Vivir
sin analizar la vida es tal vez la mejor manera de disfrutarla, porque
llegar a comprender la vida es llegar a temerla, si se tiene un alma
débil, o llegar a despreciarla, si se tiene un alma fuerte.
La
tristeza de la vida viene de la inutilidad absoluta de ella: ¿cuál de
nuestras conquistas nos acompaña más allá de la vida? ¿Qué es nuestra
vida, ferozmente maltratada entre lo incierto y lo inevitable? ¡Nadie
nos responderá! La primera condición para vivir feliz es ignorar la
vida.
Saber
es un dolor, ignorar es una desgracia. ¿Qué hacer entonces?
¡Procurarnos el dolor de saber nuestra desgracia, y ser así dos veces
desgraciados!
Este
amor de lo incognoscible que hay en el cerebro, y este amor de lo
imposible que hay en el corazón, ¿no forman acaso toda la tormentosa
impotencia de nuestros esfuerzos en la vida?
Tal
vez la suma de todas nuestras incertidumbres y de ensueños jamás
realizados totaliza la única realidad de nuestra vida. Tal vez
El
objeto de la vida… ¿es la ventura? Tal vez, porque todo nace para
morir, y la muerte es la única ventura concedida al hombre, que no es
sino un triste prisionero de la vida.
¡Quién
pudiera estrangular el pasado, para no oírlo llorar! ¡Quién pudiera
estrangular el presente, para no oírlo mentir! ¿…el futuro…? ¡Qué puede
importar el futuro a quien su vida no es más que el tránsito de un
pasado sin ventura a un presente sin esperanza!
Para
hacer soportable ésta condena que tan ostentosamente llamamos “vida” es
necesario que tengamos siempre presente el ideal de la libertad, y si
no podemos realizarlo, muramos de rodillas ante él, fijos los ojos en
ese horizonte que ha sido la perspectiva de nuestros combates, y no
apartemos la vista de él sino para mirar apasionadamente el rostro de la
muerte: ella también es un ideal, ¡el único que no muere en un alma
enamorada de la libertad!
La
muerte es la libertad absoluta, porque ella nos libera de la vida. De
ahí que a los mercenarios de ésta precaria libertad que es la vida la
muerte los castiga dejándolos vivir. ¿Existe acaso otro castigo más
justo?
Es
muy cruel tener que morir cuando se tiene el anhelo de seguir viviendo,
pero es mucho más cruel tener que seguir viviendo cuando se tiene el
anhelo de morir.
Hay mucha más dignidad en morir por desprecio a la vida que en obstinarse en vivir por miedo a la muerte.
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