Dagoberto Gutiérrez
Las sociedades humanas se mueven a partir de sus intereses encontrados, es decir, de sus contradicciones. Es cierto que la idea de contradicción implica mucho más que los intereses diferentes y, filosóficamente, va más allá que las necesidades organizadas; pero podemos explicar la acción colectiva y social, que llamaremos movimiento social, a partir de una acumulación sucesiva de intereses económicos, políticos, ideológicos, que en un determinado momento, y luego de una larga, sucesiva e ininterrumpida organización, entran en un momento de estallido aparente, incluso en una organización que casi siempre parece espontánea.
Lo que llamamos movimiento social surge frente al Estado, en un distanciamiento que parece indicar y recordar la existencia de Estado y sociedad como dos cosas diferentes y como expresiones de dos intereses encontrados. El movimiento social viene de abajo y de adentro de la sociedad, es decir, de adentro de la vida y de abajo de las estructuras sociales; por eso mismo, el movimiento social es, al mismo tiempo, popular.
El Estado expresa los intereses de una parte de la sociedad. En tal sentido, el movimiento social, al surgir frente al Estado, también lo está haciendo en contra de los intereses que el Estado expresa y defiende. Entonces, el movimiento social actúa contra el Estado.
Se trata de una acción social colectiva, independiente del Estado, que no requiere del Estado ni lo necesita, que extrae sus energías, sus recursos, sus planteamientos políticos, de las entrañas sociales, sin requerir legalidad estatal ni recursos estatales.
Esta independencia separa y enfrenta al movimiento social de los partidos políticos, que siendo instrumentos estatales que aplican políticas del Estado, están siempre en la mira de los movimientos sociales. Estos partidos resultan ser los que suelen concentrar, en su contra, el mayor malestar, reclamo, oposición, y hasta odio social.
El accionar de los movimientos sociales es político porque usan métodos y recursos, precisamente políticos, tienen un discurso político, se mueven usando canales y vías no convencionales, es decir, que se comunican fuera de la televisión, las radios o los grandes diarios, pero llegan a tener comunicación efectiva sin adquirir, necesariamente, expresiones orgánicas de organización y sin que se levanten estructuras convenidas de dirección tradicionales. El movimiento social resulta ser un movimiento en donde convergen las personas unidas y convocadas por el llamado de los intereses convergentes y del malestar creciente. Es una especie de BASTA YA! ante un determinado orden de cosas.
El movimiento social expresa de manera inmediata un des-orden, es decir, algo que surge fuera del orden y contra el orden. Usando formas políticas de expresión y convocatoria, el movimiento social puede atraer a personas de diferentes clases sociales que se sienten convocadas por una situación insoportable y carente de límites, en donde el régimen político aparece con las vísceras al aire, putrefacto y ofensivamente expuesto ante todo el mundo.
El movimiento social parece ser un estallido, pero en realidad no lo es, porque se trata, como ya lo hemos dicho, de un proceso acumulativo largamente larvado, sin momentos de respiro pero sí con momentos agravantes que suelen precipitar el surgimiento del BASTA YA!.
El movimiento social resulta ser convocante, lleno de energía y de formas organizativas novedosas, no usa formas ni métodos tradicionales de los partidos políticos; en ningún caso depende de los partidos políticos tradicionales, y ni puede ni debe ser absorbido ni controlado por estos partidos, ni es, en realidad, movimiento político vinculado al Estado.
Aquí aparece la diferencia con los partidos políticos. Estos, en ningún caso, son o pueden ser movimiento social porque forman parte de la aparatura estatal. Y, cuando un movimiento social se transforma en partido político, deja de ser movimiento social y muere como tal en función del Estado.
En realidad, un partido político no puede llegar a ser movimiento social pero un movimiento social sí puede llegar a ser partido político; es decir, que puede llegar a ser cooptado por el Estado, y esto requiere desaparecer como movimiento social para convertirse en aparato estatal.
El movimiento político es aquel que tiene una clara opción por el poder político, esto lo caracteriza y lo define porque este movimiento busca, entonces, la captura del aparato estatal y esto lo diferencia del movimiento social, que no busca necesariamente el poder político y que cuando se expresa como movimiento político deja de ser movimiento social y entonces requerirá programa político, organización política, dirigencia política. Y, en determinadas circunstancias, deberá cumplir el requisito legal de participar como partido político en determinados eventos políticos.
En estas circunstancias, el movimiento político tiene dos opciones: por un lado puede optar por dejar de ser movimiento político y pasar a ser partido político, o por otro lado puede seguir siendo movimiento político y usar un partido político como su instrumento electoral.
En estas condiciones, ya no estaremos refiriéndonos a un movimiento social, ya sea porque éste se ha transformado en movimiento político o porque ha desaparecido.
El Salvador es un escenario maduro para el surgimiento de movimientos sociales, apurado por la crisis del régimen político y acicateado el proceso por la necesidad insoslayable de construir un nuevo Estado protagónico y participativo que sustituya al viejo y agónico Estado oligárquico.
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