Saludos y bienvenida: Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida... Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos. Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos. Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más... A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado. Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia... Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos? Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista. No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente. Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo. Fraternalmente, Trovador

lunes, 8 de febrero de 2016

Perder la guerra un cuarto de siglo después



Carlos Dada

Estoy de acuerdo: hay que mirar hacia adelante. No hay otra forma de construir un mejor país que imaginándolo, y solo se puede imaginar hacia el futuro. Hay que mirar hacia adelante.

Pero ese país no será mejor si no garantizamos que no cometeremos los errores que hemos cometido en el pasado. Si no garantizamos que nadie puede cometer crímenes de lesa humanidad, pasar por encima de nadie, violar nuestros derechos más elementales. Que aquel que lo haga será castigado. Por eso es tan importante analizar y juzgar lo que debe ser juzgado y avanzar hacia la construcción de ese país mejor, en el que no cabe la impunidad.

Quienes dicen hoy que no hay que reabrir heridas, y que es mejor no mirar atrás, esgrimen un argumento que vale igual para justificar que no se revisen las administraciones de los expresidentes Flores, Saca o Funes. O sus cuentas personales. Al fin y al cabo eso ya es parte del pasado.

El operativo policial lanzado la noche del viernes pasado para capturar a 17 militares, acusados del asesinato de los sacerdotes jesuitas en 1989, es apenas el último de una serie de decisiones judiciales tomadas en los últimos años, referidas todas ellas a personajes y acciones ocurridas durante el conflicto armado.

Las capturas de cuatro (apenas cuatro) de los 17 militares requeridos por interpol se dieron pocas horas después de que un tribunal de Estados Unidos concediera la extradición de otro militar involucrado en ese mismo crimen, el coronel Inocente Orlando Montano, hacia España, para ser juzgado en la Audiencia Nacional de ese país. Montano está en una prisión norteamericana desde hace dos años; técnicamente por mentir en una solicitud migratoria. Durante su juicio, la justicia estadounidense lo responsabilizó de más de medio millar de torturas y decenas de ejecuciones y desapariciones durante sus más de 30 años de una carrera militar que lo llevó, de acto brutal en acto brutal, hasta el viceministerio de Seguridad, desde donde fue, entre otras cosas, partícipe de la orden para asesinar a los sacerdotes.

Si uno lee las reacciones que han circulado estos días por redes sociales, pensaría que nada ha cambiado en El Salvador desde enero de 1992, cuando los Acuerdos de Paz pusieron fin a la guerra. Lo mismo parece confirmar el comunicado de tres importantes partidos políticos salvadoreños (Arena, PCN y PDC) en el que condenan las recientes capturas porque “se enmarcan en actuaciones que agravan la polarización, reabren heridas en la sociedad salvadoreña y atentan a la letra y espíritu de los Acuerdos de Paz firmados en 1992”.

Pero pensar que nada ha cambiado sería erróneo. Hoy un comandante guerrillero es presidente del país, en el segundo gobierno del FMLN que ha demostrado tanta negligencia para gobernar, capacidad para negociar con mafias y tolerancia con la corrupción en sus propias filas como lo hicieron los gobiernos de la derecha.

Hoy los militares están casi completamente fuera de la arena política (salvo por la decisión de Mauricio Funes de otorgar poder político a David Munguía Payés, un coronel retirado al que reactivó y ascendió a general y pasó de Defensa a Seguridad Pública y que hoy, bajo la administración Sánchez Cerén, ha logrado mantener su cuota como ministro de Defensa); y algunos coroneles y generales, que hace apenas un cuarto de siglo controlaban la vida y muerte de los salvadoreños, hoy están prófugos.

Pocas imágenes dan muestra de qué tanto ha cambiado el mundo desde esos años como la de dos exministros de Defensa, los otrora todopoderosos Guillermo García y Eugenio Vides Casanova, llegando a San Salvador esposados en un avión para deportados. Ambas deportaciones sucedieron a larguísimos procesos judiciales en tribunales civiles estadounidenses, en los que jurados y jueces encontraron a los dos militares culpables de graves violaciones a los derechos humanos y crímenes contra la humanidad. En ese mismo proceso se encuentra otro exministro de Defensa, también encontrado ya culpable en Estados Unidos de gravísimas violaciones a los derechos humanos: el general Nicolás Carranza.

El exalcalde de San Salvador, Norman Quijano, reaccionó airado ante las capturas con una respuesta común entre las filas de la derecha: “Si van a extraditar a nuestros soldados, que nos defendieron, que se lleven a Sánchez Cerén y todos los que asesinaron y destruyeron el país. Alerta salvadoreños, o todos en la cama o todos en el piso. ¿Quién responderá por los asesinatos cobardes del FMLN durante el conflicto?”. Hay algo de verdad y mucho de amnesia en esa respuesta.

La parte rescatable de la respuesta de Quijano es que los crímenes no son exclusivos de un solo bando. La legitimidad de las víctimas no depende del bando ideológico que las victimizó. Víctimas son víctimas y todas tienen derecho a que se les restaure su dignidad a través de la justicia. Todas. Si algunas personas, o sus deudos, se consideran agraviados por un crimen cometido por quien sea, tienen derecho a la justicia y el Estado la obligación de proveerla. A todos.

La parte amnésica, falsa, de la reacción de Quijano, es sostener que el Ejército “nos defendió” de rebeldes que “asesinaron y destruyeron el país”.

Hace 24 años se firmaron los acuerdos que pusieron fin a la guerra, a partir del mutuo convencimiento de las partes de que era imposible que una se impusiera militarmente; y que era inviable políticamente mantener el conflicto tras la caída del muro de Berlín. Entonces se declaró un empate, se firmaron los acuerdos y la derecha, que a través de Arena gobernó el país durante 20 años, intentó registrar la posguerra como su triunfo ideológico sobre la izquierda, a la que calificaron errónea y uniformemente como comunista.

En realidad ha sucedido todo lo contrario: La derecha está ahora, un cuarto de siglo después, perdiendo aquella guerra.

Hoy la historia, que suele ser paciente, comienza a poner en su lugar las piezas de nuestro cruento conflicto. No se trató de la defensa del ejército contra la agresión comunista; sino, por el contrario, de la existencia de una dictadura militar apoyada en grupos paramilitares y sostenida por la oligarquía salvadoreña, cuyo único objetivo era perpetuar una de las sociedades más desiguales e injustas de occidente en la que la mayoría de la población vivía en la miseria para beneficio de oligarcas y militares corruptos.

La guerra no surgió porque el ejército se vio obligado a defender a la patria de una agresión comunista. La guerra surgió por la imposibilidad de sacar del gobierno a través de las urnas a una dictadura militar; por el cansancio de las clases obreras y campesinas ante la brutal represión de ese ejército y la descarada, inhumana explotación que de ellos hacía la oligarquía agroindustrial. Es indudable que movimientos internacionales y gobiernos de izquierda alimentaron en gran medida la capacidad de los grupos guerrilleros, pero eso no los convierte en el origen de la guerra.

El origen está en un sistema dictatorial y criminal al servicio de unos pocos.

Tres pilares fundamentales sostenían ese sistema injusto: la oligarquía, los militares y la iglesia católica. En 1932, cuando el coletazo de la gran crisis del 29 en Estados Unidos nos alcanzó y la economía salvadoreña se deprimió, los campesinos indígenas, hambrientos, exigieron mejores condiciones, algo insultante para los patronos de las fincas cafetaleras. En 1932, el uno por ciento (¡Uno por ciento!) de la población controlaba el 90 por ciento de la riqueza nacional. A los campesinos que protestaron les llamaron comunistas y el ejército, encabezado por el dictador Maximiliano Hernández Martínez, se encargó de dar una lección histórica: asesinó a 30 mil de ellos. El dictador dijo que estaba defendiendo a la patria del comunismo. Y entonces comenzó aquello del odio de clases.

En otras palabras, desde entonces la justificación de quienes sostenían a fuego y hambre el sistema era que los campesinos hambreados, en su mayoría indígenas, que habían sido despojados de sus tierras y cuyos hijos se estaban muriendo de hambre, esclavizados por terratenientes y terriblemente reprimidos por el ejército, odiaban a los ricos y por eso protestaban, por comunistas. Odio de clase. Los terratenientes y el ejército no odiaban a nadie. Mantenían hambreados a los campesinos, pero si los mataban era para defender a la patria del comunismo. De paso, eliminaron toda expresión de la cultura indígena en El Salvador.

Virginia Tilley, en un trabajo académico citado en El Faro Académico, lo resumió así: “La Matanza de 1932 se debe comprender teniendo en mente su historia: no como una revuelta campesina con un ángulo racial sino como la última convulsión de la rebelión indígena contra el colonialismo. Para 1931 los indígenas estaban perdiendo rápidamente sus parcelas, su ingreso de subsistencia e incluso las modestas compensaciones del clientelismo ladino, al mismo tiempo que el sistema de peonaje por deudas transfería la tierra a los ladinos. El movimiento comunista solamente proporcionó el fósforo que dio fuego a este material combustible de resentimiento étnico. La revuelta en sí, sus slogans, liderazgo, blancos y metas, sugieren una ‘guerra de razas’, con grupos indígenas asaltando los emblemas del poder ladino. La represión subsiguiente indicaba las mismas dinámicas raciales.

“Ciertamente el ejército desempeñó un papel asesino en los primeros días y semanas. Pero el alcance genocida de la Matanza (cuya escala no se conoce con precisión pero que decimó y devastó a las comunidades indígenas) fue responsabilidad de grupos civiles ladinos y autoridades municipales que desearon con particular inquina ‘que se extermine de raíz la plaga’”.

La matanza de 1932 granjeó a la oligarquía y al ejército medio siglo de “tranquilidad” en las fincas. Nadie se rebelaba por temor a otra matanza y los indígenas dejaron de vestirse a su manera tradicional y de hablar otro idioma que no fuera el castellano.

El sistema se mantuvo alimentado, ya en la guerra fría, por la obsesión norteamericana contra el comunismo, urgida por el triunfo de la revolución cubana. El ejército salvadoreño solía premiar a sus oficiales más sangrientos, particularmente después de la guerra contra Honduras y en el camino hacia la guerra civil.

Los jesuitas fueron, en América Latina, el grupo religioso que de manera más radical adoptó las enseñanzas del Concilio Vaticano II, que llamaba a la liberación del hombre en esta vida. El derecho del hombre a una vida digna. En ningún lugar parecía más urgente esa liberación que en una América Latina plagada de dictaduras militares garantes de sistemas sociales tan injustos como el nuestro. En ningún lugar de América Latina tanto como en esa parte de América Central que hoy conocemos como el CA-4.

Cuando el general Carlos Humberto Romero llegó al poder mediante un nuevo fraude electoral, en 1977, El Salvador era el país de América Latina con el más largo periodo de gobiernos militares en la región: 50 años (desde que el coronel Maximiliano Sanchez Hernández derrocara al gobierno de Arturo Araujo, en 1931). Poco antes de asumir la presidencia, aún como ministro de Defensa, las tropas bajo el mando del general Romero asesinaron al sacerdote jesuita Rutilio Grande.

En 1990, un año después del asesinato de Ignacio Ellacuría y los otros sacerdotes jesuitas, el mayor Roberto Molina, jefe de la oficina de derechos humanos del Ejército, le dijo a la misión investigadora de America’s Watch: “Los clérigos progresistas tienen una gran responsabilidad por lo que ha pasado en este país. Han lanzado una guerra de clases. Negros contra blancos. Pobres contra ricos. Pequeños contra grandes”.

No fueron muy distintas, el sábado pasado, las palabras del actual director del sector empresarial de San Salvador en Arena, Alfredo Pereira. Ante un llamado del hermano del asesinado jesuita Ignacio Ellacuría de que el crimen no quedara en la impunidad, Pereira respondió a través de su cuenta de Twitter: “si su hermano vino a ES sin ser llamado y vino a promover la teologia de la liberación y odio de clases cosecho lo que sembro (sic)”. Después borró el tuit.

Estas expresiones son inadmisibles, pero son parte del último intento desesperado de la derecha de conservar algún lugar digno en la historia prepaz.

No es posible, afortunadamente, conservar ningún lugar digno en ninguna historia defendiendo algunos de los más horrendos crímenes que registra el Siglo XX en nuestra región. Si la derecha quiere rescatar alguna legitimidad, debe hacerlo defendiendo una perspectiva de nación donde se vislumbre un bienestar para todos sus ciudadanos. Para todos. Esto no es posible hacerlo legitimando criminales y asesinos.

Un cuarto de siglo después de que terminara la guerra, la derecha la está perdiendo. El sistema que defendía es insostenible y es criminal. Estaba basado en beneficios para un pequeño grupo o clase a costa de los otros. Esto, justamente, es odio de clases. Esto es lo que la historia nos ha enseñado apenas un cuarto de siglo después.

Pero aquí hay que hacer una aclaración: el principio dice que a mayor poder mayor responsabilidad. Los soldados, también la mayoría de ellos de origen humilde, que participaron en la guerra y que posiblemente cometieron la mayor parte de los crímenes que hoy conocemos, tienen un nivel responsabilidad menor que el de sus jefes, y así hacia arriba. La responsabilidad de mando significa haber dado órdenes o, sabiendo que sus subalternos habían cometido atrocidades, no castigarlos ni hacer nada para evitar que esto se repitiera. (En las capturas del pasado viernes, tres de lo cuatro capturados eran, en 1989, soldados de tropa que ya confesaron haber sacado de sus casas a lo sacerdotes jesuitas y, a sangre fría, haberles disparado. El cuarto es el coronel Benavides, exjefe de la Escuela Militar, que ya fue juzgado y condenado por el hecho en un irregular juicio en San Salvador poco después de la masacre. Casualmente, ninguno de los coroneles y después generales acusados del crimen estaban en sus casas a altas horas de la noche).

Según la Comisión de la Verdad, la inmensa mayoría de los crímenes fueron cometidos por las fuerzas militares o paramilitares, pero esto no exime a la izquierda. No la exime ni justifica.

Es cierto que algunos grupos izquierdistas pretendían instaurar gobiernos “totalitarios”, como me argumentó hace poco un veterano arenero. Algunos, pero no todos. Le recordé que la lucha contra el régimen logró unificar incluso a demócratas cristianos, algunos más cercanos a la derecha, con comunistas, socialdemócratas y socialcristianos, como sucedió en la Unión Nacional Opositora. Por otro lado, ¿qué sistema puede ser más totalitario que uno controlado durante medio siglo por un ejército represor y una oligarquía asfixiante? ¿Qué libertades representa una dictadura militar en la que la protesta es castigada con la tortura y la muerte? ¿Qué país de oportunidades aquel en el que una pequeña minoría concentra una parte tan escandalosa de la riqueza nacional, y controla de manera casi absoluta el bienestar de su población? Esto, incluso para él, es ya indefendible. Pero él y sus correligionarios necesitan justificar algún nivel de legitimidad en su lucha. Difícilmente la encontrarán en los años del conflicto armado, ya no se diga en expresiones tan ofensivas, ignorantes y estúpidas como la de justificar el asesinato de unos religiosos intelectuales.

El asesinato de los jesuitas acabó costando la guerra a la derecha. Es hora de que lo reconozcan y vean hacia adelante.

La izquierda, en cambio, está perdiendo la paz. Pero eso requiere de una nueva columna.

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*Carlos Dada es periodista de El Faro. Fue fundador del periódico y su director entre 1998 y 2014. Ha recibido numerosos premios internacionales y sido becario Knight en la Universidad de Stanford, y Cullman en la Biblioteca Pública de Nueva York. Actualmente imparte clases en la universidad de Yale mientras escribe un libro sobre el asesinato de Monseñor Romero y los escuadrones de la muerte en El Salvador.

Especialistas de Radiola (I)


Armando Salazar


Primera de tres anécdotas sobre la estratégica importancia que tuvo para la guerrilla, el despejar un importante corredor en Chalatenango

Al interior de las FPL se estableció que cada frente de guerra tenía que se jefeado por un miembro de la Comisión Política. Pero para Radiola, después de la toma de Cinquera, “nadie quiso ir”. Fue cuando hicieron la excepción y nombraron a un miembro del Consejo Revolucionario.

Radiola fue un frente extremadamente complicado durante la guerra. Pequeño, con peligrosas barreras como el lago Suchitlán y la calle nueva a Suchitoto y cruzado por muchos riachuelos y serranías muy vegetadas de poca y mediana altura. Pero la complicación más importante procedía que el área también estaba bajo la jurisdicción militar directa de la Fuerza Aérea.

Su sobrenombre surge en la época de FECCAS para designar en la década de los 70 al área de organización popular campesina de Cinquera, Tejutepeque, Jutiapa y alrededores de Suchitoto así como de Tenancingo. Igualmente toda la zona estaba saturada de despiadados paramilitares de ORDEN que incluso muchos eran familiares de los “organizados”.

El gobierno, los norteamericanos y el ejército otorgaron gran importancia debido a que el frente de Radiola colindaba directamente con la presa hidroeléctrica del Cerrón Grande y estaba relativamente a pocos kilómetros de la vertebral carretera panamericana en el centro del país.

Comprendía un reducido territorio que posiblemente no sobrepasaba los 70 kilómetros cuadrados, pero era un espacio de alta y densa intensidad de guerra. En los primeros años de guerra, el ejército terminó de despoblar a pura bomba y masacres de los batallones élites entrenados por los norteamericanos, principalmente el Atlacatl y a mediados de la guerra los norteamericanos aplicaron a fondo sus tácticas contrainsurgentes de la llamada “baja intensidad”.

La toma de las posiciones militares de Cinquera fue dramática. El ejército tenía a una compañía del Destacamento # 2 de Sensuntepeque y a medio centenar de agresivos patrulleros que procedían de las fuentes originales y más atroces de ORDEN. Por años, antes del inicio de la guerra, los paramilitares junto a la Guardia Nacional habían cometido espantosos crímenes para liquidar la organización campesina de FECCAS.

Antes del 8 de mayo de 1983, varios ataques guerrilleros de distintas organizaciones se habían realizado y solo a dejar muertos iban. Fue cuando los destacamentos de Chalatenango que formarían el batallón que sería el X-21 cruzaron en pequeñas lanchas y cayucos el Lago Suchitlán para juntarse con las tropas del K-93 de Radiola de las FPL y unidades de las FAL-PCS procedentes de Guazapa.

La maniobra era amplia en todo el terreno, que no solo comprendía el asalto militar sino también el ataque a muchas posiciones atrincheradas en las serranías periféricas y emboscadas en las calles de acceso departamental.

Gérman Serrano iba jefeando las tropas del X-21 a Cinquera, afamadas por su experiencia en el asalto y aniquilamiento de posiciones fijas, a las que se sumaron unidades de las FAL. Se atacaba simultáneamente las posiciones del cerro La Mesa, el Azacualpa, El Tortuguero y Santa Rita y en total constituían más de 30 posiciones, anillos de trincheras y en varias de ellas existían túneles y zanjas de comunicación, dispositivos no detectados con precisión en las exploraciones.

La operación fue sumamente complicada y sangrienta. Finalmente, al amanecer, se había aniquilado numerosa fuerza del ejército, paramilitares y refuerzos, se hicieron más de 50 prisioneros y se capturaron gran cantidad de armas. Pero esa operación costó 84 bajas guerrilleras entre muertos y heridos, que tuvieron que salir de las filas de los batallones. Era la operación de mayor importancia en el Frente Central que se hacía por parte de las FPL inmediatamente después de los “Sucesos de Abril”.

A partir de allí, en los siguientes seis meses, se desencadenaron operaciones y fuertes combates en Jutiapa, Tejutepeque, la Calle Nueva a Suchitoto, cerro Tecomatepe, Tenancingo y cerca de Santa Cruz Michapa a escasos kilómetros de la Carretera Panamericana.

Radiola quedó “despejada” de posiciones militares con la excepción de Suchitoto y la presa hidroeléctrica del Cerrón Grande. Con ello se ampliaba la zona controlada y se liberaba el corredor guerrillero de Chalatenango a la zona central y las rutas de comunicación y logística con otras zonas y frentes.

Cuando las FPL se tomaron exitosamente el Cerrón Grande un año después, el ejército, ya era conducido en lo estratégico, táctico y lo diario prácticamente por los norteamericanos, quienes comienzan a ejecutar nuevas tácticas para ingresar e intentar golpear a las fuerzas guerrilleras de Radiola, apoyándose fundamentalmente en la Fuerza Aérea.

A Radiola también se le comienza a mencionar como el “Viet Nam” de los frentes por las tropas y jefaturas guerrilleras. Radiola se convirtió en una zona de sustos recíprocos y de formas poco convencionales y conocidas de hacer la guerra en El Salvador.

martes, 2 de febrero de 2016

Frei Betto: Descuidar la educación ideológica, grave error

 
 
 Luis M. Arce y Anubis Galardy

La Habana (PL) Para el fraile dominico brasileño Frei Betto, una de las causas principales de retrocesos en gobiernos progresistas en América Latina es el descuido en la formación ideológica de la sociedad.
A juicio de uno de los gestores de la teología de la liberación, no se trata de un fenómeno nuevo ni propio del continente, pues ya se había dado en la antigua Unión Soviética y en el resto de Europa del Este.

En una detallada entrevista con periodistas de Prensa Latina durante su participación en la II Conferencia Internacional Con todos y para el bien de todos, dedicada a José Martí, Betto defendió esos criterios a la luz del pensamiento político y antimperialista martiano.

Hemos avanzado mucho en los últimos años, se logró elegir jefes de Estado progresistas, conquistar conexiones continentales importantes como la alianza bolivariana, Celac, Unasur, pero se cometieron errores.

Según precisó, desde el punto de vista humano lo más fuerte fue no cuidar la organización popular, el trabajo de educación ideológico y allí entra en juego José Martí porque él siempre se preocupó por el trabajo ideológico.

Ahora tenemos que hacernos una autocrítica fuerte y preguntarnos cómo vamos a rescatar esos gobiernos progresistas desde el punto de vista de países como Venezuela, Argentina, Brasil. ¿Cómo evitar en Venezuela y Brasil, por ejemplo, la catástrofe de lo que acaba de suceder en Argentina?

A una pregunta sobre si retrocesos de esa naturaleza fueron advertidos en las ideas martianas, Betto responde positivamente.

Sí. Los retrocesos en una sociedad desigual significan que hay una permanente lucha de clases. No podemos engañarnos, pues no se garantiza el apoyo popular a los procesos dando al pueblo sólo mejores condiciones de vida, porque eso puede originar en la gente una mentalidad consumista.

En Brasil, ejemplifica, mucha gente ya está aburrida porque no puede consumir como antes. Yo diría que, con todos los logros del gobierno del Partido de los Trabajadores con los presidentes Lula y Dilma, lamentablemente hemos desarrollado una conciencia más consumista que ciudadana.

¿Cuál es el problema? No se politizó a la nación, no se hizo un trabajo político, ideológico, de educación, sobre todo en los jóvenes, y ahora la gente se queja porque ya no puede comprar carros o pasar vacaciones en el exterior.

Estamos volviendo atrás, sobre todo, porque no hemos desarrollado una política sostenible; no hemos hecho reforma estructural, reformas agrarias, tributarias, presidenciales, políticas. Encauzamos una política buena pero cosmética, o sea, carente de raíz, sin fundamentos para su sustentabilidad.

Por eso si me preguntan qué va a pasar en Brasil, yo espero que no pase lo peor, que es el regreso de la derecha al poder. Ahora depende mucho de Dilma en los próximos dos o tres años.

Pero lamentablemente, por lo pronto, no hay señal de que va a cambiar la política económica que hace daño a los más pobres y favorece a los más ricos.

Los periodistas indagan si el consumismo y la corrupción que denuncia tanto están matando la utopía en pueblos de nuestra América, como Argentina y otros, y el entrevistado responde con un sí rotundo.

Sí, porque si la gente no tiene perspectivas de sentido altruista, solidario, revolucionario, de la vida, se va hacia el consumismo, y eso afecta toda perspectiva socialista y cristiana, que es desarrollar en la gente valores solidarios. La solidaridad es el valor mayor tanto del socialismo como del cristianismo.

En la perspectiva capitalista, al contrario, sustenta, la competitividad y la seducción de ese modo de producción es muy fuerte. Toda la presión de los medios de comunicación, publicidad, películas, telenovelas va dirigida a evitar que la gente quiera cambiar el mundo.

Según esos postulados, usted puede cambiar de camisa, de cabello, de anteojos, de carro o de cerveza, pero jamás cambiar su realidad política.

Betto insiste en que en eso radica la falla en gobiernos progresistas, no hicimos un trabajo de base, de formación ideológica de la gente, a pesar de saber que todos nosotros somos egoístas por naturaleza, desde niños.

La educación para el amor, para la solidaridad, es un proceso que hay que desarrollar pedagógicamente, y como eso no se cuidó desde un primer momento, ahora afrontamos las consecuencias, lamentablemente, particulariza.

Al abordar el proceso de distopía, es decir, los intentos de presentar la utopía como algo del pasado, reitera que en los países como Brasil o Venezuela, los gobiernos se equivocaron al creer que garantizar los bienes materiales equivalía a garantizar condiciones espirituales, y no es así.

En ese sentido Betto es también muy agudo en el caso de Cuba al opinar que el gobierno revolucionario, que ha hecho un trabajo ideológico de educación política con el pueblo, ha sido demasiado paternalista según su punto de vista.

Explica que la gente ha mirado a la revolución como¿ una gran vaca que le da leche a cada boca¿, pero con eso no se moviliza a la gente para un trabajo más efectivo en la consolidación ideológica relacionada, por ejemplo, con la producción agrícola e industrial.

También cree, aunque admite poder equivocarse, que la dependencia de la Unión Soviética llevó a Cuba a acomodarse un poco, y hoy importa del 60 al 70 por ciento de productos especiales de consumo y se convirtió prácticamente en una nación que exporta servicios médicos, educadores, profesionales e importa turistas para conseguir más divisas.

Tenemos que reflexionar todos para definir cuál es el camino entre una perspectiva consumista y una paternalista. Y ahí hay que contar con José Martí, recomienda.

Educación política, participación, compromiso efectivo con la lucha, adecuación de la teoría y la práctica, es lo correcto y ahí están los ejemplos de Martí, de Fidel Castro que han vivido dentro del monstruo, como el caso de Martí, y el de Fidel que proviene de una familia latifundista y se convirtió en revolucionario.

¿Qué pasó en la conciencia de José Martí y de Fidel Castro, quienes tenían la oportunidad de hacerse un lugar en la burguesía pero tuvieron una dirección evangélica para los pobres y asumieron la causa de la liberación?, se pregunta.

La respuesta es la que va a indicarnos el camino que vamos a seguir para evitar que el futuro de América Latina sea de nuevo un lugar de mucha desigualdad, de mucha pobreza, porque corremos el riesgo de ser de nuevo neocolonia de Estados Unidos y de Europa Occidental.

Tomando esas últimas afirmaciones recuerda algo en lo que viene insistiendo desde hace largo tiempo, relacionado con los cambios de paradigma en las sociedades nuestras.

Ya no son paradigmas altruistas, solidarios, como el Che, Camilo, Fidel, Raúl. La gente quiere imitar a los consumistas, sus cantantes, deportistas, porque son las imágenes que el capitalismo proyecta y los jóvenes quieren una razón de vivir, todos nosotros la queremos, y es una disputa permanente entre quienes quieren llevar a los jóvenes a su redil.

Pero no es fácil vivir en un mundo en el que el neoliberalismo proclama que la utopía está muerta, que la historia ha terminado, que no hay esperanza ni futuro, que el mundo siempre va a ser capitalista, que siempre va a haber pobres, miserables, y ricos, y que, como en la naturaleza, siempre va a haber día y noche y eso no se puede cambiar.

¿Pero cómo se resuelve un problema como ese, como en el caso de Argentina, donde hay decenas de partidos y una división atroz?, preguntamos y responde con una conceptualización política.

La derecha se une por interés, y la izquierda por principios, y cuando la izquierda pierde los principios, ahí está el lío.

Qué izquierda esta, afirma, que en Brasil admite corrupción, que hace políticas de ajuste fiscal para penalizar a los pobres y favorecer a los ricos. Entonces, cuando la izquierda viola el horizonte de los principios y va por los intereses, le hace el juego a la derecha.

En Brasil hay una frase definidora: "con esta izquierda no necesitamos tener la derecha porque ya está". Hay gobiernos progresistas pero con una tremenda corrupción y creen que se puede movilizar a un pueblo a través de consignas. No es así.

¿Cuál es la salida entonces?, preguntamos.

La tarea de la izquierda es movilizarse en la línea de una alta formación política y por ese camino es que debemos trabajar.

A corto plazo no hay salida, a corto plazo es que Cuba logre cómo establecer buenas relaciones con Estados Unidos y administrar bien la suspensión del bloqueo sin tornarse vulnerable a la seducción capitalista.

Eso es lo que me preocupa cuando veo a jóvenes irse del país para aprovechar la ley de ajuste porque es señal de que la gente está corriendo contra el tiempo para tornarse ciudadano de Estados Unidos porque en el momento en que termine el bloqueo esa ley va abajo. Pero Cuba tiene que preguntarse por qué jóvenes formados en la revolución quieren ser ciudadanos de Estados Unidos.

Esa visión suya de un asunto al que el gobierno cubano presta la máxima atención sirve de entrada para abordar uno de sus temas preferidos: el quiebre de los sueños.

El peligro que hay aquí, dice, es que la revolución la ven esos jóvenes como un hecho del pasado y no un desafío del futuro, y cuando la gente la ve como un hecho del pasado ya mira las cosas no por sus valores, por su horizonte revolucionario, sino por el consumismo también: quiero tener esto, lo otro, todas las cosas, y entonces aquí no pueden ahora, estiman que demora mucho y ven solo a aquellos pocos a quienes las cosas les han ido bien afuera.

El socialismo, asegura, ha cometido el error de socializar los bienes materiales, y no socializó suficientemente los bienes espirituales, porque un pequeño grupo podía tener sueños de cosas distintas que se podían hacer, y los demás los han tenido que aceptar.

El capitalismo lo hizo al revés, socializó los sueños para privatizar los bienes materiales. Miras la telenovela de O Globo, socializó los sueños, una familia está en la favela pero con el sueño de que un día será como esa heroína de la novela, ¿yo también voy a llegar al mundo de los ricos¿, y eso es el opio de los pueblos.

Es algo que el capitalismo descubrió para garantizar los bienes, no para compartirlos ni sacarlos de los sueños. Todos deben soñar y que cada uno alimente esa esperanza de que un día podrá ser también rico, un Pelé, una Lady Gaga, un Michael Jackson es su propuesta.

Y ahí llega el sufrimiento de los jóvenes que ponen en su vida cuatro cosas: dinero, fama, poder y belleza, y cuando no alcanzan ninguno de esos parámetros van siempre a los ansiolíticos, las drogas, viene la frustración de los falsos valores, la cual viene siempre desde donde hemos puesto nuestra expectativa.


¡Lázaro, levántate y anda! (Libro)

 
Mexicano, nacido en la ciudad de México. Con estudios en Antropología Social y una Maestría en Sistemas de Computación. Como escritor inició su carrera a finales de 2005 y desde entonces ha publicado más de 20 libros.

Fue premiado como segundo lugar en poesía por la ENSL en México y nominado como finalista por el II Certamen Internacional de Poesía “San Jordi” en España, 2006. Participó como jurado en el Primer concurso literario “Atina Chile” en 2007. Su poema “Espadas y papiros” fue entregado como parte de los premios otorgados al ganador del Segundo concurso de cuentos cortos HdH Medieval. De sus viajes ha recibido múltiples reconocimientos, entre otros, el de ser “visitante ilustre del Municipio de Urrao”, Colombia, y “visitante distinguido” de la ciudad de San Pedro de Tacna, Perú.

¡Lázaro, levántate y anda!...es el titulo de su nuevo libro "La vida es una constante lucha, un caer y levantarse.", nos dice y aqui les ofresco su lectura..
 

jueves, 28 de enero de 2016

Los generales, la inteligencia y el poder


Dagoberto Gutiérrez*


Cuando los generales decidieron matar a los sacerdotes jesuitas y a sus empleadas el 16 de noviembre de 1989, lo hicieron con plena conciencia que estaban eliminando a un enemigo, que estaban matando a una inteligencia que se oponía a su poder, que era subversiva y que ellos eran parte de la ofensiva que la guerrilla desató en ese mes de noviembre de ese año.

La noción de poder apareció en la cabeza de estos jefes militares al considerar que ellos estaban en capacidad de matar a todo aquel o aquella que entrara en su línea de fuego, es decir, que una vez que fuera considerado algo o alguien cercano o aliado de las fuerzas guerrilleras, que desataron su efectiva ofensiva y enfrentaron con éxito al ejército gubernamental, podía ser aniquilado físicamente.
Es cierto que en la decisión influyó una especie de angustia y agotamiento operativo, porque estos jefes probablemente se consideraron superados, o gravemente presionados, por nuestras fuerzas y nuestra ofensiva, y tomaron una decisión supuestamente operativa, como la tomaría cualquier capitán en un momento apremiante, como romper un cerco o retirarse de una zona. Esta sería una reflexión correcta, pero no creo que esto haya sido el móvil determinante.

Es claro que la UCA de esos años era una voz llena de inteligencia, de valentía y de una intelectualidad que funcionaba como tal. Todo esto la colocó en la mira de las fuerzas más conservadoras del país, entre ellas la fuerza armada.

No olvidemos que la decisión fue invadir las instalaciones de la UCA sin ocuparla militarmente. El operativo tuvo una dirección exacta y golpeó el lugar donde ellos se encontraban. Sabían que ahí estaban durmiendo. Invadieron sus dormitorios y sus locales privados, los capturaron y los mataron de inmediato, sin trasladarlos a otro lugar y sin perder tiempo. Eliminaron a sus empleadas para deshacerse de testigos. Toda esta precisión y hasta exactitud nos lleva a concluir que se basaban en información y certeza de la ubicación exacta de quiénes eran los que estaban durmiendo en ese lugar y la orden operativa que la fuerza cumplió fue la de eliminar físicamente a este grupo.

Esta decisión la tomó el mando del ejército gubernamental como reacción ante la ofensiva guerrillera, es decir, fue una decisión para golpear a la guerrilla, y una vez puestas las cosas en este terreno, la tela de araña se convierte en maraña, porque los generales sabían que no se trataba de guerrilleros ni de mandos de ningún tipo y el trabajo mínimo de sus aparatos de inteligencia tenían que saber, por el control ejercido, que los sacerdotes no tenían ninguna relación operativa de ningún tipo con la fuerza guerrillera. Por eso la decisión fue la de eliminar a estos intelectuales por ser intelectuales.

Para estos jefes militares, el hecho de ser intelectuales significaba que eran aliados o sustentadores, de alguna manera, de la rebelión que les estaba amenazando y que era, ante todo, una amenaza muy inteligentemente organizada y brillantemente ejecutada. Sin duda, por eso, decidieron dejar a la guerrilla sin su sustentación ideológica y filosófica para poder derrotarla y cortar su ofensiva.

No es difícil entender que la base teórica de esta decisión y la decisión misma no valen nada militarmente y valió menos políticamente pero grafica a la perfección la naturaleza del poder que los sectores dominantes ejercen en nuestro país. Es cabalmente la filosofía de ese poder que autoriza el aniquilamiento de aquellos que se resistan o amenacen los intereses dominantes, sea cual sea la forma de esa resistencia y las circunstancias en que ésta se ejerza.

En el asesinato de los sacerdotes jesuitas, los jefes militares realizaron una operación militar pero también política y tomaron una decisión abundantemente ideológica y totalmente criminal porque establecieron que para el mando del ejército gubernamental no había ningún límite ni frontera, que podían entrar a cualquier parte y matar a cualquiera. En todo esto se equivocaron.
Por qué afirmamos esto?
La decisión asesina de las fuerzas armadas no afectó militarmente a las fuerzas guerrilleras. En tal sentido, el ejército gubernamental no ganó la guerra, y en esa medida la perdió; mientras que el ejército guerrillero no perdió la guerra, y en esa medida la ganó. Esta pérdida del ejército gubernamental se encuentra expresada en el Artículo 212 de la Constitución, en sus dos primeras líneas, en las cuales se está diciendo, aún sin expresarlo directamente, que las fuerzas armadas dejaron de ser la clase gobernante, calidad que ejerció desde 1932, cuando se montó la dictadura militar de derecha contra la cual se llevó adelante la guerra civil.

En el terreno político, este crimen elevó el prestigio, la justeza y la necesidad de la ofensiva guerrillera en todo el mundo. Mostró al ejército gubernamental como un ejército asesino y abrió las puertas para las acciones legales de las autoridades españolas que en 1998 celebraron un tratado de extradición con el Estado de El Salvador, cuyos términos han sido puestos en marcha.

El crimen aceleró, ciertamente, el fin de la guerra, de manera negociada. Para Washington, sostenedor y director de la guerra gubernamental, había llegado la hora de negociar, y, a contrapelo del ejército gubernamental, de la oligarquía y de los partidos derecha, echaron a andar la negociación.

En el terreno ideológico, la negociación quebró el modus operandi histórico de una clase dominante que nunca usó ni usa el consenso para ejercer su poder, y nunca se ha preocupado por parecer o aparecer como clase dirigente. Siempre se han asegurado de ser los dominantes. Cuando se vieron obligados a negociar con la guerrilla, lo hicieron presionados insuperablemente por las circunstancias de no habernos derrotado militarmente. A diferencia de 1932, cuando el ejército resulta victorioso contra campesinos insurgentes y desarmados, y la oligarquía ordena una matanza prolongada, en esta ocasión, el ejército no supo defender a los señores oligarcas y debió pagar el precio de la negociación. Con mucha más razón al aparecer asesinando a ciudadanos españoles.

Hay que agregar que esta indignación internacional por el asesinato de los jesuitas no se había aparecido en la misma forma y dimensión que cuando se trató de las tantas masacres de campesinos, pobladores y trabajadores, de las que tuvo conocimiento la opinión pública nacional e internacional. Este caso, al superar todos los límites, aisló al ejército y su oligarquía rectora no tuvo más que negociar.

A 26 años de distancia del crimen, el ejército gubernamental guarda silencio institucionalmente. Los diferentes aparatos estatales no vacilan en impedir el cumplimiento jurídico de compromisos contraídos. El poder establecido es ciego y sordo ante la necesidad del esclarecimiento de los hechos; sin embargo, la maquinaria jurídica de las autoridades legales españolas sigue su marcha y la situación es inciertamente llena de sombras porque los hechos no pueden ser enterrados y mucho menos olvidados ni ignorados. Estos son como campanas sin campanario que repiquetean, segundo a segundo, en la conciencia de todos los hombres y mujeres de este país, honrados y de buena voluntad. Por eso, las banderas de dignidad siguen y seguirán de duelo por todos los caídos y por los sacerdotes jesuitas y sus empleadas.

*Vicerrector de la Universiad Luterana Salvadoreña

El prolongado viaje de El Solido



Dagoberto Gutiérrez*

Era un cuarto de mesón en el Barrio Apaneca de Chalchuapa, a cuadra y media del cementerio. El piso era de ladrillo de barro, el techo de teja y sin cielo. Las paredes habían sido pintadas de cal, por lo que lucían con un color blanco hueso. Todas las noches, la única puerta que daba a la calle tiraba al andén la luz resplandeciente de un foco encendido.

Era el local del partido Unión Democrática Nacionalista, y eran los años en que se construía la alianza maestra entre los partidos Demócrata Cristiano, Movimiento Nacional Revolucionario y el UDN, como se llamaba a la Unión Democrática Nacionalista. Todas las noches había una intensa actividad política en ese pequeño local. Se llenaba de jóvenes, obreros y campesinos que acudían a enterarse de las últimas noticias, a entender los acontecimientos y a incorporarse en la confrontación que minuto a minuto se construía. Ahí se organizaban actividades de propaganda, de pinta y pega, se escuchaban informes sobre la situación en las fincas de café, y se trazaban lineamientos sobre las relaciones locales con la Democracia Cristiana local.

Uno de los jóvenes, de esos que no faltaban noche a noche, era Salvador López, pequeño de estatura, ancho de hombros, de manos y brazos fuertes, de rostro grande y de frente despejada, de cabello lacio, de boca y nariz bien proporcionada. Su voz no llegaba a ser fuerte y era, más bien, reposada, pero firme y enfática, y cada palabra era pronunciada de manera acentuada, parecía poner la vida en cada cosa que decía, y mucho compromiso en cada frase.

Salvador era de los jóvenes que son llamados serios, aunque era muy sonriente y muy bromista, y con una gran capacidad de comunicación con todas las personas, pero lo serio dependía de su capacidad de compromiso y de su entrega a aquello en lo que creía.

Los militantes del Partido eran gente trabajadora de la ciudad y del campo, de origen popular, y de las condiciones más diferentes, por ejemplo, el jefe de las patrullas del barrio, Toño Zurita, portaba su corvo envainado, como todo patrullero, y no faltaba a las sesiones del partido y gozaba de toda la confianza. También participaban profesores, pequeños empresarios, estudiantes, artesanos, y todos con mucho fervor y vocación de compromiso.

La confrontación creció hasta convertirse en guerra, el conflicto se desconoció por el bloque dominante, que ni abordó y mucho menos solucionó el conflicto, y la guerra se hizo inevitable.

La matanza de revolucionarios y de patriotas llenó de sangre las calles y los caminos, y en una de esas noches de cuchillos largos, Toño Zurita y su esposa fueron asesinados. Otros militantes aparecieron muertos en el camino, otros desaparecieron, y todo quedó listo para que la resistencia armada le diera continuidad al proceso político.

Salvador López no vaciló ni un segundo en incorporarse a la guerra y empezó así su estampa guerrillera en el Cerro de Guazapa. Aquí, en las estribaciones de este cerro heroico se ganó el sobrenombre de El Sólido por su dureza ante los rigores de la guerra de guerrillas, por su capacidad de resistencia y por su fuerza. Y finalmente, por su extraordinaria resistencia ante las heridas de guerra más graves. En una de esas heridas abdominales, que resultan ser muy complicadas, y luego de una operación guerrillera muy azarosa, con poca luz, en los barrancos del cerro y contando prácticamente solo con la pericia del médico, El Sólido amaneció al día siguiente cantando una canción, pero ese mismo día se desata un operativo del enemigo y centenares de soldados aparecían ascendiendo el cerro hacia nuestras posiciones, y así, en medio del asedio enemigo, decidimos sacar a EL Sólido en una hamaca, y él aceptó hacer ese viaje en el que podía perder la vida. Sin embargo, fue puesto en San Salvador, en una clínica, hasta que meses después estaba de nuevo en el frente, fresco como una lechuga. Así era este combatiente.

Las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), ejército del Partido Comunista, ponderaba la firmeza y entrega de este combatiente y sus compañeros reconocían a EL Sólido como un ejemplo a seguir.

Luego de sobrevivir, de regresar una y otra vez al frente de guerra, se logra que Salvador salga a curarse al exterior y así se establece durante algún tiempo en Italia y Bélgica, junto a Teresita, enfermera belga de la guerrilla de las FAL en el cerro de Guazapa. Años más tarde enferma de leucemia y otras dolencias generadas por sus heridas. Lo aqueja una diabetes y malestares estomacales, y a todo esto hace frente con estoicismo y optimismo. Logra curarse, según afirmaba, de la leucemia, en base a tratamientos médicos no ortodoxos.

Finalmente regresa al país y se domicilia en Quezaltepeque. Rápidamente se ubica y opta sin vacilación por las luchas populares que no reconocen al gobierno de turno, ni como de izquierda ni mucho menos como revolucionario. Se incorpora a las luchas de su comunidad, por el agua, por sus derechos, por el medio ambiente sano y por la organización más fuerte, segura y estable.

Trabaja en eso de una manera febril, en compañía de su hermana menor, Dina, y sus hijos, sus sobrinos. Este es su grupo familiar, mientras se interna cada día más en el bosque frondoso de la resistencia popular.

El sábado 16 de enero del corriente año estalla la crisis de su salud, cae al piso semiparalizado, se levanta afirmando que estaba bien. Asiste a una reunión de la directiva de su comunidad, y a su regreso, ante la expectativa y el temor de su familia se acuesta, como todos los días. Sin embargo, este no sería un dia normal porque en la madrugada del domingo 17 sufre una y otra vez de convulsiones desastrosas. Su familia lo traslada presurosa al hospital. A los médicos les sorprende las abundantes heridas en su cuerpo y preguntan mucho sobre él. Su familia responde a medias porque apenas tiene un año y medio de haber regresado al país y porque además no saben todo lo que El Sólido transporta en su cuerpo, en sus heridas y en su memoria.

Muere en el hospital en esa madrugada, terminando así el largo viaje de una vida convertida en compromiso y de una lucha sin dobleces. El lunes 18 de enero es enterrado en el cementerio de Chalchuapa, en el pueblo que lo vio nacer y donde se formó como revolucionario y comunista, bajo el llanto rumoroso de los árboles de mango y con el viento musical que sacude y hace temblar los cementerios. Ahí reposa, finalmente, Salvador López, El Sólido. El viaje sigue porque la memoria que no cesa se fortalece día a día por los hombres y mujeres que se entregan a las luchas que son hoy más necesarias que nunca.

*Vicerrector de la Universidad Luterana Salvadoreña
Fuerza Histórica Latinoaméricana.

Fuerza Histórica Latinoamericana

Saludos y bienvenida:

Trovas del Trovador


Si se calla el cantor, calla la vida...inspirate,instruyete,organizate,lucha,rebelate.



Saludos y bienvenida:


Inevitablemente, cada individuo hace parte de su vida y de su historia aquellos acontecimientos que marcaron un recuerdo bueno o malo en la efemérides y en su vida...
Recordar por ejemplo aquellas cobardes masacres de la década del 70 en El Salvador (Chinamequita,Tres Calles,Santa Barbara,30 de Julio,entre muchas otras y seguro estoy es una experiencia que se repite a lo largo y ancho de Americalatina), masacres que conmocionaron a la nación y sacudieron la conciencia de muchos.

Esas masacres aceleraron el enfrentamiento entre ricos y pobres, entre el pueblo y las Fuerzas Armadas Nacionales, Toda aquella década fué de constante actividad politico-social y su principal escenario eran las calles, para las celebraciones del efemérides nacional de cualquier indole, se desarrollaba una manifestación de dolor, muy significativa y emótiva, muchas, con los restos de los asesinados y el reclamo del retorno o aparecimiento con vida de los capturados y desaparecidos.

Muchos jóvenes,a partir de aquellas cobardes acciónes por parte del Estado, radicalizamos nuestra pocisión y optamos por la lucha armada como única solución a la crisis que cada dia se profundizaba más y más...

A partir de aquella década, la protesta se hizo afrenta digna contra la dictadura militar, salir a protestar era recuperar,rectificar y sanear digna y valientemente, todo aquello que en anteriores décadas de terror, las clases dominantes habian institucionalizado.

Con aquellas jornadas de lucha, no solo denunciamos y condenamos a los eternos enemigos del pueblo, sino que hicimos sentir el grito de guerra de todos aquellos que sacrificada pero dignamente y hasta entonces, habian escrito la historia,nuestra heróica historia...

Que hubiera sido de nosotros, si Monseñor Romero hubiera pensado más en su tiempo, el dinero y su sombrero copa ancha junto con su pulcra sotana,por no arriesgar el pellejo a costa de convertirse en "La voz de los sin voz" y en el santo de los desposeidos?

Que seria de nosotros?, si Roque Dalton, sabiendo que podria incluso, morir a manos de sus propios "camaradas", no hubiera arriesgado la canción hecha palabra y herramienta de lucha, para gritarle sus verdades a los poderosos y sus criticas mordaces a los ultraizquierdistas y al Partido Comunista.

No seriamos dignos, de llamarnos salvadoreños si Farabundo Marti, no hubiera dispuesto ir a enlodar sus botas a "Las Segovias" junto a Sandino el General de hombres libres, como su lugarteniente.
Si Miguelito Marmol, no se hubiera levantado con las ganas que lo hizo después de haber sido acribillado frente al pelotón de fusilamiento, para seguir arriesgando el pellejo reclutando, concientizando, organizando, y manteniendo vivo el grito de guerra de "Viva el Socorro Rojo Internacional", que inconclusamente y con toda valentia intentó Farabundo.

Fraternalmente, Trovador


UN DÍA COMO HOY, 12 de febrero de 1973, los principales periódicos de El Salvador difundieron fotos de la muerte de los compañeros José Dima...