Alejandro Teitelbaum (especial para ARGENPRESS.info)
Será
una versión resumida, reestructurada y actualizada de mi libro
publicado en Argentina en 2003 con el título El papel de las sociedades
transnacionales en el mundo contemporáneo, (edición de la Asociación
Americana de Juristas), y que fue objeto de otras dos ediciones
ampliadas y actualizadas publicadas en Colombia en 2007 (Al margen de la
ley. Sociedades transnacionales y derechos humanos, edición de la
Corporación Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, del Instituto
Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos y del Observatorio
Social de Empresas Transnacionales) y en España en 2010 (La armadura del
capitalismo. El poder de las transnacionales en el mundo contemporáneo,
Editorial Icaria, con el auspicio de las Asociaciones Paz con Dignidad y
el Observatorio de Multinacionales en América Latina)
Estudiar
el funcionamiento del capitalismo, como cualquier otro estudio de un
fenómeno social, exige una teoría, un instrumento epistemológico o
método de conocimiento adecuado que permita examinar los hechos a fin de
poder abstraer de los mismos sus rasgos esenciales, sus regularidades,
hasta lograr reconstruir en el pensamiento esas “múltiples
determinaciones” en una unidad , en “lo concreto pensado”, como lo llamó
Marx. Ese es un proceso permanente, pues ese “concreto pensado”
requiere un “feedback”, una realimentación permanente a través de su
verificación en los hechos mediante la práctica.
Marx
escribió al respecto: “Lo concreto es concreto, porque es la síntesis
de múltiples determinaciones y, por lo tanto, unidad de la diversidad.
Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no
como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida real y,
en consecuencia, también el punto de partida de la intuición inmediata y
de la representación. El primer paso ha reducido la plenitud de la
representación a una determinación abstracta; con el segundo las
determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por
el camino del pensamiento. Por ello Hegel cayó en la ilusión de
concebir lo real como resultado del pensamiento, que se concentra en sí
mismo, en tanto que el método que consiste en elevarse de lo abstracto a
lo concreto no es para el pensamiento, otra cosa que apropiarse de lo
concreto, de reproducirlo en forma de concreto pensado” (Introducción a
la crítica de la economía política, 1857, Cap. III, El método).
El
cerebro humano está “equipado” para realizar esas operaciones (véase,
por ejemplo, Jean-Pierre Changeux, neurobiólogo, El hombre de verdad, en
particular el Cap. VII , La investigación científica en la búsqueda de
la verdad, último párrafo del punto 2 y punto 3).
De
modo que para darle coherencia en una visión global y objetiva de la
sociedad actual a los datos y a la información que he podido reunir, he
intentado utilizar como instrumento de análisis el método dialéctico
materialista de Marx y las principales teorías que elaboró estudiando la
economía capitalista: el valor, el valor de uso y el valor de cambio,
la concentración capitalista, las crisis, la reproducción ampliada como
una necesidad inherente al sistema, la plusvalía en tanto teoría de la
explotación capitalista, etc.
Y
para tratar de comprender y, en lo posible explicar el comportamiento
de los individuos y de las colectividades también me he remitido a la
explicación de Marx:
...”El
resultado general al que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo
conductor a mis estudios puede resumirse así: en la producción social de
su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden
a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas
materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la
estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se
levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la
vida material condiciona el proceso de la vida social política y
espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina
su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su
conciencia”. (Marx, primera página del Prólogo a la Introducción a la
Crítica de la economía política, 1859).
Explicación
ésta que no se puede interpretar con el esquema simplista de que la
conciencia de un individuo refleja automáticamente su condición de
trabajador o de burgués. Porque el “ser social” a que se refiere Marx
incluye, entre otras cosas, el papel dominante que desempeña la
ideología y la cultura del sistema capitalista en la conciencia de los
seres humanos.
Los
hechos no se perciben con la mente en blanco, sin ideas previas. La
percepción de la realidad está condicionada en todos los seres humanos
por conceptos anteriores, por categorías inscritas en la mente por la
educación que se ha recibido, por el medio ideológico y sociocultural
dominante en que se vive, etc.
Un
trabajador manual o intelectual, por el sólo hecho de serlo, no siempre
tiene conciencia de que es un explotado y que su compromiso debe ser
luchar colectivamente por abolir la explotación.
E
inversamente ese automatismo tampoco funciona cuando un individuo o
grupo, cualquiera sea su clase social, alcanza a superar la conciencia
espontánea que le impone la ideología y la cultura capitalista
hegemónicas y logra tomar conciencia de las contradicciones inherentes
al sistema capitalista y de su nefasta esencia explotadora, no sólo de
los seres humanos sino del hábitat natural de éstos.
Como
ejemplos pueden citarse al mismo Marx, a Lenin y al Che Guevara, que no
eran obreros pero que tuvieron una extrema sensibilidad para percibir
los sufrimientos de los explotados y una gran inteligencia para
investigar y encontrar la explicación racional de su causa: el sistema
capitalista.
Pero hay
que agregar una precisión importante. En el método de investigación
propuesto por Marx el investigador que reúne los datos empíricos
selecciona entre ellos, en función de los objetivos de la investigación,
para pasar a la etapa de la abstracción.
Rolando
García, doctor en física y epistemólogo, que trabajó con Jean Piaget
durante muchos años y que se ocupa de esta cuestión con mucha solvencia,
da el siguiente ejemplo:
“Un
proyecto de investigación diseñado para contestar a la pregunta “¿cómo
se puede aumentar la producción de elementos básicos en la región X?”,
será muy diferente del proyecto diseñado para responder a la pregunta,
“¿por qué aumentó la malnutrición de ciertos sectores de la región X?”.
En los dos casos se trata de problemas concernientes a la productividad y
suficiencia de alimentos, pero desde perspectivas muy diferentes. Al
interior de la segunda pregunta encontramos también la posibilidad de
diferentes proyectos de investigación que dependerán de las concepciones
del investigador”... “Las preguntas no surgen de un investigador
“neutro” sino que involucran su concepción del mundo y de la sociedad
(su Weltanschauung”) que hemos denominado “marco epistémico””. (Rolando
García, El conocimiento en construcción. De las formulaciones de Jean
Piaget a la teoría de sistemas complejos, Editorial Gedisa, España, año
2000, págs. 71 y 72).
Y
esto vale, según Rolando García, no sólo para las ciencias económicas y
sociales, sino también para las llamadas ciencias “duras”.
García escribe en la página 62 del mismo libro:
“En
todo dominio de la realidad (físico, biológico, social) las
interacciones del sujeto con los objetos del conocimiento dan lugar a
procesos cognoscitivos que se construyen con los mismos mecanismos,
independientemente del dominio. Por consiguiente, en tanto se trate de
la asimilación de objetos de conocimiento, no hay dicotomía, en el nivel
psicogenético, entre los fenómenos del mundo físico y los fenómenos del
mundo social. El sujeto de conocimiento se desarrolla desde el inicio
en un contexto social. La influencia del medio social (que comienza con
la relación familiar) se incrementa con la adquisición del lenguaje y
luego a través de múltiples instituciones sociales, incluida la misma
ciencia. Su acción se ejerce condicionando y modulando los instrumentos y
mecanismos de asimilación de los objetos de conocimiento, así como el
aprendizaje.”
Marx,
imaginando las posibilidades de realización del ser humano en una
sociedad donde no impera la explotación capitalista escribió en los
Grundrisse (1857- 58) que los progresos tecnológicos, la ciencia
aplicada y la automatización de la producción finalmente liberarían al
ser humano de la necesidad, de los trabajos físicos y del trabajo
alienado en general, lo que permitiría su plena realización pasando a
ser el tiempo libre (“disposable time”, decía Marx) y no el trabajo, la
medida del valor (nuestro el subrayado). Y agregaba lo siguiente: «
Desarrollo libre de las individualidades y por ende no reducción del
tiempo de trabajo necesario con miras a poner plustrabajo, sino en
general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al
cual corresponde entonces la formación artística, científica, etc., de
los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios
creados para todos ». (Carlos Marx, Elementos fundamentales para la
crítica de la economía política (Grundrisse), Siglo XXI Editores, 12ª
edición, 1989, tomo 2, págs. 227 y ss. [Contradicción entre la base de
la producción burguesa (medida del valor) y su propio desarrollo.
Máquinas, etc.]).
Marx
anticipó hace 160 años la posibilidad, alcanzado cierto grado de
desarrollo de las fuerzas productivas, de pasar, como medida del valor,
del valor trabajo al valor tiempo libre en una sociedad sin explotadores
ni explotados.
Es
decir una sociedad en la que el trabajo, la vida, la salud, la
educación, la alimentación, el aire que respiramos, etc. cesen de ser
una mercancía.
Pero
fácil es constatar que a pesar de que los progresos alcanzados por la
ciencia y la tecnología son deslumbrantes, incluso las necesidades
mínimas de buena parte de la población mundial permanecen insatisfechas.
Y que pese a la automatización y la robotización, los seres humanos
están psíquica y físicamente cada vez más alienados al trabajo con
horarios y tensiones agotadoras, cualquiera sea su jerarquía en el
sistema productivo.
A
comienzos del siglo XIX (hace 200 años) escribió Hegel: “El hombre
disminuye el trabajo para el conjunto, no para los individuos, para los
cuales, al contrario, lo acrecienta, porque cuanto más el trabajo se
hace mecánico, menos valor tiene y más el hombre debe trabajar”…”La
disminuación del valor del trabajo es proporcional al aumento de la
productividad del trabajo”…”las fábricas y las manufacturas basan su
existencia en la miseria de una clase” (G. F. Hegel, Realphilosophie,
1805-6).
Esta es la
contradicción principal inherente al sistema capitalista cuya raíz está
en que la esencia del sistema consiste en que entre la producción social
y el consumo social se interpone la apropiación privada, es decir la
explotación capitalista.
Dicho
de otra manera, la plena realización del ser humano como la anticipó
Marx en los Grundrisse, requiere la abolición del capitalismo y no
“mejorarlo”, emparcharlo o disfrazarlo con un discurso liberal o
populista.
La explotación capitalista (I)
En
los primeros párrafos de El Capital (Libro primero, Sección primera,
Capitulo I, La mercancía, 1. Los dos factores de la mercancía: valor de
uso y valor (sustancia del valor, magnitud del valor)), Marx escribe:
“La
riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción
capitalista se presenta como un "enorme cúmulo de mercancías", y la
mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza. Nuestra
investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la
mercancía.
La
mercancía es, en primer lugar, un objeto exterior, una cosa que merced a
sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran. La
naturaleza de esas necesidades, el que se originen, por ejemplo, en el
estómago o en la fantasía, en nada modifica el problema. Tampoco se
trata aquí de cómo esa cosa satisface la necesidad humana: de si lo hace
directamente, como medio de subsistencia, es decir, como objeto de
disfrute, o a través de un rodeo, como medio de producción”.
Toda
cosa útil, sigue explicando Marx, lo es por sus cualidades, que hacen
de ella un valor de uso para una finalidad determinada. Pero como
mercancía destinada a ser vendida presenta otro aspecto: su valor de
cambio y surge el problema de cómo se mide ese valor de cambio, lo que
requiere encontrar el denominador común de todos los valores de uso
(objetos, servicios) que se intercambian –se venden- como mercancías.
Ese
denominador común de todas las mercancías no es otro que ser el
resultado del trabajo humano, que se puede definir como el gasto en
energía física, en tensión nerviosa y la aplicación por parte del
trabajador (manual o intelectual) de su destreza y conocimientos (y a
veces también de su inventiva) en el acto de la producción.
De
modo que el denominador común de todas las mercancías que sirve para
establecer su valor de cambio es el trabajo humano, que produce valores
de uso.
“En la
relación misma de intercambio entre las mercancías, -escribe Marx- su
valor de cambio se nos puso de manifiesto como algo por entero
independiente de sus valores de uso. Si luego se hace efectivamente
abstracción del valor de uso que tienen los productos del trabajo, se
obtiene su valor, tal como acaba de señalarse. Ese algo común que se
manifiesta en la relación de intercambio o en el valor de cambio de las
mercancías es, pues, su valor. El desenvolvimiento de la investigación
volverá a conducirnos al valor de cambio como modo de expresión o forma
de manifestación necesaria del valor, al que por de pronto, sin embargo,
se ha de considerar independientemente de esa forma.
Un
valor de uso o un bien, por ende, sólo tiene valor porque en él está
objetivado o materializado trabajo humano abstracto. ¿Cómo medir,
entonces, la magnitud de su valor? Por la cantidad de "sustancia
generadora de valor" --por la cantidad de trabajo-- contenida en ese
valor de uso. La cantidad de trabajo misma se mide por su duración, y el
tiempo de trabajo, a su vez, reconoce su patrón de medida en
determinadas fracciones temporales, tales como hora, día, etcétera.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario