Edgar Borges (Desde España. Especial para ARGENPRESS CULTUAL)
¿Por qué en paralelo al discurso de la crisis la mega industria de las telecomunicaciones continúa avanzando? Ya desde 2008, cuando se comienza a hablar con insistencia de la crisis financiera, se percibía el objetivo de instalar el discurso de la crisis. ¿Tiene lógica que siendo los jerarcas de la estructura económica los dueños de las cadenas globales de información sea a través de sus medios donde segundo a segundo se repita el discurso de la crisis? ¿Son estos señores tan demócratas como para dejar que la información fluya libre y saludable? Y si asumimos que el discurso de la crisis es dirigido, ¿qué ganan los jefes de la maquinaria con semejante tortura informativa? Y, por otra parte, ¿por qué en paralelo al discurso de la crisis la mega industria de las telecomunicaciones continúa avanzando?
El anterior párrafo tenía (tiempo pasado) algo de absurdo. No obstante, hoy (en este segundo), lo absurdo ha sido devorado por la normalidad. El capitalismo (en su mutación) está ganando una batalla (decisiva) en un territorio ignorado por sus contrarios: el espacio-tiempo. Te secuestran la memoria y te roban el espacio, tu espacio. Te construyen una “realidad” absoluta y difícil (insoportablemente inhumana). Hoy la ficción ha pasado a ser subversiva, los terroristas del futuro podrían ser los ficcionistas. (Prohibido soñar con la luna mi querido Julio Verne, pues ya ni se permite soñar con la tierra. Adiós a Víctor Hugo y sus “miserables”. Si alguien se parece a Dalí es mejor que se esconda. Saludos a mi loco Armando Reverón en Venezuela). Nada ha sido casual, desde los años 80 del siglo XX se aceleró el argumento de un viejo guión diseñado para controlar, de una vez por todas, los recursos del planeta (y más allá). La velocidad de la luz sigue siendo la misma, pero los maquinistas del engranaje social aumentan la velocidad de la película y los actores (que no son protagonistas), en plena agonía del “sálvese quien pueda”, repiten y repiten que “el día ya no tiene veinticuatro horas”. (A cada segundo me cambian el formato; hoy, a las 12 de la medianoche, me parece viejo el “invento” de mañana). La música del noticiero golpea y golpea, el presentador anuncia con sonrisa de “campaña publicitaria” el drama que la reportera cuenta (y sentencia). Hay crisis, se asegura muchas veces en un mismo informativo. Difícil será que al final del programa el espectador sepa si quien lo dijo más duro fue el periodista, el político o el empresario. La doña que fue asaltada por el micrófono de la tele sólo tuvo tiempo de responder lo mismo: hay crisis. (Que alguien pare la rueda, por favor).
Las realidades, como los discursos, se construyen. Esto parece obvio; no obstante, ya sabemos que lo obvio fácilmente se olvida. Antes, quizá, no había crisis. Hoy, seguro, hay crisis. Los recursos del planeta, por mucho que la salvajada capitalista los haya saqueado, aún están ahí, en armonía con el cosmos. (Esperando existir en equilibrio con nosotros). Pero ocurre que el discurso de la crisis paraliza (y destruye) voluntades. Sería complejo cuantificar qué aumenta más en tiempos de crisis entre la destrucción de voluntades y las cuentas de los dueños de la maquinaria. (Aunque sabemos que lo primero siempre lleva a lo segundo). La diferencia de esta nueva crisis es que llegó para quedarse; ya no se habla del año de salida, ahora se habla de períodos de crisis. Si antes los Apocalipsis eran esporádicos, ahora son continuos. (¿Qué nueva clase política será capaz de olfatearle la estrategia a la bestia hambrienta?). Y en el tic tac de las noticias los expertos pretenden contar los por qué y los cuándo de la crisis, pero, como si se tratara de un problema extraterrestre, nadie habla de otra solución que no signifique sacrificar la dignidad de las personas. La lucha por la comida, en pleno siglo XXI, se impone. Prohibido pensar en más, pues no hay sueño que estómago hambriento justifique. Pero sigue y sigue creciendo la mega industria de las telecomunicaciones. ¿Quién piensa en los recursos de la tierra, su tierra, mientras el tic tac de la información adormece sus derechos? (Hay crisis, tu crisis. Hay que hacer grandes sacrificios por el bien de todos. Tú, él, ellos.). El subsidio con el que ayer domesticaron tu voluntad, hoy te lo cobran con altos intereses. (Al deseo antes le llamaban utopía, hoy le dicen pesadilla. Todo tiempo presente te lo hacen futuro. Y se te escapa el hoy, tu hoy; la angustia quiebra la memoria). “Amigos, quiero tener cinco mil amigos en Facebook”; “esta noche te diré cuánto te quiero gracias a los ciento cuarenta caracteres de Twistter”; “Google, Amazon, ¿en cuál librería digital me compraré mi primer e-book en spanish?”; “¿Apple o no Apple?”. “Del banco a la agencia de viajes; del cursillo para operador telemático a la oficina de impuestos y del café al kiosco (mil quinientos cincuenta periódicos y setecientas treinta y nueve revistas en una tableta. Y un titular: hay crisis). El mundo al alcance de tus 24 horas fallidas de antes sólo es posible en la versión virtual (la de ellos, con copyright incluido). En la calle hay crisis, contaminación y muchos vagabundos”. (Tus vagabundos). Te cambian las palabras y te alteran la lógica (cooperación por invasión; rebeldes por mercenarios; mercados por capital; democracia por secuestro; tolerancia por "odio apaciguado"). Pero, aunque no quieras saberlo, los millones que batallan en la calle, son (tus) nuestros vagabundos.
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