Claudio Katz (especial para ARGENPRESS.info)
El sentido de la polémica
Luxemburg
presentó otra explicación del mismo diagnóstico. Describió cómo el
imperialismo servía para descargar los sobrantes invendibles en las
metrópolis. Las dificultades para vender esos productos (y asegurar la
consiguiente realización de la plusvalía), forzaba la búsqueda de
mercados adicionales en la periferia. La conquista de estas regiones
aportaba una válvula de escape a los desajustes creados por ritmos de
acumulación superiores a la capacidad de consumo de la población. (5)
Otras
interpretaciones convergentes ponían el acento en las contradicciones
creada por la internacionalización del capital. Trotsky sostenía que el
sistema había alcanzado a principio del siglo XX una dimensión mundial,
que desbordaba los marcos vigentes para el desenvolvimiento de las
fuerzas productivas. Esa estrechez de las economías nacionales forzaba
una sucesión de expansiones externas, que terminaban en conflictos
armados. (6)
Todos estos enfoques resaltaban en
común las causas objetivas de la guerra. Cuestionaban la reducción
socialdemócrata del problema a una conspiración de los bancos y la
industria militar. Destacaban que esa simplificación omitía el
generalizado compromiso de los principales sectores de las clases
dominantes con la acción imperial.
Lenin fue
el principal vocero de estas posturas y su texto resumía el programa de
todas las vertientes de la izquierda frente a la guerra. El escrito
subrayaba que los enfrentamientos bélicos expresaban contradicciones,
que el capitalismo no podía regular. Por esta razón objetaba la
propuesta de desarme, señalando que la paz debía conquistarse, junto a
una lucha popular simultánea por la erradicación de la explotación.
Esta
visión criticaba la búsqueda de concertaciones y equilibrios entre las
potencias, que promovía Kautsky, resaltando el carácter coercitivo del
capitalismo. Recordaba que las burguesías necesitaban ejércitos, marinos
y cañones para imponer tratados de libre-comercio, forzar el cobro de
las deudas y garantizar los réditos de la inversión externa.
Lenin
intentaba presentar una caracterización política completa de las
fuerzas en pugna. No sólo distinguía dos bloques de agresores y
agredidos, corporizados en los capitalistas y los trabajadores. También
llamaba la atención sobre las diversas formas de opresión nacional, que
generaba la belicosidad imperialista en la periferia. En oposición la
expectativa de Kaustky de avanzar hacia una paulatina distensión en
estas áreas, proponía extender la resistencia contra la guerra a todo el
universo colonial.
El líder bolchevique
destacaba la existencia de dramáticas conversiones de antiguas víctimas
en nuevos victimarios imperiales. Alemania ya no libraba guerras
defensivas contra el expansionismo ruso, sino que actuaba como potencia
ocupante de regiones vecinas. El registro de estos cambios era vital
para impugnar las justificaciones de la belicosidad germana, con falsos
enunciados de soberanía.
Lenin escribió su
folleto en un terrible escenario de inmolación popular al servicio de
lucro. El tono virulento del texto refleja la conmoción que suscitaba
esa masacre. Es importante recordar ese contexto omnipresente de la
guerra, para comprender la función política del libro y registrar en
este marco los problemas teóricos en juego.
¿Asociación o rivalidad?
Kaustky
concibió su propuesta de desarme como parte de un proyecto de
desenvolvimiento pacífico del capitalismo. Consideraba que ese proceso
sería factible, si los grupos capitalistas de los principales países
concertaban una asociación “ultra-imperialista”.
Estimaba
posible erradicar la amenaza guerrera, conformando una red
multinacional de empresas, que actuarían en común en áreas específicas.
Kautsky resaltaba el interés de muchas fracciones burguesas por realizar
negocios conjuntos, que superaran las viejas rivalidades. Pensaba que
las conflagraciones inter-imperialistas bloqueaban esa convergencia y
propugnaba la erradicación de esa traba, mediante una neutralización de
la carrera armamentista. (7)
El líder
socialdemócrata deducía esa posibilidad de la preeminencia alcanzada por
las grandes corporaciones. Si se evitaba la guerra, la nueva red de
alianzas conduciría a federaciones políticas, que consolidarían un nuevo
cuadro de tolerancia internacional y negocios asociados.
Lenin
rechazó esa tesis de manera contundente. Consideró que la teoría del
“ultra-imperialismo” era un “ultra-disparate”, basado en la falsa
expectativa de alianzas permanentes, entre capitalistas de distinto
origen nacional. Para el líder bolchevique esa concertación era una
burda fantasía. Estaba concebida a partir de razonamientos abstractos,
que presuponían escenarios económicos inviables.
La
principal objeción que Lenin interponía a ese modelo era la naturaleza
conflictiva del capitalismo. Para el dirigente ruso el modo de
producción vigente estaba sujeto a un desarrollo desigual, que
multiplicaba los desequilibrios e intensificaba las contradicciones.
Estimaba que las tensiones se acumulaban con la expansión del sistema,
impidiendo la concreción de asociaciones empresarias estables. Pensaba
que los acuerdos ultra-imperiales eran tan impracticables, como la
disipación de la competencia militar. (8)
Pero
Lenin no expuso este argumento de forma genérica. Lo refería a la
coyuntura bélica que imperaba al comienzo del siglo XX. La presión hacia
la colisión militar era tan fuerte, que tornaba imposible la
constitución de las compañías multinacionales.
Lenin
registraba cuál era la tendencia geopolítica predominante en ese
momento, aplicando el realismo que signó toda su acción política.
Percibía claramente el agotamiento del período de alianzas que había
prevalecido durante la etapa precedente. Observaba que en el nuevo
siglo, la competencia asfixiaba los compromisos y el proyecto
ultra-imperial sucumbía, ante la inminencia de la guerra. Kautsky había
perdido el olfato básico para captar este contexto.
El
análisis de Lenin estaba específicamente referido a esa coyuntura. No
desconocía, ni objetaba la existencia de tendencias asociativas entre
los distintos grupos capitalistas. Incluso postulaba una teoría del
monopolio que resaltaba la intensidad de las concertaciones, los pactos
de caballeros, las coaliciones y los acuerdos secretos, entre los
principales grupos de financistas e industriales.
Esos
compromisos eran explícitamente reconocidos como una tendencia
dominante. Pero Lenin restringía su viabilidad a las firmas y los bancos
del mismo origen nacional. Esta caracterización se basaba en una
minuciosa lectura de los datos de la época. Las concertaciones eran
numerosas, pero sólo incluían acuerdos entre capitalistas
norteamericanos, alemanes, franceses o ingleses. No se extendían a los
entrelazamientos multinacionales.
Para Lenin
esta combinación de acuerdos nacionales y disputas internacionales era
un rasgo predominante del capitalismo. Consideraba que a principios del
siglo XX, la internacionalización de la economía no se extendía a la
gestión global de este proceso y estimaba que el choque entre ambas
tendencias inducía a la guerra. Al igual que Bujarín destacaba la
fractura creada por capitales que cruzaban las fronteras y estados que
se retraían hacia la administración cerrada, para proteger territorios,
mercados y materias primas. La expansión global chocaba con esta
restricción, generando batallas inter-imperiales por el reparto del
mundo. (9)
Esta interpretación reconocía la
creciente gravitación de las asociaciones capitalistas, pero restringía
su alcance al ámbito nacional. La tendencia a la internacionalización
que subraya Kautsky era aceptada en ciertas áreas restrictivas
(migraciones, circulación de capital), pero desechada como curso
prevaleciente del capitalismo.
Este enfoque
remarcaba la gravitación de las presiones nacionalizadoras en todas las
actividades centrales de la producción, las finanzas y el comercio. El
impulso globalizador era neutralizado por las fuerzas que estimulaban el
repliegue de los cuerpos nacionales y la conformación de bloques
competitivos. Esta autarquía bloqueaba la internacionalización,
potenciaba el gasto militar y generalizaba las conflagraciones bélicas.
(10)
La crítica de Lenin al ultra-imperialismo
de Kaustky se inspiraba, por lo tanto, en un análisis concreto del
capitalismo de ese período. Resaltaba el predominio de la rivalidad
sobre la asociación internacional, mediante un registro de las
evidencias de ese momento. Observaba en la coyuntura bélica una
confirmación de las tendencias al choque, en desmedro de las presiones
hacia la concertación.
Este mismo razonamiento
utilizó Lenin para remarcar la primacía de la crisis sobre la
prosperidad, en el debut de la prolongada turbulencia de entre-guerra.
El líder bolchevique no le asignaba a las regresiones económicas un
carácter absoluto, como lo prueba su polémica con los populistas en
torno al desarrollo capitalista de Rusia.
En
oposición a los teóricos narodnikis -que descalificaban la posibilidad
de ese desenvolvimiento- Lenin detallaba todas las áreas de potencial
expansión del capitalismo, en la atrasada economía rusa. Todos sus
diagnósticos estaban invariablemente referidos a situaciones, contextos y
momentos específicos. (11)
La polémica contra
el ultra-imperialismo estaba condicionada por ese escenario. Su objetivo
era cuestionar las terribles consecuencias políticas de un diagnóstico
irrealista y un razonamiento asustadizo, que negó primero la inminencia
de la guerra y desconoció posteriormente los efectos de esa matanza.
Notas:
5)
Luxemburg, Rosa, La acumulación del capital. Editorial sin
especificación, Buenos Aires, 1968, (cap 25, 26, 27). Luxemburg Rosa
“Perspectives and Projects”, Classical Analyses of Imperialism, 1915,
Discovering Imperialism: Social Democracy to World War I" (Brill,
forthcoming)
6) Trotsky León, Tres concepciones de la revolución rusa. Resultados y perspectivas, Editorial El Yunque, Buenos Aires, 1975.
7) Kautsky Karl, “Imperialism”, september 1914, New Left Review, n 59, 1970, London.
8)
Lenin Vladimir, “Prólogo”, Bujarin Nikolai, La economía mundial y el
imperialismo, Pasado y presente n 21, Buenos Aires, 1971.
9) Bujarin Nikolai, El imperialismo y la acumulación de capital, Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1973, (cap 5).
10) Bujarin Nikolai, La economía mundial y el imperialismo, Pasado y presente n 21, Buenos Aires, 1971.
11) Lenin Vladimir, El desarrollo del capitalismo en Rusia, Editorial Ariel, Barcelona 1974.
Claudio Katz es economista, investigador y profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).
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