Entrevista realizada por Tomás Andréu Se bajó del avión que piloteaba y se dijo a sí mismo: “La guerra es una mierda. Es inmoral”. Vietnam estaba bajo la lluvia del Agente Naranja. La gente y la vegetación ardían bajo aquel compuesto químico. Chalie Clements le dio un giro a su vida y se hizo médico. […]
Entrevista realizada por Tomás Andréu
Se bajó del avión que piloteaba y se dijo a sí mismo: “La guerra es una mierda. Es inmoral”. Vietnam estaba bajo la lluvia del Agente Naranja. La gente y la vegetación ardían bajo aquel compuesto químico.
Chalie Clements le dio un giro a su vida y se hizo médico. Se graduó en 1980. Eligió un país para brindar su ayuda: El Salvador. Se fue a Guazapa. La zona estaba controlada por la guerrilla. Anotaba todo lo que el ejército salvadoreño —entrenado y financiado por el gobierno de Estados Unidos— hacía a la población. Eran los primeros años de 1980.
El médico norteamericano estuvo un año con la insurgencia atendiendo a los civiles. Luego se marchó hacia su país para hacer una larga cruzada a favor de El Salvador. Allá denunció cómo su gobierno permitía la impunidad en la que se movían los Escuadrones de la Muerte en el país. Eso le valió amenazas de muerte que nunca se tomó en serio.
En Estados Unidos creó el Fondo de Asistencia Médica para El Salvador. Iba al Congreso a dar su testimonio de cómo los millones de dólares de Estados Unidos permitían al ejército de El Salvador perseguir, torturar, desaparecer y matar a civiles, religiosos y defensores de derechos humanos.
En 2015 dio su última clase de derechos humanos en la escuela Kennedy de la Universidad de Harvard. Sigue involucrado en diversos asuntos relacionados con esta materia pero muchos responden ahora a un nivel local en su pequeña ciudad en Colorado. Actualmente trabaja en el cuidado y salud de 60 adultos con capacidades especiales.
En algún momento le gustaría escribir el epílogo de su documental “Testigos de la Guerra” [ganador de un premio Óscar] y poder rastrear las vidas de la gente de su libro: “Guazapa. Testimonio de guerra de un médico norteamericano”.
En esta entrevista el Dr. Clements habla de la guerra, de cómo fue testigo de la firma de la paz, de la llegada al poder del FMLN, de Cuba y Donald Trump, del proceso de paz en Colombia. Eso sí: no se moja. Aún tiene una mirada romántica sobre el FMLN, pero afirma algo del expresidente Mauricio Funes: “él desilusionó todas las esperanzas que tenía el FMLN”.
¿Aún recuerda cuando sobrevolaba los cielos de Vietnam?
Sí.
¿Los vuelos que tripuló dejaron víctimas mortales? ¿Se arrepiente de eso?
Había un tipo de misión mucho más relevante como trasladar personas que estaban seriamente heridas, incluyendo civiles. Los tipos de vuelo que yo hacía no eran urgentes, es decir: los pacientes que trasladaba no necesitaban atención médica inmediata.
¿Qué le hizo dejar de ser piloto para ser médico?
Me rehusé a volar en más misiones el día antes de la invasión a Camboya, porque comencé a creer que la guerra era inmoral y a pesar de que no tenía un rol como combatiente —entiéndase que no viajaba con armas— yo llegué a pensar que mi trabajo contribuía a mantener la guerra.
Decidí años después convertirme en médico, porque me educaron con un sentido de servicio y como el servicio militar no era opción, me di cuenta de que existían muchas oportunidades de servir como médico.
¿Y por qué eligió a El Salvador para brindarle ayuda?
Porqué sentí que mi gobierno, el gobierno de los Estados Unidos estaba promoviendo una dictadura violenta ahí y que en algún momento se llegaría a una situación al estilo de Vietnam. Cuando tenía 24 años pensaba: “Si no los detenemos en Vietnam, los tenemos que detener en el Puente Golden Gate”. Y cuando tenía 36 años mi pensamiento era: “Si no los detenemos en El Salvador, los tendremos que detener en Río Grande”. Aprendí por las malas que la guerra de Vietnam no fue un asunto de seguridad nacional de los Estados Unidos y que era inmoral. No quería que eso mismo sucediera de nuevo.
Leí en su libro que no le fue bien con los guerrilleros. Algunos lo discriminaban. ¿Fue difícil para usted hacerse amigo de los insurgentes?
Era un gringo. No hablaba bien el español. Yo venía del país que proveía los aviones y las bombas que eran lanzadas prácticamente a diario en el país. Estaba escribiendo en mi diario todo el tiempo y eso estoy seguro que les generaba sospechas: “¿Acerca de quién escribe? ¿Qué está escribiendo?” Cualquier persona en una situación de stress es susceptible a los rumores. Entendí todo lo anterior y pensé que si tenía paciencia, todo funcionaría…Y así fue. Cuando la gente observa que compartes las mismas dificultades que ellos, entonces esto contribuye a crear lazos de confianza.
¿Qué recuerdo siempre tiene presente de la guerra de El Salvador?
Sin lugar a dudas mis memorias más queridas son la gentileza y la generosidad de la gente en Guazapa. Estábamos hambrientos todo el tiempo, pero siempre se las arreglaban para darme un huevo extra o un mango, porque tenía que caminar muchos kilómetros entre pueblitos. La gente era increíblemente valiente al enfrentar las amenazas recurrentes sobre una posible incursión militar en el lugar y los ataques aéreos.
Hay un documental que se llama “In the name of the people”. Usted aparece en él. También aparece un niño mensajero llamado Nico. Sus padres fueron asesinados por los escuadrones de la muerte. ¿Sabe qué pasó con Nico y dónde está?
He tratado de averiguar qué le pasó a Nico, pero nunca he tenido éxito. La gente en Guazapa cambió sus “alías” años después, entonces es muy posible que él lo haya hecho también.
¿Qué concepto tuvo de usted el gobierno de Estados Unidos durante la guerra mientras usted los denunciaba como asesores del ejército que asesinaba civiles y religiosos?
Pienso que no era muy popular en mi propio gobierno y recibí además muchas amenazas de muerte. No creo que hayan sido serias. Yo llevé cierto número de delegaciones del Congreso a la región para que nuestros tomadores de decisiones pudieran ver con sus propios ojos como se gastaba el dinero de nuestros impuestos. El gobierno bajo el presidente Reagan le mentía constantemente a la población sobre la conducta de los militares en El Salvador. Tantas veces como fue posible yo traté de aclarar esas distorsiones.
¿Qué significó para usted la invitación que le hicieron para que fuera testigo de la firma de la paz entre los guerrilleros y el gobierno de turno?
Fue un momento muy especial en mi vida, porque yo había jugado un pequeño rol en llevar a cabo las negociaciones. Pienso que Estados Unidos prolongó la guerra de forma innecesaria. Pedía que el FMLN dejara las armas aún antes de comenzar las negociaciones. Estados Unidos parecía ignorar el hecho de que los escuadrones de la muerte habían operado con impunidad y esperar que la guerrilla quedara desarmada era un suicidio. Cuando vi los lapiceros de los comandantes y de los generales firmar esos papeles, no pude controlar mis emociones, porque entendí que finalmente la guerra había terminado y que eso significaría un nuevo comienzo para El Salvador.
¿Qué sintió cuando vio llegar al FMLN al poder? Sé que el expresidente Funes lo invitó a la toma de posesión.
Yo viaja en tren desde Washington D.C. hasta Boston bastante tarde, cuando me informaron vía correo electrónico que el FMLN había ganado la elección presidencial. Fue un momento de sincera alegría y llegar a la toma de posesión fue muy especial, no solamente porque pude ver muchos colegas que no veía desde los tiempos de guerra, sino también porque la gente en El Salvador finalmente eligió un partido para gobernar que realmente representaba los intereses de los pobres.
¿Y qué ha escuchado sobre el desempeño del gobierno del FMLN? ¿Tiene aún un buen concepto de él?
Pienso que los resultados del gobierno del FMLN han sido mixtos, pero la realidad es que han tenido que enfrentar obstáculos tremendos de la corrupción de ARENA, niveles elevados de deuda y los problemas con las maras. Pienso que la elección de Salvador Sánchez Cerén fue la reafirmación para la agenda del partido FMLN y soy optimista que ellos puedan responder a todos los desafíos de la impunidad y de la Comisión de la Verdad. Las familias de las personas muertas o desaparecidas no merecen nada menos e incluso, aunque haya pasado todo este tiempo, merecen un castigo para los perpetradores. Por lo menos se debería de aclarar el récord histórico.
¿Y qué podría decir del expresidente Funes (autoexiliado y protegido por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega) señalado por actos de corrupción, quien se negó a la derogación de la Ley de Amnistía y que resguardó a los militares que asesinaron a los padres jesuitas de la UCA?
Pienso que el fin de la administración del presidente Funes fue mejor que lo que dejaron los gobiernos de ARENA, pero él desilusionó todas las esperanzas que tenía el FMLN.
¿Cuál es su reacción ante la muerte de Fidel Castro? ¿Afectará esto al resto de la izquierda latinoamericana?
Pienso que Fidel Castro ha dejado una herencia muy importante en Latinoamérica. Por ejemplo con los miles de médicos que se encuentran prácticamente en cada país del hemisferio, que fueron entrenados en Cuba. Se me ocurre que 25 años atrás él entendió que no podía exportar la revolución y en lugar de la revolución comenzó a exportar médicos por toda Latinoamérica como un gesto de buena voluntad de Cuba. Justo en estas semanas una brigada de médicos norteamericanos entrenados en Cuba fungió como voluntarios en el Standing Rock para dar atención médica a los manifestantes en el lugar. El colegio médico que capacita doctores a lo largo de Latinoamérica y la instauración de los servicios médicos gratuitos en Cuba es una de sus herencias que más perdurará.
¿Y qué pasará ahora entre Cuba y Estados Unidos ante el triunfo de Donald Trump?
Pienso que Donald Trump es suficientemente pragmático para reconocer que un incremento en el comercio con la Isla hará más por construir puentes que el aislamiento y el embargo. Seguramente su período presidencial será impredecible, así como fue su campaña política, pero en el fondo es un hombre de negocios. Estoy seguro que Trump intentará beneficiarse de cualquier apertura de negocios en Cuba.
¿Cuál es su apreciación entre los acuerdos de paz que están por surgir entre las FARC y el gobierno? ¿Ve positivo que los crímenes de guerra no queden en la impunidad?
Pienso que la gente en Colombia habló cuando rechazó el primer acuerdo de paz que proveía muy poca responsabilidad y muchos beneficios a las FARC. Si se le atribuye responsabilidad a las FARC, por lo menos a través de una Comisión de la Verdad, entonces los paramilitares de la derecha deberían de ser tratados bajo el mismo estándar. Terminar una guerra de más de medio siglo en Colombia es una buena idea y los acuerdos que se negociaron en Cuba dejan la puerta abierta para las reparaciones más grandes en la historia del mundo. Esperemos que el gobierno de Colombia encuentre la voluntad y los fondos para implementarlas. Tiene que existir una deducción de responsabilidades para los crímenes más crueles contra la humanidad. No pueden existir limitaciones en estos casos ni en Colombia ni en El Salvador. No puede haber una amnistía para estos actos.
En El Salvador se declaró ilegal la Ley de Amnistía de 1993 y el país tiene una nueva guerra entre las pandillas y el gobierno. ¿En un contexto como este puede haber justicia para las víctimas del conflicto armado?
Si, aún puede haber deducción de responsabilidades para los perpetradores. Cuando la justicia no es posible, la verdad es una importante alternativa para las víctimas y sus familias. Los responsables puede que sean demasiado viejos o que ya hayan muerto, pero lo que han hecho sigue ahí y es una parte importante de los récords históricos.
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