José M. Tojeira
La actividad del nuevo Ministro de Justicia y Seguridad ha tenido una amplia cobertura mediática. En algunos aspectos se ha ganado simpatías por su presencia en lugares en los que la violencia ha sido extrema. Pero este comienzo, que quiere dar buena imagen, ha quedado ensombrecido por las declaraciones de un comisionado. En efecto, en el despliegue de fuerza realizado en Panchimalco, el comisionado Ramírez Landaverde se ha lanzado a hablar no como un Policía Nacional Civil, sino como un militar de la vieja escuela. “El que dispara a un policía muere” fue la frase con la que inauguró la presencia del operativo de la PNC en la zona. Y el Ministro de Justicia y Seguridad, que entra insistiendo en que quiere ganarse la confianza de la ciudadanía, y con la propaganda de hombre preparado para labores policiales, ha respaldado indirectamente la frase de Ramírez Landaverde aludiendo al derecho de legítima defensa de los policías. Peligroso. Ese tipo de “ojo por ojo, diente por diente” fue la base en el pasado para instaurar la “ley de fuga”, tan bárbara y criminal.
En efecto, decir públicamente que “el que dispara a un policía muere” es en extremo peligroso para el accionar policial democrático. Y dicho en Panchimalco además, implica una especie de desprecio hacia la vida de los pobres. Tan valiente contra los pobres, ¿sería capaz de decir el comisionado Landaverde que al diputado Merino había que matarlo por haber disparado contra una policía? Por supuesto que no lo diría porque eso no se puede ni se debe decir en un país democrático. Pero lo ha dicho en Panchimalco. La policía está para contener el crimen y no para aplicar la justicia del “ojo por ojo y diente por diente”, ya en sí bastante bárbara y por supuesto totalmente desechada por cualquier justicia de países democráticos. ¿Hay que matar automáticamente a cualquier persona que dispare contra un policía aunque no acierte con el tiro y su pistola quede ya descargada? Es evidente que el policía tiene derecho a defenderse. Pero su obligación es defenderse con el mínimo de daño posible al ciudadano y no con la búsqueda de la eliminación rápida del enemigo. Por eso la frasecita del comisionado Landaverde es inaceptable en una policía democrática.
Y el ministro de Justicia y Seguridad debía regañar públicamente al tal comisionado por esa frase, en vez de hablar de un derecho de defensa que no da derecho a matar ni si quiera cuando un delincuente mate a un policía. Se puede matar en defensa propia, es cierto. Pero exclusivamente cuando es el único medio de salvar la vida de quien es agredido, sea o no policía. Si a la persona se la puede desarmar después de haber disparado no es necesario matarla. Hay que detenerla y llevarla a juicio. Y eso lo debe saber cualquier policía.
Que un comisionado hable de esta manera es una pésima señal. Y quienes defienden que el nombramiento de Munguía Payés no significa una militarización de la PNC deberían ser los primeros en reaccionar contra este tipo de frases cuando las dice un policía. Es una frase intolerable en un Jefe Policial, porque puede interpretarse fácilmente como una orden de disparar a matar a cualquiera que vean armado y en actitud de disparar. Y suponemos que esa no es la orden que está dando el Ministro. Aunque sus vagas palabras sobre la legítima defensa dejan demasiadas dudas sobre si el propio Ministro está claro del papel de la policía a la hora de contener el crimen. En ese sentido el comisionado debería pedir públicamente excusas por ese exabrupto y el general de la reserva, Munguía Payés, debería llamarle la atención y desmarcarse de ese modo de hablar. El actual Ministro, como los anteriores, es primero ministro de Justicia y luego de Seguridad, según explicó en su momento el Presidente Funes. Eso quiere decir que los valores de la justicia son la base de la seguridad. Y que la seguridad basada en la bravuconada y la amenaza no tienen lugar entre nosotros. Si no se dan las disculpas del caso será difícil convencer a la ciudadanía de que no vamos hacia una política exclusiva de mano dura y militarización de la policía.
Cuando se habla de esta manera no faltan quienes dicen que con este tipo de discurso se está defendiendo al delincuente. Sin embargo en un país donde no hay pena de muerte no se puede amenazar con matar, ni siquiera a quienes disparen contra un policía. Es evidente que al delincuente hay que perseguirlo, juzgarlo y encarcelarlo. Pero también es evidente que se deben retirar las armas de la calle y dejar la portación de las mismas en manos de la PNC y sus posibles cuerpos auxiliares (como por ejemplo si se le dieran más funciones al CAM, siempre dirigidos y supervisado por la PNC en lo que respecta a labores de seguridad y desarme). La prevención, eliminando armas de la calle y suprimiendo activamente portaciones de armamento, es más eficaz que liarnos a ver quién tira mejor a matar.
Es cierto que hay gente que ante la violencia quiere sangre. Y más entre nosotros que tenemos una larga historia de resolver los conflictos por la fuerza y prescindir de las instituciones. Aunque la mano dura le pueda resultar atractiva a la gente que ya está harta de la violencia, la cultura del ojo por ojo y diente por diente lleva siempre a una espiral de violencia. Lo que hay que cambiar es este tipo de estado ineficiente, y en muchos aspectos fallido, incapaz de construir la seguridad ciudadana sobre la justicia, las instituciones eficientes y el desarrollo. Prevenir el delito, investigarlo, reformar los muy poco operantes Sistema Judicial y Fiscalía, mejorar la investigación del delito y fortalecer la Inspectoría de la PNC trasladándola al Ministerio de Justicia y Seguridad es más importante que ese tipo de baladronadas machistas. Todavía está por ver cuánto sabe y puede hacer el nuevo Ministro en el tema de Justicia y Seguridad. Pero sí sabemos que fue un militar decente que prohibió en la Academia Militar los abusos que los cadetes de segundo y tercer año cometían contra los de nuevo ingreso. Ya que al menos hay la seguridad que sabe de disciplina, bueno sería que ponga firme a ese comisionado y le prohíba darle a la PNC un aire militaroide con ese lenguaje de pistolero.
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