Con las luchas del pueblo hasta el final

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El- Salvador No se podía esperar otra cosa de los diputados al servicio del gran capital: la aprobación del decreto legislativo para eliminar el requerimiento a los contribuyentes (los grandes, desde luego) de presentar una declaración patrimonial anual. El argumento, es simple justificación de una abierta evasión fiscal, de los “señores feudales” es que no “sólo se estaría violando la privacidad de los contribuyentes”, sino que “constituye un grave peligro para su seguridad personal, ya que los expone a extorsiones, secuestros y acoso, considerando la situación de inseguridad que vive el país”, según expresa un comunicado público de la Asociación Salvadoreña de Industriales. Ni todo el amor ni todo el dinero, dice un viejo adagio. Por estas concesiones a la idiosincrasia salvadoreña los burgueses y oligarcas están de pláceme: podrán seguir con sus negocios, ocultando sus fabulosas ganancias, emitiendo doble facturación, evadiendo impuestos. Ellos nunca son objeto de extorsiones, ni son amenazados, hacerlo para los facinerosos o los pandilleros, sería como meterse a “la boca del lobo” pues se enfrentarían a verdaderos ejércitos de hombres armados de la seguridad privada, para los delincuentes es más fácil y cómodo pedir renta a los transportistas, a la dueña de la tienda a un mediano empresario o agricultor. No nos llamemos a engaño, es lo mismo la defensa de los propietarios de medios de difusión a una seria de reformas a los artículos del Código Penal para “cambiar multas por cárcel”. Se quiere continuar con la impunidad, con “su derecho” a desinformar, distorsionar las noticias, calumniar y criticar sin fundamento alguno. Ellos se juntan en el mismo propósito de intereses espurios, de supuestamente defender el derecho a la libertad económica y de expresión, cuando en el fondo defienden privilegios, esos que desde hace largos años han permitido amasar cuantiosas fortunas, dedicarse al contrabando, a promover asociaciones “libres de impuestos”, a eso que llaman “libre mercado” y “libre competencia”. La libre competencia, la libre empresa, genera fatalmente monopolios. Eso lo saben todos no sólo los economistas. Los técnicos del gobierno lo entienden, sin duda, mucho mejor que nosotros. Y quienes en el mundo tienen dinero, dólares, no son todos los habitantes de El Salvador, las mayorías poblacionales, son un reducido grupo de familias. Cómo quisiéramos ver declarar sus fortunas a los funcionarios cuando ingresan a desempeñar un cargo público y lo mismo cuando se retiran una vez “cumplido su trabajo como servidores”; también las declaraciones transparentes del patrimonio, de la renta y del IVA de los propietarios y accionistas de monopolios y grandes empresas. Como una cosa normal, sin lamentaciones, quejas ni excusas. En países como Alemania, Francia, Estados Unidos o Suiza, es una grave delito la evasión fiscal, el negarse a dar información veraz y correcta de los gastos e ingresos. No nos gustan las declaraciones a medias, las exigencias y castigos para unos y las excusas para otros. Muchos veces hemos pensado al revés o quizás no tan acertados el creer que el gobierno pretende lograr la independencia económica, pero no de El Salvador, sino de la burguesía, con tantas imitaciones de esa sofisticada tomando te en los añejos palacios escoceses o ingleses. Así se formó en este país de milagrerías, pues nació dependiendo del imperialismo como era natural pues El Salvador, como muchas de las naciones del mundo empezó tarde su vida capitalista con remanentes feudales. Por eso sostenemos que hasta el día de hoy no hemos logrado plena independencia, ni política ni económica, siempre estamos pendientes del consejo, del regaño o de la llamada de atención de Washington, también de las presiones y amenazas de la oligarquía criolla, apéndice del capital financiero mundial. No nos extraña, entonces, como se cede y se concede tan fácilmente a los requerimientos de la clase poderosamente económica del país. Los gobiernos de este país siempre han puesto al servicio de los industriales, hacendados, comerciantes y banqueros, todo el aparato estatal para que realicen de la mejor forma posible sus negocios, sus licitaciones, sus convenios y nexos con los monopolios y empresas internacionales. Una vez más todos lo sabemos: todos esos hombres del gran capital llevan el mal dentro. El mal es congénito. Resultan en verdad caballos de Troya, no necesitan serlo, pero por aquello de introducir una especie de mito o de transitar por el simbolismo de la leyenda, lo decimos. Por eso los gobiernos, ¿ocurrirá lo mismo con el actual? Es un pésimo chiste, al brindar facilidades y ceder a todas las presiones, peticiones dicen los burgueses, de la clase dominante, está abriendo las puertas al negocio sucio, a las mafias internacionales. Con esa cantaleta de respetar las reglas del juego (la de ellos), de ser transparente en los mecanismos de inversión, de respetar el Estado de derecho, la libertad de expresión, de libre mercado y de “garantizar” las inversiones, se está truncando la esperanza de caminar por la independencia, la soberanía y la autodeterminación, pues no sólo es cuestión política sino también económica, al fin la rectora de todas esas libertades coreadas por los oligarcas y sus testaferros. En una verdadera democracia participativa quienes podrán apoyar en verdad una política revolucionaria, de cambio, de unidad, son los obreros, los campesinos, los empleados, los profesionales, los técnicos, no los burgueses. Por ello nos alegró el preciso mandato de la actual Ministra de Trabajo de promover libremente y con todas las facilidades del caso, la sindicalización de trabajadores públicos y privados, muy de acuerdo con las leyes de la república y con el ordenamiento internacional. En todos los gobiernos anteriores, incluso mucho antes de instaurarse la dictadura militar, a los obreros, empleados y campesinos se les impidió su derecho a organizarse con independencia, a romper añejas ataduras. La misma ORIT, agencia de control obrero, del imperialismo que operaba en Centro América y América Latina, recibía el apoyo irrestricto no sólo de los regímenes militares, sino de muchos sindicatos y federaciones blancos. Ello ocurría desde luego porque se condenaba el esfuerzo de obreros dignos por independizarse, por democratizar sus sindicatos. Lo hacían no por simple capricho, sino porque sabían que al final del camino este tipo de organización, de soberanía sindical, acabaría con los privilegios de la clase dominante. En este como en cualquier otro gobierno, un nacionalismo auténtico, de cambio, antiimperialista, sin la participación organizada de los trabajadores manuales e intelectuales, de todas las fuerzas vivas de la nación, es ahora imposible. Por eso grandes sectores de la población le exigen al FMLN proceder a elegir a un verdadero revolucionario para regir los destinos de la patria. De lo contrario seguirá navegándose por un nacionalismo utópico. De insistirse, se perderá el terreno ganado con las luchas del pasado y todos sabemos, Marx lo dijo muy bien, cuando la historia se repite es una comedia. Estos son momentos estelares de la historia, el imperialismo norteamericano (complejo industrial, químico, armamentista, financiero, agrícola) está en crisis y amenaza abiertamente con represalias y más guerras a los países que no le ayuden a nivelar su balanza comercial. Según él, con la misma lógica de “América para los americanos”, de la “política del gran garrote”, de la Alianza para el Progreso” o de la “política de la buena vecindad”, los pueblos subdesarrollados no tenemos derecho sino a perder. Pero entendemos que son muchos los caminos en la actualidad en América Latina que se han levantando en pie de lucha y no están atemorizados ante el coloso imperial que tiene dificultades para “salir con la cola entre las patas” de Irak y continúa empantanado en su guerra de agresión contra Afganistán. El FMLN debe entender que el camino de nuestra cabal independencia está con el pueblo, a su lado, luchando con él no obstaculizando su organización realmente independiente. Solidarizándose con todos los pueblos del mundo y, particularmente, con los de América Latina, luchando ahora por su plena independencia económica y política.