Juan Gaudenzi (Desde México. Especial para ARGENPRESS CULTURAL)
Comentarios a la correspondencia entre Villa y Zapata, reunida y publicada por el documentalista Armando Ruiz.
Terminé
de escribir estas líneas, en la ciudad de México, precisamente el 20 de
noviembre del 2010. Ese día, exactamente cien años atrás, en diferente
partes de este enorme país, pequeños grupos de demócratas, liberales,
anarquistas, en su mayoría de la clase media, respondieron al llamado de
Francisco Madero, un acaudalado empresario formado en Estados Unidos y
Europa, para poner fin, por medio de las armas, a la dictadura de
Porfirio Díaz, quien se perpetuó en el poder aproximadamente treinta
años.
Lo que comenzó siendo un levantamiento de
carácter esencialmente democrático burgués –Madero fue una especie de
Kerensky latinoamericano– en poco tiempo se transformó en un movimiento
popular y militar sin precedentes en la historia moderna. Anterior a la
Revolución Rusa y superior, en el tiempo y el espacio a la Comuna de
París, aunque de alguna manera haya compartido con ella su destino
trágico.
Pero no todos los ecos históricos que
vinieron amplificándose a lo largo de este año a medida que se acercaba
el centenario del inicio de la Revolución correspondieron al choque
frontal de las armas, las cargas de caballería y los gritos de agonía de
más de un millón de muertos.
En medio de tanto
estrépito, un tanto estéril en la medida en que la actual política
oficial se encargó de opacar el extraordinario cristal a través del cual
México y América Latina toda podrían haberse visto y comprendido mejor a
sí mismos, se abrió un pequeño pero significativo espacio para la
reconstrucción, a través de su correspondencia, de la cordial relación,
casi fraterna, entre los dos protagonistas indiscutibles (aunque sí
discutidos hasta nuestros días por la reacción) del fenómeno: Francisco
Villa y Emiliano Zapata.
Una
relación entre dos líderes guerreros, aliados de principio a fin, que
impresiona por un nivel de delicadeza, respeto y admiraciones mutuas,
fair play, sin precedentes en la guerra; poco frecuente en tiempos de
paz.
Y
no sólo para intercambiar elogios o relatos de sus respectivas
campañas, sino también para analizar algunos de los aspectos mas
complejos de la Revolución: la estrategia para consumarla; las amenazas
que se cernían sobre ella; la cuestión agraria; la institucionalización
del país; las relaciones externas.
Con
una sinceridad apabullante; sin cartas ocultas bajo la mesa. Pero con
una salvedad: tal vez para no desmoralizar a su principal aliado,
mientras en marzo de 1915 Villa lo hizo partícipe de una serie de
victorias logradas por su Ejército, un mes más tarde no reflejó –para no
decir que minimizó– la magnitud de los reveses sufridos; derrotas que,
finalmente, desviarían el proyecto estratégico del “Centauro del Norte”
en una dirección insospechada: nada menos que hacia el enfrentamiento
bélico contra los Estados Unidos de Norteamérica.
De
todas maneras, si uno conoce la relación entre Churchill y Roosevelt,
por ejemplo, después de leer la correspondencia Zapata-Villa llega a la
conclusión de que la diplomacia entre los líderes anglo-sajones fue
mucho menos transparente que la de los rústicos y feroces comandantes
mestizos.
Pese
a discurrir ésta en un contexto en el que las traiciones, la falta de
principios y escrúpulos, estuvieron a la orden del día.
Una historia de traiciones
-Pascual
Orozco, uno de los mas destacados jefes revolucionarios de la primera
hora (a comienzos del siglo XX se interesó por las ideas anarquistas de
los hermanos Flores Magón y en 1909 contrabandeó armas desde los Estados
Unidos con destino al inminente levantamiento maderista contra Porfirio
Díaz), después de una serie de sangrientas victorias militares que le
valieron el grado de general, con Villa como uno de sus subalternos,
terminó levantándose en armas contra Francisco Madero y apoyando a su
asesino, el dictador Victoriano Huerta.
-Victoriano
Huerta fue ministro de Guerra de Madero, pero cuando este pretendió
recortar los privilegios de que gozaron las empresas estadounidenses
–especialmente en los sectores ferroviario y petrolero– durante el
porfiriato (no pagaban ningún tipo de impuestos), el embajador
estadounidense Henry Lane Wilson se reunió con él y un grupo de
golpistas para firmar el llamado “Pacto de la Embajada”. Su aplicación
consistió en el derrocamiento de Madero y su asesinato, el de su hermano
y el del vicepresidente Pino Suárez, (esta historia se reprodujo, casi
calcada, 60 años después, en Chile). Justo es recordar que
inmediatamente después de asumir el nuevo presidente de los Estados
Unidos, Woodrow Wilson, destituyó a Lane.
-Venustiano
Carranza, empresario, político y militar, Inició su carrera política en
su estado natal, Coahuila, durante el régimen de Porfirio Díaz, pero
contribuyó decisivamente al derrocamiento de Huerta, siendo nombrado
Primer Jefe del Ejercito Constitucionalista. Como tal, organizó las
tropas en tres grandes unidades: El Cuerpo de Ejército del Noroeste,
comandado por el general Álvaro Obregón; El Cuerpo de Ejército del
Noreste, comandado por Pablo González Garza y la División del Norte,
comandada por Francisco Villa. Al poco tiempo ordenó a Obregón la
captura de Villa, pero el primero terminó en manos del segundo. Villa
ordenó el fusilamiento de Obregón pero –algo absolutamente inusual en
él– cedió ante el pedido de clemencia de algunos moderados o
reformistas, como un hermano de Madero. En las guerras revolucionarias
este tipo de contemplaciones o indultos podían tener un costo muy alto:
el destino de la Revolución Mexicana se jugó en batalla de Celaya, en
1915. Villa perdió esa y las sucesivas contiendas. El vencedor resultó
ser Álvaro Obregón, “el indultado”, quien, presuntamente, fue el autor
intelectual de la emboscada que termino con la vida del “Centauro del
Norte”, el 20 de julio de 1923. Previamente, desde una Presidencia
ilegítima, Carranza había ideado y supervisado la trampa que le
tendieron a Zapata en la hacienda de Chinameca, donde lo asesinaron el
10 de abril de 1919.
-Álvaro Obregón, combatió y
derroto a Villa por órdenes de Carranza y fue nombrado por éste
ministro de Guerra y Marina. Pero en 1920, a raíz de la lucha por la
sucesión presidencial, se opuso al candidato de Carranza, el ingeniero
Ignacio Bonillas, y después de 15 días de haber escapado de la ciudad de
México donde era buscado por la policía, anunció que abandonaba la
campaña política para empuñar las armas en contra del gobierno de
Carranza. Jaqueado en múltiples frentes, el mandatario decidió trasladar
su gobierno a Veracruz, llevándose consigo todas las monedas, billetes y
barras de oro y plata existentes en la Tesorería de la Nación. En su
huída se internó en la Sierra Norte del Estado de Puebla donde fue
asesinado en la madrugada del 21 de mayo de 1920, en el marco de la
insurrección obregonista. Obregón, por su parte, fue asesinado el 17 de
julio de 1928.
-Hasta una organización de
izquierda como “La Casa del Obrero Mundial” fundada durante la
presidencia de Madero, renegó de sus orígenes. Aliada con el
carrancismo, formó los llamados “Batallones rojos”, grupos
para-militares dispuestos a sumarse al combate contra la División del
Norte y al Ejército Libertador del Sur.
-El
propio Eulalio Gutiérrez, nombrado presidente interino de la República
por la Convención de Aguascalientes, en 1914, en reconocimiento a su
brillante trayectoria revolucionaria, terminó representando un
ignominioso papel. Apoyado por Villa y Zapata, fue desconocido por
Venustiano Carranza. Sin embargo, ante el ingreso a la ciudad de México
de los Ejércitos de Norte y del Sur en vista del vacío de poder y la
amenaza al proceso de institucionalización que ese desconocimiento
representaba, declaró a ambos caudillos “traidores al espíritu
revolucionario”, renunció a su cargo y se sumó a los verdaderos
contrarrevolucionarios, los mismos que poco antes lo habían repudiado.
Y así podríamos continuar hasta la actualidad.
Anticuerpos revolucionarios
Con
antecedentes como el de Pascual Orozco y Gutiérrez se entiende
perfectamente la preocupación que la correspondencia refleja sobre las
amenazas de intriga, engaño y traición, a las que estuvieron expuestos.
“…aunque
como Ud. dice que nuestros enemigos intrigan, como en efecto sucede,
para hacer fracasar a la causa justa y noble que se defiende. Eso no lo
lograrán nunca, jamás, mientras haya un ser viviente en estas regiones
de nuestro país, y esté Ud. seguro que nosotros los revolucionarios
surianos no nos dejaremos engañar, pues la guerra de tres largos años
nos ha dejado duras lecciones. Y lo mismo espero de Ud. que no se deje
engañar de los traidores y falsos partidarios de la causa
revolucionaria. Ya ve usted a Pascual Orozco hijo. Que después de
distinguirse por su patriotismo y buenas intenciones a favor de la
patria hasta llegar a ocupar un lugar preferente en la historia de
nuestro país, volteó sus armas contra la patria e hizo causa común con
los traidores de ella. Y ahí lo tiene usted maldecido por todos los que
se creen con derecho de llevar el nombre de los mexicanos. ¿Y por qué?,
por haberse dejado engañar de los falsos partidarios de la causa del
pueblo.
Por eso mismo digo a usted y como usted
me indica igualmente, que no debemos dejarnos engañar de nuestros
enemigos. Tengamos cuidado de aquellos falsos idealistas que a la postre
se convierten en furibundos personalistas. Tengamos cuidado de aquellas
personalidades que con su careta de idealistas hacen la ruina de la
patria. Ya ve usted y por experiencia, que las causas personalistas
jamás han hecho la felicidad de la Nación, pues al contrario siempre
fueron, son y serán las causas de las desgracias de la República.
Ahí
está la historia si los tristes acontecimientos de tres largos años de
guerra no fueron bastantes para demostrarlo. Por eso vuelvo a repetir a
usted que debemos fijarnos bien en todos nuestros compañeros y falsos
partidarios para no dejarnos sorprender, a fin de que la causa no sea
traicionada y el pueblo burlado de sus esperanzas”. Zapata: 19 de enero
de 1914, desde Campamento Revolucionario en Morelos; a Villa; Ciudad
Juárez, Chihuahua.
“… En cuanto a trabajos que
dice Ud. han estado haciendo enemigos para dividirnos y provocar
fricciones entre el Sur y el Norte, ya tenía yo conocimiento de ellos,
pero eso no debe de preocuparnos porque las fuerzas de Ud. y las mías se
ha unido en fraternal abrazo y ellas tienen que volver al país la
tranquilidad y la calma castigando a los políticos intrigantes que a
ellos se opongan. Precisamente muchos hombres intrigantes y pérfidos han
tratado de acercarse á mí para inculcarme desconfianzas y recelos
respecto á Ud.; pero yo le aseguro con toda ingenuidad de mi corazón que
nunca les he dado crédito, que castigare con mano dura á los que
pretendan dividirnos, que conservare para Ud. los mismos sentimientos de
amistad y cariño y que sigo siendo el mismo amigo que Ud. tuvo la
oportunidad de conocer en México”. Villa: 27 de diciembre de 1914; único
dato de origen; Cuerpo del Ejército del Norte; a Zapata, en Puebla o
donde se encuentre”.
“Nosotros, los ignorantes que hacemos la guerra”
Las
cartas o notas intercambiadas por el “Centauro del Norte” y el jefe del
“Ejercito Libertador del Sur y Centro”, fueron reunidas a lo largo un
exhaustivo trabajo de investigación por el documentalista mexicano
Armando Ruiz en una obra titulada “Nosotros, los ignorantes que hacemos
la guerra”.
El nombre corresponde a la cita textual de un párrafo contenido en una de las misivas.
¿Fue Villa o Zapata quien lo escribió o dictó a uno de sus secretarios?
Lo
mismo da porque, pese a tratarse de personalidades muy diferentes, uno
de los rasgos compartidos mas sobresalientes fue su convencimiento de
que intelectualmente no estaban preparados para otra cosa que no fuese
la guerra.
Hay
en esto una buena dosis de mal entendida modestia, porque para librar
una guerra revolucionaria como ellos lo hicieron hace falta bastante más
que una educación académica. Pero, por sobre todo, lo subrayable (o
censurable) es su absoluta falta de ambición de poder.
Estaban
convencidos de que su papel estaba en el campo de batalla. Que de
capitalizar sus victorias militares en el terreno de la política se
encargaran otros “no ignorantes”: militares de carrera, intelectuales,
pequeño-burgueses, profesionales o políticos a tiempo completo.
Prueba
de ello es que cuando sus fuerzas ocuparon la capital del país y ellos
se instalaron en la máxima sede del poder político –el Palacio Nacional–
teniendo todo a su favor para dirigir desde allí el destino de la
Revolución y de la República, se marcharon a los pocos días.
Tal vez esa fue su gran equivocación.
El Plan de Ayala
La
correspondencia demuestra que la autovaloración de los caudillos era
errónea. Zapata estuvo entre los primeros en reivindicar la Reforma
Agraria, no solo en su estado natal, Morelos, sino en todo México.
Villa, por su parte, aunque nunca recibió una educación formal,
construyó su ideario revolucionario con las enseñanzas de personajes
como el acaudalado terrateniente liberal Abraham González (en Chihuahua)
y el General Gildardo Magaña Cerda, tal vez uno de los jefes zapatistas
menos nombrados y más interesantes. Formado en Estados Unidos (como
González), adhirió al anarcosindicalismo, primero, para incorporarse,
después, al Ejercito Libertador del Sur. Se afirma que en 1912, estando
preso en la penitenciaría del Distrito Federal, coincidió con Villa, a
quien enseño a leer y escribir, inculcándole las ideas del agrarismo
contenidas en el Plan de Ayala. Por otra parte, Villa, convertido ya en
el “Centauro del Norte” nunca perdió de vista la importancia de las
relaciones internacionales. Ya fuese para lidiar con el poderoso vecino
de su principal zona de operaciones: los Estados Unidos de Norteamérica
–por medio de la diplomacia o las armas–, como para analizar las
relaciones de Japón y Alemania con sus enemigos.
Una
de las preocupaciones centrales que se desprenden de las primeras
cartas de Zapata – enfrentado a Madero por la falta de contenido agrario
de su acción de gobierno - es la necesidad de que Villa defienda y
luche “siempre por el exacto cumplimiento del Plan de Ayala”, proclama
política de 1911 en la que el jefe sureño, además de desconocer al
gobierno de Francisco Madero, llama a tomar las armas para recuperar las
tierras expropiadas a los pequeños campesinos (“la tierra para quien la
trabaja”).
El Plan de Ayala sostuvo que las
tierras le fueron arrebatas al pueblo por caciques, hacendados y
terratenientes y que, por lo tanto, debían ser devueltas a sus dueños
originales. Para ello exhortó a estos a presentar sus títulos de
propiedad –la mayoría de carácter comunal y originados en el
virreinato–, los cuales habían sido declarados sin valor por las Leyes
de Reforma, de Benito Juárez.
Con el
ajusticiamiento de Madero (a quien Villa siempre apoyó y por quien
sintió un especial afecto al punto de llorar sobre su tumba), a
principios de 1913, desapareció el principal obstáculo para la
unificación de las fuerzas del Sur y del Norte. Ambos caudillos
repudiaron al usurpador del poder y asesino de Madero, Victoriano
Huerta, y, por lo tanto, en carta del 31 de octubre de ese año Zapata
nombra a Villa “Jefe de la Revolución” en el estado de Chihuahua y le
anuncia el envío de una comisión para tratar, la unificación de sus
fuerzas, la coordinación de operaciones y la adquisición de pertrechos
de guerra.
Lo curioso de ese “nombramiento” es
que se produjo antes de la formación oficial del Ejercito del Norte, en
el ínterin del regreso de Villa a Chihuahua con una fuerza de apenas
nueve hombres y sus primeras victorias militares (Casas Grandes y Ciudad
Juárez) que, en poco tiempo, lo llevarían a alcanzar el cargo de
gobernador provisional de ese Estado.
En enero
de 1914 Zapata insiste en recordarle que “los ideales de la revolución
del Sur y Centro han sido, son y seguirán siendo de “Tierra y Libertad”,
que son las esperanzas y los anhelos del pueblo mexicano.”
Y
el 21 de agosto de ese año, desde su cuartel de Yautepec, el comandante
del Ejercito Libertador del Sur y Centro vuelve a escribirle al
“Centauro del Norte” para manifestarle que”…siempre le he creído hombre
patriota y honrado, que sabrá sostener la causa del pueblo bien definida
en el Plan de Ayala, porque del cumplimiento de todas las cláusulas del
expresado Plan de Ayala, depende la paz de la nación”.
Contra los usurpadores
De
su correspondencia y accionar se desprende que ambos caudillos siempre
tuvieron claro un principio político fundamental: las instituciones de
la Republica, incluida la Presidencia, solo podían surgir de un proceso
que debía comenzar con una junta de los principales jefes
revolucionarios de los distintos estados, para que nombraran a un
presidente interino. Este sería el encargado de convocar a elecciones
para la formación de un nuevo Congreso de la Unión que, a su vez,
llamaría a comicios para la integración de los demás poderes.
Ese
procedimiento estaba contemplado expresamente en el artículo doce del
Plan de Ayala. Cualquier otro mecanismo o subterfugio utilizado por
militares o políticos espurios, oportunistas y personalistas, sería
rechazada, como de hecho lo fue, por Zapata y Villa.
En
el curso de una Revolución, el poder no podía provenir de otra cosa que
no fuera de la boca de los fusiles victoriosos, representados “por los
principales jefes revolucionarios de los distintos estados”.
Por eso, no dudaron un instante en desconocer y enfrentar al traidor Huerta:
“…para
que con las fuerzas que ya existen lo mismo que con las que en lo
sucesivo reúna y organice, active la campaña que se emprende contra los
defensores del mal Gobierno ilegal de Huerta, hasta llegar a atacar a la
Capital de la República en unión de las tropas insurgentes del Sur y
Centro…”. Zapata: 23 de octubre de 1913; desde el “Campamento
Revolucionario de Morelos”; a Villa, en “su campamento”.
En
cuanto a Carranza, quien tras la derrota de Huerta había ingresado con
el Ejercito Constitucionalista en la capital para tomar el poder:
“…pues
tengo conocimiento de que el señor Carranza, pretende burlar los
principios del referido Plan (de Ayala) al intentar sentarse en la silla
presidencial, sin la votación de los jefes revolucionarios de la
república, lo cual es muy peligroso porque por ese procedimiento la
guerra seguirá hasta su fin, pues los revolucionarios que sostenemos el
citado Plan, de ninguna manera permitiremos que sea burlado en lo más
insignificante. Espero que en usted seguiré viendo al hombre patriota y
honrado, que sabrá adherirse a nuestra bandera y defenderla con
desinterés como hasta hoy viene luchando y esté usted seguro que de esa
manera haremos la paz y prosperidad de la república, pues crea usted que
la formación del gobierno provisional, es la base fundamental de la
gran obra popular que mejorará la condición social de nuestro pueblo y
le salvará de la terrible miseria que le envuelve hace tiempo. Así es
que, mi buen amigo, espero que me ayudará a llevar a cabo la
implantación de nuestro programa en bien del pueblo mexicano.
Sin otro asunto de momento, lo saludo y le deseo todo género de felicidades.
Soy
de usted afmo. atto. amigo y seguro servidor”. Zapata; 21 de agosto de
1914; desde el “Cuartel general en Yautepec”; a Villa, en Torreón,
Coahuila.
“Muy estimado general y buen amigo:
Confirmo
mis cartas anteriores de fechas recientes y nuevamente manifiesto a
usted que ha llegado el momento solemne de que el gobierno provisional
de la república se establezca y ahora más que nunca debemos tomar empeño
para que los ideales del pueblo mexicano, que están bien definidos en
el Plan de Ayala, no sean burlados, pues que el gobierno provisional
debe ser netamente revolucionario para garantía de la causas del pueblo
que es el Plan de Ayala, pues nada más justo que el presidente
provisional sea electo por votación directa de todos los jefes
revolucionarios del país, tal y como lo dispone el artículo doce del
Plan de Ayala, porque de no ser así esté usted seguro que la guerra
continuará según dije a usted antes en otra correspondencia, si mal no
recuerdo fue el día 19 de enero del presente año, lo mismo que por la
carta que dirigí al señor general Lucio Blanco, de la cual adjunto
copia, verá usted que los sostenedores del Plan de Ayala, estamos
dispuestos a que la guerra siga hasta su fin si alguien
pretende pisotear los intereses del pueblo, burlando el programa revolucionario definido en el Plan de Ayala.
Yo
confío en su patriotismo, pues siempre le he considerado buen patriota,
que se preocupa por el bienestar del pueblo y nunca jamás por que una o
dos personas se aprovechen y lucren a la sombra de la revolución.
Nuestro
mutuo amigo el señor general Magaña, hablará a usted extensamente sobre
los adelantos de esta gran revolución popular, que hace varios años
estalló con un puñado de hombres y ahora cuenta con más de sesenta mil
máuseres en manos de soldados patriotas, que están prontos a
sacrificarse en aras de la bandera que defienden antes que permitir que
sea burlada.
Sin otro particular de momento y
deseando que usted se conserve bien, me repito su afmo. atto. amigo y
seguro servidor”.Zapata; 25 de agosto de 1914; desde el “Cuartel General
en Yautepec”; a Villa; en Chihuahua.
“Muy estimado compañero y fino amigo:
No
pudiendo ya esta División del Norte que es a mi mando tolerar por más
tiempo la conducta antipatriótica de Venustiano Carranza que tiende por
todos conceptos a desunirnos, a sembrar la ruina en el país y a inspirar
la desconfianza en el extranjero y viendo fundadamente que sus miras
son personalistas y que para él la felicidad del país es un mito y le
interesa poco o nada; todos mis generales y yo comprendiendo que es
absolutamente indispensable y necesario salvar cuanto antes a nuestra
patria del precipicio a que quiere lanzarla con sus inconsecuencias y
caprichos el llamado Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, con
esta fecha lo hemos desconocido como jefe de la nación, y desde luego
nos aprestamos a hacerlo que entregue el poder a los verdaderos
representantes del pueblo.
Como Venustiano
Carranza es obstinado y en él no existe ni el más pequeño átomo de
patriotismo, antes de abandonar el poder tendrá que luchar, por cuyo
motivo ya me preparo para marchar inmediatamente a la capital de la
República y si no se rinde atacarlo y darle el castigo que merece.
Usted
cuyos sentimientos patrióticos y buenas intenciones en favor del pueblo
son bien conocidos, habiéndolo demostrado con la actitud que ha asumido
desde el año de 1910 en que ha luchado con constancia por el bienestar
del pueblo mexicano, se servirá esta vez como en las anteriores poner
sus servicios tan valiosos a la disposición de la causa del pueblo. Por
consiguiente espero con todo fundamento que usted, inspirándose en el
mismo sentimiento que yo, desconocerá también a Venustiano Carranza y
equipará y preparará convenientemente sus fuerzas para que tan luego
como yo me aproxime a la capital de la República, en combinación con mis
fuerzas la ataquemos e implantemos las autoridades que han de
preocuparse por el verdadero engrandecimiento de nuestra patria.
El
portador de la presente, enviado de usted, a quien he tenido el gusto
de recibir y atender con las consideraciones que se merece, dará a usted
más detalles y explicaciones sobre el particular, no dándoselas yo en
esta carta por el poco tiempo de que dispongo para ello, en virtud de
tener que preparar inmediatamente y con toda urgencia nuestra marcha
hacia el Sur a fin de que el movimiento tenga más éxito y el golpe sea
más certero.
Esperando tener el gusto de
estrechar pronto su mano me es grato ofrecerme como su afmo. compañero,
amigo y S. S”. Villa: 22 de setiembre de 1914: desde Chihuahua,
Chihuahua; a Zapata “Donde se encuentre”.
Finalmente,
tras superar todo tipo de maniobras y trampas, ambos jefes lograron,
mediante la superioridad de sus fuerzas y la firmeza de sus principios,
imponerle a Carranza su objetivo de reunir a todos los jefes
revolucionarios (zapatistas, villistas y carrancistas) en la “Soberana
Convención Revolucionaria” de Aguascalientes, en la que Eulalio
Gutiérrez fue electo como presidente interino de la República., en medio
de la ovación de todos los presentes.
Carranza desconoció ese nombramiento.
“En
vista de que el señor don Venustiano Carranza, y algunos otros jefes
militares y gobernadores de la República, han desconocido las decisiones
de la Gran Convención Militar Revolucionaria que tuvo lugar en esta
población, y de manera expresa y terminante se ha declarado rebelde,
desconociendo el nombramiento hecho por la asamblea en favor del general
Eulalio Gutiérrez como Presidente provisional de la República, de
acuerdo también con los delegados que usted mandó, y negándose a
entregarle el poder el día de hoy, que expiró el plazo que le puso la
Convención; ha llegado el momento que se rompan las hostilidades de
manera decisiva y vigorosa en contra de aquel mal ciudadano, y mañana
mismo empezaré mi avance rumbo a la capital de la República, cuya plaza
espero tomar dentro de poco tiempo, pues cuento con suficientes
elementos para ello.
Como según parece, el
núcleo más poderoso de fuerzas enemigas se encontrará en el Estado de
Puebla, le recomiendo que al recibo de la presente se sirva usted
disponer que el mayor número posible de las fuerzas de su mando se
sitúen entre México y Puebla, a fin de interceptar el paso de fuerzas
que Carranza tratará de enviar a la capital de la República.
Confío
en que pondrá usted toda su actividad y empeño en realizar este
movimiento de tropas a la mayor brevedad posible, pues es muy importante
su ayuda y cooperación para el mejor resultado de las operaciones
militares que yo emprenderé sobre la capital.
Saludándolo
con el afecto de siempre, y esperando tener el gusto de abrazarlo muy
pronto, quedo de usted afmo. amigo, compañero y seguro servidor”. Villa;
10 de noviembre de 1914, desde Aguascalientes; a Zapata, en el Estado
de Morelos.
Como, tras el desconocimiento de
Gutiérrez, Carranza había ordenado la salida de todas sus fuerzas de la
capital, para establecer un gobierno de facto en Veracruz, el camino
para que los verdaderos revolucionarios tomaran el poder estaba
expedito….
La ocupación de la capital
“Creo
oportuno participarle, que no entraré a la Capital de la República con
las fuerzas de mi mando, hasta que no tenga el gusto de hacerlo en
compañía de usted; pues deseo que todo el mundo se dé cuenta de que
estamos unidos fraternalmente y dispuestos a hacer toda clase de
esfuerzos y sacrificios, por el bienestar y tranquilidad de nuestra
patria por la que tanto hemos luchado, usted en las montañas del Sur y
yo en las estepas del Norte.
Reitero a usted
las seguridades de mi consideración y aprecio”. Villa; 1 de diciembre de
1914; desde el “Campamento de Tacuba, Distrito Federal”, a Zapata
“donde se encuentre”.
En realidad, Zapata se le
había adelantado. Prácticamente el mismo día de la salida de las tropas
de Carranza, el Caudillo del Sur y sus hombres ingresaron sigilosamente
en la capital y se apoderaron del Palacio Nacional.
Si este “corrido” (canción popular), anónimo, tiene algún apego a la verdad, el hecho ocurrió, mas o menos, así:
Voy a cantarles señores,
lo que ayer nos ocurrió,
que el general Emiliano
por San Lázaro llegó.
Llegó a la Escuela de Tiro
y luego se fue al hotel
que queda muy inmediato
y pasó la noche en él.
Dijo que muy poco tiempo
aquí va a permanecer,
pues se ausenta para Puebla
a cumplir con su deber.
Fue noviembre veintisiete
cuando esto se anunció,
y el veintiocho en la mañana
hasta Palacio llegó.
Todos los exfederales
con uniforme de gala
en correcta formación
lo esperaron a su entrada.
Las campanas repicaron,
las salvas se sucedieron
y las armas descargaron
las guardias que lo supieron.
El pueblo sin ser llamado,
muy luego se presentó
a darle la bienvenida
por su entereza y valor.
Viva Zapata, señores,
digan todos a una voz,
¡Viva Zapata! que a México
la paz nos viene a traer.
Los soldados de Zapata
son humildes y sinceros,
no son cual los carrancistas
orgullosos y altaneros.
Con traje de labradores
van por la ciudad pasando,
y sin causar mal a nadie
de honradez ejemplo dando.
Sin
embargo, Zapata y sus hombres permanecieron poco tiempo en la ciudad y
se retiraron a las afueras en espera de la llegada de Villa.
El
histórico encuentro entre los máximos jefes revolucionarios se produjo
en Xochimilco el 4 de diciembre de 1914 y dos días después, al frente de
unos 50 mil hombres, hicieron su famoso ingreso en la capital y el
Palacio Nacional.
La
explicación de porque decidieron abandonarlos al cabo de unos días no
puede deducirse de ninguna de las cartas, aunque las fechadas con
posterioridad a ese hecho confirman la historia conocida:
Mientras
Carranza preparaba su contraataque desde Veracruz, Obregón se desplazó
hacia el Norte en una operación de “pinzas” para cercar al enemigo en el
centro del país. Por lo tanto, los dos caudillos no pudieron concretar
su propósito de unificar sus ejércitos y debieron volver al antiguo
esquema; Zapata se dirigió a combatir a los carrancistas en Puebla con
el objetivo estratégico de llegar a Veracruz, mientras Villa regresó al
Norte con un doble propósito: consolidar su autoridad político-militar y
combatir a Obregón.
Pero, mientras el primero
consiguió “limpiar” de carrancista el estado de Puebla y no fue mas
lejos por falta de armamento y municiones, el segundo sufrió las ya
mencionadas derrotas y, persuadido de que el enemigo principal eran los
Estados Unidos de Norteamérica, cuyo gobierno había reconocido a
Carranza como presidente, facilitando sus operaciones bélicas a través
de la frontera y abasteciéndolo de pertrechos bélicos, decidió enfrentar
al vecino del Norte.
“Actualmente
podemos felicitarnos de haber alcanzado una nueva victoria, pues con la
toma de esta plaza que tuvo lugar ayer, ha quedado limpio de
carrancistas el estado de Puebla. La ocupación de esta ciudad vino a ser
el término de una serie de combates desarrollados durante los días 12,
13, 14, 15 y hoy al amanecer, habiéndose tomado las plazas de San Martín
Texmelucan, Frailes, San Jerónimo y Cholula, y otras de menor
importancia que no obstante su insignificancia como poblaciones,
contenían crecido número de enemigos por sus condiciones estratégicas.
Cuando
nos veamos tendré el gusto de referir a usted con detalle todas y cada
una de las operaciones llevadas a cabo, las que dieron por resultado la
ausencia del carrancismo. Espero tendrá usted la bondad de informarme
del resultado de sus trabajos, en la creencia de que ya irán muy
adelantados también”. Zapata; 16 de diciembre de 1914; desde Puebla; a
Villa; en “su campamento”
“Como Ud. sabrá
tenemos sitiado al enemigo carrancista tanto en la Ciudad de México como
en Puebla y las fuerzas de mi mando, constantemente lo hostilizan
haciéndole numerosas bajas; solamente a la escasez de parque se debe que
no hayamos tomado la Ciudad de México, pues mis tropas están bastante
bien dispuestas; en este concepto, he de merecer a Ud. se sirva mandarme
la mayor cantidad que pueda, de parque mausser siete milímetros,
treinta treinta y de cañón, pues estas municiones son indispensables
para violentar la toma de las plazas de México y Puebla y continuar el
ataque al Puerto de Vera-Cruz”. Zapata; 20 de febrero de 1915; desde
Cuautla, Morelos: a Villa; en “su cuartel general”. (Villa nunca pudo
satisfacer esa demanda).
“En estos días he
estado sosteniendo rudos combates con la columna de Álvaro Obregón, que
en número de diez y seis a diez y ocho mil hombres pretende avanzar
hacia el Norte y creo que si fuerzas de usted atacan al enemigo por la
retaguardia y avanzan rápidamente hasta Querétaro o sus cercanías, se
obtendrá el éxito apetecido y el enemigo tendrá que fijar su atención en
dos partes y dividir su columna. No dudo que, convencido usted de lo
importante que es aniquilar a Obregón, me ayudará a derrotarlo y
efectuará los movimientos que indico”. Villa; 17 de abril de 1915; desde
Irapuato; a Zapata; “su Cuartel General, donde se encuentre”,
Contra los Estados Unidos
Ese
ex bandolero y cuatrero “ignorante” –según su propia valoración– y
“asesino implacable” –según sus enemigos de siempre– llamado José
Doroteo Arango Arámbula, quien paso a la historia de México y el mundo
como Francisco “Pancho” Villa, fue uno de los precursores del
antiimperialismo latinoamericano.
Junto al
cubano José Martí estuvo entre los primeros en comprender que una
auténtica Independencia y una transformación revolucionaria en las
relaciones de producción y condiciones de vida de las naciones y pueblos
oprimidos de América Latina eran – y son – impensables sin un cambio en
la correlación de fuerzas con los Estados Unidos de Norteamérica.
No
es que haya teorizado al respecto. Su vida y sus luchas – probablemente
contra su voluntad de hombre de acción – lo proyectaron a la categoría
de un estadista capaz de analizar y valorar la importancia de las
Relaciones Internacionales, especialmente con Washington, para la marcha
y el destino de un proceso revolucionario tan próximo y tan
dependiente, en términos económicos, políticos y militares, a la Nación
llamada, según un supuesto “destino manifiesto” a reemplazar a España,
primero, y a Gran Bretaña, después, en el dominio de todo el continente.
Como
estadista y conciente de las debilidades y limitaciones del proceso
revolucionario que dirige junto con Zapata, primero priorizó la vía
político- diplomática:
“Pasando a otro asunto,
debo manifestarle que de algunos días a esa parte, es muy sospechosa e
inquietante la actitud del Gobierno de los Estados Unidos para nosotros.
Por mucho tiempo nos han dejado más o menos tranquilos para que
dilucidemos nuestras cuestiones y las decidamos como mejor nos plazca,
pero últimamente, ya sea por la necesidad de garantizar los intereses y
vidas de sus nacionales, por la presión que sobre el Gobierno americano
ejerzan las potencias extranjeras, deseosos de que la paz se haga para
poder beneficiar a sus nacionales o ya, más bien, para impresionar al
pueblo americano en favor del partido democrático o para preparar la
reelección de Wilson en los próximos comicios, lo cierto es que, aquella
actitud prudente y mesurada se ha tornado en agresiva y violenta. Claro
está que, por nuestra parte y como hombres de honor y de vergüenza,
rechazaríamos la injuria con la injuria y jamás permitiremos que nuestro
suelo fuera hollado; pero con temeridad y heroísmo no salvaríamos de
los peligros que pudieran envolverla, a nuestra Patria. Necesitamos buen
criterio, unidad, talento y no poco desinterés. En mi concepto y salvo
la mejor opinión de usted, es indispensable trabajar eficazmente porque
se unan de hecho, no solamente los elementos dispersos del Gobierno sino
hasta nuestros propios Ejércitos.
Ustedes
naturalmente, desearan conservar la zona que controlan, puesto que
conocen perfectamente el terreno y pueden disponer de sus elementos
naturales; pero aunque nosotros quisiéramos marchar a esa zona con el
fin de unirnos con usted, tropezaríamos con graves inconvenientes
fracasarían en absoluto nuestros esfuerzos, por las siguientes razones:
Una vez internados en el centro de la República y dejando enemigos
poderosos a la retaguardia, quedaríamos cortados de nuestra base de
operaciones y aprovisionamiento; nos faltaría en absoluto la
comunicación con los Estadios Unidos del Norte; perderíamos la región
carbonífera y quedaríamos en la imposibilidad de mover nuestros trenes
por falta de combustible, Serían insuficientes los recursos naturales de
la región que ustedes dominan, para abastecer y aprovisionar
convenientemente a todas las fuerzas de mi mando. Colocados en tan
difíciles circunstancias, no nos podríamos pertrechare ni municionar
nunca y acabaría nuestro Ejército por inanición. En dilema tan
desagradable y tan crítico, no me queda otra cosa más, que proponerle: o
bien que salga todo el Ejército suriano hacia el Norte a ponerse en
contacto con las fuerzas de mi mando, o en último caso, si el Ejercito
no quiere usted movilizarlo, darle facilidades a la Honorable Convención
para que traslade su residencia a alguna de las ciudades más
importantes que estamos dominando en esta zona; naturalmente, dándole
las facilidades posibles y permitiendo que vengan los apreciables
representantes de usted.
Esta maniobra tiene
una trascendencia más alta y favorable que pueda usted imaginarse; pues
una vez llevándolo a cabo, obtendríamos indudablemente el reconocimiento
de nuestro Gobierno por el de los Estados Unidos, y esto significaría
el triunfo completo y definitivo de nuestro partido.
En
vista de todo lo manifestado, apelo a su patriotismo, talento y
honradez de usted, para que autorice el traslado de la Honorable
Convención, ordenando al mismo tiempo que, algunas de las fuerzas de
usted escolten a tan respetable Cuerpo y se le faciliten los medios de
transporte que usted pueda dispone”r. Villa; 12 de junio de 1915; desde
Aguascalientes; a Zapata; “donde se encuentre”.
Después,
como guerrero revolucionario, ante el fracaso de la primera vía, optó
por la acción bélica, por desatinada o descabellada que pudiera parecer.
¿Cuántas veces en el curso de la historia, un golpe de mano, una
operación “imposible”, una táctica novedosa o sorprendente, cambio el
curso de los acontecimientos? ¿Cuántos hombres sobrevivieron en el
desembarco del “Granma” para permitirle exclamar a Fidel Castro “¡Ya
triunfamos!” ¿Ocho, nueve?
Por eso se lanzó
sobre Columbus y después de burlar la “operación punitiva” comandada por
Pershing, pensó en una guerra en mayor escala. Pasar a la ofensiva,
porque el poder norteamericano –como lo haría hasta nuestros días en
toda América Latina– estaba decidido a acabar con la Revolución.
“Supongo
que ha de estar bien informado acerca de la situación general de
nuestro país; pero si por cualquier circunstancia no estuviese al
corriente de los acontecimientos que últimamente se han desarrollado en
la parte Norte de la República, me voy a permitir hacérselos saber a
continuación
Como anuncié a Ud., en varias
cartas que tuve el gusto de dirigirle de Aguascalientes, Torreón y otros
puntos, el nuevo plan de campaña que en aquella época decidimos
desarrollar los Generales del Ejército del Norte, consistía en
reconcentrar todas las fuerzas de mi mando al Estado de Chihuahua para
invadir inmediatamente el de Sonora,
terminar allí la campaña
que en contra del enemigo tenía iniciadas las fuerzas convencionistas
que operan en dicha entidad y llevármelas juntamente con mi columna por
Sinaloa, Tepic, Jalisco y Michoacán, hasta tener el placer de llegar a
donde Ud. se encontrara. Naturalmente que este movimiento me ofrecía
facilidades y ventajas en virtud de encontrarse el principal núcleo de
carrancistas al mando de Obregón ente San Luis Potosí, Zacatecas,
Saltillo y Monterrey, en donde había logrado dejado embotellado, por
medio de intrépidos y atrevidos movimientos de mis tropas que
destruyeron las vías de comunicación, impidiendo al enemigo todo
movimiento rápido de avance y retroceso.
Desgraciadamente
mis proyectos se vieron frustrados porque el enemigo contó con el apoyo
indebido y descarado del Gobierno Americano. Excuso decir a Ud. las
innumerables fatigas y penalidades que sufrieron mis fuerzas en una
jornada de 25 días a través de la árida y abrupta Sierra Madre,
trasportando 42 cañones de grueso calibre por lugares donde no hay
caminos carreteros y hasta se dificulta el paso de los jinetes. Pero
todas esas vicisitudes fueron vencidas por mis tropas con el estoicismo
propio del soldado que lucha por convicciones, y encontrándonos a
inmediaciones de Agua Prieta y en vísperas de atacarla llegó al enemigo
por territorio Americano y en trenes, un refuerzo de cinco mil
carrancistas que el gobierno de los Estados Unidos permitió pasar.
¿Puede registrarse mayor acto de ofensa para el pueblo mexicano y ataque a su Soberanía Nacional?
Por
un rasgo excesivo de delicadeza y dignidad por parte mía y deseando
evitar un conflicto armado con los Estadios Unidos, impedí a mis fuerzas
que se lanzaran desde luego sobre territorio americano como querían
hacerlo con toda justificación, para castigar a los que impunemente se
burlaban de nuestros sacrificios sin más derecho que el de la fuerza.
A
medida que continué mi avance hacia las plazas situadas a lo largo de
la frontera en el estado de Sonora, los carrancistas se movilizaban en
trenes por territorio americano con el objeto de atacarme y ocuparlas
antes que yo. En Nogales, con un cinismo y descaro que avergüenza y hace
estallar en cólera el decoro y dignidad de mi raza, los soldados
americanos, al acercarse los carrancistas y aprovechándose de la
confusión que reinaba en esos momentos, hicieron fuego sobre nuestras
tropas.
Encontrándome ya frente a Hermosillo
supe que el enemigo, contando con la ayuda de los americanos, pensaba
movilizarme en trenes por Estados Unidos para toma Ciudad Juárez. Como
al lograrlo me privaba de mi base de aprovisionamiento y me perjudicaba
con ello enormemente, traté de impedirlo dirigiéndome violentamente al
Estado de Chihuahua a través de la Sierra Madre.
Por
muchos motivos no pude llegar a tiempo y mis presentimientos
desgraciadamente se habían realizado, encontrándome Ciudad Juárez en
poder del enemigo. Aunque contaba con fuerzas aguerridas y en buen
número para emprender una enérgica embestida contra el enemigo y
arrojarlo fuera del Estado que ha sabido se heroico cuantas y cada vez
que lo reclama el bienestar del país, quise tratar ese asunto en Junta
de Generales para estudiarlo detenidamente.
En
dicha reunión, todos los Generales y Jefes del Ejército que es a mi
mando, quedamos convencidos plenamente de que el enemigo común para
México es actualmente Estados Unidos y de que la integridad e
independencia de nuestro país está a punto d perderse si antes todos los
mexicanos no nos unimos y con las armas en la mano impedimos que la
Venta de la Patria sea un hecho. Porque ya ha de conocer Ud. los
tratados que Carranza celebró con el Gobierno de Washington. En ellos se
compromete a ceder a los Estados Unidos la Bahía Magdalena por el
término de 99 años, así como los ferrocarriles del Istmo de Tehuantepec y
Nacionales y las concesiones solicitadas en la zona petrolífera.
Además, los Ministros de Hacienda, Gobernación y Relaciones Exteriores
del Gobierno Mexicano deben ser nombrados a gusto de la Casa Blanca. A
cambio, se les hará un préstamo a Carranza de quinientos millones de
dólares que cubrirá con los impuestos que recauden en las aduanas
terrestres y marítimas y con las fuentes de ingresos públicos, para lo
cual deberán ser nombrados interventores por el Gobierno Americano.
Por
lo anterior, verá Ud. que la Venta de la Patria es un hecho, y en tales
circunstancias y por las razones expuestas anteriormente, decidimos no
quemar un cartucho más con los mexicanos nuestros hermanos y prepararnos
y organizarnos debidamente para atacar a los americanos en sus propias
madrigueras y hacerles saber que México es tierra de libres y tumba de
tronos, coronas y traidores.
Con el objeto de
poner al pueblo al tanto de la situación y para organizar y reclutar el
mayor número posible de gente con el fin indicado, he dividido mi
Ejército en guerrillas y cada jefe recorrerá las distintas regiones del
país que estime convenientes, mientras se cumple el término de seis
meses, que es el señalado para reunirnos todos en Chihuahua con las
fuerzas que se haya logrado reclutar y hacer el movimiento que habrá de
acarrear la unión de todos los mexicanos.
Como
usted es mexicano honrado y patriota, ejemplo y orgullo de nuestro
pueblo y corre por sus venas sangre india como la nuestra, estoy seguro
de que jamás permitirá que nuestro suelo sea vendido y también se
aprestará a l defensa de la Patria.
Como el
movimiento que nosotros tenemos que hacer a los Estados Unidos sólo se
puede llevar a cabo por El Norte en vista de no tener barcos, le suplico
me diga si está de acuerdo de ir personalmente a encontrarlo y juntos
emprender la obra de reconstrucción y engrandecimiento de México,
desafiando y castigando a nuestro eterno enemigo, al que siempre ha de
estar fomentando los odios y provocando dificultades y rencillas ente
nuestra raza”.Villa; 8 de enero de 1916; desde la Hacienda San Jerónimo,
en Chihuahua; a Zapata, en “su campamento, donde se encuentre”.
En
este texto solo se comentan y reproducen párrafos de algunas de las 27
cartas contenidas en el libro de Ruiz. Un análisis aparte ameritaría,
por ejemplo, la negociación entre los dos caudillos para consensuar un
candidato a la Presidencia interina; un verdadero modelo de cómo llegar a
un acuerdo político desde posiciones divergentes, en aras de intereses
superiores.
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