un milagro que no se haya producido hasta ahora la
guerra nuclear. Existen más razones que nunca para escuchar la
advertencia formulada hace unos 60 años por Bertrand Russell y Albert
Einstein: el dilema es "crudo, horrible e ineludible":
"¿Se va a poner fin a la raza humana; o la humanidad deberá renunciar a la guerra?"