Porque los cuerdos están, casi siempre, del lado del poder
Autor: William Yohai
Elegimos la primera mitad de la década de los 50 del siglo pasado para comenzar esta historia.
Érase una república latinoamericana como tantas. Una democracia podrida hasta la médula intercalada con períodos de dictadura sanguinaria. Una burguesía identificada hasta el ridículo con la potencia imperial. Un pueblo que sufre, se rebela por momentos, pero es invariablemente vendido por dirigentes corruptos. Los que no se venden son asesinados sistemáticamente.
Un oficial militar de baja graduación ha dado un golpe (otro más) de estado. Es sanguinario, como los que le han precedido. La tortura y el asesinato están a la orden del día. Impera una corrupción generalizada. Alguien graficará después “donde quiera se apretara con un dedo salía pus”.
Muchos jóvenes provenientes de distintas clases sociales, pero principalmente de la clase trabajadora están indignados. Son estudiantes y obreros.
Uno de ellos proviene de los mejores colegios católicos. Es hijo de un próspero empresario agrario. Se ha graduado hace poco de abogado. Es alto, fuerte, extremadamente inteligente, tiene una notable capacidad de palabra y un no menos extraordinario magnetismo personal.
Por sobre todas las cosas es honrado hasta el exceso y ama a su pueblo humilde y trabajador.
Pero ¡Ay! Está loco. De remate.
Figúrate, lector; carece de experiencia militar alguna. Tal vez ha cazado alguna vez en su lejana provincia de origen. Y ha leído alguna historia sobre guerras. No tiene dinero. Se lanza, sin embargo, a organizar una acción armada de gran envergadura contra el ejército comandado por el dictador. Varias decenas de miles de hombres entrenados para la guerra y armados con las armas disponibles en la época. Como no tiene lugares para que sus hombres aprendan tiro deciden hacerlo en las aulas de la universidad. Con armas de aire comprimido, claro.
Organiza así algunos cientos de jóvenes hombres y mujeres.
Como no disponen de apoyo internacional ni relaciones con las fuerzas del orden no tienen otra posibilidad que comprar armas en las armerías. Fusiles calibre 22 y escopetas calibre 12.
Con ellas intentarán asaltar la segunda fortaleza militar de aquel país. El objetivo: ocupar las armas y repartirlas entre el pueblo. Retirarse y comenzar una guerra de guerrillas en las montañas cercanas.
No cabe duda: él y sus jóvenes compañeros están locos.
Llevan adelante la acción y sucede lo que cualquier persona cuerda les habría anunciado. Fracasan. Los soldados y policías del régimen reciben una orden. No habrá prisioneros. Tortura y muerte son el destino de los asaltantes que no tienen otro remedio que rendirse al terminársele las escasas municiones de sus pobres armas de caza enfrentadas al armamento de guerra liviano y pesado de que dispone el enemigo. Como sucede con frecuencia algunos logran, no obstante, sobrevivir. Entre ellos el protagonista de esta historia y algunos de sus seguidores.
Casi todos caen presos.
Él, abogado al fin, aprovechará el juicio amañado que se le impone para pronunciar un alegato explicando las razones y objetivos de su acción y llamando a continuar la lucha. El documento saldrá de las paredes de la cárcel, será impreso y distribuido clandestinamente…
Algunos años después, convencido de que domina absoluatamente la situación y tratando de mejorar su imagen internacional el tirano liberará a los presos.
Dando una vez más muestra de su absoluta locura este joven marchará al exilio y preparará otra acción militar. Esta vez organizará a otro grupo de jóvenes, incluyendo a los sobrevivientes del primer intento para “invadir” militarmente su país y derrocar al tirano. En este grupo se incorporará otro loco sin remedio; es éste un médico recién recibido y proveniente de una república lejana. ¿Invadir? A bordo de un viejo y desvencijado yate deportivo, mal armados y abastecidos, esta vez con alguna preparación militar “en serio”, se harán a la mar. Son menos de cien y arribarán tres días después; enfermos, hambrientos y sedientos a un lugar completamente distinto al planeado. Alertado por casualidad el enemigo los estará esperando. En el primer combate el saldo será trágico. Otra vez morirá el 90% de ellos.
Los sobrevivientes se reagruparán algunos días después en la montaña apoyados por algunos campesinos.
Al constatar que dispone de unos 10 hombres y otros tantos fusiles el loco de remate que comanda la empresa afirmará rotundo “hemos vencido”.
Dos años después su pronóstico se hará realidad.
El tirano se ha ido, su ejército se desbanda y algunos cientos de guerrilleros sucios, hambrientos, barbudos (aunque algunos son tan jóvenes que ni barba tienen) entrarán triunfales en la capital de aquel país.
Nuestro joven abogado, convertido ahora en simpático héroe de película, un verdadero Robin Hood moderno ocupará la premiatura.
Otra vez la cordura aconsejará moderación. La dependencia de aquella república en relación al imperio es total. Algunas panaderías traen cada mañana el pan por avión desde allí.
Cuando una máquina compleja se rompe los técnicos vienen en avión desde la potencia para repararla. Luego se van.
La materia prima de cuya exportación dependen casi todas sus divisas se vende principalmente a la potencia a un precio preferencial.
Un líder cuerdo no lo dudaría un instante. Un gobierno honesto (bueno, hasta donde se pueda, al menos), alguna medida para mejorar la condición de los más pobres, algún impuesto a los más ricos (no mucho, que eso no les gusta), pedir crédito a la potencia a la cual el derrocamiento de este antipático “hijo de puta” (palabras de ellos) no viene nada mal. Y, faltaba más, una democracia republicana y burguesa limpia y ordenada, con elecciones libres y medios de comunicación conducidos por empresas capitalistas y serias, también libres.
Nuestro abogado cae simpático. Hace una gira por varios países extranjeros y las multitudes lo aclaman en todos lados.
Pero, lamentablemente, el tipo está loco.
Empieza por hacer una reforma agraria y expropia las grandes extensiones de tierra…¡en primer lugar las de las empresas de la potencia!
Sigue con las empresas de servicios, telefónicas, eléctricas, de agua potable.
¡hasta los bancos!
En la potencia no lo pueden creer. Y comienzan a tomar medidas.
No es difícil: están bien cerca, apenas 90 millas, y tienen todos los mecanismos. Conocen todos los “que importan”. Vuelan obras de infraestructura, asesinan maestros improvisados que por miles concurren a alfabetizar a los campesinos, bloquean los suministros básicos para la economía, fomentan activamente la salida del país de los técnicos vitales para su funcionamiento.
Los burgueses (grandes pequeños y medianos) en su inmensa mayoría comienzan a tomar una de dos actitudes: se van o conspiran activamente contra el loco que está en el gobierno y el populacho vil que, extrañamente, lo apoya cada vez con más firmeza.
Debemos reconocerlo: tanta locura ha estimulado la simpatía de los dirigentes de la principal potencia socialista de la época. Son burocráticos y están fosilizados, pero no hay caso, tanto desparpajo, atrevimiento y honradez, tanto apoyo popular, logran conmoverlos. Aconsejarán, sin éxito, moderación. Llegarán a retirar los cohetes con cabeza nuclear que han instalado en nuestra república. Establecerán relaciones comerciales basadas en la ley del valor. El petróleo que le envían al reino de los locos costará sensiblemente menos que su precio en el mercado mundial. El azúcar será pagado a un precio mayor que éste.
Llega un momento, ante la invasión inminente de tropas mercenarias organizadas, pagadas y armadas por la potencia que el loco comete su, tal vez, mayor insensatez: proclama que instalará en esa república atrasada
¡el socialismo!
Con el apoyo inmensamente mayoritario del pueblo aquella república atrasada, sometida, unida por lazos que parecían imposibles de romper a la principal potencia económica, política y militar de la época construirá precisamente eso: el socialismo.
Así nomás. Fábricas, las grandes primero, las pequeñas después, tierras (excepto las de los pequeños campesinos que apoyaron decididamente a la revolución como clase y a los cuales se les había prometido la tierra), empresas de servicios grandes, medianas y por último pequeñas, centros educativos, hospitales y clínicas…casi todo, al cabo de pocos años, quedará bajo propiedad y administración de aquel estado de obreros y campesinos administrada por una compleja mezcla de democracia política de nuevo tipo con dictadura del proletariado.
El loco que gobierna no recuparará la cordura. En vez de concentrarse exclusivamente en ordenar ese inevitablemente imponente caos se dedicará a apoyar a cuanto loco ande por el mundo siguiendo su ejemplo. Cuando en África otra república atrasada logre sacudirse tras sangrienta lucha a la potencia colonial y se vea amenazada por la intervención extranjera, tropas enviadas desde la tierra del loco detendrán rápidamente la invasión.
Entrenará y armará a cuantos locos se lancen a la aventura en América Latina.
Llegará al extremo, ya al límite de su insanía, de enviar decenas de miles de soldados voluntarios a combatir en territorio africano a una de las principales potencias militares de la época. Todo porque un hombre honesto (y loco, claro) que ha encabezado la lucha anticolonial está a punto de ser derrotado y le ha pedido ayuda.
Otra vez los locos vencerán. Derrotarán a aquella potencia militar y ese régimen de “apartheid” donde una minoría blanca gobierna con mano férrea y explota a la mayoría negra y “de color” cambiará.
UNA HISTORIA DE CORDURA.
En otra república, mientras tanto, suceden cosas….
Otra dictardura brutal y sanguinaria se ha instalado. Con el objetivo de controlar a un movimiento obrero y popular que amenazaba la hegemonía burguesa e imperial los militares han dado un golpe de estado.
Miles de presos se pudren en las cárceles. Son torturados, acosados, hambreados. Se trata de destruirlos física y mentalmente.
Pero en este país hay un hombre cuerdo. Es hijo de un obrero de una empresa estatal. Se ha criado en un barrio de trabajadores. Es muy inteligente y dedicado.
Estudia. Como es cuerdo comprende que no conviene hacerse el loco.
Es peligroso e inconveniente. Estudia medicina. Se gradúa. E inicia una carrera profesional y docente que lo llevará a la cumbre. Como profesional y empresario se hará rico. Como docente llegará al máximo escalón.
En plena dictadura los ciudadanos están catalogados. Sólo los “A” (o sea los que no tengan relación alguna con la “subversión” en sus distintas variantes) podrán acceder a cargos de relevancia.
Nuestro hombre cuerdo sabe bien todo esto. Cuando haga falta felicitará a algún nuevo dictador a su ascenso.
Todo sea por la buena causa…la de él, claro.
Pasará el tiempo, caerá la dictadura, nuevos tiempos democráticos transcurrirán en esta otra república.
Volverán los exiliados. Saldrán los presos de la cárcel. Recuperarán sus trabajos algunos de los proscritos.
Nuestro médico cuerdo formará parte de la fuerza política que se acercará lentamente al poder.
Su inteligencia, habilidad y carisma le permitirán, tiempo después llegar a la presidencia.
Pero, claro, él es un hombre cuerdo.
Habrá amenazado con “hacer temblar las raíces de los árboles”…pero nada temblará.
Todo sucederá dentro de los límites de la más estricat cordura. Mantendrá y desarrollará las relaciones con la potencia de marras.
Firmará con ésta un tratado de protección de inversiones. Mantendrá las tropas que su predecesor ha enviado a reprimir a un pueblo cuyo presidente legítimo ha sido detenido y expulsado por las tropas de la potencia (y otra aliada).
Invitará, agasajará, alabará, al presidente de la potencia; que hará, con él, lo propio. ¿porqué habría de importarle que este presidente sea, en particular, autor de varias invasiones a tierras lejanas con cientos de miles de muertos?
Vamos, hombre, ¡que somos cuerdos!
Les tirará algunas migajas (la coyuntura internacional hará crecer fuertemente la economía bajo su mandato) a los pobres.
Cuando los peores violadores de los derechos humanos durante la dictadura estén a punto de ser extraditados a un país vecino con la perspectiva de ir a parar a una incómoda cárcel común los hará detener en una cárcel cómoda, higiénica, amplia. Construida especialmente para ellos y a cargo de sus camaradas de armas.
Ningún burgués, nacional ni extranjero, perderá o correrá el menor riesgo de perder sus bienes.
El tiempo ha pasado, nuestro personaje cuerdo ha dejado el gobierno a uno de sus compañeros. Éste ha hecho básicamente lo mismo. Notable: él ha sido un loco de remate y ha pagado su locura con largos años de prisión…pero ha recuperado la cordura a tiempo.
De la mano de los vastos recursos que proporciona ser fiel a las clases dominantes y a la potencia, nuestro hombre cuerdo está hoy muy bien posicionado para acceder nuevamente a la presidencia.
Ha visitado hace pocos días al loco que protagoniza la primera parte de esta historia. Éste es ya un anciano y está retirado de todos sus cargos de gobierno.
A la vuelta el hombre cuerdo afirma que aquel le ha dicho: “Tabaré, ustedes están haciendo las cosas bien, sigan como van. Hoy pensar en hacer una revolución es de locos, construyan el camino al socialismo, nosotros todavía lo estamos haciendo”
Y, colorín colorado…este cuento se ha acabado.
Jueves 31 de octubre de 2013 |
La reunión con Fidel Castro
Durante el acto, Vázquez confesó que días pasados se reunió en Cuba con el expresidente y líder revolucionario, Fidel Castro. Aseguró que se encontró en dos oportunidades con el ex mandatario cubano y a pedido del propio Castro. Vázquez afirmó que hablaron “de todo”.
“Tabaré, ustedes están haciendo las cosas bien, sigan como van. Hoy pensar en hacer una revolución es de locos, construyan el camino al socialismo, nosotros lo estamos haciendo todavía”, le aconsejó Castro a Vázquez, según así lo confesó el propio ex mandatario.
Vázquez se reunió tanto con Fidel Castro como con su hermano Raúl, el 15 de octubre pasado. El ex mandatario viajó a La Habana para presentar la edición cubana de su libro “Crónica de un mal amigo”, en el que narra una serie de historias de su vida como especialista de oncología en la lucha contra el cáncer
Si bien Vázquez prefirió este viernes no realizar “valoraciones políticas” sobre los temas de actualidad.
Empero, se refirió a la “revolución socialista”, al citar tanto a Karl Marx como a Fidel Castro.
Vázquez fue propuesto como candidato nuevamente a la Presidencia de la te del Frente Amplio, pero será proclamado en forma oficial a fines de noviembre por parte del Congreso Nacional del sector.
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