PRENSA LATINA (Desde Kingston, Jamaica. Colaboración para ARGENPRESS CULTURAL)
Cuando
llegan al cementerio de Nine Mine, al noroeste de Kingston, los
peregrinos hacen silencio y después, entre susurros, cualquier conocedor
identifica la letra de Soul Rebel o Redemption Song: están frente a la
tumba de Bob Marley.
A 30 años de la muerte de
la leyenda del reggae, personas de todo el mundo viajan hasta el poblado
jamaiquino donde nació y descansan los restos del cantante rasta de los
dreadlocks (trenzas) y la bandera tricolor.
"Es
la excursión que todo fan de Marley debe hacer", dicen las guías
turísticas del país caribeño, y miles lo cumplen al pie de la letra, más
en estos días de aniversario.
El 11 de mayo de
1981 el cáncer convirtió en mito al primer hombre que desplegó por el
mundo la música de la región y la convirtió en símbolo de rebeldía e
identidad, tal vez por eso hoy las calles del poblado tienen un ritmo
peculiar.
Fue en otros tiempos una aldea
desconocida, pero está ahora llena de quincallas y vendedores
ambulantes, que prometen "al mejor de los precios" pullovers de
souvenir, collares de piedras rojas, verdes y amarillas, discos,
carteles, libros, postales y hasta supuestas reliquias del líder de The
Wailers.
Desde inicios de semana, decenas de
guías del movimiento socio-religioso Rastafari esperan por los recién
llegados en las esquinas, con sus típicos sombreros tejidos, para
llevarlos por los lugares donde comenzó a crecer la leyenda.
El
recorrido comienza en la casa en que nació Marley el 6 de febrero de
1945, pasan por el monte Zion Rock, donde el cantante solía meditar,
siguen hasta un lugar llamado The Pillow (el mismo de la canción Talking
Blues) y terminan en el mausoleo, mientras cantan algún tema conocido o
besan la losa.
Antes de partir, muchos dejan
piedritas o papeles con deseos sobre la bóveda, otros colocan sus
collares y muchos realizan ritos de veneración, que incluyen
meditaciones y, por supuesto, humadas de la hierba narcótica, conocida
aquí como ganja.
Familiares de Marley viven
todavía en esta casi aldea, a un par de kilómetros de la parroquia de
Saint Anne, unos lejanos y otros más próximos, como primos, tíos, alguna
de su veintena de esposas o de sus 14 hijos, quienes controlan los
negocios locales.
Los precios se dispararon en
los últimos tiempos y una foto del músico puede volverse varios dólares,
"hay que aprovechar la ocasión", dicen los comerciantes.
Mientras,
cuando se cierran las puertas del cementerio de Nine Mine, callan los
susurros de canciones en inglés, las piedras son botadas de encima de la
tumba y los restos de Bob Marley, bajo una lluvia pertiz en esta
primavera, vuelven a quedar solos.
Con la misma
soledad, tal vez, de su mensaje de justicia y defensa de los oprimidos,
que entre tantas ventas y visitas, parece pasar a un segundo plano ¿en
estos días?.
"Viejos piratas, sí, ellos me robaron y me vendieron a barcos mercantes", cantó Marley en uno de sus temas más conocidos.
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