José M. Tojeira
Como en muchas otras partes, en El Salvador la sociedad civil ha sido
clave para el desarrollo de la democracia y de los valores humanos en
El Salvador. Aunque aquí hay que hacer una salvedad: La empresa privada,
al ser una parte fundamental del poder en nuestro país, y haber estado
unida íntimamente a determinadas fuerzas políticas del país, no puede
considerarse sociedad civil en sentido estricto. La empresa podrá hacer
cosas buenas o malas. Pero sociedad civil es aquella que independiente
del poder político, busca formas de convivencia ciudadana arraigadas en
el bien común. Y la gran empresa de nuestro país ha sido sustancialmente
parte del poder político desde el siglo XIX hasta el presente, buscando
prioritariamente su beneficio, y no el bien común.
Hecha esta aclaración, volvemos a la sociedad civil y su importancia en la consecución de cambios profundos en la sociedad salvadoreña. En estos días están cumpliendo 25 años “Las Dignas”. Sin lugar a dudas a ellas debemos una gran parte del avance que ha tenido El Salvador en el respeto a la igual dignidad de la mujer y su consiguiente igualdad en derechos. Su lucha y su concientización fue obstaculizada por los ataques que sufrieron de parte de una cultura machista estúpida y engreída, muchas veces cobijada en el mundo político. Pero supieron enfrentar la agresividad de una sociedad dura, incluso en los tiempos de la guerra, y aportaron al país una conciencia diferente respecto a las relaciones hombre-mujer. Algo parecido podemos decir de las primeras asociaciones de ecología, cuyos dirigentes fueron tachados en ocasiones hasta de locos, pero que consiguieron una creciente conciencia. Conciencia que aún tiene serias dificultades para imponerse debido una cultura depredadora del medio ambiente y una floja acción de los gobiernos en algunos campos, como el de control de gases en el tráfico, manejo de desechos, o permisividad con el exceso de plásticos, por poner algunos ejemplos.
En el campo de la vivienda el TECHO, que en la actualidad está desarrollando su campaña anual, es prácticamente la única institución que nos pone delante de los ojos de un modo sistemático y frecuente ese terrible déficit habitacional que tiene nuestro país. Esta organización de jóvenes universitarios ha evolucionado de la simple construcción de casas de emergencia en beneficio de personas que prácticamente viven a la intemperie, a un trabajo más sistemático de promoción del desarrollo comunitario y familiar de quien se benefician de la vivienda. Creadores de verdadero capital social al integrar en el esfuerzo en favor del desarrollo a diferentes sectores de la sociedad, los jóvenes voluntarios del TECHO son ya parte del presente, ofreciéndonos un modelo de intervención ejemplar, con su profunda cercanía a los más pobres y con los frutos del aprendizaje mutuo. Aprendizaje en el que con mucha frecuencia los excluidos de nuestras sociedades dan verdaderas lecciones de humanidad y de valores a los generosos voluntarios de las diversas universidades del país.
Este recorrido breve por algunos sectores de la sociedad civil viene especialmente a cuento en las etapas que estamos viviendo. Miembros de la sociedad civil, como las Iglesias o las universidades, vienen pidiendo sensatez y obediencia a las leyes y la Constitución, frente a la desobediencia de la Asamblea Legislativa a una sentencia de la Sala de lo Constitucional, agravada por el respaldo irresponsable que la Presidencia de la República le está dando a la Asamblea. La Iglesia Católica en particular ha insistido con enorme claridad en la necesidad de obedecer la sentencia de la Sala que exige una nueva elección de magistrados. Y todos sabemos que la Iglesia ha sido pieza clave en la historia de la paz en El Salvador en tiempos de la guerra civil. Continúa promoviendo la paz y siendo pieza clave en el trabajo por el desarrollo, y en la propagación de valores éticos, sociales y ciudadanos. Incluso ha tenido un importante protagonismo en la búsqueda de solución a la plaga de homicidios, como hemos visto en su intervención para lograr pactos entre maras. No escuchar a la Iglesia en medio de una crisis como la actual es, en una situación menos grave que la del pasado, cometer el mismo error que cometieron quienes no quisieron escuchar a Monseñor Romero.
Cuando un tema jurídico complejo está en juego lo lógico sería abrir una serie de consultas con la Universidades. Nada de esto se ha hecho. Al contrario, se han buscado asesores que sorprendentemente han sido en el pasado los más entusiastas colaboradores del autoritarismo y de la justificación de las violaciones a los derechos humanos. Y lamentablemente ha sido el FMLN, que tradicionalmente ha sido más abierto a las reivindicaciones de la sociedad civil, el que hoy se ha cerrado en banda a un debate serio con la sociedad civil. Aun que el diálogo sea siempre el camino de solución verdadera, se puede entender que al FMLN le cueste dialogar con una falsa sociedad civil, como lo es la empresarial, que de un modo sistemático le ha mostrado agresividad y que ha sido la dueña tradicional del partido político ARENA. La presencia histórica de millonarios, incluidos fundadores de ANEP, en la cúpula de dicho partido no deja lugar dudas. Pero es llamativo que no se quiera escuchar a la Iglesia Católica o a universidades que, junto con la misma Iglesia, fueron durante la guerra los principales defensores de los derechos humanos de los pobres e incluso de los militantes del FMLN. Siempre se puede decir que la Iglesia o las universidades han cambiado y se han pasado a la derecha. Pero la gente es suficientemente sabia y crítica como para darse cuenta de que, si se dice eso, quienes han cambiado son otros.
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