IV
LA ENEIDA
Los romanos eran al principio un pueblo de guerreros que no tenian preocupaciones artisticas.
Pero a raiz de la conquista de Grecia se produjo entre ellos un proceso de helenización fulminante.
Los emigrados politicos que abandonaron su patria y se trasladaron a la peninsula central del Mediterráneo fueron magnificamente recibidos, tanto que hubo latinos que protestaron y hasta se dieron leyes contra la influncia helénica.
Todo fué inútil. Los jóvenes, las matronas más distinguidas, los propios senadores, paraban en las calles a los griegos y les pedian como un gran regalo que les dirigiesen la palabra. Y Catón, el más indignado contra la influncia extraña acabó por aprender el griego.
Surgió asi una literatura latina brillante y potente, elegante y sabia.
Entre la primera y la terceraa guerras púnicas, Roma cuenta con Livio Andrónico, Nevio, el trágico, canta la victoria y la ruina del enemigo y comparte la gloria del caudillo victorioso.
Los Escévola dan gloria al derecho, y surgen figuras como la de Cicerón, el principe de las letras latinas, la de Syla (que escribió 22 libros de memorias), o la de LúXXX que echaba a suertes si escribir en latin o en griego, en verso o en prosa.
En el reinado de Augusto se llega a la más alta expresión de este florecimiento y Virgilio es su simbolo más conocido, más que Horacio el de la bella dicción y las vivas y áticas expresiones, más que el sensual Ovidio y más que Tito Livio, el maestro insigne de la prosa de colorido y de profundidades analiticas, a la que alguien comparó con un rio de leche fresca que manara siempre.
Publio Virgilio Marón es el poeta nacional latino porque canta el origen glorioso de las gentes romanas y su paso por la tierra tiene consecuencias incalculables en la literatura universal porque es a través de él como el Occidente conoce las epopeyas helénicas.
Virgilio nació en Mantua en el siglo anterior al nacimiento de Cristo, el año 684 de Roma. Y murió a los cincuenta y un años habiendo dedicado 15 a escribir sus poemas inmortales: las Bucólicas, las Geórgicas y la Eneida. Cuando la muerte le sorprendió, aun no habia acabado ni corregido el manuscrito de esta última y ordenó en su testamento que se quemase, pero Augusto, que cumplió fielmente todos sus otros encargos, desobedeció, por fortuna (como era natural) éste y, por el contrario, ordenó que no se tocase ni una coma en el original por su autor condenado y asi se publicó, sin la menor modificación, de lo que se ocuparon, por imperial encargo, Tucca y Vario.
Aunque hay quien sostiene que las Geórgicas son más perfectas, la Eneida es más conocida e históricamente más trascendental.
Es el elogio del divino origen del imperio romano; la explicación de la nobleza ancestral de los Césares y no desmerece (al menos vista por un latino que desconoce el griego) junto a la Iliada y la Odisea, de las que (mil años después) es una continuación y un eco digno y magnifico.
Fué al año siguiente al de la batalla de Accio (en la que Octavio dilató por cuatro siglos más la hegemonia de Roma) cuando virgilio comenzó a escribir La Eneida.
El Emperador se impacientaba por verla terminada y desde el primer momento su triunfo fué clamoroso y creciente.
Hubo quien le acusó de ser solo un vate asalariado del imperio pero su gloria creció pronto y acabó todas las criticas.
Sus versos llegaron a ser considerados como oráculos y la edad media lo tuvo casi por un mago. Occidente conoció a Grecia a través de él. La cristiandad lo aclamó porque en la Egloga cuarta anunció el advenimiento de Cristo y, en largas épocas del mundo, si Aristóteles representó toda la sabiduria, Virgilio representó representó toda la poesia de la tierra. Y está alli, discutido pero inmortal, soberanamente artista en la encrusijada del mundo antiguo y el cristiano.
El Renacimiento lo aclamó también. Juan Luis Vives (representante del sentir medio de los renacentistas) ha dicho de Virgilio que "pugna muy esforzadamente con Homero y ya queda por debajo en majestad y excelencia, ya rivaliza con parejo vigor e iguala los versos griegos con los suyos latinos, sobrepasándole a veces y venciendo la gravedad romana a las gracias griegas y el arte moderno a las rusticidad antigua".
Los hombres del Renacimiento suponian falsamente que la epopeya griega era una creación primitiva y la Eneida una meta en la evolución de una misma cosa.
Los románticos alemanes pensaban que la epopeya griega era una creación del pueblo y la Eneida un fruto libresco de escritor.
Maria Rosa Lida ha dicho muy certeramente que hay que rechazar los paralelismos entre obras singulares e incomparables.
La Eneida representa un ideal de belleza nuevo, de un momento distinto del mundo mediterráneo y Virgilio no es sino el primero de aquellos homéridas de los que Goethe queria ser "siquiera el último".
De la Eneida se han hecho muchas ediciones y traducciones.
La mayoria de las españolas son inservibles.
No se puede convertir fielmente un poema latino en octavas reales castellanas (como hicieron Gregorio Hernández Velasco o Miguel Antonio Caro) sin mengua de la felicidad y sin una exuberante floración de ripios.
Muy popular y conocida es la edición Losada del texto de Eugenio de Ochoa, traductor del siglo pasado pero de pleno sentido moderno.
Valiéndonos de ella vamos a tratar de dar una sintesis de este libro magnifico que es fundamental para toda cultura.
El poeta anuncia que va a cantar los combates y el héroe cuyos descendientes fundaron Roma.
"Yo, aquél que, en otro tiempo, modulé cantares al son de leve avena y, dejando luego las selvas, obligué a los vecinos campos a que obedeciesen al labrador, obra grata a los agricultores, ahora canto las terribles armas de Marte y el varón que huyendo de las riberas de Troya por el rigor de los hados pisó el primero la Italia y las costas lavinias. Largo tiempo anduvo errante por tierra y por mar, arrastrado a impulso de los dioses por el furor de la rencorosa Juno. Mucho padeció en la guerra antes de que lograse edificar la gran ciudad y llevar sus dioses al Lacio, de donde vienen el linaje latino, los senadores albanos y las murallas de la soberbia Roma."
El varón heroico realizó todas sus hazañas perseguido por la versión de Juno. El poeta se extraña del odio de la divinidad y la recrimina.
"Musa: recuérdame por qué causas, dime por cuál númen agraviado, por cuál ofensa, la reina de los dioses impulsó a un varón insigne por su piedad a arrostrar tantas aventuras, a pasar tantos afanes."
Y explica los origenes de ese rencor.
"Hubo una ciudad antigua, opulenta y bravisima: Cartago; suprema en el arte de guerrear. Es fama que Juno habitaba con preferencia de todas la demás. Alli tenia sus armas y su carro y ya de antiguo revolvia en su mente el propósito y la esperanza de que llegase a ser señora de todas las gentes, si lo consintieran los hados; pero habia oido que del linaje de los troyanos procederia una raza que andando el tiempo habia de derribar aquellas fortalezas y que de ella naceria un pueblo dominador del mundo, soberbio en la guerra y destinado a exterminar la Libia: asi lo tenian hilado las Parcas.
Y exasperada apartaba a gran trecho del Lacio a los troyanos, reliquias de los griegos y del cruel Aquiles y asi, a impulsos de los hados andaban hacia muchos años errantes por todos los mares ¡tan árdua empresa era fundar el romano linaje!"
Perseguido por esa aversión de Juno. llega Enéas a las costas del Africa, donde la Reina Dido (que, desterrada de Tiro, se apresuró a construir las murallas de Cartago), lo recibe con benevolencia y le ruega le refiera las desgracias de Troya y los males que él mismo ha debido sufrir navegando por los mares durante siete años.
"Callaron todos, puestos a escuchar con profunda atención, y en seguida el gran caudillo Eneas habló asi, desde su alto lecho: "Mándasme, ¡oh reina! que renueve inefables dolores, refiriendote como los dánaos asolaran la grandeza troyana y aquél miserando reino; espantosa catástrofe que yo presencié y en que fui gran parte. ¿Quién, al narrar tales desgracias podria refrenar el llanto, ni aún cuando fuera uno de los Mirmidones, o de los Dólopes, o soldado del duro Ulises?
Mas si tanto deseo tienes de saber nuestras tristes aventuras y de oir brevemente el supremo trance de Troya, aunque el ánimo se horroriza a su solo recuerdo y retrocede espantado, empezaré".
Y entonces cuenta la huida que simularon los griegos, abandonando un caballo de madera que habian construido, y como los troyanos, obsecados, lo introdujeron en la ciudad, y resultó que el caballo estaba lleno de enemigos, y éstos abrieron a sus compañeros las puertas de Troya.
"Quebrantados por la guerra y contrariados por el destino en tantos años ya pasados, los caudillos de los griegos construyeron, por arte divino de Palas, un caballo tamaño como un monte, cuyos costados forman con tablas de abeto bien ajustadas y haciendo correr la voz de que aquello es un voto para obtener feliz regreso, consiguen que asi se crea. Alli en aquellos temerosos senos, ocultan con gran sigilo la flor de los guerreros, designados al efecto por la suerte y en momentos llenan de gentes armada las hondas cavidades y el vientre todo de la grán máquina."
A continuación, refiere el héroe la terrible acción de ésta que fué sin duda la Quinta Columna de la historia y como saliendo del caballo estos invasores lanzáronse al combate en medio de las tinieblas de la noche, y como asesinaron a Priamo, y el mismo Enéas hubo de alejarse de la ciudad incendiada y vencida.
"Después que plugo a los dioses derruir el imperio de Asia, y abrumar a la raza de Priamo con una desgracia inmerecida; luego que cayó la soberbia Ilion, y toda Troya (la ciudad de Neptuno) quedó reducida a humeantes pavesas decidimonos, por los agüeros, a buscar diversos destierros y regiones desiertas y abandonando, llorando, las costas y los puertos de la patria y los campos donde fué Troya, surqué el hondo mar con mis compañeros, mi hijo, mis penates y nuestros grandes dioses."
Anduvieron errantes y abordaron Creta de donde fueron alejados por la peste. Después llegaron a las costas de las Islas Estrófades, en donde conocieron a las Harpias, que capitaneaba la cruel Celéne.
"Jamás salieron de las aguas estigias, suscitados por la cólera de los dioses, monstruos más tristes ni pestes más repugnante que éstos que tienen cuerpo de pájaro con cara de virgen , expelen un fetidisimo excremento, tienen manos agudas como garras y llevan siempre el rostro descolorido por el hambre y un gran plumaje impenetrable que les preserva de toda herida."
Bajo los malos augurios de estas Harpias (que les anunciaron desgracias innumerables antes de que llegasen a fundar Roma) abordaron el Epiro y tuvieron que huir alli de los Ciclopes feroces y de Poliféma, el monstruo colosal, al que Ulises habia cegado, y que llevaba en la mano, como bastón, un pino sin ramas, y se lavaba su ojo herido en el agua del mar, que le llegaba apenas a la cintura aunque estaba ya en alta mar, muy lejos de la costa.
Esquivaron los escollos de Scila y Caribdis, y después de que todo esto hubo referido calló, por fin, dando punto a su historia.
"En tanto la Reina, presa hacia tiempo de grave cuidado, abrigaba en sus venas herida de amor y se consumia en oculto fuego. Continuamente revolvia en su ánimo el alto valor del héroe y el lustre de su linaje; clavadas llevaba en el pecho su imagen, sus palabras y el afán no le consentia dar a sus miembros sueño apacible."
Pero Júpiter envió a Mercurio para ordenar a Enéas que se fuese y aunque la reina lo quiso retener, se marchó, al fin, una noche de luna y la reina se mató, dándose candela en una hoguera encendida en el patio de su palacio.
Pasaron por Sicilia y llegaron a Italia. Lá Sibila de Cumas les dió instrucciones, y descendió Enéas al infierno con ella, y pudo asi describir --(como todos los grandes épicos)-- el Tártaro y los Campos Eliseos.
Ya están en desembocadura del Tiber. Se acerca el momento de la fundación de Roma, y envian emisarios al Rey Latino pidiéndole la mano de su hija Lavinia, pero el rencor de Juno no cede, y les sigue suscitando obstáculos y dificultades, y estalla la guerra de latinos y troyanos.
Turno, el rey de los rútulos, la dirige por parte de los indigenas y el Tiber (que se aparece en sueños a Enéas) le aconseja aliarse con el arcadio Evandro, que lo acoge bien, en plenas fiestas por el triunfo de Hércules sobre Caco.
Enéas (a quien Venus a dado armas invencibles forjadas por Vulcano) se va en busca del enemigo con el hijo de su aliado Evandro, el valeroso Pálade.
Entre tanto, los hombres de Enéas, sitiados por los rútulos, agonizan. Salen mensajeros heroicos a advertir al caudillo lejano pero mueren sin lograr atravesar las lineas, y muere también Pálade, en combate singular con Turno, el caudillo indigena.
Hay una tregua, para enterrar a los muertos, en la que suena la desesperación de Evandro, el padre de Pálade y, al cabo, Turno y Enéas deciden acabar la guerra por un duelo singular. comprometiendose solmnemente a aceptar el resultado de individual contienda como fin de la guerra de todos.
Yuturna, la hermana de Turno (movida por Juno), quiere agriar los ánimos y se entabla antes de tiempo y fuera del pacto una lucha general en la que Enéas es herido pero Venus lo cura instantáneamente y al cabo ocurre el singular combate.
"Y el caudillo hizo retumbar con son horrendo sus armas, rebosando alborozo, tan grande y majestuoso como el mismo padre Apenino cuando bate el viento sus relucientes encinas y levanta al firmamento, ufano, su nevada cumbre...
Rútulos y troyanos y los italos todos vuelven sus ojos al lugar del combate, lo mismo los que guarnecian los adarves que los que estaban batiendo con el ariete el pie de los muros; todos desciñen de sus hombros las armas; el mismo rey latino contempla suspenso a aquellos dos grandes guerreros, nacidos en diversas partes del orbe, prestos a cruzar el acero en fiera lid.
Tan luego como vieron el campo libre, arrójandose de lejos sus lanzas y se arremeten con impetuosa carrera, chocándose escudo contra escudo, hierro contra hierro. Gime la tierra. Martilléandose uno al otro con las espadas. Vense alli, en su más alto punto unidos, valor y fortuna...
Cual en la dilatada selva de Sila o en la cima del Taburno, cuando se topan en furiosa pelea dos toros, retirandose los vaqueros medrosos y quédase inmóvil, muda de espanto, toda la torada, y dudan las novillas cuál quedará por dominador del bosque, a cuál habrá de seguir toda la manada; ellos, en tanto, con brioso empuje, se acribillan de heridas, se traban de los cuernos y uno a otro se bañan con arroyos de sangre cuellos y brazos, y el bosque entero retumba con sus mugidos, que repiten los ecos, no de otra suerte chocan con sus escudos el troyano Enéas y el heroico hijo de Dauno.
Crece la angustia de ambos ejércitos y en el Olimpo discuten Júpiter y Juno lo que abajo está pasando.
"Bien sabes tú, esposa, dice Júpiter a Juno, que Enéas ha de subir al Olimpo y que los dioses le reservan una asiento encima de las estrellas.
¿Qué tramas pues, aún? !Desiste ya de tu empeño! Hasta ahora pudiste acosar por tierras y mares a los troyanos, encender esta guerra impia, deshonrar la casa real de Latino y ensangrentar las preparadas bodas, pero te prohibo nuevos intentos!"
Juno cede pero con un último capricho femenino. "Una sola cosa, que no está subordinada a ley alguna de Hado, te suplico... Que cuando un feliz enlace venga a justar las paces, y cuando ya se hayan unido ambos pueblos por leyes y pactos comunes , no exijas que truequen su antiguo nombre los latinos, hijos de este suelo, ni se tengan que tornar troyanos, ni tampoco que muden lengua y traje. Subsista el Lacio, subsistan siglos y siglos los reyes albanos, se poderoso el linaje romano por el valos de los italos. Troya pereció. Permite que con ella perezca sun nombre!"
Júpiter, magnánimo y sonriente, accedió.
"!Eres como yo hija de Saturno y tales torrentes de ira revuelves en pecho! !Aplaca tu furor y sea como quieres! Los ausonios conservarán la lengua y las costumbres de sus padres y el nombre que llevan; los teucros no harán sino embeberse en ese gran cuerpo de nación; añdiré a su religión algunos de los ritos troyanos y formaré de todos ellos un solo pueblo que se llamará latino. La descendencia que de él nazca verás que exede en piedad aún a los dioses y ningún linaje celebrará con más pompa tus honores!"
Mientras arriba los dioses llegaban a un acuerdo, abajo los héroes seguian hacia su destino dispar. Enéas vencia. Turno iba sucumbir.
Estaba herido y, humilde y suplicante, tendia a Enéas las manos desarmadas. Y ya las palabras del vencido empezaban a ablandarle.
Pero se ofreció a su vista en el pecho del caido, el infausto talabarte del mancebo Palante, a quien Turno diera muerte después de haberle vencido y cuyos ricos despojos llevaba aun pendientes de los hombros.
Y no bien Enéas los hubo devorado con su vista, ocasión para él de acerbo dolor, inflamado por las Furias y terrible en su cólera exclamó: "¿De esparte me hablas cuando te veo vestido con los despojos de los mios? !Palante! !Palante! es quien te inmola con esta herida y con tu sangre criminal toma venganza!
Y, esto diciendo, hundióle, ciego de ira, la espada en el pecho; un frio de muerte desató los miembros de Turno e, indignado, huyó su espiritu, lanzando un gemido, a la región de las sombras." Asi acaba el libro magnifico que --quizá-- hubiera acabado aún mejor de un modo más sobrecogedoramente humano con el verso del libro doce en que Virgilio, al cantar la muerte de Podalirio a manos del pastor Also, grabó en letras de oro uno de los más bellos epitafios que haya podido concebir la poesia para un héroe;
"Un duro reposo y un sueño de hierro abruma sus ojos que se cierran para eterna noche"...
LA ENEIDA
Los romanos eran al principio un pueblo de guerreros que no tenian preocupaciones artisticas.
Pero a raiz de la conquista de Grecia se produjo entre ellos un proceso de helenización fulminante.
Los emigrados politicos que abandonaron su patria y se trasladaron a la peninsula central del Mediterráneo fueron magnificamente recibidos, tanto que hubo latinos que protestaron y hasta se dieron leyes contra la influncia helénica.
Todo fué inútil. Los jóvenes, las matronas más distinguidas, los propios senadores, paraban en las calles a los griegos y les pedian como un gran regalo que les dirigiesen la palabra. Y Catón, el más indignado contra la influncia extraña acabó por aprender el griego.
Surgió asi una literatura latina brillante y potente, elegante y sabia.
Entre la primera y la terceraa guerras púnicas, Roma cuenta con Livio Andrónico, Nevio, el trágico, canta la victoria y la ruina del enemigo y comparte la gloria del caudillo victorioso.
Los Escévola dan gloria al derecho, y surgen figuras como la de Cicerón, el principe de las letras latinas, la de Syla (que escribió 22 libros de memorias), o la de LúXXX que echaba a suertes si escribir en latin o en griego, en verso o en prosa.
En el reinado de Augusto se llega a la más alta expresión de este florecimiento y Virgilio es su simbolo más conocido, más que Horacio el de la bella dicción y las vivas y áticas expresiones, más que el sensual Ovidio y más que Tito Livio, el maestro insigne de la prosa de colorido y de profundidades analiticas, a la que alguien comparó con un rio de leche fresca que manara siempre.
Publio Virgilio Marón es el poeta nacional latino porque canta el origen glorioso de las gentes romanas y su paso por la tierra tiene consecuencias incalculables en la literatura universal porque es a través de él como el Occidente conoce las epopeyas helénicas.
Virgilio nació en Mantua en el siglo anterior al nacimiento de Cristo, el año 684 de Roma. Y murió a los cincuenta y un años habiendo dedicado 15 a escribir sus poemas inmortales: las Bucólicas, las Geórgicas y la Eneida. Cuando la muerte le sorprendió, aun no habia acabado ni corregido el manuscrito de esta última y ordenó en su testamento que se quemase, pero Augusto, que cumplió fielmente todos sus otros encargos, desobedeció, por fortuna (como era natural) éste y, por el contrario, ordenó que no se tocase ni una coma en el original por su autor condenado y asi se publicó, sin la menor modificación, de lo que se ocuparon, por imperial encargo, Tucca y Vario.
Aunque hay quien sostiene que las Geórgicas son más perfectas, la Eneida es más conocida e históricamente más trascendental.
Es el elogio del divino origen del imperio romano; la explicación de la nobleza ancestral de los Césares y no desmerece (al menos vista por un latino que desconoce el griego) junto a la Iliada y la Odisea, de las que (mil años después) es una continuación y un eco digno y magnifico.
Fué al año siguiente al de la batalla de Accio (en la que Octavio dilató por cuatro siglos más la hegemonia de Roma) cuando virgilio comenzó a escribir La Eneida.
El Emperador se impacientaba por verla terminada y desde el primer momento su triunfo fué clamoroso y creciente.
Hubo quien le acusó de ser solo un vate asalariado del imperio pero su gloria creció pronto y acabó todas las criticas.
Sus versos llegaron a ser considerados como oráculos y la edad media lo tuvo casi por un mago. Occidente conoció a Grecia a través de él. La cristiandad lo aclamó porque en la Egloga cuarta anunció el advenimiento de Cristo y, en largas épocas del mundo, si Aristóteles representó toda la sabiduria, Virgilio representó representó toda la poesia de la tierra. Y está alli, discutido pero inmortal, soberanamente artista en la encrusijada del mundo antiguo y el cristiano.
El Renacimiento lo aclamó también. Juan Luis Vives (representante del sentir medio de los renacentistas) ha dicho de Virgilio que "pugna muy esforzadamente con Homero y ya queda por debajo en majestad y excelencia, ya rivaliza con parejo vigor e iguala los versos griegos con los suyos latinos, sobrepasándole a veces y venciendo la gravedad romana a las gracias griegas y el arte moderno a las rusticidad antigua".
Los hombres del Renacimiento suponian falsamente que la epopeya griega era una creación primitiva y la Eneida una meta en la evolución de una misma cosa.
Los románticos alemanes pensaban que la epopeya griega era una creación del pueblo y la Eneida un fruto libresco de escritor.
Maria Rosa Lida ha dicho muy certeramente que hay que rechazar los paralelismos entre obras singulares e incomparables.
La Eneida representa un ideal de belleza nuevo, de un momento distinto del mundo mediterráneo y Virgilio no es sino el primero de aquellos homéridas de los que Goethe queria ser "siquiera el último".
De la Eneida se han hecho muchas ediciones y traducciones.
La mayoria de las españolas son inservibles.
No se puede convertir fielmente un poema latino en octavas reales castellanas (como hicieron Gregorio Hernández Velasco o Miguel Antonio Caro) sin mengua de la felicidad y sin una exuberante floración de ripios.
Muy popular y conocida es la edición Losada del texto de Eugenio de Ochoa, traductor del siglo pasado pero de pleno sentido moderno.
Valiéndonos de ella vamos a tratar de dar una sintesis de este libro magnifico que es fundamental para toda cultura.
El poeta anuncia que va a cantar los combates y el héroe cuyos descendientes fundaron Roma.
"Yo, aquél que, en otro tiempo, modulé cantares al son de leve avena y, dejando luego las selvas, obligué a los vecinos campos a que obedeciesen al labrador, obra grata a los agricultores, ahora canto las terribles armas de Marte y el varón que huyendo de las riberas de Troya por el rigor de los hados pisó el primero la Italia y las costas lavinias. Largo tiempo anduvo errante por tierra y por mar, arrastrado a impulso de los dioses por el furor de la rencorosa Juno. Mucho padeció en la guerra antes de que lograse edificar la gran ciudad y llevar sus dioses al Lacio, de donde vienen el linaje latino, los senadores albanos y las murallas de la soberbia Roma."
El varón heroico realizó todas sus hazañas perseguido por la versión de Juno. El poeta se extraña del odio de la divinidad y la recrimina.
"Musa: recuérdame por qué causas, dime por cuál númen agraviado, por cuál ofensa, la reina de los dioses impulsó a un varón insigne por su piedad a arrostrar tantas aventuras, a pasar tantos afanes."
Y explica los origenes de ese rencor.
"Hubo una ciudad antigua, opulenta y bravisima: Cartago; suprema en el arte de guerrear. Es fama que Juno habitaba con preferencia de todas la demás. Alli tenia sus armas y su carro y ya de antiguo revolvia en su mente el propósito y la esperanza de que llegase a ser señora de todas las gentes, si lo consintieran los hados; pero habia oido que del linaje de los troyanos procederia una raza que andando el tiempo habia de derribar aquellas fortalezas y que de ella naceria un pueblo dominador del mundo, soberbio en la guerra y destinado a exterminar la Libia: asi lo tenian hilado las Parcas.
Y exasperada apartaba a gran trecho del Lacio a los troyanos, reliquias de los griegos y del cruel Aquiles y asi, a impulsos de los hados andaban hacia muchos años errantes por todos los mares ¡tan árdua empresa era fundar el romano linaje!"
Perseguido por esa aversión de Juno. llega Enéas a las costas del Africa, donde la Reina Dido (que, desterrada de Tiro, se apresuró a construir las murallas de Cartago), lo recibe con benevolencia y le ruega le refiera las desgracias de Troya y los males que él mismo ha debido sufrir navegando por los mares durante siete años.
"Callaron todos, puestos a escuchar con profunda atención, y en seguida el gran caudillo Eneas habló asi, desde su alto lecho: "Mándasme, ¡oh reina! que renueve inefables dolores, refiriendote como los dánaos asolaran la grandeza troyana y aquél miserando reino; espantosa catástrofe que yo presencié y en que fui gran parte. ¿Quién, al narrar tales desgracias podria refrenar el llanto, ni aún cuando fuera uno de los Mirmidones, o de los Dólopes, o soldado del duro Ulises?
Mas si tanto deseo tienes de saber nuestras tristes aventuras y de oir brevemente el supremo trance de Troya, aunque el ánimo se horroriza a su solo recuerdo y retrocede espantado, empezaré".
Y entonces cuenta la huida que simularon los griegos, abandonando un caballo de madera que habian construido, y como los troyanos, obsecados, lo introdujeron en la ciudad, y resultó que el caballo estaba lleno de enemigos, y éstos abrieron a sus compañeros las puertas de Troya.
"Quebrantados por la guerra y contrariados por el destino en tantos años ya pasados, los caudillos de los griegos construyeron, por arte divino de Palas, un caballo tamaño como un monte, cuyos costados forman con tablas de abeto bien ajustadas y haciendo correr la voz de que aquello es un voto para obtener feliz regreso, consiguen que asi se crea. Alli en aquellos temerosos senos, ocultan con gran sigilo la flor de los guerreros, designados al efecto por la suerte y en momentos llenan de gentes armada las hondas cavidades y el vientre todo de la grán máquina."
A continuación, refiere el héroe la terrible acción de ésta que fué sin duda la Quinta Columna de la historia y como saliendo del caballo estos invasores lanzáronse al combate en medio de las tinieblas de la noche, y como asesinaron a Priamo, y el mismo Enéas hubo de alejarse de la ciudad incendiada y vencida.
"Después que plugo a los dioses derruir el imperio de Asia, y abrumar a la raza de Priamo con una desgracia inmerecida; luego que cayó la soberbia Ilion, y toda Troya (la ciudad de Neptuno) quedó reducida a humeantes pavesas decidimonos, por los agüeros, a buscar diversos destierros y regiones desiertas y abandonando, llorando, las costas y los puertos de la patria y los campos donde fué Troya, surqué el hondo mar con mis compañeros, mi hijo, mis penates y nuestros grandes dioses."
Anduvieron errantes y abordaron Creta de donde fueron alejados por la peste. Después llegaron a las costas de las Islas Estrófades, en donde conocieron a las Harpias, que capitaneaba la cruel Celéne.
"Jamás salieron de las aguas estigias, suscitados por la cólera de los dioses, monstruos más tristes ni pestes más repugnante que éstos que tienen cuerpo de pájaro con cara de virgen , expelen un fetidisimo excremento, tienen manos agudas como garras y llevan siempre el rostro descolorido por el hambre y un gran plumaje impenetrable que les preserva de toda herida."
Bajo los malos augurios de estas Harpias (que les anunciaron desgracias innumerables antes de que llegasen a fundar Roma) abordaron el Epiro y tuvieron que huir alli de los Ciclopes feroces y de Poliféma, el monstruo colosal, al que Ulises habia cegado, y que llevaba en la mano, como bastón, un pino sin ramas, y se lavaba su ojo herido en el agua del mar, que le llegaba apenas a la cintura aunque estaba ya en alta mar, muy lejos de la costa.
Esquivaron los escollos de Scila y Caribdis, y después de que todo esto hubo referido calló, por fin, dando punto a su historia.
"En tanto la Reina, presa hacia tiempo de grave cuidado, abrigaba en sus venas herida de amor y se consumia en oculto fuego. Continuamente revolvia en su ánimo el alto valor del héroe y el lustre de su linaje; clavadas llevaba en el pecho su imagen, sus palabras y el afán no le consentia dar a sus miembros sueño apacible."
Pero Júpiter envió a Mercurio para ordenar a Enéas que se fuese y aunque la reina lo quiso retener, se marchó, al fin, una noche de luna y la reina se mató, dándose candela en una hoguera encendida en el patio de su palacio.
Pasaron por Sicilia y llegaron a Italia. Lá Sibila de Cumas les dió instrucciones, y descendió Enéas al infierno con ella, y pudo asi describir --(como todos los grandes épicos)-- el Tártaro y los Campos Eliseos.
Ya están en desembocadura del Tiber. Se acerca el momento de la fundación de Roma, y envian emisarios al Rey Latino pidiéndole la mano de su hija Lavinia, pero el rencor de Juno no cede, y les sigue suscitando obstáculos y dificultades, y estalla la guerra de latinos y troyanos.
Turno, el rey de los rútulos, la dirige por parte de los indigenas y el Tiber (que se aparece en sueños a Enéas) le aconseja aliarse con el arcadio Evandro, que lo acoge bien, en plenas fiestas por el triunfo de Hércules sobre Caco.
Enéas (a quien Venus a dado armas invencibles forjadas por Vulcano) se va en busca del enemigo con el hijo de su aliado Evandro, el valeroso Pálade.
Entre tanto, los hombres de Enéas, sitiados por los rútulos, agonizan. Salen mensajeros heroicos a advertir al caudillo lejano pero mueren sin lograr atravesar las lineas, y muere también Pálade, en combate singular con Turno, el caudillo indigena.
Hay una tregua, para enterrar a los muertos, en la que suena la desesperación de Evandro, el padre de Pálade y, al cabo, Turno y Enéas deciden acabar la guerra por un duelo singular. comprometiendose solmnemente a aceptar el resultado de individual contienda como fin de la guerra de todos.
Yuturna, la hermana de Turno (movida por Juno), quiere agriar los ánimos y se entabla antes de tiempo y fuera del pacto una lucha general en la que Enéas es herido pero Venus lo cura instantáneamente y al cabo ocurre el singular combate.
"Y el caudillo hizo retumbar con son horrendo sus armas, rebosando alborozo, tan grande y majestuoso como el mismo padre Apenino cuando bate el viento sus relucientes encinas y levanta al firmamento, ufano, su nevada cumbre...
Rútulos y troyanos y los italos todos vuelven sus ojos al lugar del combate, lo mismo los que guarnecian los adarves que los que estaban batiendo con el ariete el pie de los muros; todos desciñen de sus hombros las armas; el mismo rey latino contempla suspenso a aquellos dos grandes guerreros, nacidos en diversas partes del orbe, prestos a cruzar el acero en fiera lid.
Tan luego como vieron el campo libre, arrójandose de lejos sus lanzas y se arremeten con impetuosa carrera, chocándose escudo contra escudo, hierro contra hierro. Gime la tierra. Martilléandose uno al otro con las espadas. Vense alli, en su más alto punto unidos, valor y fortuna...
Cual en la dilatada selva de Sila o en la cima del Taburno, cuando se topan en furiosa pelea dos toros, retirandose los vaqueros medrosos y quédase inmóvil, muda de espanto, toda la torada, y dudan las novillas cuál quedará por dominador del bosque, a cuál habrá de seguir toda la manada; ellos, en tanto, con brioso empuje, se acribillan de heridas, se traban de los cuernos y uno a otro se bañan con arroyos de sangre cuellos y brazos, y el bosque entero retumba con sus mugidos, que repiten los ecos, no de otra suerte chocan con sus escudos el troyano Enéas y el heroico hijo de Dauno.
Crece la angustia de ambos ejércitos y en el Olimpo discuten Júpiter y Juno lo que abajo está pasando.
"Bien sabes tú, esposa, dice Júpiter a Juno, que Enéas ha de subir al Olimpo y que los dioses le reservan una asiento encima de las estrellas.
¿Qué tramas pues, aún? !Desiste ya de tu empeño! Hasta ahora pudiste acosar por tierras y mares a los troyanos, encender esta guerra impia, deshonrar la casa real de Latino y ensangrentar las preparadas bodas, pero te prohibo nuevos intentos!"
Juno cede pero con un último capricho femenino. "Una sola cosa, que no está subordinada a ley alguna de Hado, te suplico... Que cuando un feliz enlace venga a justar las paces, y cuando ya se hayan unido ambos pueblos por leyes y pactos comunes , no exijas que truequen su antiguo nombre los latinos, hijos de este suelo, ni se tengan que tornar troyanos, ni tampoco que muden lengua y traje. Subsista el Lacio, subsistan siglos y siglos los reyes albanos, se poderoso el linaje romano por el valos de los italos. Troya pereció. Permite que con ella perezca sun nombre!"
Júpiter, magnánimo y sonriente, accedió.
"!Eres como yo hija de Saturno y tales torrentes de ira revuelves en pecho! !Aplaca tu furor y sea como quieres! Los ausonios conservarán la lengua y las costumbres de sus padres y el nombre que llevan; los teucros no harán sino embeberse en ese gran cuerpo de nación; añdiré a su religión algunos de los ritos troyanos y formaré de todos ellos un solo pueblo que se llamará latino. La descendencia que de él nazca verás que exede en piedad aún a los dioses y ningún linaje celebrará con más pompa tus honores!"
Mientras arriba los dioses llegaban a un acuerdo, abajo los héroes seguian hacia su destino dispar. Enéas vencia. Turno iba sucumbir.
Estaba herido y, humilde y suplicante, tendia a Enéas las manos desarmadas. Y ya las palabras del vencido empezaban a ablandarle.
Pero se ofreció a su vista en el pecho del caido, el infausto talabarte del mancebo Palante, a quien Turno diera muerte después de haberle vencido y cuyos ricos despojos llevaba aun pendientes de los hombros.
Y no bien Enéas los hubo devorado con su vista, ocasión para él de acerbo dolor, inflamado por las Furias y terrible en su cólera exclamó: "¿De esparte me hablas cuando te veo vestido con los despojos de los mios? !Palante! !Palante! es quien te inmola con esta herida y con tu sangre criminal toma venganza!
Y, esto diciendo, hundióle, ciego de ira, la espada en el pecho; un frio de muerte desató los miembros de Turno e, indignado, huyó su espiritu, lanzando un gemido, a la región de las sombras." Asi acaba el libro magnifico que --quizá-- hubiera acabado aún mejor de un modo más sobrecogedoramente humano con el verso del libro doce en que Virgilio, al cantar la muerte de Podalirio a manos del pastor Also, grabó en letras de oro uno de los más bellos epitafios que haya podido concebir la poesia para un héroe;
"Un duro reposo y un sueño de hierro abruma sus ojos que se cierran para eterna noche"...
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