Roberto Valencia
Este jueves 7 de noviembre la cadena de
televisión española laSexta emitió un programa sobre las cárceles
salvadoreñas en primetime. Se dijeron barbaridades como que el padre
Toño es el responsable de la tregua entre el Barrio 18 y la Mara
Salvatrucha, o que Vanda Pignato es la propietaria de Aliprac, la
empresa que suministra la comida a los reos.
Son las diez y media de la noche de un jueves de noviembre, horario de máxima audiencia, y en el televisor arranca un programa por el que desfilarán el Viejo Linx, docenas de pandilleros-lienzo rifando barrio y el omnipresente padre Toño. Un collage relativamente habitual en las pantallas desde que en marzo de 2012 inició la tregua entre las pandillas Barrio 18 y Mara Salvatrucha, pero con un matiz que en este caso lo relativiza todo. No estoy viendo esto en San Salvador sino en Vitoria-Gasteiz, la capital del País Vasco, y la cadena que lo emite no es Canal 12, TCS o Megavisión, sino laSexta, una de las más vistas de España.
Durante los próximos sesenta minutos, El Salvador más crudo se colará en los hogares de cientos de miles de españoles, quizá millones.
La sonora voz en off es la del periodista, un español
bajito y barbado llamado Jalis de la Serna. Dice: “En El Salvador la
vida vale muy poco. Se han llegado a producir hasta 4,500 homicidios
anuales”.
—Tú imagínate una España de 40,000 asesinatos anuales. Sería una España... en guerra –dice el padre Toño, también español.
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Aclaración necesaria: laSexta comenzó a emitir en septiembre de 2013 Encarcelados,
una serie de documentales que aspiraban a retratar las condiciones
tercermundistas que sufren los ciudadanos españoles encerrados en
cárceles latinoamericanas. Como me consta que no hay españoles en
cárceles salvadoreñas, supuse que habían descartado nuestro país; de ahí
la sorpresa este jueves al ver tanta cara conocida.El Salvador es, lo dice la Organización de Estados Americanos (OEA), el país del continente con el sistema penitenciario más hacinado, y para que se escuchara el acento español en las cárceles, –y no traicionar por completo la aparente razón de ser del programa– se les ocurrió que los guías de los recintos visitados fueran españoles. El elegido para la visita al Centro Penitenciario de Cojutepeque fue el sacerdote pasionista Antonio Rodríguez, el padre Toño, quien trabaja desde hace más de una década entre pandilleros de la zona de la Montreal (Mejicanos), algo sabe del tema, y su gusto por las cámaras lo ha convertido en cicerone recurrente para los periodistas extranjeros que llegan al país unos días para grabar a pandilleros tatuados y luego pontificar sandeces sobre un problema tan complejo y enrevesado como lo es el de las maras.
Tras nueve emisiones, de Encarcelados se puede decir que es un show superficial y con un preocupante tufillo colonial. Entre sus principales virtudes, el hecho de haber metido las cámaras en lugares cuya crudeza solivianta al espectador primermundista –las cárceles latinoamericanas– y una craneada y reposada post-producción; las imágenes del programa que se está pasando este jueves 7 de noviembre se grabaron hace medio año.
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—Lo más importante es que veamos las condiciones de las cárceles,
porque al final... las cárceles son la mejor radiografía que puede tener
un país –dice el padre Toño.
Voz en off de De la Serna: “Nos disponemos a entrar en
las prisiones de las maras, pandillas criminales custodiadas por el
Ejército”.
Las cámaras entran en Cojutepeque; sin duda, el más duro
de los penales que yo he conocido en Centroamérica. Una pocilga que
ofrece nulas posibilidades de reinserción, hacinada hasta el surrealismo
y en la que –si bien no se verán en este programa– hay verdaderas
mazmorras, sin luz natural ni artificial. Para hacerse una idea de lo
que estamos hablando, pueden ver esta galería gráfica que hace un año elaboró el fotoperiodista Pau Coll para la Sala Negra de El Faro.
Voz en off de De la Serna: “Nos reciben con su particular lenguaje de signos, que en un primer momento no sabemos descifrar”.
—Vamos a entrar en Cojutepeque, la cárcel de la Mara 18 –dice De la
Serna ante una de las cámaras, repitiendo una vez más el error de llamar
“Mara 18” a una agrupación delictiva cuyo nombre es Barrio 18, pandilla
18, Eighteen Street gang o simplemente la 18, pero nunca Mara 18–. Hace
bastante calor y el olor es un poco... fuerte.
Voz en off de De la Serna: “Todos se deben a la Mara.
Huyendo de la guerra, sus familias se instalaron en Los Ángeles. Y
ellos, marginados y rechazados, encontraron allí otra guerra: la de la
calle. Estados Unidos acabó deportándoles. Así... se extendió el
terror... de las bandas callejeras”.
El listado de imprecisiones, falsedades y lugares comunes es interminable.
Voz en off de De la Serna: “Lo increíble es que es un
español el que propicia desde la cárcel una tregua histórica. Aun a
riesgo de su vida, este cura de Ciudad Real actúa de mediador entre las
bandas callejeras más peligrosas del mundo”.
Dice: es un español el que propicia desde la cárcel una tregua histórica.
Se está refiriendo al padre Toño, quien durante el primer año fue uno de los más agresivos detractores de la tregua,
iniciativa que calificó en repetidas ocasiones como “paz mafiosa”, pero
que repentinamente giró 180 grados y en marzo de 2013 se convirtió en
un defensor del proceso, tras el asesinato de Giovanni Morales (a)
Destino, un activo de la Guanacos Locos de la Mara Salvatrucha que trabajaba para el Servicio Social Pasionista, la oenegé que el sacerdote español dirige.
Cuando hablan sobre la comida que les dan, un reo hace
la gracia de decir que Aliprac, la empresa privada que suministra los
alimentos a todos los privados de libertad en El Salvador, significa
“Alimentos Pura Caca”, y De la Serna complementa en off que es propiedad
“de la mujer del presidente de El Salvador, recibe 20 millones de
dólares al año por alimentar a los presos”. Difama a Vanda Pignato, la
esposa del presidente Mauricio Funes que nada tiene que ver con Aliprac,
y tan ancho.
Voz en off de De la Serna: “Nos aventuramos a entrar hasta el fondo.
El español (padre Toño) no duda. Quiere que lo grabemos todo. Que
enseñemos al mundo lo que él considera una bomba de relojería”.—No hay un solo espacio. No hay un solo hueco –dice ante cámaras De la Serna–. Esto está absolutamente atestado. Viven en unas condiciones absolutamente infrahumanas. Y es un olor muy fuerte. Es un olor como a azufre...
—(El Salvador) casi es un Estado mafioso –dice el padre Toño–. Cómo tratan a estas personas y cómo tratan a los privados de libertad. Esto es una de las violencias más grandes que hay...
Voz en off de De la Serna: “Resulta difícil creer que aquí un pandillero tiene alguna posibilidad de rehabilitarse”.
—Yo personalmente no tengo palabras –dice el padre Toño–. Estoy con ganas... hasta de llorar.
El programa da para mucho. Se muestran gravísimas
violaciones de derechos humanos por parte del Estado salvadoreño, pero
también carencias que están solo en el ojo de un europeo acomodado que
evidentemente no se ha documentado sobre la realidad salvadoreña, como
cuando ve unos guineos majonchos sancochados y, por no saber qué son,
cree que son plátanos podridos.
—Vemos que esta persona que se está lavando los dientes
no tiene un lavabo en el que lavarse –dice ante cámaras De la Serna en
otro momento–, sino que coge agua de este pilón.
El programa apenas lleva veinte minutos. Falta ver una
boda múltiple de pandilleros en el penal, una seudoentrevista con el
Viejo Linx en la que el veterano pandillero termina mofándose del
desconocimiento manifiesto de De la Serna, y sendas visitas
complementarias al penal de San Vicente y al de mujeres de Ilopango.
Pero el tono no variará.
***
Un viajero incansable llamado Ryszard
Kapuściński, periodista él, alguna vez dijo: “Intentar conocer otras
civilizaciones y culturas con una visita de tres días o de una semana no
sirve para nada”. La frase parece pensada para describir este producto
televisivo llamado Encarcelados. Aunque quizá sea precisamente esto lo
que los involucrados quieren. Para laSexta, los datos confirmarán mañana
que de toda su parrilla este ha sido su segundo programa con mejor
audiencia; más de un millón sescientos mil espectadores. El intrépido De
la Serna será premiado en las redes sociales con piropos y aplausos a
su valentía. El padre Toño obtiene valiosos minutos en primetime
en su país natal, que le permitirán seguir siendo un referente a la
hora de pedir fondos para su oenegé. Incluso los pandilleros logran
ventilar a escala internacional sus demandas.
Pierde El Salvador, claro, que proyecta una imagen de tercermundismo y de republicabananera que costará neutralizar.
Y pierde el periodismo –el rigor, la ética–, pero... ¿a alguien le importa ya todo eso?
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Para sacar sus propias conclusiones, puede ver el programa sobre El Salvador de Encarcelados en este enlace.
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