En el contexto de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos (Habitat-II) celebrada en Turquía hace 19 años, el líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro advirtió sobre las injusticias del mundo contemporáneo y el peligro del capitalismo salvaje para la propia existencia de la especie
Claudia Fonseca Sosa | claudia@granma.cu
A su llegada a Estambul, Fidel fue recibido por simpatizantes con la Revolución frente al Hotel Bósforo, donde se hospedó en junio de 1996. Foto: Estudio Revolución
En junio de 1996, la ciudad turca de Estambul fue sede de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos (Habitat-II), una cita con enorme importancia social, política y económica.
La reunión internacional fue organizada y dirigida por las máximas autoridades turcas, y contó con la presencia del Comandante en Jefe Fidel Castro.
Durante su breve estancia, el máximo líder de la Revolución Cubana se entrevistó con el presidente Suleiman Demirel y otros dirigentes, con quienes sostuvo profundos análisis de temas relacionados con la Conferencia y la situación mundial.
Asimismo, contactó con el pueblo, visitó lugares históricos de trascendencia universal y recorrió sitios importantes de la capital turca, con una ubicación privilegiada en el encuentro de dos mundos tradicionales.
Durante su intervención en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre asentamientos humanos (Habitat-II), Fidel llamó a los pueblos del Tercer Mundo a defender sus derechos.
En el plenario de la Conferencia, el Comandante en Jefe pronunció un discurso que recibió gran reconocimiento por parte de los asistentes y la prensa internacional.
En sus palabras, Fidel se refirió a la colosal explosión demográfica experimentada por la humanidad y advirtió que este proceso “no ha tenido lugar en un mundo justo. Siglos de colonialismo, de esclavitud y explotación económica la precedieron. Unos lo tuvieron todo y otros no tuvieron nada”.
Argumentó que “con la sangre y el sudor de los explotados se crearon las hoy llamadas sociedades de consumo, que constituyen un insulto a las cuatro quintas partes de los habitantes hambrientos y pobres que ya somos. La medicina fue capaz de salvar vidas; la política y la economía fueron incapaces de alimentarlas y ofrecerles una vida decorosa”.
En ese sentido, planteó que “los que casi han destruido el planeta y envenenado los aires, los mares, los ríos y la tierra, se muestran hoy los menos interesados en salvar la humanidad”.
Luego afirmó que los movimientos migratorios internos y externos que ponen en peligro a millones de personas tuvieron su origen en ese mismo desarrollo desigual e injusto. “Si no se comprende esto, no se comprenderá nada en relación con los asentamientos humanos y sus posibles soluciones”, puntualizó.
El Comandante en Jefe señaló que en el mundo contemporáneo se habla mucho de economía global y avances tecnológicos, sin embargo, se preguntó: “¿Para qué servirá todo esto si no resuelve los problemas del hombre, si los países ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres?”
“¿Con qué recursos daremos educación, salud, alimentos, vivienda y empleo no solo a los que hoy viven en el mundo, sino a los casi cien millones de seres humanos en que crece cada año la humanidad?”, agregó.
“Si con la reconversión industrial y la revolución tecnológica los propios países capitalistas desarrollados tienen cada vez más desempleo, ¿qué queda para nosotros, los olvidados de la tierra?”, apuntó Fidel.
En otro momento de su discurso, se refirió al necesario desarrollo de las zonas rurales, donde deben producirse los alimentos que garantizan la continuidad de la especie.
“El intercambio desigual entre el campo y la ciudad es similar al que existe entre países pobres y ricos. Los habitantes desesperados de esas zonas emigran hacia las ciudades a vivir en villas miserias, favelas y barrios deprimentes”, advirtió.
Fidel visita la Mezquita Azul en Estambul. Foto: Estudio Revolución
En ese sentido, señaló la imperiosa necesidad de crear asentamientos dignos del hombre en todas esas zonas, que por años y años han sido abandonadas.
“Solo en América Latina se estima que en un lapso de poco más de dos décadas el 85 % de la población se aglomerará en las ciudades. ¿Cómo resolveremos los pueblos de América Latina y el Caribe los terribles problemas que encierra esa proyección alarmante? ¿Dónde encontraremos las fuentes de agua necesarias? ¿Cómo garantizaremos los alimentos indispensables? ¿Qué empleo podremos ofrecer a esos cientos de millones de brazos? ¿Qué educación seremos capaces de brindar a esas legiones de seres humanos? ¿Cuáles serán las condiciones de vida de esas masas incontables? ¿Qué vivienda decorosa podremos garantizarles? ¿De qué manera podremos evitar el deterioro irreversible del medio? ¿Cómo podremos controlar en esas metrópolis monstruosas el crecimiento desenfrenado del delito, de las drogas, de la explotación de los niños, de la depauperación moral de la sociedad? ¿Hasta cuándo será posible, en esos conglomerados inmanejables, resistir la pobreza, la insalubridad, la muerte, el hambre, la explotación?”, subrayó.
“¿Acaso no importa esto a los gobiernos? ¿El Estado puede sentirse excluido de responsabilidad alguna en la solución de estos problemas? ¿Es justo considerar que la vivienda no constituye un derecho esencial del hombre?”.
Durante su intervención, el máximo líder de la Revolución enfatizó en que la supuesta inexistencia de fondos no podía convertirse en justificación para no hacer nada respecto a estos problemas.
“¿Cómo es posible que después de la llamada guerra fría se gasten millones de millones en armas y actividades militares, y que el comercio de aquellas se incremente? ¿Cómo puede engañarse así a la humanidad?”.
En tanto, Fidel llamó a los pueblos del Tercer Mundo a defender sus derechos. “Debemos proclamar con toda energía que tenemos derecho a respirar aire puro, a beber agua que no esté contaminada, a que se nos asigne un empleo digno, a alimentarnos y que esos alimentos sean sanos, a que se nos eduque, a que se atienda nuestra salud, a ser menos pobres cuando otros son cada vez más ricos”, insistió.
También reclamó “que cada familia tenga una vivienda decente y que ello se considere un derecho universal del hombre. Tenemos, en fin, derecho a vivir, y a vivir en paz y con honor; a que se nos deje a todos trabajar por nuestros pueblos y que no se admitan injustos ni criminales bloqueos económicos, que no se nos explote, que no se nos saquee, que no se nos desprecie ni nos traten con repugnante xenofobia”.
“Debemos proclamar que no somos el hombre de la selva, puesto que las selvas ya ni siquiera existen”.
Al finalizar sostuvo que los pueblos explotados también somos parte del mundo, y que por tanto “el mundo no admite dueños ni políticas suicidas, ni admite que una minoría de egoístas, de locos e irresponsables nos lleve al exterminio”.
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