Ester Kandel
Las
ganancias, la competitividad fueron desde su inicio el motor del
desarrollo de los capitalistas. La versión neoliberal intentó barrer los
logros conquistados durante décadas, mediante las luchas e incluso
perdiendo sus vidas, como las 129 obreras carbonizadas en la fábrica
Cotton de Nueva York, los mártires de Chicago y Sacco y Vanzetti.
Para
acercarnos al tema enunciado nos remitimos a describir los rasgos del
sistema capitalista, en sus orígenes. De este modo lo planteamos en La
opresión de las mujeres tiene historia. (1)
La Revolución Industrial
En
el siglo XVIII se sucedieron dos revoluciones en países europeos que
modificaron la organización política en uno y fundamentalmente la
organización económica en el otro. Hacia la década del 40 de ese siglo,
Inglaterra contaba con grandes ciudades fabriles, con una industria
desarrollada, que abastecía con sus artículos a todo el mundo y una
población numerosa, dos tercios de la se ocupaba en la industria. Se
intensificó el dominio económico de la ciudad sobre el cambio. Entre el
pueblo inglés aparecieron otras costumbres y otras necesidades.
Nos
centraremos en este proceso a través de la palabra de un observador
directo, Federico Engels (2), quien volcó al papel las transformaciones
que se hicieron en el uso de la maquinaria, la organización de las
ciudades y las condiciones de vida de hombres y mujeres.
La
propiedad: “la industria centraliza la propiedad en manos de unos
pocos. Ella exige grandes capitales con los que se levanta colosales
establecimientos, arruina así a la pequeña burguesía artesana y hace
suyas las fuerzas de la naturaleza para la conquista de mercados y de
obreros aislados. La división del trabajo, la utilización de la fuerza
hidráulica y especialmente la del vapor y la mecánica, son los tres
grandes palancas con que la industria, desde la mitad del siglo pasado,
trabaja para desquiciar el mundo. La pequeña industria creó la clase
media, la gran industria creó la clase trabajadora. (...)
La mujer, la incorporación a este sistema productivo
En
medio de la abundancia, el lujo y la riqueza creados por el trabajo de
los pobres, la situación de éste se volvió catastrófica.
La
pobreza y el cambio industrial están unidos, “toda gran ciudad tiene
uno o más ‘barrios feos’ en los cuales se amontona la clase trabajadora”
y los ricos se construyen palacios.
En
los diversos informes aparecen dos figuras recortadas las mujeres y
niños, hambrientos y andrajosos, enfermizas, viviendo en sótanos.
En
la parroquia de Sr John y St. Margaret en Westminster vivían, en 1840,
según el Diario de la sociedad de Estadística, 5.466 familias de obreros
en 5.294 habitaciones. Vivían todos juntos, hombre, mujeres y niños. De
los 26.830 individuos, las tres cuartas parte de las familias tenían
una sola pieza. Este tipo de informes se replican en numerosas
parroquias.
La
brecha entre los que no tenían vivienda, los que poseían una pieza, los
que vivían un poco mejor y los ricos era muy grande. Engels comenta que
en Londres, cada mañana se levantan cincuenta mil personas que no saben
donde podrán reposar la noche siguiente.
Times
de octubre de 1843: “De nuestras informaciones de policía de ayer,
resulta que un promedio de cincuenta seres humanos duermen cada noche en
los parques, sin otra protección contra la intemperie que los árboles y
alguna cavidad en los diques. En su mayor parte son muchachas seducidas
por los soldados, llevadas a la capital y arrojadas al mundo en el
abandono de la miseria, en una ciudad desconocida, en el salvaje
abandono del vicio precozmente maduro.
Sintetizando
la descripción sobre lo nuevo en las ciudades leemos: “La sociedad ha
caído, en estos lugares, en un estado de miseria indescriptible. Las
habitaciones de las clases más pobres son, en general, muy sucias y
evidentemente no han sido nunca limpiadas; constan en la mayoría de los
casos, de una sola pieza, que por su pésima ventilación y a causa de las
ventanas rotas e inadecuadas, es fría, muchas veces húmeda y se
encuentra en parte bajo tierra mal amueblada y, por lo tanto,
inhabitable. A menudo, un montón de paja sirve de lecho a una familia
entera; sobre él yacen hombres y mujeres, viejos y jóvenes en una
promiscuidad repugnante. El agua se obtiene sólo de pozos públicos, y la
fatiga requerida para bombearla justifica, naturalmente, todas las
suciedades posibles. A esta descripción hay que agregarle la epidemia de
cólera en Manchester.
Salario inferior para mujeres y niños
Salario concebido para una familia
Se
concebía que en la familia en que todos trabajan, el individuo tiene
necesidad de ganar mucho menos y dice Engels, que la burguesía aprovecha
la coyuntura que le presentaba el trabajo mecánico para rebajar
brutalmente el salario, con la ocupación y explotación de mujeres y
niños. El salario (3) se fija en un término medio, con el cual, a la
familia que es capaz de trabajar toda entera, le va bastante bien , y a
aquella cuyo número de miembros hábiles para el trabajo es menor le va
bastante mal.
Sustitución de varones por mujeres
La
flexibilidad en los dedos es el argumento que utilizaron los
empresarios para sustituir la mano de obra masculina por la femenina.
“el trabajo en las máquinas, tanto en el hilado como en el tejido,
consiste principalmente en anudar los hilos rotos, porque todo el resto
es hecho por la máquina, este trabajo no requiere ninguna fuerza, sino
solamente una gran flexibilidad en los dedos. Los hombres, por eso, no
sólo no son útiles, sino que a causa de sus músculos más fuertes y del
desarrollo de los huesos de las manos, son menos diestros que las
mujeres y los niños, y así suplantados, casi del todo, en esta especie
de trabajo. El otro argumento que acompaña es que las mujeres son más
baratas.
En
1806, los tejedores hombres recibían 24 chelines por semana, las
mujeres tejedoras recibían 14 chelines y los niños solamente 4 ½
chelines. Es decir que las mujeres recibían la mitad del salario de los
hombres y los niños tres o cuatro veces menos que las mujeres.
Aquí
algunos datos estadísticos: “del discurso con que lord Ashley hizo, el
15 de marzo de 1844, en la Cámara baja, la moción de las diez horas;
estos datos no han sido referidos por los fabricantes y se relacionan
solamente con una parte de la industria inglesa. De los 419.560 obreros
industriales del imperio británico (1839), 192.887, es decir, casi la
mitad eran de menos de 18 años y 242.296 de sexo femenino, de los cuales
112.192 debajo de 18 años. Quedan todavía 80.695 obreros varones,
menores de 18 años y 96.569 obreros varones adultos, o sea el 23 por
ciento, es decir, no menos de la cuarta parte de toda la cifra. En las
fábricas de seda 56 ¼ , en las fábricas de lana el 69 ½, en las fábricas
de seda el 70 ½, en la hiladuría de lino el 60 ½ por ciento del número
total de obreros, eran del sexo femenino.”
Estas
cifras confirman la sustitución de los obreros adultos varones. La otra
idea que circulaba a la que Engels adhería que el trabajo de las
mujeres disuelve, antes que nada, la familia; porque si la mujer está en
la fábrica todo el día, doce o trece horas y el hombre trabaja en este o
aquel lugar ¿qué será de los hijos?
Son
abundantes los datos sobre chicos abandonados, accidentados y
narcotizados, responsabilizando a las mujeres. Hay que agregar los
juicios morales pues las mujeres que trabajaban en las fábricas no
aprendían las tareas domésticas, compartían el lugar de trabajo con los
hombres y consideradas como propensas a “mujeres públicas”.
Es conocida la opresión que sometía el patrón a las mujeres, al reservarse el jus primae noctis.
Efectos en la salud
Epidemias de cólera y tifus. F. Engels, analiza esta situación teniendo en cuenta también los informes médicos (4):
“Si
se recuerda la condición en que viven los trabajadores, se piensa cómo
están repletas sus viviendas, cómo cada rincón está lleno de hombres;
que enfermos y sanos duermen en la misma pieza, en un solo sitio, se
maravilla uno de que una enfermedad infecciosa, como esta fiebre, no se
extienda todavía más. Y si se piensa cuán escasos son los auxilios
medicinales a disposición de los enfermos, que muchos de los auxilios
medicinales a disposición de los enfermos, que muchos de los consejos de
los médicos no se siguen y que permanecen desconocidos los más
elementales preceptos dietéticos, la mortalidad nos parece todavía
poca”.
También
se hace referencia a las fallas de la alimentación y alimentación
apropiada para los niños. De ahí, dice Engels, proviene la costumbre,
muy difundida, de dar a los niños aguardiente y también opio, y de esto,
junto con otras condiciones de existencias nocivas al desarrollo
físico, derivan enfermedades que dejan el rastro para toda la vida.
También
hace referencia al raquitismo (enfermedad inglesa, excrecencias nudosas
en las articulaciones), se encuentran frecuentemente entre los hijos de
los obreros. La falta de calcio produce distintos tipos de
deformaciones en los huesos.
Mortalidad
Según
el informe del encargado del registro general,, G. Graham, la
mortalidad en Inglaterra y en Gales es, anualmente, en poco inferior al
21/2 por ciento; esto significa que de cuarenta y cinco personas muere
al año una. (cifras de 1839-40).
Descripción del físico de la mujer
“Las
desfiguraciones de la cadera se producen a menudo, en parte por la
falsa posición y el desarrollo mismo de los huesos de la pelvis, y en
parte por la lesión de la parte inferior de la columna vertebral. (...)
Las obreras de las fábricas dan a luz con mayor dificultad que otras
mujeres, y esto ha sido probado por muchas parteras y obstétricos, así
como los frecuentes abortos. (...)
Sucede,
a menudo, que las mujeres que todavía trabajan una noche, paren a la
mañana siguiente y no es nada raro que el parto se realice en la misma
fábrica, entre las máquinas. (...)
Yo oí una vez cómo interrogaba un fabricante a un capataz:
- La tal y la tal, ¿no están todavía aquí?
- No
- ¿Cuánto hace que han dado a luz?
- Ocho días
- Verdaderamente, podrían haber vuelto hace mucho tiempo. Fulana suele quedar en casa sólo tres días.
Naturalmente
el temor de ser despedida, el temor de la desocupación, la arrastra, a
pesar de su debilidad, a pesar de los dolores que le produce el trabajo
de la fábrica; el interés del fabricante no permite que sus obreros
permanezcan en su casa a causa de la enfermedad”
En
síntesis, en el estudio de la situación de las mujeres partimos de
concebirlas como seres humanos que ocupan posiciones en el entramado de
relaciones sociales. De ahí que partimos de la base material, actores y
relaciones establecidas, en las dos revoluciones producidas en el siglo
XVIII. Coincidiendo con S. N., desde esas posiciones las personas tienen
posibilidades de ejercer el poder, acceder a determinados recursos,
reinterpretar ideologías, en definitiva elaborar estrategias personales
al tiempo que recrean o contribuyen a transformar una estructura social
determinada.
Esta
perspectiva implica cuestionar la visión jural del matrimonio, como
quedó expuesto en el derecho romano donde la mujer aparece como un
objeto de intercambio. Los sistemas de parentesco, la dote y la herencia
son parte de la reproducción social en su conjunto.
Finalizamos con un interrogante de S. Narotzky que puede guiarnos en los próximos estudios:
¿En
qué condiciones y por qué razones, determinadas relaciones sociales
asumen funciones de relaciones de producción y controlan la reproducción
de estas relaciones y con ello la reproducción de las relaciones
sociales?
Ester Kandel es autora de:
- División sexual del trabajo - Ayer y hoy - Una aproximación al tema -Duken, 2006.
- Ley de Trabajo de mujeres y menores -Un siglo de su sanción -La doble opresión: reconocimiento tácito. Dunken, 2008.
Notas:
1) Kandel, Ester, La opresión de la mujer tiene historia. Revista Periferia, agosto de 2010.
2) Engels, Federico. La situación de la clase obrera en Inglaterra, 1845. Ediciones Diáspora, Argentina (1974)
3)
Engels explica el concepto de salario mínimo de este modo: “es
establecido por la competencia entre los burgueses, porque la
competencia existe también entre ellos. El burgués puede engrosar su
capital sólo mediante el comercio y la industria y, para los dos dines
tiene necesidad de los trabajadores. Igualmente, si pone su capital a
interés, necesita una vía indirecta de obreros, porque sin comercio e
industria nadie le podría dar los intereses, nadie podría dar utilidad
al capital. Así, la burguesía necesita, ciertamente, de los proletarios,
pero no directamente para vivir –no podría consumir su capital- sino
como se necesita un artículo de comercio o una bestia de carga, para
enriquecerse. (...)
4) F. E. Menciona a los médicos: Dr. Soutwood Smith y al Dr. Alison.
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