Poco a poco toda la población de Buenos Aires se fue tatuando.
Algunos con algo mínimo en el hombro, en el cuello, en las manos.
Otros
con tatuajes más extensos, con figuras de flores, estrellas. O
animales, como leones, pájaros. O simples dibujos coloridos.
Pero de una forma o de otra, todos tatuados. Dibujos permanentes fijados en la piel de cada uno.
Todos, menos Josefina. No sabía por qué, pero desde chiquita nunca le gustó estar dibujada en la piel.
Con
el tempo empezó a ser mirada con sorpresa y desconfianza por sus
compañeros de escuela. Todos ellos con algún tatuaje, aunque sea
chiquito, pero ella no...!?. ¿Por qué era diferente...?
Sus padres comenzaron a quedar preocupados. Ambos también tenían sus tatuajes. ¿Por qué su hija no?
Así
es que fueron a consultar a un psiquiatra que, obviamente, estaba
tatuado. En sus muñecas tenía dibujadas dos balanzas. Era una persona
equilibrada.
- Cuando era chica ella ¿se aislaba, quedaba sola, separada de sus amigos? ¿Ella jugaba?
- .....A veces....no siempre, respondieron los padres. A veces quedaba en un rincón, como pensando cosas....
- !...Eso....esquizofrenia circunscripta..!!!. Autismo localizado.
Y
agregó, como si fuese obvio: - Igual que antes se aislaba de los
grupos, ahora se aparta del tatuaje. Algo que ahora todos se hacen. Por
eso es importante para su socialización que quiera tatuarse.
- Pero, ¿cómo hacer si ella no quiere?
-....Bien....hay que tratar de convencerla...si no, aquí les doy la receta de un medicamento que ayuda a la socialización.
Cuestión que con la insistencia de los padres y el remedio psiquiátrico finalmente admitió no ser marginal, o sea tatuarse.
Para eso eligió grabarse en las dos mejillas dos calaveras con huesos cruzados.
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