Francisco Umpiérrez
Afirma Julio Anguita lo siguiente: “Está ocurriendo algo espantoso: está naciendo lo que yo llamo la moral del esclavo. José María Pemán escribió una vez: “La criada se siente muy reconocida y muy contenta cuando ve a su señora lucir las joyas, porque al verla se cree que es ella la que está llevado las joyas”. Cuando alguien está defendiendo a quien le explota, a los “mercados” o a la clase política corrupta, ha llegado al nivel más bajo al que puede llegar un ser humano: bendecir la porra que le golpea, besar las botas que lo pisan”.
Empecemos con la afirmación de José María Pemán. Este escritor, comprometido con el conservadurismo, mira a la criada desde arriba y le niega la conciencia. La criada no es idiota y en ningún momento cree que es ella quien está llevando las joyas. Lo que hace es apreciar la belleza de los vestidos, calzados y joyas que lleva su señora. Y soñará que por algún golpe del destino ella pueda disfrutar algún día de la riqueza de la que disfruta su señora. Su aspiración es convertirse en algún día en señora o en tener los suficientes recursos económicos para dejar de ser criada. Pero hay más: decía Marx que el predominio absoluto del dinero ha provocado que el sentido del tener obnubile el resto de los sentidos. Así que se puede disfrutar de la belleza de las joyas sin poseerlas. Y esto le sucede a las criadas. Hace muy mal el conservador Pemán en negarle la conciencia a la criada y socavarle su dignidad como persona. De todos modos y dado los tiempos que corren sería mucho más correcto y digno hablar de empleadas del hogar que de criadas. Aprovecho para contarles una pequeña anécdota. El otro día vi en televisión un programa sobre Cuba. En una de sus plazas más famosas un hombre de pocos recursos decía lo siguiente: esta plaza se conoce en todas las partes del mundo y una persona que tenga mucho dinero puede compartir conmigo una cerveza y disfrutaremos juntos de la música que nunca falta en este lugar. Hablaba este hombre de un espacio común entre adinerados y personas con pocos recursos. Esta concepción de las relaciones entre clases diferentes no las dibuja pertenecientes a mundos absolutamente diferentes y distantes. Y no por ello debemos considerar a este cubano como un hombre carente de conciencia, sino todo lo contrario: orgulloso de su tierra y feliz con lo que le ha deparado la vida.
Vayamos ahora con la conjetura de Anguita. Su afirmación en términos humanísticos no está nada bien: es injuriosa e irrespetuosa. Le ocurre lo mismo que a Pemán: le niega la conciencia y la voluntad al trabajador. Hay que evitar ciertas metáforas que desfiguran la realidad. En España no hay porras que golpean ni hay botas que pisan en las relaciones entre las clases sociales. Así que nadie bendice las porras que lo golpean ni besan las botas que lo pisan. No vivimos en una sociedad esclavista ni los trabajadores tienen la moral de los esclavos. Anguita peca, como muchos teóricos radicales, de intelectualismo. Desfigura la realidad y pone a los trabajadores que votan al PP como personas con la moral de un esclavo. Anguita se sube a un pedestal imaginario donde se cree que está muy alto y se representa a los trabajadores que votan al PP en los escalones más bajos del desarrollo civilizatorio. Esta representación imaginaria de Anguita es, por un lado, falsa, y por otro lado, denigra la condición moral de los trabajadores.
Veamos ahora el concepto de explotación según Marx. Es un concepto económico. Anguita lo utiliza con contenido moral. Y al añadirle un contenido moral al concepto de explotación, modifica la representación que nos hacemos de la realidad. Marx divide la jornada laboral en dos partes: trabajo necesario y plustrabajo. Durante el trabajo necesario el trabajador produce su salario bruto, incluida la cuota empresarial de la seguridad social, mientras que durante el plustrabajo produce el plusvalor, que incluye los beneficios, los intereses, la renta del suelo y los impuestos. Marx llama cuota de plusvalía o cuota de explotación a la relación entre el plusvalor y el salario. No hay en este concepto ningún contenido que nos obligue a representarnos la cuota de explotación o explotación del trabajo con la imagen de un capitalista con el látigo en las manos y al trabajador arrastrándose a sus pies. Esa realidad no existe en los países de la Unión Europea en la actualidad.
Sigamos. Todos los que somos marxistas esperábamos que la Unión Soviética y China demostraran al mundo que en el sistema socialista los trabajadores vivían mejor que en el sistema capitalista. Pero la experiencia demostró lo contrario: en la URSS la tasa de explotación de los trabajadores fue superior a la tasa de explotación de los trabajadores de Europa Occidental. El desproporcionado desarrollo de la industria pesada respecto de la industria ligera fue la causa de que el plustrabajo fuera en la URSS excesivamente grande respecto del trabajo necesario. Un escaso desarrollo de la industria ligera significa una producción baja de los medios de consumo. Y a partir de 1978 Deng Xiaoping alertó que un socialismo pobre jamás atraería a la población trabajadora hacia el socialismo y el marxismo. Y la experiencia había demostrado que el mercado es un mecanismo muchísimo mejor para desarrollar las fuerzas productivas que el plan. De ahí que el PCCH propusiera la idea de un mercado socialista. Anguita no puede olvidar que es imposible ante las lecciones de la experiencia del socialismo real que los trabajadores nieguen el capitalismo y afirmen el socialismo. La falta de conciencia socialista que se da en las naciones de la Unión Europea es culpa, en parte, de aquella experiencia, y en parte, del debilitamiento y casi extinción de los partidos comunistas. Y Podemos, al que tanto admira Anguita, representa no una ideología socialista sino una ideología populista.
Le sucede a Anguita como a algunos antiguos marxistas que siempre que hablan de los trabajadores, en parte, solo hablan del sector más pobre, y en parte, desconocen cómo viven su vida los trabajadores en su integridad. La política es solo una parte de la vida y no la totalidad de la vida y la conciencia no solo es la conciencia política. Hay trabajadores que políticamente son de derechas pero socialmente son de izquierdas, y al revés: hay accionistas y rentistas que políticamente son de izquierda y socialmente son profundamente de derechas. Conozco a muchos empleadas y empleados de El Corte Inglés o de grandes supermercados que tienen un buen coche, una buena casa, visten muy elegante y viajan al extranjero. Recuerdo el caso de un señora pensionista de La Isleta, barrio de Las Palmas, que había estado en Nueva York siete veces. Ninguno de estos trabajadores se sienten esclavos ni tienen la moral de un esclavo. En suma, es un error político profundo negarles la conciencia, la voluntad y la libertad de pensamiento a aquellos trabajadores que no depositan su confianza en los partidos de izquierda. Hay que bajarse del pedestal y no acercarse a la gente en el papel de oráculo y en los periodos electorales. A la gente se le debe conocer durante toda la vida. Solo me resta decir que la lógica dialéctica de la que está preñada El Capital de Karl Marx no presenta los contrarios en oposición absoluta y en lucha constante, sino siempre sujetos a transiciones y a matices.
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