Arturo Méndez Azahar.El Decreto 743 no es otra cosa más que el arma histórica que está aniquilando definitivamente el sistema presidencialista en El Salvador.
Lo que sucede es que, más o menos, hace unos 30 años, fue sembrada la semilla de los verdaderos cambios estructurales en El Salvador. Y, en este momento comienzan los frutos de todo ello. Y, por supuesto que, nuestra sociedad salvadoreña se conmueve; y, con mucho dolor, comienza a dar origen a una nueva República sin presidencialismo.
De alguna manera siempre se tuvo el temor de que nunca se podría disfrutar lo que se sembró en 1980: la muerte al sistema presidencialista. Proceso social que tardó un poco, como consecuencia de la forma como terminó la guerra, tolerando que la mediocridad política y la mediocridad jurídica, apoyada fielmente en una burocracia servil, reinara en nuestro país la corrupción y la impunidad, bajo un “régimen de libertades” como estructura jurídica paralela a la Constitución de 1983.
Las nuevas generaciones no deben desesperarse pues deben de saber y entender que, más tarde que nunca, todo cambia. Y, en política, que es donde se originan los verdaderos cambios, los que perduran, los que son eternos, ¡Siempre tardan un poquito más!
Es que lo más fácil es pegarle un tiro entre ceja y ceja a todo aquel que se atreva a disentir. Pero nadie debe olvidar que con la vara que midiereis seréis medidos y que el que a hierro mata a hierro muere. Es que los cambios que produjo la guerra del 80-90 más sus Acuerdos de Paz, fueron construidos con arena y sobre arena. Y, lo más grave: con y sobre arena movediza que ahora se está tragando toda su propia podredumbre.
Es que las nuevas generaciones deben entender que el político, como sujeto de cambios, debe adelantarse a su pueblo de tres a cinco años; implementarlos en los próximos cinco a diez años; y, consolidarlos en los próximos diez a veinte años. ¡Solo así se construye sobre piedra!
Es que las nuevas generaciones deben de saber que, en 1980; cuando la guerra que duró 12 años y se alimentó con la sangre de 80,000 salvadoreños; cuando los ricos huían despavoridos para Estados Unidos a disfrutar de la riqueza de todos los salvadoreños y a los militares se les mandaba a la montaña a matarse entre hermanos, todo era una confusión pues parecía que el fin del mundo había llegado a El Salvador.
En ese contexto, y desde la clandestinidad intelectual, los ideólogos democráticos del país comenzaron a sembrar los cambios que terminaría con la verdadera causa de todos nuestros males, que no era otra cosa más que el sistema presidencialista. ¡Claro que la cosa no era fácil! pues el enfrentamiento entre capitalista y comunistas procedían a eliminar, intelectual y físicamente, todo pensamiento sobre derechos humanos, propiedad privada, libertad de empresa, justicia social y libre mercado siempre que respondiera única y exclusivamente a la satisfacción del interés social, pero por sobre todo ello producto de la democracia popular.
Identificado el sistema presidencialista como el objetivo a destruir se diseñó la estrategia para implementarlo. Conocida la vocación democrática de los Estados Unidos que en ese momento histórico de nuestro país, había tomado la decisión de imponernos cambios estructurales más represión masiva para arrebatarle banderas al comunismo internacional, no fue nada fácil pero tampoco imposible convencerlos de que había que aprovechar el momento histórico de modernizar nuestro Estado de Derecho con una nueva Constitución de la República que habiendo nacido en el contexto de la guerra, ahora es necesario que se termine la tarea de suprimirle las imperfecciones que quedaron como consecuencia de la guerra misma a que nos llevaban.
Así, la Constitución de 1983 fue diseñada sobre dos pilares fundamentales: en la parte dogmática el fortalecimiento de los derechos humanos: en la dimensión tanto de persona natural, como familiar, social, económica y política. Y en la parte orgánica la destrucción del sistema presidencialista a partir de fortalecer al Órgano Legislativo y al Órgano Judicial. Por supuesto que esto implicó un cambio al resto de Órganos Constitucionales.
Aquellos ideólogos de la democracia fueron lo suficientemente inteligentes en comprender que inmersos como se estaba en la crisis del bipolarismo mundial (capitalistas contra comunistas) la guerra era inevitable; que toda vía civilizada de subsistencia podía pagar muy caro el meterse como cuña en el proyecto bélico de los Estados Unidos (represión masiva más cambios estructurales).
Por lo tanto, habría sido un suicidio si al proyecto se le hubiera denominado “destrucción del sistema presidencialista”. Por lo que en círculos muy reducidos se le denominaba “debilitamiento del sistema presidencialista”. Y, para las elecciones a la Asamblea Constituyente de 1982, como oferta electoral, en la respectiva “Plataforma” se denominó distractoramente “DIGINIFICACION DEL ORGANO LEGISLATIVO y DEL ORGANO JUDICIAL”. Y, Estados Unidos más el PODER REAL de aquella época, así pudieron asimilarlo.
Otro día se escribirá lo relativo al Órgano Ejecutivo más lo del Órgano Legislativo y el resto de Órganos Constitucionales diferente a los fundamentales.
Es que en este momento interesa la dura prueba a que ha sido sometido el Órgano Judicial con el Decreto 743. La conmoción social ha sido producto de ese fallido esfuerzo del Órgano Legislativo queriendo someter al Órgano Judicial. ¡Ahora sí! ………… podemos afirmar que comienzan a alejarse aquellos tiempos en los que los Magistrados se ponían en “dos patitas” al chasquido del latigazo antes del Presidente de la República y recientemente del Órgano Legislativo. Para tener la capacidad de rechazar este tipo de agresión es que, en la Constitución de 1983, se “dignificó” al Órgano Judicial invistiéndolo del poder político y jurídico suficiente a partir de una estructura muy especial. ¡Y todavía hay que, junto a todos los Órganos Constitucionales, fortalecerlos más! Pero lo que sí es innegable es que los otros dos Órganos Constitucionales están claudicando ante el Órgano Judicial. Y, los otros Órganos Constitucionales mejor que ni se asomen porque también pueden tener lo suyo.
¡Así es el Estado de Derecho! ¡Que viva la democracia popular!
¡Claro! Especial relación merece traer a cuenta de que las instituciones (tanto privadas como públicas) tienen el prestigio, la capacidad, la honradez pero especialmente la valentía que solo pueden darle las personas naturales que las integran. Es que ya es innegable que ha bastado que cuatro Abogados honestos, humildes, capaces y por sobre todo sin más compromisos que con sus propias conciencias le hayan dado el tiro de gracia al “sistema presidencialista”. Por supuesto que el estertor de la fiera herida (presidencialismo) se dejó sentir, y reaccionó compulsivamente aprobando el Decreto 743 tratando de amarrarlos y posteriormente con los intentos ahora si fallidos de quitarlos o cambiarlos de sus cargos. Ya los calificativos de “rebeldes”, o las imputaciones que han cometido desacato, etc. Si bien es cierto son ofensivos los Magistrados han tenido la sabiduría de saber tolerarlos y seguir adelante en su misión.
Las nuevas generaciones deben saber que en la Constitución de 1983 se determinó un Órgano Judicial fuerte. Muy fuerte. Capaz de soportar y responder a las agresiones antidemocráticas de que han sido víctimas. Esa fortaleza se les instituyó a partir de lo siguiente: 1) La ESTABILIDAD EN SUS CARGOS de Jueces y Magistrados. Para que no tuvieran que andarle llorando ni a Presidente ni Diputado alguno la conservación de los mismos. 2) Un PRESUPUESTO elaborado a partir de sus propias necesidades para que no tuvieran que andarle mendigando al Ministerio de Hacienda los recursos para administrar justicia. 3) Una Sala de lo Constitucional prácticamente blindada, con elección de segundo grado en lo legislativo y con quórum especial, con designación específica para esa Sala y con determinación especial de su Presidente que también debería ser Presidente de la Corte Suprema de Justicia y también Presidente de todo el Órgano Judicial. Y 4) La titularidad de la INICIATIVA DE LEY en todos los proyectos legislativos relativos al Órgano Judicial.
Esto quedó así porque el proyecto original era un TRIBUNAL CONSTITUCIONAL AUTÓNOMO ajeno a la Corte Suprema de Justicia. Guatemala si lo logró y para los salvadoreños quedó como una aspiración. Pero el PODER REAL de aquel entonces a esto si le tuvo recelo, temor, desconfianza y quería que se mantuviera la SALA DE AMPAROS de antaño. Y, para evitar que sus sospechas se profundizaran, se tuvo que negociar, se tuvo que transar aceptándose que quedara dentro de la Corte Suprema de Justicia pero con todas las características anotadas anteriormente. Así mismo se tuvo que claudicar en suprimir la facultad que la máxima autoridad jurisdiccional tenía de calificar previamente la constitucionalidad de los Proyectos de Ley. El pretexto fue que la Sala estaría impedida de instruir y decidir los Procesos de Inconstitucionalidad promovidos por los ciudadanos.
Así las cosas, la realidad confirma que, en política, los verdaderos cambios se consolidan por lo menos veinte o más años después. En nuestro caso, después que pase todo esto y la calma se imponga debemos entender que está llegando el momento en que deben crearse las condiciones para que al ejercicio de los cargos públicos deba llegar la excelencia a sustituir la mediocridad que quizás más que la guerra nos ha hecho tanto daño. Cuatro Magistrados en el Órgano Judicial han sido suficientes. La posibilidad de las candidaturas a Diputado fuera de los Partidos Políticos será un buen ejercicio.
Las elecciones del 2012 pueden ser el inicio de la nueva República ya sin presidencialismo alguno. Y en cuanto a la Constitución de 1983 – con todas sus bondades y sus defectos – merece ser revisada cuando no sustituida. Si bien es cierto que tiene el privilegio de que fue redactada y escrita del puño y letra de salvadoreños para salvadoreños, políticos ideólogos criollos que quisieron lo mejor para nuestro país que inmediatamente lo primero que hicieron fue rechazar toda presencia de tecnócratas, asesores, ya fueran nacionales y peor extranjeros, pagados o gratuitos para su redacción, desgraciadamente tiene el componente de la realidad bélica en que nació; y en muchas cosas es necesario perfeccionarla. Por ello mejor termino con las palabras del gran jurista: Maestro de Maestros, el Dr. Reynaldo Galindo Pohl, que en su discurso de inauguración de la Asamblea Nacional Constituyente para la Constitución de 1950, refiriéndose a la Constitución de 1886, entre otras cosas, dijo: “”””Hay mucho que destruir; pero hay que destruir lo que ya no tiene savia para la vida. Y hay que ayudar a lo que nace, a lo que está en gestación. Digamos el responso a lo que se va, con respeto, con el sentido de una nación que la forman los que dejaron la vida ofrendándonos la permanencia objetiva de su pensamiento, y los que hoy se afanan en construir. Se requiere firmeza para enterrar aquello que es objeto de cariño pero que ha terminado su misión histórica””””.
Adiós al PRESIDENCIALISMO. Comencemos a decirle adiós a la Constitución de 1983.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario