Saludos y bienvenida: Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida... Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos. Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos. Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más... A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado. Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia... Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos? Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista. No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente. Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo. Fraternalmente, Trovador

jueves, 22 de enero de 2015

La voces que faltaban en la historia de la masacre de 1932


María Luz Nóchez / Fotos de José Carlos Reyes y cortesía del Museo de la Palabra y la Imagen.
El Faro



El Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) conmemora el 80 aniversario de la masacre de 1932 en Izalco llevando a esas tierras las exposiciones itinerantes 'Memoria de los izalcos' y '1932'. En ellas revelan nueva información obtenida después del estreno en 2005 del primer documental que recogía testimonios directos de sobrevivientes.

Durante muchos años se ha sostenido la tesis de que el náhuatl se extinguió aceleradamente a partir de la masacre de indígenas en 1932, pero la investigación del historiador estadounidense Jeffrey Gould aporta un matiz: para el año 1930 probablemente solo un 10 o 20% de la población indígena hablaba náhuatl debido a un proceso de mestizaje previo. "El dominio económico tenía un aspecto negativo sobre el idioma. Por supuesto que la matanza tuvo que ver, pero el proceso ya estaba bastante avanzado", afirma el historiador.

Fotografía tomada por el antropólogo Carl V. Hartmann en la plaza de Nahuizalco en 1887. Este fue uno de los primeros intentos de Hartmann por fotografiar a los indígenas, ya que se rehusaban a ser retratados por temor a que la cámara les robara el alma. / Foto MUPI.

El camino hacia estas nuevas hipótesis se inició hace más de una década. Desde 1998, durante cuatro años, Gould y Carlos Consalvi, director del MUPI, convivieron con la comunidad indígena de la zona occidental del país. Tuvieron de guía a Reynaldo Patriz, un joven líder indígena que favoreció el acercamiento con los ancianos para que compartieran sus memorias. La recolección de testimonios se materializó en el documental "1932, cicatriz de la memoria", y el libro "1932", de Gould y Aldo Lauria Santiago, los cuales se basan en documentación obtenida en otros países y en 200 entrevistas con los sobrevivientes de la masacre.

Posterior al lanzamiento del documental en 2005 y la publicación del libro, el MUPI se interesó en conocer el nivel de impacto que tuvo en la vida cultural de los pueblos la masacre del 32. Para ello realizaron un estudio etnográfico comparativo entre lo que encontró el antropólogo sueco Carl V. Hartman entre 1897 y 1899, y lo que encontraron las antropólogas Ana Mata Parducci y Georgina Hernández Rivas en 2005. Las fotografías y la investigación de Hartman y los hallazgos de las antropólogas salvadoreñas forman parte de la exposición itinerante "Memoria de los Izalcos" y del segundo número de la revista Trasmallo que se publicó en agosto del 2006.


Jeffrey Gould, historiador estadounidense. Foto José Carlos Reyes
 

El proceso de socialización de la investigación académica fue determinante para devolver esa memoria a las propias comunidades y que aquellos que habían decidido callar reaccionaran de una forma catártica para aportar su parte de la historia. A partir de los nuevos datos que los sobrevivientes compartieron se generó una reinterpretación pormenorizada para visibilizar la ruptura y hostilidad entre el sector indígena que existía en los cantones de Izalco concretamente, porque que en otros pueblos la cuestión indígena no tenía tanta importancia.

Lo que se conocía de esta historia no contaba con la información testimonial de los habitantes de las comunidades afectadas, una ausencia que no permitía conocer algunos pormenores que ahora se incorporan y enriquecen la lectura histórica. "Cuando comenzamos a aproximarnos a la historia había en la población un velo de miedo que les hacía difícil la comunicación de sus memorias orales", explica Consalvi respecto al logro de los cuatro años de convivencia que les permitieron romper la barrera de temor por parte de los sobrevivientes.

La investigación también amplía sobre algunos detalles sobre los antecedentes de la insurrección indígena. Se conocía que la gran mayoría de los participantes dedicaba una parte del año a la corta del café. Ahora se conoce un poco más sobre algunos procesos económicos y políticos: fue a partir del inclumpimiento del presidente Arturo Araujo de ofrecerle tierras a los campesinos a cambio su apoyo electoral y de los desórdenes administrativos anteriores que dejaron al Estado con limitados recursos económicos para impulsar reformas sociales, que los indígenas se unieron al movimiento sindical que demandaba una reforma agraria. Con la represión aumentando progresivamente, los protestantes se aliaron a la organización Socorro Rojo, que en las comunidades de Nahuizalco, Izalco y Tacuba tuvo una coalición con el Partido Comunista con el afán de recuperar el poder local.

Carlos Consalvi, director del Museo de la Palabra y la Imagen. / Foto José Carlos Reres.

Según Gould, otro factor que facilitó la apertura de los habitantes fue el hecho político de que el FMLN ganara las elecciones municipales en Nahuizalco y Tacuba: "probablemente esa fue la señal de que la época de represión e intolerancia había terminado".

Consalvi destaca que esta información ha logrado llevarse a 3 mil jóvenes en los últimos dos años. Esta cifra resulta de la suma de los que visitan el MUPI y los que ven y escuchan las exposisiones en las distintas universidades y centros escolares. El objetivo lo tiene claro: "Que una parte fundacional de nuestra historia sea conocida, ya que en el pasado fue manejada por los historiadores asalariados de quienes cometieron el etnocidio".

El director del MUPI se refiere a Joaquín Méndez y a Jorge Schlesinger, los autores de los documentos progubernamentales que reforzaban los discursos del General Maximiliano Hernández Martínez, responsable político de la masacre. A esta idea se suman los investigadores Héctor Lindo (Políticas de la memoria: el levantamiento de 1932 en El Salvador) y Georgina Hernández (El despertar de la memoria: experiencia comunicativa del documental 1932, Cicatriz de la Memoria), quienes describen estas versiones de la historia como textos cargados de un fuerte mensaje anticomunista que justificaba la masacre como una medida que previno un plan terrorista.

 
Francisco Sánchez antes de ser fusilado en la plaza de Juayúa. Su asesinato fue de los primeros que realizaron los militares para infundir temor entre la población. / Foto del MUPI.

Lindo detalla que en "Los sucesos comunistas en El Salvador", Méndez cita las entrevistas realizadas a quienes habían participado en la represión y valiéndose de términos peyorativos, como 'la raza dominada', intentaba fortalecer los estereotipos rezagados del tiempo de la conquista. Por su parte, Schlesinger sostiene en su "Revolución comunista" que "fueron las cofradías religiosas las que abrieron la puerta y robustecieron las ideas comunistas entre las masas indígenas".

En este aniversario de la masacre, el MUPI abre con su propuesta un debate sobre uno de los hechos que se consideran fundamentales para entender la historia de El Salvador y su cultura.


https://www.youtube.com/watch?v=mLZTTxddCZg&x-yt-ts=1421828030&x-yt-cl=84411374

Las huellas de la muerte en el presente de los indígenas



Foto cortesía de Museo de la Palabra y la Imágen 
  
 En el occidente del país, región habitada por nahua-pipiles, la muerte se contó por miles. 75 años después, los indígenas, o naturales como prefieren autodenominarse, tienen divisiones entre sí, recuerdan de manera diferente lo sucedido en 1932 y buscan ser reconocidos por un sistema que les mantiene en la pobreza y el anonimato. 

Ruth Grégori y Joyce Álvarez
 

 El Faro
 
“El problema de los pueblos indígenas vino desde la invasión, de la llegada de los españoles”, dice Betti Pérez, cuando se le pregunta qué significó la masacre de 1932 para los indígenas en El Salvador. Pérez es “natural” de Atiquizaya, pero prefiere reservarse el lugar exacto. Sólo después de hacer referencia al levantamiento de Anastasio Aquino, llega a 1932.

“En su momento Anastasio Aquino, un levantamiento puro, indígena, y cien años después, en 1932, cuando ya habían otras condiciones sociopolíticas que permitieron el involucramiento de otros actores se le cambia la identificación, que es un levantamiento indígena y ya dicen que es levantamiento comunista, cuando los indígenas ni conocían lo que era el comunismo. Ellos se defendieron porque estaban defendiendo sus tierras y estaban ahogándose”, explica Pérez, directora de la Consejo Coordinador Nacional Indígena Salvadoreño (CCNIS).

La masacre ordenada por el entonces presidente de El Salvador, General Maximiliano Hernández Martínez, inició el 22 de enero de 1932, en el marco de una situación que fue sumando factores económicos, políticos, sociales y étnicos que terminaron en un levantamiento cuyas características aún no han sido aclaradas del todo por los historiadores. sobre todo respecto al rol un Partido Comunista en ciernes frente al descontento acumulado de los indígenas en el país.

La crisis económica mundial de 1929 afectó las plantaciones de café, principal sostén de la economía del país. Aunado a ello, las condiciones inhumanas en que los indígenas trabajaban y vivían en esas plantaciones, en tierras que antes les pertenecían y les fueron expropiadas, y un golpe militar que llevó al poder al General Maximiliano Hernández Martínez fueron sumándose para dar como resultado un estallido social.

La gota que rebalsaría el vaso fueron las elecciones, organizadas a menos de un mes del golpe militar, y sobre el cual anticipadamente pesaban sospechas de fraude. Era la primera vez que el Partido Comunista participaba en elecciones. La jornada para elección de alcaldes tuvo lugar entre el 3 y 5 de enero. Las elecciones para diputados estaban programadas entre el 10 y 12 de enero, pero fueron suspendidas por el gobierno el primer día de la jornada.

En diferentes puntos del país hubo motines, contra cuarteles y alcaldías. El capítulo más trágico se concentró en el occidente del país, región cafetalera habitada principalmente por el pueblo nahua-pipil. 75 años después, dirigentes de diferentes organizaciones indígenas coinciden en señalar que la represión sufrida entonces dejó marcas que siguen vigentes hoy día.

“Todos dicen que en Izalco hubo el comunismo y no hay que hablar de eso, porque eso es peligroso”, dice Julia Ama, sobrina nieta de José Feliciano Ama, un icono que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) retomó después en el nombre de uno de los frentes que aglutinó.

Pero no todos los naturales ven en él a un líder que defendió los derechos de los naturales del lugar. Para Ricardo Najo, Ama “vendió al pueblo” y de ello sacó provecho un sector en particular: “¿Por qué ponen el nombre de Feliciano Ama en la sede del partido FMLN? ¿Qué dan a entender ahí?”.

Por otro lado, Julia Ama, representante de la Fundación Ama (FAMA) ve otro sector que busca réditos de la conmemoración de la masacre, el partido de gobierno, Arena: “Perdónenme, pero por qué levantan la campaña ahí (en Izalco) nos pisotean. Créanmelo que eso duele y algún día, a Izalco le han puesto la tierra prometida, entonces, el día que pierdan en Izalco van a perder el país”.

Caminos separados, igual invisibilización


El pasado viernes 19 de enero, mientras FAMA iniciaba las actividades conmemorativas con disertaciones sobre patrimonio ancestral en la iglesia de Izalco, cruzando el parque una veintena de representantes de cofradías se reunían con el alcalde para inaugurar un mecanismo de comunicación trimestral para coordinar esfuerzos que potencien esa tradición religiosa en el marco del trabajo de la nueva oficina de turismo que abrirá próximamente la alcaldía.

Ninguno de ellos participó ese día en las actividades de FAMA, que incluyó la presentación del documental “Ama: la memoria del tiempo”, dirigida por Daniel Flores. Otras organizaciones indígenas, aglutinadas en el Consejo de Pueblos Indígenas de Occidente realizaron actividades por separado en Nahuizalco.

Sin embargo, los miembros de las diferentes formas de organización de indígenas de El Salvador coinciden en las problemáticas que enfrentan 75 años después de una masacre que obligó a sus ancestros a cambiar su vestimenta, dejar de hablar su idioma y ocultar sus ritos. Todos coinciden en que lo principal es que la sociedad reconozca la existencia de pueblos indígenas.

No existen cifras oficiales de cuántos indígenas hay en el país, nunca se ha hecho un censo de este segmento de la población. Los dirigentes indígenas reconocen al menos cuatro etnias: nahuat (la más grande pese a la masacre, ubicados en el occidente del país), los lencas (Morazán), cacawiras (municipio de Cacaopera) y una pequeña representación de mayas (Chalchuapa, cuya mayor representación se encuentra en Guatemala). Ubican también a los chortí en Chalatenango.

Según el “Perfil de los Pueblos Indígenas de El Salvador”, elaborado por un comité intersectorial que incluyó organismos internacionales, entidades nacionales y organizaciones indígenas, en El Salvador existen 19 asociaciones indígenas, que buscan el reconocimiento legal de los indígenas, su reconocimiento en la Constitución de la República, así como la ratificación y respecto de normativas internacionales que amparan sus derechos.

De acuerdo a la investigación realizada en comunidades de las regiones occidental, oriental y paracentral del país, los datos proporcionados por los participantes revelaron que el 61.1% de familias indígenas calificó en la línea de pobreza, el 38.3% calificó en extrema pobreza.

“Queremos que se nos garanticen condiciones de vida dignas, que se nos apoye en el fortalecimiento de la identidad cultural, como los idiomas, los sistemas de educación, sistemas de salud, sistemas de conocimiento y saberes indígenas que cada día los están reprimiendo más, y parte de nuestros territorios”, dice Betti Pérez de CCNIS.

Para Teresa de Jesús Escamilla, sacerdotisa residente en Nahuizalco y miembro del Consejo de Pueblos Indígenas de Occidente, la vía de trabajo es más espiritual: “Nosotros nos vamos más por el lado de la espiritualidad, del conocimiento, de fortalecer una escuela de sacerdotes, recuperar por supuesto el idioma que es parte de la espiritualidad y la medicina natural”, dice.

Don Ricardo Najo, líder de cofradías izalqueñas y agricultor, es alcalde del común en Izalco, principal dirigente de otro tipo de organización indígena: las cofradías, cuyo fin es velar por las celebraciones de un santo particular. Esta no es una tradición indígena, “es lo que dejaron los españoles”, reconoce Najo. Este tipo de organización se diferencia de otras como CCNIS y FAMA en que su carácter es eminentemente religioso, son “apolíticos”.

Najo también quiere el reconocimiento de los indígenas, y una libertad que luego de 75 años de la masacre, y 15 años después de la apertura política que para la clase política representaron los acuerdos de paz, los indígenas aún no tienen. Para él hay una condición necesaria para que los indígenas sean libres: “Que el presidente de una documentación de que sí el reconoce que aquí hay indígenas, y que seamos libres de hacer lo que nosotros queremos”. Sólo así se perderá el miedo, dice Najo: “Porque no tendremos el peligro de que nos vuelen la cabeza”.

1932, las dos caras de una historia por contar


La revuelta indígena de 1932 marcó el rumbo político e histórico nacional del siglo XX, sin embargo investigaciones recientes arrojan nueva información sobre los hechos e hipótesis que justificaron la insurrección y su posterior represión por el gobierno del General Maximiliano Hernández Martínez. De este debate ha nacido un consenso parcial entre los historiadores, sobretodo al evaluar el papel del Partido Comunista y el distanciamiento político que tiene el levantamiento campesino en la zona de los izalcos.

Joyce Álvarez y Ruth Grégori
 El Faro
          

“En realidad, el 32 más que un parteaguas debería haber sido un punto de quiebre, porque lo que en el fondo se ha quebrado es el modelo económico centrado en el café” señala Ricardo Ribera, historiador de la UCA, al hablar sobre las consecuencias del levantamiento indígena del 22 de enero de 1932.

Tras el golpe de estado de diciembre de 1931, el General Hernández Martínez asume el poder. En enero de 1932 se celebran elecciones municipales, en las cuales participó el Partido Comunista, pero el fraude y la anulación en ciertos lugares causan malestar general. Para el historiador de la UCA, Ricardo Ribera, es cuando “surge el llamado y la preparación para la insurrección del 22 de enero”.

Califica de extraña la actuación del Partido Comunista y plantea la posibilidad de considerar ese levantamiento como “una táctica de presión, de amenazar con la posibilidad de una insurrección para lograr que Martínez repitiera las elecciones en algunos lugares y reconociera el triunfo en otras. Da a pensar si no había una estrategia más calmada, más de tipo electoral, más concordante con la línea de la dirigencia de la época”.

Después de las elecciones, en la noche del 22 de enero, grupos indígenas armados con palos y machetes se tomaron varios poblados del occidente del país. El gobierno atribuyó el levantamiento al trabajo proselitista del Partido Comunista y los responsabilizó de lo ocurrido. No obstante, el trabajo del historiador estadounidense Erik Ching señala que “hasta mediados de 1931, el partido dedicó más tiempo a sus pleitos internos que a la lucha contra su enemigo de clase”.

Luis González, director del Centro de Información y Documentación y apoyo a la Investigación de la UCA (CIDAI); concuerda con esta posición  y añade que “el Partido Comunista no tuvo el tiempo, ni la capacidad, ni los mecanismos de organización para poder encausar ese movimiento hacia una revolución”.

González considera que “el 32 fue un símbolo de demandas campesinas irresueltas, de demandas campesinas indígenas, en aquella época, contenidas con la violencia, más descarada y más brutal”. Se estima que en menos de 3 semanas se llevó a cabo el asesinato de miles de indígenas por parte del aparato estatal.

De acuerdo al documental 1932: cicatriz de la memoria, del Museo de la Palabra y la Imagen, la cifra de las víctimas alcanzó los 10 mil, que equivaldría al 1 por ciento de la población de la época. El historiador de la UES, Carlos López añade “(si se) piensa 15 mil muertos en 3 semanas y luego se pone a pensar en la recién pasada guerra civil, 80 mil muertos en 12 años y en todo el país, con una población mayor, con una capacidad de fuego mayor, con una capacidad de respuesta de los rebeldes mayor, entonces la desproporción es enorme. El 32 sigue siendo un hecho que rompe un período en la historia” concluye.

El director del CIDAI opina que “fue más un etnocidio que un genocidio, fue un etnocidio porque se identificaba a la gente por sus características indígenas o por su vestimenta, son cosas que se dieron en la época. Por desgracia, el movimiento indígena prácticamente desapareció de la escena. Los indígenas que quedaron se ladinizaron inmediatamente” aseguró.

En los últimos años, se ha valorado tanto el protagonismo del Partido Comunista como de los indígenas. Carlos López sostiene que ha surgido a partir de que ciertos sectores consideran algunas apreciaciones como un intento por desestimar el papel del Partido Comunista en los hechos del 32. Para él “se está develando una faceta, una cara del levantamiento hasta hoy desconocida, y que alguna gente no le resulta cómoda, porque perciben que lo que se está haciendo es bajarle el perfil al partido comunista”.

Más allá de los hechos históricos, el 32 se ha convertido en un símbolo, un mito, dice Ricardo Ribera, presente en la historia política nacional desde entonces. A partir de entonces, tanto la derecha como la izquierda política se han apropiado y popularizado la misma versión, ya que ha servido a los intereses de ambos sectores.

“Por otra parte, del 32 en adelante la sociedad ha estado muy condicionada al discurso comunista. Si hay algo que sale reforzado es el discurso anticomunista y ese es un tema que desde entonces atraviesa toda nuestra historia. En un sociedad que mucha de su cohesión quizá la ha alcanzado frente al fantasma del comunismo” señala Carlos López.

Y agrega que la derecha es quie3n ha logrado mayores beneficios de este tratamiento, “ARENA llega a Izalco a decir ‘aquí derrotamos al comunismo y lo vamos a seguir derrotando’, para ellos el fantasma del comunismo no ha desaparecido”. El historiador dice que para la derecha la idea del comunismo es muy redituable.

Luis González coincide en que Izalco “para la derecha tiene un simbolismo muy particular. Simbolismo de los que derrotaron por la fuerza a la oposición, es el simbolismo de los vencedores, y no es casual que en estas zonas del país halla mucho conservadurismo”.

En cambio, la izquierda aceptó este discurso, matizándolo como lo llama Ricardo Ribera “el heroico intento”.  Al asumir esa responsabilidad la izquierda también asumió la tarea de explicar por qué fracaso ese intento y “han tratado de dar una versión del 32 que ha estado enfocada no tanto en decir qué pasó, sino en explicar por qué el 32 tuvo esas consecuencias”, de acuerdo a Carlos López.

“Es lógico que desde el presente hay que volver a mirar al 32 para reconstruir un nuevo discurso histórico, una verdad histórica muy diferente que nos aparte de ese camino que parecía llevarnos en el sentido de que aquí cada 50 años nos vamos a enfrentar una parte de la población contra otra, deshacernos de fantasmas y mitos del 32 para darle carne y huesos, no solamente para hacer justicia a la gente de la época, que  vivió el drama, sino que para darle otro tipo de salida al país” concluyó Ribera.

Todos

Roque Dalton

Todos nacimos medio muertos en 1932
sobrevivimos pero medio vivos
cada uno con una cuenta de treinta mil muertos enteros
que puso a engordar sus intereses
sus réditos
y que hoy alcanza para untar de muerte a los que siguen naciendo
medio muertos
medio vivos

Todos nacimos medio muertos en 1932

Ser salvadoreño es ser medio muerto
Eso que se mueve
Es la mitad de la vida que nos dejaron.

Y como somos medio muertos
Los asesinos presumen no solamente de estar totalmente vivos
sino también de ser inmortales.

Pero ellos también están medio muertos
y sólo vivos a medias.

Unámonos medio muertos que somos la patria
para ‘hijos suyos podernos llamar’
en nombre de los asesinados
unámonos contra los asesinos de todos
contra los asesinos de los muertos y de los mediomuertos

Todos juntos
tenemos más muerte que ellos
pero todos juntos tenemos más vida que ellos
la todopoderosa unión de nuestras medias vidas
de las medias vidas de todos los que nacimos medio muertos en 1932.

martes, 20 de enero de 2015

El país que pide fierro (Muerte) El Salvador


César Castro Fagoaga

“Hay que darle fierro a esos sujetos”, dijo el sierra, en radio abierta, en la señal que comparte con decenas de sus compañeros. El sierra, como se dicen entre ellos los policías, estaba harto y poco le importó que su queja se escuchara en las radios de la Policía Nacional Civil. Pocas horas antes, en la madrugada de ese jueves 15 de enero, otro de sus compañeros había sido asesinado en Izalco, el séptimo policía caído en el año.

Antes de la queja de ese sierra, otro había exigido a la Fiscalía cumplir lo que está escrito en la vigente Ley de Proscripción de Pandillas. La atmósfera era de desesperanza. De rabia. Lo que estaba implícito, algo que ninguno mencionó, es que la Policía ha perdido el control territorial de país. Corrijo: que el Estado ha perdido el control territorial del país. No fue casualidad que ese mismo día, por la tarde, la Policía bajara instrucciones para que sus agentes protegieran a sus familias –potenciales blancos de las pandillas, según la nota– y que evitaran las canchas, los parques, cervecerías o fiestas de pueblos.

Que la policía se esconda en sus casas.

El considerable aumento de la violencia de 2014 dio por el traste lo que aún quedaba de la tregua entre pandillas. Por si hacía falta confirmación, 2015 inició con 14 homicidios diarios, además de los policías que han sido asesinados cada dos días.

A esta situación no hemos llegado únicamente por culpa de las decisiones que se tomaron en la pasada administración. No ayuda, sin embargo, que uno de los principales responsables, que se desentendió de la tregua cuando ya no le fue rentable, aparezca ahora diciendo que su gobierno salió limpio de esto. No, señor Funes, empoderar así a las pandillas los hizo darse cuenta de que podían negociar con los homicidios.

El tratamiento sinsentido durante los gobiernos de Flores y especialmente en el de Saca –cuya única aportación fue la necedad de profundizar el error de mano dura de su predecesor– sirvieron de base para que este monstruo que ahora tenemos delante sea difícil de aplacar.

El cinismo expresidencial, evidente cuando han querido evadir responsabilidades, tampoco ha ayudado para que la población se sienta menos agobiada y demande, como consecuencia, soluciones irracionales. Deberían callarse, que bastantes muertos tienen en sus espaldas ya.

El actual Gobierno recibió ese jueves negro, donde también masacraron a una familia, un nuevo (el número 5,234) plan de seguridad. Lo recibió un presidente que, hasta el momento, ha mostrado una impresionante incapacidad para manejar la situación. Desaparecido la mayor parte del tiempo, y con discursos de felicidad que hace pensar que vivimos en Suiza, solo espero que Sánchez Cerén tenga el temple para mirar al pasado, ser transparente y no cometer los mismos errores de su exjefe.

La desesperación, desgraciadamente, no es nueva, pero esta oleada de violencia ha hecho que cada vez más ciudadanos decentes (de esos que van a misa, estudiaron en una universidad y que pagan $3 por una cerveza) pidan fierro para esos sujetos. Trato de entenderlos: un Estado que no existe en las comunidades que huyen ante la amenaza de pandillas, un Gobierno que da tumbos sin definir una política clara ante el cementerio en el que nos convertimos y una Policía que tira la toalla y que prefiere actuar fuera de la ley para intentar reestablecer el orden. Nada de eso ayuda.

Y no, no puedo. Mucha sangre he visto en estos años de paz –23, según la cuenta oficial– para sumarme a las peticiones de fierro. ¿Tan bajo hemos caído que nuestro papel de héroes lo queremos rescatar de la imitación de los pandilleros que tanto decimos detestar?

No los podemos matar a todos, y si así fuera, ¿es lo que queremos? Las pandillas no nacieron por generación espontánea; son hijas de una larga herencia de exclusión social. Y matándolos a todos, y sus familias –medio millón de personas, según los cálculos–, no nos convertiremos automáticamente en Noruega, como siempre hemos soñado.

Lo de Charlie Hebdo fue terrible, pero sirvió para demostrar que, incluso aquí, donde la muerte camina cómoda, la indignación aún es útil.

Entender la complejidad de la paz


Oscar A. Fernández O.

“Cese la filosofía del despojo y cesará la filosofía de la violencia”

Fidel Castro Ruz

ONU, 1960.


La concepción de paz dominante en el mundo continúa siendo la occidental, heredada del concepto de Pax romana: ausencia de conflictos bélicos entre estados, importante pero insuficiente.

Hay dos aspectos fundamentales en el aparecimiento de la violencia directa que nos persigue en nuestra realidad de hoy, los que configuran las causas estructurales de una violencia primera, la desigualdad colosal y una grandísima disparidad entre los derechos reconocidos a todos los seres humanos de parte de las elites capitalistas. Se crea de hecho una deformidad estructural que lleva a la violación masiva y continua de esos derechos, lo cual se termina adoptando como “efectos colaterales”.

La globalización de la violencia es un fenómeno que presenciamos, en sociedades ricas como en sociedades pobres, en sociedades con tradición antimilitarista como en sociedades con tradición bélica, en las relaciones interpersonales como en las relaciones con la naturaleza, en generaciones jóvenes y adultas.

Una nueva fisonomía del individualismo exacerbado, en concordancia con los valores propios que imprime el capitalismo, deriva hacia la construcción de sujetos que, por encima de la solidaridad colectiva, ensalzan sus deseos personales de autosatisfacción egoísta en torno al consumismo exacerbado y la búsqueda de status, dejando a un lado la comunicación, la participación y la solidaridad con los semejantes.

Ha de ser un concepto dinámico que debe considerarse en términos positivos: la presencia de la justicia social, la igualdad y la fraternidad; la posibilidad de que los seres humanos realicen plenamente sus posibilidades y gocen del derecho a una estabilidad digna y llevadera.

Más aún, se requiere un modelo holístico de la paz, una “paz integral”, una paz democratizada, de manera que podamos vivir la paz como un concepto, una meta y un proceso activo, dinámico, creativo y permanente, con repercusiones directas en nuestra vida cotidiana.

El conflicto es inherente a la paz. Una política y práctica educativa explícita de “paz conflictual” es por ende esencial para contrarrestar nuestra cultura bélica.

La forma más idónea de aproximarse a los conflictos en todo contexto, no es mediante vías y fuerzas bélicas, (no es un combate), sino a través de su manejo y resolución constructiva y creativa. Es una aproximación por las orillas de la conflictividad que no destruye, sino que problematiza y desafía. Es un acercamiento que recalca lo que no es, ni debe convertirse jamás, la resolución de conflictos: una receta de pacificación a cualquier precio, en la cual los poderosos “establecen la paz” sobre los “sin-poder”; o en un acto de dominación para “mantener la paz” (Bejarano: 1995)

Algunos teóricos hacen distinciones entre “establecer“, “mantener” y “consolidar” la paz, y “prevenir” el conflicto. La ONU, por ejemplo, cuenta con organismos especializados en dichos ámbitos, y matiza las diferencias en términos de fines y estrategias. Consideran el “establecimiento de la paz” (peacemaking) necesario para “poner término” a los conflictos. Una vez lograda la paz, orientan sus esfuerzos al “mantenimiento de la paz” (peacekeeping o peace enforcement). Mediante la “consolidación de la paz” (peace-buiding), se proponen fortalecer y afianzarla, con miras a evitar que se reanuden los conflictos. Y abordan la “diplomacia preventiva”, con la finalidad de anticipar los conflictos y solucionarlos – antes de que irrumpa la violencia (UNESCO, 1994). (Pascual Morán: 2000)

Deberemos acercarnos al conflicto, viéndolo como parte natural de nuestra vida social. Como algo inevitable que dice presente y ocupa de manera constante todo nivel de nuestra cotidianidad – personal, interpersonal, intergrupal o internacional.

También necesitamos estudiar la Paz con un enfoque humanista, autóctono, soberano y de justicia, no solo soñar con ella sin entender su complejidad. Los Estudios sobre la Paz se originaron a mediados del siglo pasado, cuando se detectó la urgencia de una “Ciencia de la Paz” para examinar las causas de la guerra. Nace este campo de estudio desde la investigación en las universidades, y como resultado directo de la Segunda Guerra Mundial. Surge en este período una nueva disciplina académica que decididamente traería evoluciones en la Educación para la Paz. De inicio, la investigación sobre y para la paz se focalizó en las causas de la guerra, desde la perspectiva del derecho internacional. Sin embargo, una vez se constató que el alcance de la jurisprudencia no era lo suficientemente explicativo, devino la Investigación sobre la Paz como un área de estudio interdisciplinar independiente, compuesto de muy diversas ramas especializadas (Pascual Morán, 1988, 1990; PAWSS, 1990).

En estas investigaciones y estudios, encontramos trazos y trozos de los orígenes de las corrientes ideológicas de impacto significativo en la evolución del pensamiento sobre la paz a lo largo del siglo XX: las teorías pacifistas y socialistas de la paz, la escuela de derecho internacional, las tesis antiimperialistas y antimilitaristas y la educación reformista con enfoque constructivista. De igual manera, en ella se estrecharían los vínculos entre la Educación para la Paz, la Investigación por la Paz, los Estudios sobre la Paz y la Acción por la Paz. Gracias precisamente a esta huella, se comenzó a examinar la “violencia estructural“ o “indirecta“, inherente a las estructuras sociales y económicas, y se reiteró y reivindicó el propósito genuino y radical de educar para la paz.

Será necesario pues re-fundar nuestras controversias, asumiendo la paz y el conflicto no como opuestos, sino complementarios, entendiendo la paz fuera de todo enfoque romántico o místico, sino más bien dialéctico, comprendiendo que en las causas que impiden su concreción, están la explotación, la desigualdad y la injusticia…ese día comenzará a disminuir la violencia.

lunes, 19 de enero de 2015

"Los intocables"




Por Benjamín Cuéllar


No se trata del grupo de la llamada “época de oro” del rock guanaco, que colocó éxitos como “Qué difícil es” y “Todo parece cambiar”. Tampoco de las andanzas de Eliot Ness y sus agentes, combatiendo la mafia en Chicago allá por la década de 1930. Ni de los delincuentes de “cuello blanco” que han hecho de las suyas en El Salvador, en perjuicio de sus mayorías. Fuera de la banda musical nacional que varias opiniones sitúan como la mejor entre 1960 y 1970, los otros dos casos citados tienen que ver con crimen organizado. Pero es de otra expresión del mismo, lo que ahora interesa comentar. De una cuyos miembros disfrutan en el país de la total impunidad, bendecida por quienes antes se enfrentaron a balazos y bombazos para que ahora –veintitrés años después del fin de la guerra− coexistan política y pacíficamente más allá de los berrinches partidistas, electoreros, parlamentarios y mediáticos.

Hoy, en el marco de otro aniversario más del último acuerdo entre el Gobierno y la guerrilla de entonces, firmado en el castillo de Chapultepec, con el lujo de tener en la fiesta oficial a la figura estelar del secretario general de las Naciones Unidas, hay que recordar otro suceso. Hace tres años, Mauricio Funes derramó “lágrimas” –dicen– al momento de pedir perdón por la responsabilidad estatal en la matanza realizada en El Mozote y sus alrededores. Ese instante del discurso oficial el 16 de enero del 2012, fue inolvidable para las víctimas de las atrocidades cometidas en diciembre de 1981 por la Fuerza Armada de El Salvador. Y lo fue igual o más cuando Funes ya sin hacer como que lloraba, “instruyó” a los militares para que revisaran su historia y dejaran de honrar a violadores de derechos humanos, criminales de guerra y autores de delitos contra la humanidad.

No solo no le hicieron caso. Prontamente le restregaron en su cara el desacato institucional en boca de su ministro de la Defensa Nacional –el general José Atilio Benítez– al que luego nombró embajador en España y quien, por cierto, sigue siéndolo con el actual Gobierno. Bueno, ¿qué se puede esperar si Francisco Laínez, ex canciller y compañero de fórmula presidencial de Antonio Saca en la pasada campaña, representa hoy a la administración del profesor Salvador Sánchez Cerén en la Organización de Estados Americanos?

Pero regresando a Funes, el 16 de enero del 2012 dijo en El Mozote: “Aquí se cometieron un sinnúmero de actos de barbarie y violaciones a los derechos humanos. Se torturó y ejecutó a inocentes; mujeres y niñas sufrieron abusos sexuales, cientos de salvadoreños y salvadoreñas hoy forman parte de una larga lista de desaparecidos, mientras otros y otras debieron emigrar y perderlo todo para salvar sus vidas […] Por las aberrantes violaciones de los derechos humanos y por los abusos perpetrados, en nombre del Estado salvadoreño pido a las familias de las víctimas y a las comunidades vecinas […] a las madres, padres, hijos, hijas, hermanos, hermanas que no saben hasta el día de hoy el paradero de sus seres queridos”.

Luego señaló al teniente coronel Domingo Monterrosa y a otros oficiales como jefes y autores directos de la masacre. Y como comandante general de la Fuerza Armada, decidió “instruir como Comandante General de la Fuerza Armada a la institución, la revisión de su interpretación de la historia[…] Precisamente porque a 20 años de los Acuerdos de Paz estamos ante una institución militar diferente, profesional, democrática, obediente al poder civil, no podemos seguir enarbolando y presentando como héroes de la institución y del país a jefes militares que estuvieron vinculados a graves violaciones a los derechos humanos”.

Tras un par de días, Benítez declaró que se había formado una comisión especial para tal fin. Pero cuando le preguntaron si le quitaría el nombre de Monterrosa a la Tercera Brigada de Infantería, “brincó” en los siguientes términos: “Muchos lo seguimos viendo como un héroe, porque dio incluso su vida por defender al país de una agresión de ese momento”. Como decía Chirajito, Benítez le dijo a Funes: “¿Ya te vas, papito? ¡Salú pues!”.

En la Corte Interamericana de Derechos Humanos, las víctimas de la masacre en El Mozote pidieron que el Estado salvadoreño retirara de sus dependencias los nombres de los autores de las atrocidades ocurridas acá y que dejara de homenajearlos. ¿Qué respondió Cancillería? Citó la perorata de Funes lanzada hace tres años, sosteniendo que había hecho “ un llamado muy claro no sólo para la Fuerza Armada de El Salvador […] sino a diferentes sectores que son independientes del Poder Ejecutivo salvadoreño para abstenerse de exaltar a personajes vinculados a violaciones a los derechos durante el conflicto armado”.

Ese llamado tan claro le quedó claro a toda la gente, excepto a Benítez y Funes. Este último declaró, en diciembre del 2013, que no había prometido quitar nombres de violadores de derechos humanos a los cuarteles. “Yo lo que solicité – artificioso como acostumbró– es una investigación al Ministerio de Defensa. La investigación ya se concluyó y está en estudio por la secretaría jurídica de la presidencia. Sobre la base de los resultados de esa investigación, decidiremos si como gobierno de la República mantenemos o no los nombres de los destacamentos militares”. Poco memorioso, además Funes quizás no quiso recodar el día de su gimoteo ocupó el verbo “instruir” que –en el argot castrense– es sinónimo de ordenar, mandar, encargar y encomendar.

Funes ya se fue y el fortín migueleño se sigue llamando “Teniente coronel Domingo Monterrosa”. El informe del adefesio creado exclusivamente para “obedecerle” a Funes costó alrededor de veinte mil dólares y está fechado el 7 de marzo del 2013. En su texto se disculpa al ejército de la siguiente manera: “[L]a Comisión entiende la naturaleza compleja, sensible y controversial de algunas acciones armadas que se dieron en el marco de una guerra irregular en la que la estrategia y las tácticas del contrario involucraron a la población civil en tareas de apoyo a sus acciones armadas ocasiones hizo que resultara muy difícil para la Fuerza Armada la efectiva identificación del adversario insurgente”.

Eso, entonces, ¿deberá interpretarse así? Las numerosas mujeres violadas y asesinadas junto a las niñas y los niños que también perecieron profusamente en la masacre de El Mozote a manos de los militares, solo por citar un caso, fueron víctimas de una confusión no imputable a sus victimarios sino a la insurgencia. Igualmente, Julia Elba Ramos y su hija Celina Mariset con otros cinco jesuitas ejecutados acá en la UCA hace veinticinco años, fueron sufrieron el martirio porque la soldadesca creyó que eran parte de la guerrilla “comandada” por Ignacio Ellacuría.   

En cuanto a bautizar cuarteles con nombres de responsables de graves violaciones de derechos humanos, crímenes de guerra y delitos contra la humanidad –en el informe se les denomina “honrosos oficiales”– esa Comisión dijo que era “conveniente” conservarlos  “por el respeto a los procesos debidamente observados y legitimados en su tiempo, y por el justo reconocimiento de transformación que por veinte años ha experimentado la Fuerza Armada, como producto de su profunda modernización y profesionalización”.

Tanto ha “cambiado” la milicia y tan “cumplidora” ha sido de los mal llamados “acuerdos de paz”, que a veintitrés años del fin de la guerra sigue negando abrir sus archivos para que las familias de las víctimas desaparecidas por la fuerza sepan qué pasó con sus seres queridos. Y es que si la paz solo se acuerda y vive para nos pocos, no es una verdadera paz. Y las víctimas directas y sobrevivientes de antes, durante y después del conflicto armado en este país, no se han beneficiado con tales acuerdos.

Pero eso que dice la funesta Comisión que “revisó” la barbarie castrense de aquellos años, la cual sigue produciendo dolor a tanta gente, pretende ser la “historia oficial” de la posguerra. Sus responsables continúan siendo, pues, “los intocables”. Esa “historia oficial” –según Ignacio Martín-Baró– es la que “ignora aspectos cruciales de la realidad, distorsiona otros e incluso falsea o inventa otros [...] Cuando, por cualquier circunstancia, aparecen a la luz pública hechos que contradicen frontalmente la ‘historia oficial’, se tiende alrededor de ellos un ‘cordón sanitario’ […] que los relega a un rápido olvido […] La expresión pública de la realidad […] y, sobre todo, el desenmascaramiento de la historia oficial […] son consideradas actividades ‘subversivas’ y en realidad lo son, ya que subvierten el orden de mentira establecido”. Parafraseando a los roqueros de antaño, qué difícil es y nada parece cambiar a pesar de los autonombrados “gobiernos del cambio y la esperanza”.

jueves, 15 de enero de 2015

Qué color


Benjamín Cuéllar, del Idhuca
 

“Tú le dijiste al Boas y al Rulos que si te fregaban, jodías a toda la sección. Y lo has hecho, Jaguar. ¿Sabes lo que eres? Un soplón. Has fregado a todo el mundo. Eres un traidor, un amarillo”. Así encaró el cadete Arróspide al líder de unos estudiantes del Colegio Militar Leoncio Prado en la novela La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa. “El círculo” se autonombraba ese colectivo juvenil semiclandestino, dentro del cual el Jaguar había pasado de ser miembro respetado y temido a un tipo despreciado y excluido por sus camaradas. No merecía siquiera que le rompieran la cara, le gritaba el brigadier de la sección a la que pertenecían ambos. Lo consideraba lo peor de lo peor, esto es, “un traidor, un amarillo”. Y es que la traición y el color amarillo han sido históricamente términos asociados.

¿Será por eso que a la Fuerza Armada de El Salvador se le ocurrió denominar “Libro amarillo” al ignominioso puñado de hojas de papel donde se incluyeron fotografías y datos de personas que, según la inteligencia militar, eran “delincuentes terroristas” o “D/T”? Porque resulta que todos sus voceros nunca dejaron de insistir, oficiosa y machaconamente, que las voces contrarias al régimen opresor eran de traición a la patria. Pero el documento es más bien un muestrario de víctimas de ejecuciones sumarias y desapariciones forzadas, de detenciones ilegales y torturas. El que aparecía en ese burdo registro enfrentaba la amenaza de sufrir cualquiera de esas atrocidades.

Fechado en julio de 1987, además del nombre del documento y la advertencia entre paréntesis de que era para “uso especial”, en la portada hay un corto, pero nefasto texto manuscrito: “Comandancia. Archivo D-II. Que lo usen. Sacar fotocopias de fotografías. Ponerlo en boletinero para que conozcan a sus enemigos”. Así, “enemigos”, sin más. El “D-II” es el Departamento de Inteligencia del Estado Mayor Conjunto de la Fuerza Armada. La existencia del “Libro amarillo” se conocía desde años atrás, pero de manera privada y restringida. Lo reciente es su publicación en Internet, incluido un análisis de su contenido. Qué color se han dado los militares con esta difusión, que es fruto del esfuerzo de tres entidades estadounidenses: el Archivo de Seguridad Nacional, el Centro de Derechos Humanos de la Universidad de Washington y el Grupo de Análisis de Datos de Derechos Humanos.

Son casi dos mil registros, entre los que aparecen las fotografías de 1,857 personas señaladas como “D/T”, por su militancia en las organizaciones guerrilleras que integraban el FMLN o directamente vinculadas a este. Algunas sí participaban en estructuras insurgentes, pero muchas no. Eso sí, eran opositoras y críticas al autoritarismo oficial desde diversos espacios sindicales, partidistas, profesionales, culturales, estudiantiles y de derechos humanos y su defensa irrestricta y valiente, cuando se violaban masiva y sistemáticamente por razones políticas. Cruzando la información del “Libro amarillo” con los reportes de quienes se arriesgaban al denunciar la represión, se tiene que 273 personas fueron ejecutadas, a 233 las desaparecieron por la fuerza, 274 fueron torturadas y 538 estuvieron detenidas ilegalmente. Eso ha quedado establecido y plantea grandes desafíos al país, tanto a la administración estatal como a la sociedad, sobre todo a las víctimas.

Porque con los archivos de la Comisión de la Verdad y de Amnistía Internacional, junto a los creados por organismos nacionales de derechos humanos, se impone el impostergable esclarecimiento de la barbarie cometida en El Salvador durante las décadas de 1970 y 1990, principalmente. No hay otro camino hacia la ansiada paz. Derrotar la impunidad fortalecida con la Ley de Amnistía es la única fórmula, y hay que empezar por el principio. Como la Fuerza Armada ya no puede alegar demencia sobre nóminas de antaño con información de sus “enemigos” y otros archivos secretos después de la publicación del “Libro amarillo”, la ocasión se pinta sola. Su actual comandante general fue primer responsable de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) e integrante de la comandancia del FMLN. Ahí está el primer gran desafío.

Salvador Sánchez Cerén no tiene nada que perder políticamente, pero sí mucho que ganar. Es muy difícil que tenga algún interés en ser candidato en las elecciones presidenciales de 2024, pero bien podría pasar a la historia como el estadista que El Salvador nunca ha tenido. ¿Cómo? Haciendo lo que ninguno de sus antecesores: comenzar una batalla frontal y decidida contra la impunidad. Que le ordene, pues, al Ejército que abra sus archivos para que las víctimas hagan con esa información lo que les parezca, pero sin dejar de hacer lo que les han negado siempre: sanar y cerrar sus heridas. A la Asamblea Legislativa le toca enfrentar su propio e importante desafío: derogar la infame amnistía e, inmediatamente, aprobar una nueva normativa que haga de la justicia en transición el motor de los cambios requeridos por un sistema que no genera credibilidad ni confianza. Y en esta cruzada también estarían siendo desafiadas todas las instituciones: la Fiscalía y la Procuraduría General de la República, así como el órgano judicial y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos.

Al Ejecutivo le toca cumplir a cabalidad todas las recomendaciones y sentencias emitidas por los organismos de protección de derechos humanos del sistema de Naciones Unidas. Asimismo, le corresponde colaborar con la Audiencia Nacional de España.

Y en definitiva, está el desafío de las víctimas. El interés que ha generado el sitio electrónico donde está publicado el “Libro amarillo” es enorme. Más de ochenta mil visitas en los primeros tres días. La sed de verdad y justicia es innegable. Esa es la respuesta directa a quienes dicen que son cosas del pasado que no interesan a nadie. Es una cachetada al rostro de la funesta impunidad. Y es la señal de que puede despertar un gigante que no podrán parar si las víctimas asumen su desafío.

Dicen, desde donde promovieron esta publicación: “Estamos recibiendo una lluvia de correos, de esos que te quiebran el corazón. Gente que busca a sus desaparecidos, con la esperanza de que —a lo mejor— sabemos algo aunque la persona no aparezca en el ‘Libro’. Nadie nos ha escrito exigiendo castigo para los malhechores ni mucho menos venganza. Piden solo la verdad”. Que se organicen y junten, entonces, todas estas demandas. Al principio de forma virtual, quizás. Pero luego debe seguirle un planteamiento estructurado dirigido al Estado salvadoreño y un poderoso movimiento social que lo respalde, para que por fin se les dé a las víctimas el lugar que merecen. Y para que dejen de seguirse produciendo tantas víctimas en la posguerra.

(El sitio electrónico donde se puede encontrar el “Libro amarillo” es http://unfinishedsentences.org/es/the-yellow-book/.)

miércoles, 14 de enero de 2015

El mercado, las elecciones y el poder


Dagoberto Gutiérrez

En El Salvador se ha construido, una vez terminada la guerra civil, una sociedad de mercado que aplasta al ser humano como sujeto y lo define y organiza como objeto.  El Estado también ha sido construido como Estado de mercado, es decir, como el Estado al servicio del mercado. Lo fundamental no es lo de ser Estado, que pasa a segundo plano, sino lo de ser mercado y todopoderoso.

Históricamente, es la sociedad la que en un determinado momento se organiza como Estado, y el mercado, a partir del comercio, se transforma en un poder económico, ideológico, político y militar. En el desarrollo  de todo ese proceso, se va definiendo cual es la fuerza fundamental y la clase de sociedad en la que vivirán los seres humanos.

En una sociedad de mercado, todo es convertido en mercancía y todo funciona mercantilmente. Todo tiene precio aunque carezca de valor. Las personas, transformadas en consumidores, tienen un valor que depende de las cosas, es decir, que son las cosas las que le dan el valor a las personas, y el propietario de estas cosas resulta ser el más valioso, el más inteligente, el modelo a seguir, y cuando éste es un empresario, ha llegado a la cúspide de la evolución de la especie.

En esta sociedad de mercado aparece una nueva relación con la política, que deja de ser una actividad humana imprescindible en su vinculación con la sociedad, y es transformada, como todo, en mercancía que se compra y se vende. Se trata de un trapiche letal en donde se está triturando a la persona como sujeto político, como constructor de un poder político, capaz de transformar la realidad y de construir una nueva sociedad y un nuevo mundo. Observemos que es éste el trabajo de los movimientos populares, que desarrollan su labor desde abajo y desde adentro de la sociedad, pero que en estos momentos históricos, estos movimientos sociales son abatidos, en la actual guerra social, por la peste de la anomia, que aleja a la persona de la realidad, que reduce la inteligencia del ser humano, que agota su capacidad de compromiso y termina paralizando el pensamiento y la acción política de las personas.

Como podemos ver, la mercantilización de la política es un músculo clave de la construcción que estamos explicando, porque cuando el ser humano es desprovisto de su capacidad de pensar políticamente y de su posibilidad de actuar también políticamente, es convertido en una cosa a la que se le puede poner precio de compra y precio de venta, en una mercancía manejada por los mercaderes.

Al entrar en una campaña electoral como la actual, la sociedad de mercado funciona en todo su esplendor, porque los partidos políticos son empresas comerciales que solo hacen la política de mercado y no se meten con la política de la gente.

Los candidatos son cualquier cosa menos personas con ideas políticas propias y mucho menos con proyecto político. Estos candidatos llegan a serlo por designios calculados y aviesos que buscan instrumentos ciegos, inofensivos, mudos y sordos, capaces de cumplir todas las instrucciones recibidas, sin mirar a ningún lado y sin detenerse para medir las consecuencias de sus actos. En cada candidato hay un funcionario en potencia que ha logrado esa candidatura porque tiene el dinero para financiar su campaña o porque tiene el silencio de los culpables, es decir, tiene la disposición de aprobar todo lo que sea necesario y conveniente para los intereses de sus patrocinadores, que resultan ser sus financiadores.

Ha desaparecido la figura del dirigente político, del teórico, del formador político, porque la persona que es candidata es introducida en una botella de operaciones económicas a la que se somete gustosamente porque, al final de todo el trámite, puede ser convertido en un elegante funcionario público a salvo de las angustias económicas de los otros mortales, y hasta con impunidad, y con la pleitesía fingida de sus círculos más cercanos.

Cada votante es tratado como un cliente porque en la sociedad de mercado desaparecen los ciudadanos y nadie garantiza ningún tipo de derechos; es la compra-venta el único tráfico permitido. El voto se convierte en la mercancía reina, y el votante, que vende ese voto, busca el mejor precio, sin detenerse en quién es y qué es el comprador del voto. Se trata de un proceso de fetichización de la mercancía que produce también una especie de alienación en el ser humano convertido en comerciante que considera que no puede dejar de participar en ese tiangue electoral.

Aquí hay una operación política encubierta y una operación mercantil descubierta, y es importante descubrir esta inversión producida. Los empresarios de la política se cuidan de no darle a la operación, olor, sabor o color político, porque saben que se trata de evitar que la gente aprenda a hacer política y que no se dé cuenta que en estas ocasiones electorales, el escenario es un mercado, que los votantes son objetos y simples vendedores, y las votaciones dejan de ser construcciones de correlaciones políticas para convertirse en el negociado de poderosos empresarios, que han hecho de un país una simple empresa, y de sus antiguos ciudadanos, simples vendedores.

La venta a la que nos estamos refiriendo es también una compra. El votante vende su voto y a cambio recibe promesas, discursos, sonrisas, canciones o algún objeto de poco valor. Este pago por el voto resulta desfavorable porque el votante ha votado por un candidato que cuando asume el cargo público lo hace en su calidad de persona, en función de sus verdaderos intereses, y deja de ser candidato. Aquel votante, que lo convirtió en funcionario, no tiene ninguna posibilidad de influir y mucho menos de determinar, y  aún mucho menos, de fiscalizar la gestión pública de ese funcionario. Así, el votante se volvió  un comprador que compró ilusiones y que regaló votos. Este es el drama de las sociedades de mercado.

San Salvador, 11 de enero del 2015.

martes, 13 de enero de 2015

Cría cuervos...


Juan Diego García 


No puede ser entendido más que como un enorme ejercicio de hipocresía que los gobiernos de las potencias occidentales se pronuncien ahora condenando en los más duros términos los atentados que han tenido lugar en Francia, como si ellos no tuviesen nada que ver con el “fundamentalismo islámico” que se cierne ahora como mortal amenaza. Ni Estados Unidos ni Europa pueden alegar inocencia en el surgimiento y fortalecimiento del fenómeno fundamentalista que han utilizado a conveniencia al menos desde que se propició la expansión de los Hermanos Musulmanes para contrarrestar el nacionalismo árabe, aquel que en su día encarnaba el proyecto de Gamal Abdel Nasser en Egipto como respuesta al resurgir del colonialismo (Con la creación del estado de Israel como avanzadilla).

Las potencias Occidentales han utilizado el fundamentalismo islámico de múltiples maneras y para los fines más perversos: asegurar su dominio sobre los pueblos árabes promoviendo las rencillas y las divisiones, garantizar el saqueo de sus riquezas, someterlos políticamente y diluir su cultura para perpetuar la dominación. No es una casualidad que los principales aliados de Occidente en el mundo árabe sean precisamente las satrapías del Golfo Pérsico, con Arabia Saudí a la cabeza, un estado este último que ha sido y sigue siendo la principal fuente de financiación de todo tipo de fundamentalismos y promotor de las versiones más tradicionales y reaccionarias del Islam.

No sorprende entonces que con el dinero saudí y la asesoría directa de los Estados Unidos y Reino se apoyase a los fundamentalistas que combatían al único gobierno progresista que ha tenido Afganistán en su historia. Esa alianza “non sanctus” permitía alcanzar dos objetivos: meter a los soviéticos en su Viet-Nam particular (eran el único apoyo al gobierno progresista de aquel país) y recuperar una base clave para la estrategia occidental en el centro de Asia (ahora se sabe que allí existen también enormes reservas de minerales). Los fanáticos son convertidos, por obra de la conveniencia de Occidente, en “combatientes por la libertad”, que luego se independizan de sus amos y conforman Al Qaeda, el movimiento talibán y las muchas variantes del fanatismo religioso que acaban por aparecer como “Estado Islámico”, la forma más delirante que asume el fenómeno en la actualidad.

Occidente creó el fenómeno desde sus comienzos; lo entrenó adecuadamente y lo dotó de armamento sofisticado; lo lanzó a cumplir las tareas del trabajo sucio en Afganistán, Pakistán, Irak, Irán, Libia y Siria, además de las aventuras africanas del nuevo colonialismo. Y como suele ocurrir la dura realidad termina por comprobar la validez del refrán “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Occidente creó al monstruo y éste terminó por independizarse y buscar sus objetivos propios. Ahora cual aprendiz de brujo Occidente intenta controlar el fenómeno al tiempo que aprovecha su existencia para justificar nuevas guerras en la periferia pobre del sistema mundial y para reducir aún más los ya mermados espacios de la protesta ciudadana en las metrópolis. Escudados en el elástico concepto de “terrorismo” los gobiernos justifican nuevas leyes que cercenan derechos y libertades tal como ha sucedido en los Estados Unidos después del 11 de Septiembre y se generaliza ahora en Europa.

No es complicado para los fanáticos del fundamentalismo encontrar eco entre algunos grupos de la comunidad musulmana. La imagen de Occidente en el mundo árabe no puede ser peor como resultado de las intervenciones militares que han arrasado países enteros, provocado el éxodo de millones de persona y muerte y desolación en nombre de la democracia. Tampoco lo es tener que soportar la arrogancia de Occidente que ha instalado su base permanente de operaciones en la región con la creación del estado artificial de Israel, asumido de hecho como una prolongación de Occidente y la forma más brutal del nuevo colonialismo. Y no es mejor el panorama en los países ricos de Occidente. A la herida nunca bien sanada del pasado colonial se une ahora la situación de millones de musulmanes que malviven en la periferia de las grandes ciudades y son víctimas cotidianas de la discriminación, la humillación y el miedo que impulsa la extrema derecha en una atmósfera de islamofobia que recorre ya el continente.

La revista atacada forma parte de esa campaña de odio al Islam, escudados su autores en una versión muy particular de la llamada libertad de expresión. Sus campañas contra el Islam son permanentes y, además del mal gusto de sus caricaturas, coinciden con los lugares comunes más ordinarios del colonialismo occidental que, al igyual que los nazis, siempre ha visto a los pueblos de la periferia pobre del sistema como “untermenschen”. Vaya paradoja! Los rasgos de los personajes musulmanes que caricaturiza la revista atacada, con sus grandes narices aguileñas, ojos saltones y cabellos desordenados e hirsutos guardan un innegable parecido con las mismas que los nazis hacían contra los judíos en las campañas antisemitas de aquel entonces (a fin de cuentas, se dirá que árabes y judíos, como buenos primos hermanos, son ambos pueblos semitas).

Tanto el presidente de Francia con el resto de mandatarios que a coro se rasgan ahora las vestiduras deberían comenzar por explicar a la ciudadanía cuál ha sido su papel en las recientes guerras de Siria y Libia y en manos de quien han quedado armas, avituallamientos y dineros que tan generosamente han fluido hasta allí para apoyar a los “combatientes por la libertad” que ahora, como rueda suelta, llevan su fanatismo criminal hasta las metrópolis. Otro tanto se debe explicar a la ciudadanía sobre los apoyos generosos de Occidente a la extrema derecha de Ucrania que se ha convertido allí en el gobierno efectivo, con la directa participación de la misma extrema derecha que en Europa amenaza las formas democráticas que aún quedan y que es la más favorecida -una nueva paradoja!- por los ataques del fanatismo yijadista en Francia.

No solo hay pues una enorme hipocresía cuando las autoridades se lamentan por lo sucedido en Francia como si Occidente nada tuviera que ver con el asunto. Hay un silencio cómplice ocultando los orígenes de este terrorismo fundamentalista en cuyo nacimiento y desarrollo los gobernantes de Estados Unidos y Europa tienen una enorme responsabilidad. Ayer eran “combatientes por la libertad” o en todo caso pobres víctimas perseguidas cuando su utilización resultaba ventajosa en la estrategia contra los grandes enemigos del momento, Rusia o China (ambas naciones con enormes problemas de fundamentalismo islámico). Si conviene, estos engendros serán considerados un “mal menor”, unos “muchachos descarriados” cuando combatan gobiernos que no son del agrado de Occidente (al igual que en su día sucedió con los “contras” en Nicaragua) o cuando prestan “servicios especiales” a gobiernos amigos (como acontece ahora con los paramilitares en Colombia); hasta que la dinámica natural de todos los mercenarios les lleve a independizarse de sus creadores, de aquellos que les han sustentado de mil maneras y busquen su propia conveniencia. Es entonces cuando Occidente clama al cielo y pide su exterminio como si en el asunto no le cupiera responsabilidad alguna.

La condena de los atentados de Francia por parte de los gobiernos progresistas de América Latina y el Caribe; la condena sin paliativos de los partidos de izquierda en todo el mundo y sobre todo la condena clara y contundente de la inmensa mayoría de la comunidad musulmana son sin duda una expresión sincera del sentimiento de pesar y consternación que afecta a las gentes sencillas.

Pero estas y muchas preguntas más quedan sin respuesta en los medios de comunicación de masas. Por ejemplo, ¿se ha preocupado algún medio o algún servicio de inteligencia por establecer a quién le están vendiendo el petróleo los fanáticos fundamentalistas que controlan los pozos en Siria, Irak y Libia? Si esa es por ahora su principal fuente de financiación habría que comenzar por establecer quiénes son los compradores, quienes son pues los cómplices necesarios. Con toda seguridad, no es el propietario de la gasolinera de barrio.
Juan Diego García 


No puede ser entendido más que como un enorme ejercicio de hipocresía que los gobiernos de las potencias occidentales se pronuncien ahora condenando en los más duros términos los atentados que han tenido lugar en Francia, como si ellos no tuviesen nada que ver con el “fundamentalismo islámico” que se cierne ahora como mortal amenaza. Ni Estados Unidos ni Europa pueden alegar inocencia en el surgimiento y fortalecimiento del fenómeno fundamentalista que han utilizado a conveniencia al menos desde que se propició la expansión de los Hermanos Musulmanes para contrarrestar el nacionalismo árabe, aquel que en su día encarnaba el proyecto de Gamal Abdel Nasser en Egipto como respuesta al resurgir del colonialismo (Con la creación del estado de Israel como avanzadilla).

Las potencias Occidentales han utilizado el fundamentalismo islámico de múltiples maneras y para los fines más perversos: asegurar su dominio sobre los pueblos árabes promoviendo las rencillas y las divisiones, garantizar el saqueo de sus riquezas, someterlos políticamente y diluir su cultura para perpetuar la dominación. No es una casualidad que los principales aliados de Occidente en el mundo árabe sean precisamente las satrapías del Golfo Pérsico, con Arabia Saudí a la cabeza, un estado este último que ha sido y sigue siendo la principal fuente de financiación de todo tipo de fundamentalismos y promotor de las versiones más tradicionales y reaccionarias del Islam.

No sorprende entonces que con el dinero saudí y la asesoría directa de los Estados Unidos y Reino se apoyase a los fundamentalistas que combatían al único gobierno progresista que ha tenido Afganistán en su historia. Esa alianza “non sanctus” permitía alcanzar dos objetivos: meter a los soviéticos en su Viet-Nam particular (eran el único apoyo al gobierno progresista de aquel país) y recuperar una base clave para la estrategia occidental en el centro de Asia (ahora se sabe que allí existen también enormes reservas de minerales). Los fanáticos son convertidos, por obra de la conveniencia de Occidente, en “combatientes por la libertad”, que luego se independizan de sus amos y conforman Al Qaeda, el movimiento talibán y las muchas variantes del fanatismo religioso que acaban por aparecer como “Estado Islámico”, la forma más delirante que asume el fenómeno en la actualidad.

Occidente creó el fenómeno desde sus comienzos; lo entrenó adecuadamente y lo dotó de armamento sofisticado; lo lanzó a cumplir las tareas del trabajo sucio en Afganistán, Pakistán, Irak, Irán, Libia y Siria, además de las aventuras africanas del nuevo colonialismo. Y como suele ocurrir la dura realidad termina por comprobar la validez del refrán “cría cuervos y te sacarán los ojos”. Occidente creó al monstruo y éste terminó por independizarse y buscar sus objetivos propios. Ahora cual aprendiz de brujo Occidente intenta controlar el fenómeno al tiempo que aprovecha su existencia para justificar nuevas guerras en la periferia pobre del sistema mundial y para reducir aún más los ya mermados espacios de la protesta ciudadana en las metrópolis. Escudados en el elástico concepto de “terrorismo” los gobiernos justifican nuevas leyes que cercenan derechos y libertades tal como ha sucedido en los Estados Unidos después del 11 de Septiembre y se generaliza ahora en Europa.

No es complicado para los fanáticos del fundamentalismo encontrar eco entre algunos grupos de la comunidad musulmana. La imagen de Occidente en el mundo árabe no puede ser peor como resultado de las intervenciones militares que han arrasado países enteros, provocado el éxodo de millones de persona y muerte y desolación en nombre de la democracia. Tampoco lo es tener que soportar la arrogancia de Occidente que ha instalado su base permanente de operaciones en la región con la creación del estado artificial de Israel, asumido de hecho como una prolongación de Occidente y la forma más brutal del nuevo colonialismo. Y no es mejor el panorama en los países ricos de Occidente. A la herida nunca bien sanada del pasado colonial se une ahora la situación de millones de musulmanes que malviven en la periferia de las grandes ciudades y son víctimas cotidianas de la discriminación, la humillación y el miedo que impulsa la extrema derecha en una atmósfera de islamofobia que recorre ya el continente.

La revista atacada forma parte de esa campaña de odio al Islam, escudados su autores en una versión muy particular de la llamada libertad de expresión. Sus campañas contra el Islam son permanentes y, además del mal gusto de sus caricaturas, coinciden con los lugares comunes más ordinarios del colonialismo occidental que, al igyual que los nazis, siempre ha visto a los pueblos de la periferia pobre del sistema como “untermenschen”. Vaya paradoja! Los rasgos de los personajes musulmanes que caricaturiza la revista atacada, con sus grandes narices aguileñas, ojos saltones y cabellos desordenados e hirsutos guardan un innegable parecido con las mismas que los nazis hacían contra los judíos en las campañas antisemitas de aquel entonces (a fin de cuentas, se dirá que árabes y judíos, como buenos primos hermanos, son ambos pueblos semitas).

Tanto el presidente de Francia con el resto de mandatarios que a coro se rasgan ahora las vestiduras deberían comenzar por explicar a la ciudadanía cuál ha sido su papel en las recientes guerras de Siria y Libia y en manos de quien han quedado armas, avituallamientos y dineros que tan generosamente han fluido hasta allí para apoyar a los “combatientes por la libertad” que ahora, como rueda suelta, llevan su fanatismo criminal hasta las metrópolis. Otro tanto se debe explicar a la ciudadanía sobre los apoyos generosos de Occidente a la extrema derecha de Ucrania que se ha convertido allí en el gobierno efectivo, con la directa participación de la misma extrema derecha que en Europa amenaza las formas democráticas que aún quedan y que es la más favorecida -una nueva paradoja!- por los ataques del fanatismo yijadista en Francia.

No solo hay pues una enorme hipocresía cuando las autoridades se lamentan por lo sucedido en Francia como si Occidente nada tuviera que ver con el asunto. Hay un silencio cómplice ocultando los orígenes de este terrorismo fundamentalista en cuyo nacimiento y desarrollo los gobernantes de Estados Unidos y Europa tienen una enorme responsabilidad. Ayer eran “combatientes por la libertad” o en todo caso pobres víctimas perseguidas cuando su utilización resultaba ventajosa en la estrategia contra los grandes enemigos del momento, Rusia o China (ambas naciones con enormes problemas de fundamentalismo islámico). Si conviene, estos engendros serán considerados un “mal menor”, unos “muchachos descarriados” cuando combatan gobiernos que no son del agrado de Occidente (al igual que en su día sucedió con los “contras” en Nicaragua) o cuando prestan “servicios especiales” a gobiernos amigos (como acontece ahora con los paramilitares en Colombia); hasta que la dinámica natural de todos los mercenarios les lleve a independizarse de sus creadores, de aquellos que les han sustentado de mil maneras y busquen su propia conveniencia. Es entonces cuando Occidente clama al cielo y pide su exterminio como si en el asunto no le cupiera responsabilidad alguna.

La condena de los atentados de Francia por parte de los gobiernos progresistas de América Latina y el Caribe; la condena sin paliativos de los partidos de izquierda en todo el mundo y sobre todo la condena clara y contundente de la inmensa mayoría de la comunidad musulmana son sin duda una expresión sincera del sentimiento de pesar y consternación que afecta a las gentes sencillas.

Pero estas y muchas preguntas más quedan sin respuesta en los medios de comunicación de masas. Por ejemplo, ¿se ha preocupado algún medio o algún servicio de inteligencia por establecer a quién le están vendiendo el petróleo los fanáticos fundamentalistas que controlan los pozos en Siria, Irak y Libia? Si esa es por ahora su principal fuente de financiación habría que comenzar por establecer quiénes son los compradores, quienes son pues los cómplices necesarios. Con toda seguridad, no es el propietario de la gasolinera de barrio.

lunes, 12 de enero de 2015

LA CONDENA DE ENFERMARSE EN EL SALVADOR. EL DERECHO A LA SALUD



 Enfoque Jurídico.info

A qué nos enfrentamos los salvadoreños al hacer uso del sistema público de salud.

¿Has pasado una noche con los síntomas de alguna enfermedad?¿aquello que es tan molesto o tan fuerte que te obliga a acudir a la red pública hospitalaria o al Instituto del Seguro Social?, seguramente has pensado, aún en el máximo dolor, si ir o no, y ante la inminente necesidad de acudir, que te reciban con la mayor indiferencia a tu padecimiento, nula sensibilidad, y si no pides las cosas tal y como la psiquis de quien te atiende quiere escuchar, estás en un gran problema… Sí, bienvenido a la realidad en nuestro país con respecto al derecho a la salud.

“No es mi culpa que se haya enfermado”, “no hay medicinas”, “citas urgentes para seis meses”, “suspendidas las consultas por huelga”, sumado a una infraestructura inadecuada y filas y filas para todo, esta es la triste realidad que puedes enfrentar en esa aventura, aún mayor a las de Indiana Jones, pues sin dudas la realidad supera la ficción, hechos que has experimentado y afectan mucho más cuando le sucede a un ser querido, sintiéndote impotente de poder ayudarle.

Está claro que la calidad humana hace la diferencia, pues la humanidad es el impulso solidario que sana a quien sufre, y el agradecimiento es la mejor bendición para aquel que cumple tan importante, compleja, y trascendental labor de servir en la salud.

Pero ¿qué nos dice la legislación, sobre el deber ser del derecho a la salud?

Sobre esa interrogante, podemos decir que en otras ocasiones hemos hablado que el Derecho es cambiante, se transforma al ritmo que la sociedad dicta, aunque no siempre lo hace con velocidad que las circunstancias ameritan y en lo que se refiere a la salud, la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, en 1946, estableció que: “El goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano…” y dos años más tarde, es decir en 1948, con la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos se contempló en el Art. 25, que la salud es parte del derecho a un nivel de vida adecuado.

En 1966 con el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, se reafirmó el carácter de “derecho humano” del derecho a la salud y lo definió como: “el derecho de toda persona a un nivel de vida adecuado para sí y su familia, incluso alimentación, vestido y vivienda adecuados, y a una mejora continua de las condiciones de existencia”.

Por otro lado el Comité sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales, entidad de las Naciones Unidas que vigila el cumplimiento del Pacto antes mencionado, en el año 2000 formuló la Observación General(1)número 14 referente al derecho a la salud, en el cual se amplió la definición de éste, agregó que: “El derecho a la salud es un derecho inclusivo que se extiende no sólo a una atención médica oportuna y apropiada, sino que también a los determinantes implícitos de la salud, como el acceso a agua potable y segura y saneamiento adecuado, condiciones ambientales y laborales saludables y acceso a la educación e información relativa a la salud, incluida la salud sexual y reproductiva”.

En nuestro país la Constitución de la República (CN), reconoce a la persona humana como el principio y el fin de la actividad del Estado, por lo que debe garantizar, respetar y promover todos sus derechos. Así también reconoce derechos íntimamente relacionados con el derecho a la salud, como por ejemplo el Art. 2 CN recoge el derecho a la integridad física, el Art. 50 consagra el derecho a la seguridad social, los Arts. 65 al 70 CN, tratan sobre la salud pública y asistencia social, entre otras disposiciones que ofrecen el marco constitucional que reconoce los derechos de las personas y las obligaciones que con respecto a ello tiene el Estado.

Por otro lado, en lo que respecta a la ley secundaria, el Art. 40 del Código de Salud, establece que la entidad del Estado a la que le corresponde planificar y ejecutar la política nacional en materia de Salud, dictar las normas pertinentes, organizar, coordinar y evaluar la ejecución de las actividades relacionadas con la Salud, es el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social. Además una de sus atribuciones es la de propiciar todas las iniciativas oficiales y privadas que tiendan a mejorar el nivel de salud de la comunidad. En resumen puede decirse que el Ministerio tiene a su cargo la promoción, protección, prevención y restablecimiento de la salud.

En esta labor también entra en juego el papel del Instituto Salvadoreño del Seguro Social que es una entidad autónoma que se nutre de capital público y de las cotizaciones de empleadores y trabajadores, cuya cobertura en materia de salud abarca a los trabajadores que dependen de un patrono. Dicho instituto, también tiene similares tareas al Ministerio de Salud y Asistencia Social, en lo que se refiere a la salud.

No obstante lo abundante del marco legal que regula este derecho y lo extensamente desarrollado del mismo en el mundo del deber ser, la concreción de este ideal y el fortalecimiento de las instituciones que brindan servicios de salud, se perciben lejos de concretizarse.

Basta volver la mirada hacia el recién concluido año dos mil catorce, que dejó al descubierto la vulnerabilidad del sistema sanitario de nuestro país con las epidemias de la fiebre chikungunya y el dengue, sobre todo en los meses de agosto a octubre, cuando la incidencia de estas enfermedades fue sumamente elevada. Era común encontrarte con la mitad de tu vecindario o de tus compañeros de trabajo, enfermos o incapacitados.

La epidemia del chikungunya ya para diciembre de dos mil catorce, estaba a la baja en cuanto a número de casos sospechosos y confirmados nuevos y según informes periodísticos del principio de dicho mes, se habían contabilizado alrededor de cincuenta mil casos en total, lo que supuso un desembolso aproximado de un millón de dólares en concepto de incapacidades por esta enfermedad.

Al consultar los datos epidemiológicos publicados por el Ministerio de Salud en su página web, vemos que en 2014, las tres enfermedades más recurrentes, aparte del dengue y la chikungunya, fueron las infecciones respiratorias agudas (2,365,736 casos), la diarrea y la gastroenteritis (334,080 casos) y conjuntivitis bacteriana aguda (61,550 casos).

Si reflexionamos un poco sobre la incidencia de las enfermedades antes detalladas, llegaremos a la conclusión que todas ellas, pueden ser prevenidas mediante los cuidados higiénicos adecuados, por lo que el papel de las instituciones del Estado, se percibe disminuido no sólo en términos de combate y prevención, sino en el tema de la educación a la población, pues mucho tiene que ver en la propagación de las enfermedades los pobres hábitos higiénicos que practicamos como individuos, o bien, la poca colaboración con los programas de públicos de fumigación u otros similares, pues aún con la epidemia en su pico de mayor incidencia, muchos no han querido abrir sus casas, entre otras.

Lo anterior es reflejo de lo vulnerable de nuestro sistema de salud y la necesidad de dignificar a la persona, que se trabaje ante una prioridad impostergable; causa alarma en la población, cuando se escuchan noticias como la epidemia del ébola en África, pues basándose en la actuación de las autoridades de salud en el caso de la fiebre chikungunya, qué podemos pensar sino en el fatalismo.

Finalizamos preguntándonos ¿algún día tendremos atención médica oportuna y apropiada, acceso a la educación e información relativa a la salud, instituciones públicas, fuertes y preparadas para cualquier emergencia sanitaria?. Esperamos que sí, que se piense en el bien común a la hora de tomar decisiones pequeñas y grandes. No te distraigas. Enfócate!
Fuerza Histórica Latinoaméricana.

Fuerza Histórica Latinoamericana

Saludos y bienvenida:

Trovas del Trovador


Si se calla el cantor, calla la vida...inspirate,instruyete,organizate,lucha,rebelate.



Saludos y bienvenida:


Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida...
Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos.

Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos.

Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más...

A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado.

Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia...

Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos?

Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista.

No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente.
Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo.

Fraternalmente, Trovador


UN DÍA COMO HOY, 12 de febrero de 1973, los principales periódicos de El Salvador difundieron fotos de la muerte de los compañeros José Dima...