Claudio Katz (especial para ARGENPRESS.info)
Las causas del militarismo
El
carácter violento de estas pugnas obedecía a juicio de Lenin al
agotamiento de extensiones coloniales, ya repartidas entre las viejas
potencias. Esa distribución reducía los márgenes de cualquier
negociación. Los imperialismos emergentes estaban obligados a disputar
territorios, al tener bloqueado su ascenso. La intensidad de la
acumulación y la estrechez de las regiones apetecidas imponían estos
desenlaces bélicos.
En estos choques se jugaba
el manejo de las materias primas necesarias para el desenvolvimiento
industrial de cada metrópoli. Todas las tratativas ensayadas para evitar
las confrontaciones, fracasaban por esa imposibilidad de acordar el
reparto de las áreas que proveían insumos.
Lenin
resaltaba el desinterés de todas las potencias por estabilizar
soluciones de compromiso. Se indignaba frente a la ceguera que exhibían
los socialdemócratas, ante la hipocresía oficialista. Consideraba que
esa retórica anestesiaba la conciencia popular, al generalizar ilusiones
que enmascaraban la preparación de la guerra. También estimaba que las
rivalidades económicas se transmitían a la esfera militar y cuestionaba
tanto las utópicas expectativas de desarme, como los llamados a la
cooperación de los industriales.
Con el mismo
argumento objetaba la presentación del militarismo, como un simple acto
electivo de las clases dominantes. Entendía que el armamentismo era
indisociable del capitalismo y de las consiguientes confrontaciones
entre potencias. Consideraba absurdo presentar al imperialismo como una
“política preferida del capital”, al estimar que esa orientación
constituía una necesidad para el conjunto de los opresores.
Siguiendo
esta caracterización, Lenin destacaba la inutilidad de cualquier
intento de persuasión de los acaudalados. Consideraba que estos sectores
discutían en la mesa de negociación, lo que resolvían en las
trincheras. Por esta razón los acuerdos de un periodo se transformaban
en confrontaciones de la fase ulterior. Cuestionaba las ingenuas
creencias en la primacía del primer curso y alertaba contra las falsas
expectativas pacifistas.
Lenin no aceptaba la
presentación de la guerra como una decisión aberrante de las elites.
Estimaba que el curso belicista correspondía a tendencias objetivas del
capital, derivadas de la competencia por la ganancia. Sostenía que el
único sendero de pacificación genuina era el inicio de una transición al
socialismo. El estallido de la Primera Guerra confirmó las
caracterizaciones de Lenin y puso de relieve todos los errores de la
apuesta pacifista de Kautsky.
Esta diferencia
de percepciones obedeció a causas y posturas políticas. El dirigente
bolchevique detectó las principales contradicciones del capitalismo de
su época y mantuvo una actitud revolucionaria. El líder socialdemócrata
privilegió sus deseos a la consideración de las tendencias reales y
demostró una gran permeabilidad a las exigencias de los poderosos.
Estas
asimetrías ilustraron también la distancia que separaba a los políticos
revolucionarios y reformistas de ese período. El punto en discordia era
el rechazo o la resignación frente a una guerra inter-imperialista.
Lenin encabezó la resistencia al desangre bélico e impulsó el
internacionalismo. Su teoría del imperialismo se cimentó en esta
estrategia política.
Claudio Katz es economista, investigador y profesor. Miembro del EDI (Economistas de Izquierda).
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