El GIEI presentó su informe final sobre la desaparición de los 43 estudiantes normalistas el cual dividen en cinco partes: los antecedentes, los hechos, el peritaje sobre el basurero de Cocula, el análisis de las posibles causas y las recomendaciones. Sobre el clima de terror que se dio en la zona con los diversos ataques perfectamente dirigidos y coordinados, así como el peritaje sobre el basurero de Cocula, hablaron los tres primeros ponentes.
Desinformémonos.
Cimbrada a las instituciones mexicanas de justicia. Así se podría definir la presentación del informe del grupo de expertos internacionales de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que exhibieron el pasado 6 de septiembre, sobre los hechos acaecidos la noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, donde desaparecieron 43 estudiantes normalistas y asesinaron a seis personas.
El informe fue explicado y entregado por los integrantes del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), en las instalaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, donde más de 500 personas, entre prensa, familiares de los normalistas y activistas, se agolparon en la sala Digna Ochoa.
La presentación hizo un repaso a los antecedentes del caso con imágenes, con detalles del peritaje realizado por un experto internacional en fuegos, así como un análisis científico del basurero de Cocula, donde supuestamente se incineraron los 43 cuerpos de los estudiantes. Finalmente, se hizo una síntesis de los hechos en los que analizan las posibles causas del ataque y la situación de las víctimas, junto recomendaciones sobre la investigación.
La primera presentación corrió a cargo de Ángela Buitrago, quien estableció que todo lo que se informa está soportado en documentos oficiales, pruebas reportadas en el expediente judicial, declaraciones tomadas por el grupo y en los reportes oficiales denominados C4, tarjetas informativas, reportes oficiales y documentos desclasificados del Ejército”.
La abogada y Dra. Buitrago, explicó que la toma de autobuses y el “boteo” son tradicionales entre los alumnos de todas las escuelas normales de México y no solo en Ayotzinapa. Es una estrategia usada para suplir sus necesidades de traslado a actividades académicas, sociales o políticas, explicó la colombiana.
Así relató cronológicamente los hechos ocurridos la tarde del 26 de septiembre:
“A las 17:35 de la tarde salen dos autobuses con estudiantes de recién ingreso, de la Escuela Normal de Ayotzinapa. Tenían como misión tomar más autobuses y realizar una colecta que les permitiera llegar a ellos y a otros cientos de estudiantes más, a la marcha del 2 de octubre que se realizaría en la ciudad de México.
Se dirigen a la ciudad de Chilpancingo, donde, al detectar presencia de patrullas federales, deciden cambiar el rumbo e ir hacia el entronque de la carretera a Huitzuco y a la caseta de peaje de Iguala, Guerrero.
A las 17:59 de la tarde, toda esta información llegaba ya a todos los niveles de autoridad a través de los informes y reportes del C4.
Entre las 19:30 y las 20 horas, los muchachos, en los dos autobuses llegan al sitio y empiezan a realizar su cometido.
A las 20:15 horas, en el crucero donde estaban, detienen a un tercer autobús con cuyo chofer negocian el ir a la central de autobuses de Iguala para bajar a los pasajeros y posteriormente ir con ellos y el camión hacia la Escuela Normal. Ocho muchachos abordan el tercer autobús y se dirigen a la terminal de Iguala, donde al bajar los pasajeros, el chofer incumple su ofrecimiento y los encierra al interior del mismo. Ellos piden auxilio a sus compañeros vía celular. Precisan el dato que en estos momentos ya había concluido el informe de la presidenta del DIF que se desarrollaba en el Zócalo de Iguala y que concluyó a las 19.40 horas.
Llegan los muchachos en los dos autobuses originales a la terminal de Iguala para auxiliar a sus compañeros. Después de unos momentos, cerca de las 21.13 horas sale una caravana de los dos autobuses originales, el 1531 y el 1568 de la línea Estrella de Oro, más otros tres autobuses, dos de la línea Costa Line y uno de Flecha Roja. Un total de cinco autobuses que salen de la terminal de Iguala que se estacionan al exterior en diferentes calles aledañas que los conducen por diferentes rutas.
Todos estos movimientos fueron registrados puntualmente por el C4. Hay diferentes trayectorias de los cinco autobuses, divididos en tres recorridos y según testimonio del chofer del camión Estrella de Oro No. 1568, “observó a varias patrullas de la policía disparando”.
Esta situación, según describe en su intervención la experta independiente Claudia Paz, los primeros disparos se reportan a las 21.53 de la noche. Después, relata los hechos, de cómo en las diversas rutas y conforme pasan los minutos, los camiones, en los que había entre 56 y 68 estudiantes fueron interceptados en diferentes puntos. De disparos al aire, se pasó a disparos directos a los autobuses y finalmente a ataques directos y a quemarropa contra los estudiantes.
En eventos paralelos, informa Paz, en los diferentes autobuses, los muchachos fueron obligados a bajar de los mismos, tirarse al suelo y luego fueron subidos a patrullas que se los llevaron a distintos puntos y en los que existen versiones diferentes.
En uno de los primeros ataques reportados, es cuando una de las balas le da a Aldo Gutiérrez Solano en la cabeza, y desde entonces permanece en estado de coma.
Dos incidentes importantes que subraya el GIEI, fue, primero, que los chóferes fueron detenidos y uno de ellos fue llevado a una casa en el centro de Iguala, a la que describe como una casa blanca con portón negro. Una vez allí salió una persona de complexión atlética que ordenó que “hagan lo que ya saben que tienen que hacer”, pero después cuando ya partían del lugar les ordenó liberar al conductor.
Después de analizar los documentos y las declaraciones, el GIEI concluye que el operativo “estaba dirigido de forma coordinada por un hombre que aún no identificamos y había una persona que impartía todas las órdenes”.
El otro evento registrado por la CIDH se da al filo de la medianoche, en el entronque de la calle Juan N Alvarez y Periférico, donde los muchachos, después de ser rafagueados al interior de los autobuses, llamaron a más compañeros, quienes llegaron al lugar acompañados de algunos maestros y periodistas locales.
En ese punto, empezaron a dar una conferencia de prensa y a las 00.30 de la noche, una camioneta blanca con antena y un pequeño coche negro llegó al sitio, les tomó fotografías e inmediatamente bajaron tres encapuchados vestidos de negro que les dispararon ráfagas directas a los estudiantes que daban la conferencia. Ahí mataron a Daniel S. Gallardo y a Julio César Ramírez Nava, quienes no habían estado en las actividades iniciales, sino que llegaron a auxiliar a sus compañeros.
En este ataque fue herido de gravedad el estudiante Édgar Andrés Vargas y es la última vez que se ve con vida a Julio César Mondragón, quien salió huyendo y luego apareció muerto y desollado la madrugada del 27 de septiembre.
Es en este evento cuando llaman a las ambulancias para trasladar a los heridos, quienes los llevan a una clínica en Iguala, donde integrantes del ejército, militares, los recibieron, esculcaron y les dijeron “que tuvieran pantaloncitos para aguantar lo que viniera”.
Andrés Vargas, gravemente herido, no era atendido a pesar de que llegó un médico a estar con ellos.
Aquí, la ex fiscal guatemalteca Claudia Paz, enfatiza que “mientras en los primeros momentos hubo múltiples llamadas al C4, luego hubo prácticamente silencio entre las 23.30 y las 00 horas, en el que solo se registró una llamada.
Es importante remarcar, que en todos estos eventos se reporta siempre la presencia de policía municipal, estatal, ministerial, federal y presencia militar de inteligencia del 27 Batallón en diferentes momentos.
El experto Francisco Cox, habló posteriormente, sobre cuatro versiones existentes en el expediente acerca del destino final de los estudiantes. Ninguna de ellas está soportada en evidencias.
La versión con la que concluye la PGR y que da como “verdad histórica” a los familiares de los estudiantes, es que los 43 fueron incinerados en el basurero de Cocula. Versión que tampoco está debidamente soportada porque tiene información y versiones contradictorias entre sí.
Los integrantes del GIEI visitaron el basurero de Cocula, acompañados por el experto independiente José Torero, peruano reconocido a nivel mundial por sus investigaciones en el manejo de fuego y que fue contratado por ellos para hacer un peritaje en el sitio.
Al respecto, en su análisis y resultado del peritaje, José Torero proporcionó datos en los que sus cálculos le indican que para quemar un solo cuerpo se necesita de combustible unos 700 kilógramos de madera o 310 kilográmos de neumáticos, con una duración de 12 horas. Por lo que para quemar 43 cuerpos se requieren 30 toneladas de madera o 13 toneladas de neumáticos, con una duración inflamable de 60 horas.
El expediente de la PGR establece en una de sus declaraciones, que la incineración de los cuerpos la hicieron con 15 neumáticos aproximadamente y que estuvieron 16 horas.
Estas declaraciones contradictorias todas entre sí, contrastadas con el análisis y diagnóstico del peritaje realizado por José Torero, lleva al GIEI a concluir que los muchachos no fueron incinerados en el basurero de Cocula.
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