Por Benjamín Cuéllar. Director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA, IDHUCA.
SAN SALVADOR. Tras el nombramiento oficial de Norman Quijano como candidato presidencial “arenero” para las elecciones del 2014, se comenzaron a escuchar declaraciones suyas y de su rival “efemelenista” que nos anuncian el libreto que nos depara el destino: el mismo de siempre, que vamos a tener que soportar por dejadez colectiva. En adelante nos empacharán con todo tipo de promesas, acusaciones y descalificaciones, tanto este par de contendientes como aquellos que se sumen a una campaña proselitista con las características propias de la politiquería guanaca: violatoria de la Constitución, al menos por no ajustarse a los términos establecidos en la misma para su inicio y conclusión; sin propuestas serias, por no ser claras ni realizables las necedades que nos quieren vender; polarizada y polarizante; mediática y derrochadora de recursos que bien podrían usarse para aliviar aflicciones graves de las mayorías populares.
Ese sería un buen tema para esta columna. Pero mejor no. También lo sería, seguro que sí, el final de la prolongada “novela” o la “fiesta” en Casa Presidencial. El primer término utilizado para hacer mención a las innecesarias negociaciones recientes entre representantes de partidos políticos, con la participación de Mauricio Funes, fue el que ocupó Roberto Cañas mientras duró esa “puesta en escena” que pudo ser la versión nacional de “Cuna de lobos”. Firmante de los acuerdos de paz como dirigente del hoy partido en el Gobierno pero hace ratos alejado del mismo, Cañas comentó en diferentes ocasiones y con su buen tino característico algunos de sus “capítulos”.
El otro apelativo fue expresado por el mismísimo Funes. Lo ocupó cuando reaccionó airado contra la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), luego que la gremial empresarial expresó su rechazo al resultado final de las casi veinte reuniones a las que aquel convocó –dizque como “mediador”– a fin de buscarle una salida al pleito entre los poderes visibles y ocultos en su afán por controlar el Órgano Judicial. “¿Y quién los invitó a esta fiesta?”, fueron las palabras que ocupó Funes para responder a sus dirigentes, ahora dizque “democráticos”.
Pero tampoco me referiré a eso. ¿Por qué? Pues porque en medio de la mediocridad y la perversidad que se destilan entre la mal llamada “clase política”, de los casi siempre impresentables liderazgos en diversos ámbitos que han arruinado el país y del desencanto que todo ello genera entre la población, hay algo indiscutiblemente bueno en nuestra realidad actual que merece ser aplaudido primero y después digerido con satisfacción hasta donde permite este espacio. ¿De qué y de quién se trata? De un funcionario ejemplar, en toda la extensión de la palabra. Su nombre: Gerson Martínez; su cargo: Ministro de Obras Públicas, Transporte, Vivienda y Desarrollo Urbano.
Gerson, así le gusta que le digan, anunció hace unos días que subastará dos lujosos vehículos blindados que encontró en el Ministerio a su cargo; nunca los ha utilizado durante su gestión ni piensa hacerlo. Los compraron antes de su llegada al puesto, para ocuparlos tanto el titular de esa cartera como el del Fondo de Conservación Vial de El Salvador, mejor conocido como FOVIAL. Inversión onerosa y obscena por puro gusto, realizada quizás durante la administración de Antonio Saca o en alguna de las anteriores para proteger funcionarios de posibles atentados que nunca ocurrieron.
Tanto la abusiva adquisición de los mismos como su cuido y conservación, son una muestra más del mal uso de nuestros impuestos por gobiernos irresponsables, corruptos y derrochadores; asimismo, constituyen una ofensa grave a una población mayoritaria que tiene que viajar en un fatal sistema de transporte público, arriesgando su vida por la delincuencia y por la temeridad de quienes manejan unidades que se caen a pedazos debido a su avanzada edad o a la falta de mantenimiento.
Pero no solo eso habla bien de Gerson. Antes había desclasificado, sin ningún problema, información que había negado un burócrata quién sabe de qué nivel a un medio escrito; la misma tenía que ver con el bulevar Diego de Holguín, “joya” del desenfreno administrativo del mentado Saca y de su inicial ministro del ramo, David Gutiérrez. Además, Gerson declaró que no gastaría un centavo de su presupuesto para viajar al extranjero y creó, en agosto del 2009, un observatorio ciudadano de la obra pública; en dicho ente ha participado la Cámara Salvadoreña de la Construcción (CASALCO) y la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE), entre otras.
Al momento de anunciar lo que hará con los dos carros, Gerson hizo un llamado al resto de funcionarios estatales de alto nivel. Implícitamente lanzó un reto: seguir su ejemplo. Bien por él y mal por aquellos que publican costosos anuncios en radio, prensa y televisión pretendiendo defender lo indefendible, como en el caso de la reciente y famosa sentencia de esa calamidad llamada Corte Centroamericana de Justicia en el marco de un inexistente conflicto entre la Asamblea Legislativa y la Sala de lo Constitucional. A pocas horas del final de la “novela” antes citada, el mal llamado “primer órgano del Estado” publicó en un diario –no pude verificar si lo hizo también en otros afines a su “gran líder”– la sentencia de la discordia emitida por esa entidad teóricamente regional; lo hizo en ocho páginas, a todo color y probablemente sin ningún lector.
Otro ejemplo de los recursos echados al tragante de las aguas más negras, es el gasto similar realizado por el supuesto “mediador” en esa “fiesta” para convencernos de algo: que nunca tomó partido y que gracias a su intervención todo se resolvió. Por cierto, al inicio de este texto se estimó como innecesarias esas “negociaciones” porque –al final de las mismas– el resultado fue más o menos el que debía ser y para el cual no se requería gastar tiempo, dinero y saliva: cumplir las sentencias de la Sala de lo Constitucional.
Pero tanto en la Asamblea Legislativa como en el Ejecutivo, los que ocupan sus más altos cargos –empezando por el actual inquilino de Casa Presidencial y quien preside el Parlamento– son la antítesis de Gerson. Quizás habrá excepciones; quién sabe. Si las ha bien. Pero de todas formas, aplausos de nuevo para este funcionario y repudio para quienes hacen lo contrario. Desafío, además, para aquellos que aspiran ganar las elecciones del 2014. No es necesario que volteen a ver al presidente uruguayo, “Pepe” Mujica, para ofrecer en su campaña algo que sería bien visto por la población votante y la sociedad entera: austeridad aterrizada.
Eso significa que, más allá de las promesas tradicionales en las alturas que rayan en el cinismo, se comprometan a decretar como primer acto de su administración una reducción porcentual de salarios y prestaciones en lo más elevado del pesado aparato estatal. También a rechazar vehículos y guardaespaldas innecesarios; a no hacer viajes al exterior para “turistear” con los precarios recursos estatales que pagan “generosos” viáticos y “soñadas” habitaciones en hoteles de lujo; a no derrochar el dinero a manos llenas para financiar publicidad egocéntrica; a no recibir “regalos” que después se traducen en arreglos corruptos que desangran el tesoro público venido a menos, para provecho de ciertas “aves de rapiña” nacionales o de otros países…
Como bien dijo Gerson hace poco, la “idea es mostrar todo al sol […] Para construir democracia no necesitamos gente obediente al Gobierno, sino Gobiernos obedientes a su gente”. Políticos, funcionarios, “reyes” y “mediadores”, ¿oyeron?
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