Dagoberto Gutiérrez
En los tiempos que corren, hay un decaimiento de una serie de figuras políticas, empezando por la misma política y pasando por el Estado y el gobierno. Estas 3 dimensiones son uno de los territorios en donde los individuos desarrollan su práctica para entender y transformar el mundo.
Nunca antes habíamos visto el descrédito actual de ese sector de la sociedad dedicado a gobernar, y nunca habíamos registrado la distancia creciente entre los gobernantes y los gobernados. Esto quiere significar que cada vez es menos sustentable las razones, según las cuales, un sector de la sociedad se especializa en mandar y otro sector en obedecer.
El actual gobierno está situado en el ojo del huracán de este fenómeno que estamos anotando y con su falta de autoridad y ausencia de prestigio intelectual, ético y político, ofrece flancos insuperables, tanto para enemigos jurados como para algunos descontentos y hasta desafectos.
Veamos algunas de estas grietas en lo que podemos considerar una especie de radiografía política:
El gobierno del FMLN aparece como continuación del gobierno de Mauricio Funes, y este solo hecho inunda de desprestigio cualquier discurso y cualquier acción porque resulta inevitable, si se trata de una continuación, que las lacras del gobierno Funes alcancen en sus ondas expansivas al gobierno actual que, por lo demás, no ofrece ni un rostro diferente, ni un discurso distinto, ni una gestión gubernamental que lo distancie apreciablemente del gobierno Funes, y en todo caso, los vasos comunicantes y los negocios con partidos llegan a obligar al gobierno a proteger las espaldas de Funes.
El gobierno actual gusta de ser entendido como de izquierdas, aunque no se preocupa en lo más mínimo por serlo, a partir de sus acciones y sus conductas. Esto podrá resultar ventajoso electoralmente, pero llega a ser erosionante políticamente, dado que es previsible que una parte de sus militantes que han confiado y esperado un gobierno de izquierdas, se desencanten y hasta se desengañen al comprobar que sus gobernantes, por los cuales votan, no resultan ser diferentes a los gobiernos areneros anteriores. Pero también, es erosionante porque los votantes que no son militantes, y han esperado por años los cambios ofrecidos que nunca llegan, también están llegando a sus límites de tolerancia.
Aparecer como de izquierdas no supone para este gobierno ningún compromiso de serlo, efectivamente; mientras que las derechas tradicionales, al tratarlos como de izquierda, están delineando y determinando al enemigo que tanto necesitan para justificar su política y unificar su bloque social ante un enemigo que aparentemente los amenaza. En realidad, se trata de una especie de ampliación de las derechas que, sin embargo, somete a presión y hasta disputa a una derecha partidaria, tradicional, que, como ocurre con ARENA, no parece ser a estas alturas, un instrumento partidario preferente de las cúpulas oligárquicas dominantes del país; aunque el grupo gubernamental tampoco ha logrado hasta ahora ser visto y entendido por el bloque oligárquico como un instrumento con el cual pueden entenderse y con el que pueden contar para la salvaguarda de sus intereses.
Como una característica de la coyuntura, hay que anotar a la crisis de hegemonía del bloque dominante que no tiene mayores dificultades, ni ideológicas ni políticas, para contar con un instrumento que puede ser ARENA o el FMLN. Sin embargo, estos dos instrumentos parecen disputarse acremente el control del botín de la administración de la cosa pública.
En este aspecto hay que anotar que dentro de la concepción neoliberal global, tanto el aparato del Estado como los equipos de gobierno, resultan ser instrumentos que, si bien siguen siendo necesarios, no resultan ser imprescindibles por su endeblez económica, sus incapacidades políticas y su desprestigio galopante. Puestas así las cosas, el control del aparato estatal parece ser una función de lo que se encarga directamente el mercado a través de las grandes empresas transnacionales que pueden ocupar los corredores y los salones estatales de una manera técnica con asistencias fiscales y crediticias de distinto pelaje, con asesores aparentemente indiferentes y fríos, y con luces en una temática que siendo propia de los gobiernos, no es, sin embargo, conocido y mucho menos dominado por funcionarios que no se caracterizan por sus conocimientos y capacidades, sino por sus lealtades partidarias. De esta manera resulta que las entregas políticas se facilitan para estos personajes porque aparecen como recomendaciones técnicas que deben ser acatadas ineludiblemente.
El gobierno actual aparece como inmune a toda crítica u observación y, al mismo tiempo, resulta ser sordo y mudo ante todo señalamiento. Por eso es que resulta incapaz de defender su política o de defender sus simples acciones, porque al aparecer cercado por las derechas, tiene oportunidad, a su juicio, de ser mirado como de izquierdas. Se trata de un gobierno que entiende que solo puede ser criticado por las derechas y siendo así las cosas supone que ninguna de estas críticas tiene valor ni merece, mucho menos, ser escuchada o respondida juiciosamente. Semejante conducta choca con la hundida y desacreditada gestión gubernamental.
En ningún momento anterior, el gobierno había estado como lo está ahora, a expensas de los votos de ARENA, y estando ambos partidos en campaña electoral, esto vuelve más difícil para el FMLN el que ARENA acceda a salvar la gestión gubernamental que hace agua por todos lados. Sabido es que ARENA necesita que este gobierno muestre ante los votantes todo su fracaso e incapacidad para salvar su gestión gubernamental. Ante ese afán de ARENA, el gobierno carece de política de alianzas o de entendimientos mínimos, y así, aún al borde del precipicio y en manos del FMI, del Banco Mundial y del gobierno estadounidense, el gobierno no recibe hasta ahora los auxilios que necesita urgentemente para salvar su cabeza, ni en la Asamblea Legislativa ni en otros aparatos gubernamentales.
Las próximas semanas resultan decisivas para definir la situación de un gobierno sonámbulo que no tiene posibilidades ni de ser aceptado ni de ser entendido en las casas de izquierdas.
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