"Mi investigación está en desacuerdo con quienes sugieren que hay algo inherentemente empoderador o transformador en la participación de la mujer en el acto tradicionalmente masculino de la guerra", dice la socióloga Jocelyn Viterna, profesora en la Universidad de Harvard. Ella resume para el Faro Académico su investigación que se fundamenta en 230 entrevistas en zonas rurales de El Salvador entre 1998 y 2001.
Por Jocelyn Viterna *
Imagen con la portada de Women in War: The Micro-processes of Mobilization in El Salvador, de Jocelyn Viterna.
Imagen con la portada de Women in War: The Micro-processes of Mobilization in El Salvador, de Jocelyn Viterna.
A través del tiempo y de las sociedades la guerra ha sido un esfuerzo casi exclusivamente masculino. Sin embargo, en 1992, cuando el ejército guerrillero del FMLN participó en un proceso de desmovilización auspiciado por las Naciones Unidas, el 30 por ciento de los combatientes oficialmente "desmovilizados" eran mujeres. En El Salvador, y en países tan diversos como Sri Lanka, Colombia, Zimbabwe, Nepal, Eritrea, Siria, Guatemala y Líbano, números sin precedentes de mujeres han abandonado sus hogares, tomado armas y desafiado las normas culturales para luchar literalmente por el cambio revolucionario.
¿Por qué las mujeres se vuelven guerrilleras? ¿Cuáles son las consecuencias de esas experiencias para ellas y para las sociedades con convenciones de género en las que viven? Hasta la fecha, los académicos han proporcionado dos grupos distintos de respuestas a estas preguntas. Por un lado, los investigadores que se basan en la literatura sobre revoluciones y movimientos sociales sostienen que las mujeres que participan en actividades de guerra que desafían las convenciones de género pueden, por vez primera, llegar a verse a sí mismas como agentes políticos. Estos académicos sugieren que los resultados del activismo de las mujeres en tiempos de guerra dan como resultado una mayor autoconfianza y perspicacia política para las participantes, mayores niveles de participación en la fuerza laboral remunerada, y en general un aumento en la participación política.
Por otro lado, los investigadores que se basan en la literatura de género y de guerra pintan un panorama muy diferente. En estos trabajos las mujeres combatientes son abrumadoramente presentadas como víctimas: entran en el conflicto en contra de su voluntad, son obligadas a utilizar encuentros sexuales para mantenerse vivas, terminan agobiadas con hijos no deseados procedentes de estos abusos, y luego son condenadas al ostracismo después de la guerra, precisamente a causa de su participación. Estos estudios ven a las mujeres combatientes como peones en luchas de poder de gran alcance, emergen de la guerra traumatizadas, con pocos recursos, y con grandes dificultades para satisfacer las necesidades vitales básicas para ellas y sus hijos. Desde esta perspectiva, se espera que la guerra rezague, en lugar de reconfigurar, los sistemas de género existentes en la sociedad.
Mi investigación, que se fundamenta en 230 entrevistas llevadas a cabo en zonas rurales de El Salvador entre 1998 y 2001, llega a la conclusión de que para las mujeres las consecuencias de su activismo en la guerra nunca son uniformes. Muchas mujeres se beneficiaron de sus experiencias como guerrilleras del FMLN, transformando las habilidades y redes sociales que adquirieron en la guerra en puestos de trabajo de posguerra, oportunidades educativas, posiciones políticas formales y activismo continuo. Pero muchas otras evitaron todas las formas de activismo comunitario o compromiso político sin cuestionar jamás su condición de segunda clase en sus hogares y comunidades. Los académicos a menudo pasan por alto la variedad de estos resultados y prefieren hacer afirmaciones relativamente amplias que sugieren que la guerra es ya sea buena o mala para las mujeres.
En mi investigación he encontrado que la participación de las mujeres fue fundamental para el éxito del FMLN. Los altos niveles de mortalidad en la etapa temprana crearon una escasez de personal que no se podía llenar solamente reclutando hombres. La creciente sofisticación logística del FMLN requería educación y aptitudes que aprendían las mujeres –y no los hombres– en los campamentos de refugiados en Honduras. La campaña del FMLN para obtener el apoyo internacional ganó legitimidad mostrando la presencia de mujeres en sus filas. Tal vez lo más importante, el FMLN necesitaba mujeres para hacer que los campamentos de la guerrilla se sintieran un poco más hogareños. Las guerrilleras sin duda desempeñaron papeles militantes, pero también casi siempre se hacían cargo de "trabajos de mujeres" tradicionales, lavado de ropa, preparación de alimentos, cuidado de heridos, y así sucesivamente. Las mujeres guerrilleras también trajeron a los campamentos amor, afecto y relaciones sexuales, haciendo más tolerables los rigores de la vida guerrillera.
Sin embargo, la participación de las mujeres, en promedio, benefició más al FMLN que a ellas. Diez años después de la firma de los acuerdos de paz encontré que las mujeres que fueron a los campamentos de refugiados y evitaron el activismo guerrillero habían, en promedio, obtenido mejores resultados que las que fueron a los campamentos guerrilleros. Después de la guerra las no guerrilleras eran en promedio más educadas, era más probable que tuvieran un empleo remunerado, y era más probable que fueran líderes de la comunidad. Además, parecía más probable que estas mujeres tuvieran convicciones de equidad de género que las ex guerrilleras. Sólo en la categoría de participación comunitaria (reuniones, eventos de la iglesia, o grupos de mujeres) las ex guerrilleras sobrepasaban a las no guerrilleras.
Esto no es para sugerir que el activismo guerrillero era perjudicial para todas las mujeres. Algunas obtuvieron educación, empleo y oportunidades de liderazgo. Otras también se convirtieron en líderes feministas. ¿Por qué? Comencé mi estudio con una serie de hipótesis iniciales: 1) a las mujeres que se habían unido al FMLN debido a que compartían su compromiso ideológico les iba mejor que a las que habían sido obligadas a unirse; 2) a las que estaban en posiciones de mayor prestigio en la guerrilla les iba mejor que a las que tenían puestos de poco prestigio, como la cocina, y 3) a las que participaban en formas más radicales de desafío a la convenciones de género, las combatientes más militantes, que dejaron a sus hijos al cuidado de otras personas con el fin de continuar su participación en la guerrilla, les iba mejor que a las que desempeñaron papeles más femeninos (como enfermería) o dejaron los campamentos guerrilleros por razones de maternidad. Al final me di cuenta de que todas mis hipótesis eran incorrectas.
La mayoría de guerrilleras se sentían empoderadas por su participación, y aprendieron habilidades como enfermería, operaciones de radio, o a hablar en público. Pero me di cuenta de que las oportunidades de post-conflicto sólo surgieron cuando las guerrilleras habían adquirido conexiones con otras personas poderosas, y habían ocupado ubicaciones específicas en las redes sociales.
Las mujeres que entrevisté obtuvieron vínculos sociales poderosos de dos maneras. En el primer caso algunas guerrilleras o colaboradoras de la guerrilla que fueron a los campamentos de refugiados a principios de la guerra (a menudo por razones de embarazo o de cuidado de niños) se convirtieron en enlaces importantes entre la comunidad internacional y las organizaciones guerrilleras. Por ejemplo, como personas de confianza del FMLN ellas trabajaron con organismos internacionales como la ONU o la Cruz Roja para facilitar las repoblaciones de refugiados. Después del conflicto, estas mujeres tenían mayores probabilidades de encontrar nuevas oportunidades, a menudo con las mismas organizaciones internacionales.
El segundo grupo de guerrilleras que ganó valiosos vínculos sociales se quedó en la guerra hasta que se firmaron los acuerdos de paz. Ellas estaban ubicadas geográficamente cerca de los comandantes de la guerrilla. Como estaba por terminar la guerra, los comandantes del FMLN recomendaron a personas para ocupar nuevas posiciones en su partido político emergente y en las organizaciones no gubernamentales internacionales. Los comandantes naturalmente tendían a recomendar a mujeres que habían conocido personalmente en los campamentos del FMLN.
Quizás sorprendentemente, las mujeres ubicadas en posiciones estratégicas en la red después del conflicto a menudo eran las que menos habían desafiado las convenciones de género: las operadoras de radio o las enfermeras que trabajaban cerca del comando central, o las mujeres que como madres se trasladaron a los campamentos de refugiados. Por el contrario, cuanto más belicoso el papel de una mujer en tiempos de guerra, menos probable que ocupara una ubicación de red beneficiosa o adquiriera un valioso conjunto de habilidades de posguerra. Las mujeres combatientes operaban en el frente de batalla, lejos de los comandantes poderosos y muy lejos de las organizaciones internacionales. Las que desafiaron las convenciones de género durante la guerra a menudo fueron quienes en la posguerra tuvieron menos probabilidades de obtener oportunidades educativas o empleo, ser activas fuera del hogar, o expresar convicciones de género progresivas.
En conclusión, mi investigación está en desacuerdo con quienes sugieren que hay algo inherentemente empoderador o transformador en la participación de la mujer en el acto tradicionalmente masculino de la guerra. Mi investigación también cuestiona la idea de que el compromiso con el feminismo inspiró a la izquierda a involucrar a las mujeres en los ejércitos guerrilleros. Tenía sentido estratégico para el FMLN alentar la participación de las mujeres en sus campamentos guerrilleros, pero hizo poco para desafiar las normas de género tradicionales, o para apoyar a las mujeres combatientes con nuevas oportunidades de posguerra.
Casi todas las ex-guerrilleras que entrevisté recordaban con cariño su tiempo en los campamentos del FMLN. Casi todas expresaron un sentido de poder que viene de aprender a operar radios, sanar heridas, hablar en público, o luchar en combate. Casi todas apreciaron el sentido de comunidad que experimentaron mientras vivían en los campamentos del FMLN. Pero pocas ex-guerrilleras en realidad ganaron nuevo poder u oportunidades después del conflicto. Las pocas que tuvieron nuevas oportunidades las adquirieron debido a su vínculos con personas poderosas. En pocas palabras, convertir a las mujeres en soldados no promueve inherentemente la igualdad de género. Por el contrario, las mujeres tienen más probabilidades de alcanzar poder político, económico y personal cuando tienen acceso a la educación, conexiones a recursos y oportunidades para el activismo político en favor de sus propias identidades e intereses.
* Jocelyn Viterna es Profesora Asociada en el Departamento de Sociología de la Universidad de Harvard. Su último libro es Women in War: The Micro-processes of Mobilization in El Salvador (Oxford Studies in Culture and Politics, 2013).
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