El archivo de Fundabril reúne miles de manuscritos e imágenes inéditos del conflicto armado donados por excombatientes
En una residencia de la colonia Layco, en el interior caluroso de una habitación forrada con cartones de huevo,se encuentra un archivo que revela el recóndito mundo de las comunicaciones de una de las agrupaciones guerrilleras enfrascadas en la guerra de más de diez años que se libró en El Salvador a finales de la década pasada.
Descripciones de operaciones militares, informes de exploraciones, datos de inteligencia, claves de radio, inventarios logísticos, recuentos de bajas y valoraciones políticas, además de fotografías y videos forman los archivos de Fundabril, un centro sin fines de lucro establecido por exmilitantes de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), una de las organizaciones que formaron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
"Aquí hay documentos desde los años sesenta hasta 2006 más o menos", explica Sofía Álvarez, la directora ejecutiva del centro. Se recibió de Mercadología en la universidad, pero ahora se dedica al rescate de los archivos históricos de la guerra.
"La idea de este lugar es que sea un depósito más para la información sobre el conflicto armado".
La mayoría de los registros son hojas amarillentas y cuadernillos de notas curtidos por la intemperie, los ácidos, los hongos y la polución, entre otros elementos. Se encuentran organizados por temáticas generales (partido, correspondencia, publicaciones, etc.) a la espera de una clasificación sistemática y científica. Y de mayores recursos. Son tan frágiles estos papeles que escapan a desbaratarse entre los dedos. Pero pese a su condición, forman un valioso acervo para quienes quieran escudriñar esa no tan lejana historia.
"Se tomó totalmente el pueblo a las 7.00[;] el combate había comenzado a las 2.10 horas. Eran 21 soldados[,] como la mitad logró huir. Se hicieron 4 prisioneros, todos se liberaron ya. Nosotros tuvimos 3 muertos y dos heridos. Una sola granada mató a dos e hirió a uno".
Se trata de un parte de "Ferrun"dirigido a los comandantes"Julieta" y "Milton". En él da cuenta de la toma por la guerrilla del pueblo de Guarjila, Chalatenango, en agosto de 1982.
Otro correo, fechado en julio,contiene un informe de"Esteban", seudónimo de Facundo Guardado, miembro de la comandancia de las FPL. Va destinado a "Marcial", Salvador Cayetano Carpio, el padre fundador y comandante supremo de la organización en ese entonces. Informa sobre el progreso de las unidades milicianas y las unidades de vanguardia (UV), y la evolución del trabajo partidario. Aprovecha para pedir más recursos de propaganda, cuadros de dirección, apoyo con el avituallamiento y los abastos.
Sofía Álvarez muestra archivo Fundabril (RL)
"La crisis alimentaria se hace sentir especialmente en la sub-zona volcán-norte", advierte en una parte de su informe de cinco páginas.
Un informe de inteligencia (escrito a mano en unahoja de libreta) del 13 de julio de 1982 revela, entre otras cosas,que la CEL, la empresa nacional de generación y distribución de electricidad, cuenta con un helicóptero grúa con el cual "se le hace fácil" la reinstalación de torres derribadas por la guerrilla; que el miércoles 7 de abril, a mediodía,fueron avistados 20 camiones con armamento recién descargado en el puerto de Acajutla; que la semana anterior llegó a la Embajada de los Estados Unidos una notificación advirtiendo al personal que deben estar prevenidos "por si caen en manos de la guerrilla"; que los pasajeros de autobuses que cruzaban el puente sobre el río Jiboa hace unos días, fueron obligados a descender y desfilar frente a una caseta donde una mujer con anteojos oscuros y la cabeza tapada los examinaba uno por uno.
El archivo Fundabril está compuesto por dos colecciones propiamente: el Fondo FPL y el aporte del Centro para la Paz(CEPAS), una asociación formada para preserva materiales del pasado. 50 y 235 cajas respectivamente de manuscritos y materiales donados por hombres y mujeres excombatientes. A estos se han añadido, en los últimos meses, decenas de fotografías donadas por veteranos. Dos voluntarios del archivo, antiguos militantes, dedican largas horas a tratar de discernir la identidad de los que figuran en las imágenes.
"Es un tesoro lo que tienen arriba, protegido por esos cartones de huevo", dice Diana Sierra Becerra, estudiante de historia de la Universidad de Michigan que en estos días sededica a recabar datos para su tesis de doctorado, que se centra en el rol jugado por las mujeres en la guerrilla salvadoreña.
"Da una imagen de esfuerzo colectivo para rescatar la memoria... sin mucho dinero", comenta la aspirante al doctorado. Es colombiana de origen y su primer contacto con los salvadoreños tuvo lugar en una pupusería de Nueva York. Trabajó ahí en los tiempos en que buscaba abrirse paso como inmigrante.
Una de las aspiraciones del centro es poner de relieve que la empresa guerrillera no hubiera sido posible sin el protagonismo de muchos miles, yendo más allá de los enfoques que se ocupan exclusivamente de unas cuantas"figuras de bronce".
"Todos eran importantes: la señora que hacía las tortillas, los que conseguían la comida, los que conseguían los zapatos", asegura Adriana Vides, colaboradora de Fundabril, e investigadora asistente para un proyecto de rescate histórico en el que participa la unidad de investigaciones de la Secretaría de Cultura de la Presidencia de El Salvador.Vides pone de relieve el protagonismo de los "correítos". Niños y adolescentes que trasladaban los partes y otras comunicaciones en las zonas de combate.
El archivo de Fundabril contiene una historia incompleta, tachonada de comprensibles interrupciones y vacíos. La mayor parte de los registros se habrá perdido, quizá para siempre, al calor de los combates, los percances y la inestabilidad de la existencia guerrillera.La directora de la asociación está convencida de que muchos excombatientes han atesorado y conservan todavía valiosos documentos y piezas, y confía en que las donaciones seguirán llegando.
El centro recibió recientemente un lote de materiales que todavía no han sido examinados, incluyendo aproximadamente 700 videos en formatos de cinta (U-matic y VHS), que les confió "una persona que los guardó por años a título personal".
Una de estas cintas, "Funeral de Jesús Rojas" capta el momento en que sus compañeros le rinden tributo al comandante guerrillero en Arcatao, poblaciónal norte del país que fue uno de los teatros de la guerra. Rojas–mejor conocido como "Chusón" en honor a su altura– era el nombre de guerra de Antonio Cardenal, miembro de una de las familias más distinguidas de Nicaragua y sobrino de la expresidenta de ese país Violeta Chamorro. El y una decena de combatientes fueron abatidos por un comando del batallón Atlacatl en abril de 1991. Solo dos combatientes sobrevivieron a la emboscada.
"Oni" y "Victoria", médicos de la guerrila en Chalatenango (Fundabril)
Identidades, la revista de la unidad de investigaciones de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, publicará próximamente un artículo sobre el guerrillero. Un historiador de la secretaría, Luis Roberto Huezo Mixco, también prepara un libro sobre el conflicto. Este contendrá un capítulo dedicado a Cardenal.
El local de Fundabril también tiene una historia propia que contar, eso explica los cartones de huevo que tapizan la habitación, así como los vestigios de dos estudios de transmisión que se encuentran aquí. Al finalizar la guerra, ex integrantes de la radio guerrillera "Farabundo Martí", que había transmitido por casi una década desde las montañas de Chalatenango y Guazapa, intentaron reeditarla, sin éxito,como estación comercial. La empresa ha pasado de propietario en propietario, y ahora es una más de las que pueblan el dial de FM, borrado su pasado guerrillero.
Aunque algunos investigadores empiezan a estudiarlos, los archivos de Fundabril aun no se encuentran abiertos al público. Los que deseen consultarlo, explica Vides, deben saber que no presta las condiciones adecuadas para una investigación. "Casi se trata de escudriñar las cajas para ver si lo que hay les sirve".
Para Álvarez, la directora, este proyecto representa un esfuerzo personal para reconectar con la vida y el legado de su padre, Antonio Álvarez, "Juan Sierra", un militante que operó principalmente en Chalatenango y la zona del volcán de San Salvador.
Sierra era un político, un hombre de partido, un cuadro ideológico que por sus obligaciones se movía entre el campo y la ciudad.Al llegar la paz se incorporó a un programa de transferencia de tierras creado para reintegrar a los combatientes a la vida civil, también fue uno de los fundadores del archivo CEPAS. Antes de morir, hace ocho años, dejó un libro: Tierra, conflicto y paz. La madre de Sofía, que fue combatiente de los comandos urbanos del FMLN, conserva un ejemplar en una vitrina en su casa.
Sus propios padres, militantes por muchos años, y por razones que solo ellos sabían, nunca compartieron con Sofía y sus hermanos cuáles motivaciones los llevaron a incorporarse al movimiento guerrillero, o en qué consistían sus actividades.
"A mi me pasó lo que le pasa a muchos jóvenes actualmente, y es que nuestros papás no siempre nos cuentan esas historias. Mi papá jamás nos habló de la guerra", dice la hija de Juan Sierra.
Pero ella está convencida de que los archivos personales de su padre, la clave de su vida, yacen en este claustro, ocultos entre centenares de folios. Una rica historia que aguarda ser estudiada y comprendida.
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