Originario de Santa Elena, departamento de Usulután.
Muy joven el compañero se incorporó a la lucha clandestina contra
la dictadura militar. Su compromiso incondicional con los oprimidos lo
llevó por todo el país, dirigiendo columnas guerrilleras hacia victorias
que pusieron en jaque al centenario poder de la oligarquía salvadoreña y
obligaron al imperialismo yanki a una injerencia cada vez mayor.
"Cirilo" cayó combatiendo durante los preparativos de la ofensiva de
1989.
A continuación, un
texto extraído del libro "Memorias de un guerrillero" del excomandante
Ramón Medrano; en el que menciona la participación del compañero Cirilo
en los combates durante los que cayó el Comandante Gonzalo.
1982, la batalla de Usulután
Juan Ramón Medrano
A principios de 1982 estábamos en el Jícaro, en la casa que servía de
puesto de mando del ERP en el frente sur oriental. Debajo de unos
árboles de amate y mango, diseñábamos el plan de ocupación de la ciudad
de Usulután.
Después de hacer un recuento de las fuerzas con que
contábamos, sumamos unos 360 combatientes, algunos con experiencia,
otros eran solamente milicianos recién integrados que habían recibido
instrucción militar en nuestros campamentos. El grueso de la fuerza del
frente sur oriental era del ERP, pues contábamos ya con unos doscientos
guerrilleros, la mayoría fogueados. El resto de fuerzas tenían grupos
más o menos similares de combatientes, unos cuarenta cada organización,
que sumaban unos ciento sesenta en total.
En el esfuerzo
principal, que era la incursión a la ciudad de Usulután y ataque desde
el sur oriente a los cuarteles del ejército, policía y guardia,
participaron las fuerzas del ERP. En una segunda dirección, bajando del
volcán de Usulután entrarían las fuerzas de las FPL, unos cuarenta
hombres, más otros cuarenta de la RN , combinados con un pelotón de
veinte combatientes del ERP, unos cien hombres en total; por el sur
estarían fuerzas combinadas del PRTC y PCS, más otro pelotón del ERP,
otros cien hombres. O sea, unos cien al norte y otros cien al sur; y al
centro meteríamos el esfuerzo principal con las fuerzas del ERP, unos
ciento cincuenta hombres de los más fogueados en el combate.
Cirilo se iba a encargar del grupo que entraría por el centro a la
ciudad e iría reforzado por el equipo de francotiradores conducidos por
Macario. Gonzalo conduciría a todas nuestras fuerzas directamente,
moviéndose en los diferentes puntos, para asegurar la coordinación; yo
estaría en el puesto de mando en el centro turístico de Palo Galán, al
sur oriente, en la orilla de la ciudad, coordinando la operación general
tanto con las demás organizaciones como con Gonzalo y los diferentes
grupos; y además, manteniendo la comunicación con Joaquín Villalobos,
quien estaba en Managua en esos días. Dejaríamos garantizado el paso del
río con una pequeña fuerza provista de radios de comunicación.
Los combates fueron duros, tanto en el área sur como en el oriente, por
donde asediábamos a la Policía Nacional y a la Guardia Nacional , pero
muy débiles por el norte sobre el cuartel, esto le permitió al ejército
irse desplegando poco a poco y defender posiciones en la ciudad, antes
de que llegáramos a las instalaciones militares.
El segundo día,
una sección del ejército comenzó a avanzar hacia los puntos tomados por
nuestras fuerzas en la zona oriente de la ciudad. Los compañeros los
dejaron, pues iban entrando a una emboscada, en el punto donde estaba
nuestra fuerza más agresiva, jefeada por el Chele Luis. Eran las seis de
la tarde y estaba oscureciendo, lo cual nos favorecía aún más, pues el
apoyo aéreo era menos efectivo por la noche.
Le dije a Gonzalo
que moviera a otro pelotón nuestro a esa zona, con una ametralladora
M-60, granadas de manos y lanzagranadas RP-G2, para que una parte
reforzara el asalto y la otra mantuviera los refuerzos. Comencé a
escuchar las comunicaciones de la tropa que avanzaba.
-Líder de Bucanero, cambio.
-Adelante Bucanero, cambio.
-Ya avanzamos casi tres cocos, (cuadras) cambio.
-Eso es verga, Bucanero, aseguren la papa (posición) que ya les voy a
enviar los romeos (refuerzos) para que ocupen sus posiciones y ustedes
sigan topando a esos cabrones hasta que los saquen a pura verga, cambio.
-Gracias mi Charlie, aquí los cipotes están con ganas de darle verga a
esos pendejos, si son los mismos a los que les sacábamos carrera el año
pasado en aquellos cerros donde estaban encharralados, cambio.
-Enterado, Bucanero, cambio y pendiente.
Unos veinte minutos después comenzaron los combates y la voz de
Bucanero sonaba diferente, a todas luces, estaba cansado y muy
preocupado.
-Charlie de Bucanero, cambio.
-Adelante Bucanero, oigo unos tangos (tiros) por allí, ¿ya empezó a hacer mierda a los terengos?, cambio.
-Negativo mi Charlie, a nosotros nos tienen hechos mierda estos
cabrones, es una eco (emboscada). Necesito los refuerzos ya, pero de
verdad ya mi Charlie, tengo a cuatro muchachos hechos mierda, meas
(muertos) y otros cuatro heas (heridos), y los demás están bastante
sofocados, cambio.
-Enterado, Bucanero, pero no se desespere ni
se pele tanto, recuerde que esos cabrones nos están oyendo, ya van los
romeos de la cuarta compañía, cambio.
-Sí, mi Charlie, pero es
que esta mierda está tan paloma que no hay tiempo para usar las claves,
si están por todos lados, incluso por detrás… ¡Ay!...
En el radio
de Bucanero se habían estado oyendo los tiros cada vez más cerca y más
nutrida la balacera, mientras hablaba con el oficial del cuartel; y
después del grito de dolor del oficial, la unidad de Bucanero no volvió a
sonar.
Luego comenzó el combate con la unidad de refuerzo.
-Líder de Pirata, cambio.
-Adelante Pirata, ¿ya llegó a donde está Bucanero?, cambio.
-Negativo mi Charlie, estos cabrones están bravos y traen de todo, yo
también ya tengo dos heas, pero estoy bien cerca de Bucanero, cambio.
-Apúrese que están haciendo mierda a Bucanero, cambio.
Al final, el oficial logró salir aunque herido, con una parte de la
tropa, pero dejó a más de la mitad de la sección en manos nuestras.
Fueron cerca de veinte bajas las que tuvieron, la mayoría muertos.
Gonzalo y yo hablamos con los tres soldados capturados, incluyendo un
cabo, que nos contó que el sargento y el teniente, también habían salido
heridos y se habían replegado desordenadamente hacia atrás, donde venía
el refuerzo, dejándolos a ellos solos. Recuperamos como quince fusiles,
un lanzagranadas, abundante munición y el radio de comunicaciones
PRC-77 de Bucanero.
Después de tres días de combates en la
ciudad, intentando avanzar y asegurando posiciones, combatiendo casa por
casa, cuadra por cuadra, habíamos destruido algunos tanques y
tanquetas, tiroteado varios medios aéreos entre avionetas y
helicópteros. Nuestros francotiradores y grupos pequeños de fuerzas
especiales habían llegado al centro de la ciudad, provocando muchas
bajas a la tropa enemiga. En esos primeros días de combates se destacó
Macario, un ex policía de hacienda que se incorporó porque toda su
familia, que era de Chirilagua, se había incorporado con nosotros, a él
lo habíamos puesto a preparar como francotiradores a un pequeño equipo
de tres compañeros más, quienes usaban fusiles Garand con mira
telescópica y fueron efectivísimos; pero él fue uno de los heridos
graves el penúltimo día de combates.
Recuperamos armas, diezmamos
a las tropas de Usulután, capturamos varios soldados que luego dejamos
ir, pero nosotros tuvimos bajas importantes, entre ellos Gonzalo y
Martincito, y alrededor de unos treinta muertos y unos cincuenta
heridos, incluyendo jefes importantes, algunos de columna o de pelotón
como William y Sabino, que resultaron gravemente heridos.
El tercer
día, Cirilo se metió a profundidad con una columna del ERP y atacó al
cuartel de la policía con granadas de mano y RP-G2, intentando asaltar
la posición. Los policías ya habían decidido abandonar el cuartel,
porque tenían muchas bajas, cuando les llegó el refuerzo de una compañía
del ejército, apoyada por un tanque, dos tanquetas y un helicóptero.
-Rambo de Líder, cambio.
-Adelante Líder, cambio.
-Oigame, mi tango (teniente), ¿ya llegó al cuartel de la papa naranja (Policía Nacional), cambio?
-Afirmativo, ya estoy aquí desde hace más de media hora, cambio.
-¿Y cómo está la sierra (situación) allí?, cambio.
-Esta mierda sí que está paloma mi Charlie, ya oyó que le dieron al
pájaro (helicóptero) y se tuvo que regresar; ya me jodieron el tango
(tanqueta), ¿no ve la humazón?
-Como no, enterado, no se me
ahueve que ya le mando otro pájaro. Manténgase, que ya vienen los tangos
(tropas) amigas de sierra sierra (San Salvador), cambio.
-Sí,
pero mientras llegan nos están haciendo mierda, aquí en frente hay un
vergo de cabrones y andan francias (francotiradores) que yo creo que son
cubanos, porque viera como pegan esos hijos de puta, oye mi Charlie, en
un rato me hicieron tres meas. Por ratos no podemos ni levantar la
cabeza, cambio.
-A la puta, cállese, hombre, no ve que lo están
oyendo las otras unidades, los va a ahuevar, y los de la papa naranja
cómo están, cambio.
-Más hechos mierda, si no llegamos nosotros,
ya se hubieran ido a la mierda porque se los estaban terminando, aquí
vienen varios meas y un vergo de heas, cambio.
-A la gran puta ya
le dije que no hable tantas mierdas, hombre, no ve que lo están oyendo
los nuestros y los otros cerotes también. Si aquí también tenemos
fiesta, pero los tenemos a raya, así que hágale huevos que ya vienen los
romeo (refuerzos); en adelante mándeme mensaje cifrado, cambio y fuera.
El último día, un tanto desesperado porque no lográbamos asaltar el
cuartel, y porque ya habíamos planteado que teníamos que retirarnos el
día siguiente, porque teníamos demasiados heridos, los combatientes
agotados y suficiente tropa enemiga concentrada como para cercarnos y
aniquilarnos; Gonzalo, sin avisarme, intentó una maniobra audaz y
peligrosa: avanzó con una pequeña fuerza casi al centro de la ciudad,
intentando de nuevo asaltar el cuartel de la Policía Nacional. Sin darse
cuenta, entró directamente al punto más reforzado por el ejército y
allí cayó en un sangriento pero fulminante ataque enemigo, con saldo de
varias bajas en ambos bandos, con la diferencia que nosotros habíamos
perdido a Gonzalo. Nos habían pagado con la misma moneda, al avanzar
demasiado despegados del resto de nuestra fuerza, la unidad de Gonzalo
fue emboscada.
La retirada
Cuando nos retiramos, la tropa
nuestra iba extremadamente cansada, habían sido siete días con el estrés
del combate, casi sin dormir y comiendo mal. Además teníamos que ir
despacio, pues llevábamos cargando con nosotros más de veinte heridos,
los del último día, muchos de ellos graves; no fue peor porque los otros
heridos los habíamos ido evacuando poco a poco cada día.
Decidimos
retirarnos divididos en varios grupos coordinados a través de los radios
de comunicación, no tan alejados entre sí, para apoyarnos en caso de
necesidad, así podíamos evitar la concentración del ataque aéreo, y
además ya sabíamos que intentarían cercarnos con sus fuerzas especiales
helitransportadas.
Los papeles se habían invertido, ahora éramos
nosotros los que estábamos en problemas. En esas condiciones ya ni
utilizábamos las claves, sino solo el caliche guerrillero, que era lo
mismo que hablar pelado.
Combatimos en la ciudad durante una
semana, día y noche, contra las tropas de Usulután, y contra refuerzos
de la tercera brigada de San Miguel. Pero los últimos días sentíamos que
cada vez era mayor el número de la tropa enemiga. Y es que habían
llegado de refuerzo tropas de la Fuerza Aérea , del batallón Atlacatl y
otras unidades. Y los refuerzos siguieron llegando con tropa de
infantería de Zacatecoluca, San Vicente y San Salvador, todos apoyados
por helicópteros y aviones.
Allí usaron por primera vez la
táctica helitransportada, con una flotilla de helicópteros, tratando de
cercarnos y aniquilarnos. El terreno les favorecía porque era bastante
plano, sin mucha vegetación. Estábamos muy presionados cuando iniciamos
la retirada hacia Jucuarán.
En esos movimientos, cuando íbamos
cansadísimos, cargando nuestros heridos en la espalda y a nuestros
muertos recientes en el alma, tuvimos que enfrentar los combates más
violentos y difíciles: por la rapidez, volumen de fuego, cantidad y
calidad de la tropa enemiga concentrada en un punto determinado, siempre
delante de nosotros, a través del desembarco con los helicópteros.
Sobre todo que se trataba de combatir con la tropa mejor entrenada, con
la élite del ejército, integrada por los batallones Atlacatl y
Paracaidistas, que estaban usando las tácticas que habían sido aplicadas
por los norteamericanos en Vietnam: la concentración de fuerzas
helitransportadas.
Además eran tropas frescas contra nuestros combatientes agotados.
Solo la voluntad y fuerza de jefes y combatientes, el plan que hicimos
poniendo énfasis en aprovechar las condiciones geográficas en las rutas
menos peligrosas, la comunicación a través de los radios de FM que eran
efectivos, el conocimiento del terreno y la voluntad de Dios, nos
permitieron romper el cerco de la tropa enemiga, llevar a nuestros
heridos a puntos seguros y evitar un aniquilamiento masivo de nuestras
fuerzas, -que hubiera significado una de las derrotas militares más
grandes del FMLN en la historia de la guerra, pues como decía, éramos
más de doscientos guerrilleros por todos-, ya que una parte de nuestra
gente y la mayoría de las fuerzas de las otras organizaciones, se habían
retirado hacia el volcán. De todas maneras, esa fue la batalla en la
que tuvimos la mayor cantidad de bajas en la historia del frente sur.
Nuestra tropa era mucho menos en número que la del ejército, Policía
Nacional y Guardia Nacional de Usulután juntas; además a diferencia de
un ataque de fuerzas especiales o comando guerrillero, en donde el
factor sorpresa nos daba ventajas, en este caso, por el diseño
insurreccionalista, más político que militar, el enemigo fue alertado
tempranamente. Y a eso agreguémosle que cada día que pasa la tropa
enemiga aumentaba.
Resulta que se suponía que en todo el país
habría una ofensiva militar del FMLN, para acompañar las operaciones
militares del oriente, pero al final solo atacamos con fuerza y durante
varios días en Usulután y San Francisco Gotera, Morazán.
Al sexto
día, en Usulután teníamos concentrado lo mejor del ejército enemigo. Y,
por supuesto, ante la superioridad enemiga que nos causó un número
considerable de bajas, sobre todo en los dos últimos días, tuvimos que
retirarnos cargando nuestros heridos y llevando decenas de usulutecos,
en su mayoría jóvenes, que habían estado apoyándonos: haciendo
trincheras, ayudando a retirar a nuestros heridos, llevándonos
municiones, dándonos información, comida, agua, etc. Por eso ya no se
quisieron quedar en la ciudad, era más seguro para ellos largarse con
nosotros.
Como llevábamos los heridos, íbamos cansados y
hambrientos. Nos faltaban todavía varios kilómetros para llegar a un
punto geográficamente seguro, y todavía era temprano; así que para
evadir el operativo helitransportado del enemigo, nos metimos al bosque
de manglares. Allí nos estábamos durmiendo todos, parecíamos monos,
subidos a los palos, porque abajo estaba el lodo, la ñanga, así nos
mantuvimos colgados de los árboles, mientras llegaba la noche. Esa noche
una parte de la fuerza cruzó el río con los heridos, mientras que yo me
moví con la fuerza de Tres Calles a su zona, llegamos allá el siguiente
día por la mañana.
(Síntesis del capítulo 61 del libro Memorias de un guerrillero, del ex comandante insurgente Juan Ramón Medrano.