V
MAXIMAS, DE EPICTETO
El estoicismo es un sistema
filosófico completo pero como tal tiene un interés arqueológico, de antecedente.
En cambio, como ética, como moral práctica, está tan vivo, tan lleno de interés
y es tan trascendental como cuando se fundó, por Zenón, en Grecia.
En estas
lecturas de clásicos, la inclusión de Epicteto (sin estudiarlo desde el punto de
vista filosófico) tiene una plena justificación , no sólo por la belleza de su
obra sino porque el estoicismo siempre ha merecido el favor popular, por su
carácter esencialmente práctico y por la profunda originalidad y asequibilidad,
también, de sus enseñanzas. Asequibilidad que en Epicteto, llega al máximo
porque fué el quien redujo el estoicismo al último grado de sencillez.
Los
fundadores, desde Zenón, tienen menos interés que los herederos latinos
--Séneca, Epicteto, Marco Aurelio -- porque es en éstos donde el estoicismo
adquiere ese carácter de filosofia práctica tan grato a todo espiritu bien
intencionado y deseoso de ser aconsejado bien. Nadie lo hace con más elevación
de miras que esta voz que nos llega desde la antiguedad y que, menospreciando un
poco todo lo que no sea el consejo puro, empieza por decir que la lógica, la
teologia, la fisica no tienen importancia sino en cuanto preparan la moral,
porque "es la virtud lo único verdaderamente importante".
Y asi inaugura una
serie de libros --quizá los más útiles al hombre de toda la literatura-- que
empiezan con él y pasando por docenas de otros "aconsejadores" ilustres llegan a
Schopenhauer y a Bertrand Rusell y André Maurois y su "Arte de Vivir", y a todos
esos "Epictetos modernos" de diversas escuelas y filiaciones: estoicos,
epicureos, cinicos, escépticos o eclécticos.
De que Epicteto fué un
grande del espiritu no hay dudad alguna. Su nombre --el nombre de un pobre
esclavo y que quiere decir "esclavo" en griego-- se ha convertido en simbolo de
diginidad humana.
Se sabe poco de su vida. Nació en Hierópolis (Frigia) y
vivió en el siglo primero de la Era Cristiana, bajo los reinados de Nerón,
Domiciano y Adriano. Era esclavo de Epafrodito, liberto de Nerón y probablemente
uno de sus "guarda espaldas".
La historia nos transmite una anécdota quizá
auténtica o tal vez fraguada para probar que sabia poner en práctica los
preceptos de su filosofia. Su amo era muy violento, y un dia le castigó,
aplicándole a una pierna un instrumento de tortura. Epicteto, sonriente, le
advirtió que se la iba a romper, y asi ocurrió. Y el filósofo se limitó a decir,
sin perder la sonrisa: "Yo lo estaba diciendo...". El hecho es que se quedó cojo
para toda la vida.
Muerto Epafrodito, parece que obtubo la libertad, mas
poco después, comprendido en un decreto de Domiciano que desterraba a los
filósofos, salió de Roma y de Italia y se retiró a Nicópolis, en Grecia, donde
continuó enseñando filosofia.
Es dudoso que regresara a Roma y auque hay
quien lo dice asi y hasta que vivió hasta los dias de Marco Aurelio, es más
aceptable la opinión de los que creen que siguió en Grecia instruyendo a las
gentes más con el ejemplo de su vida que con sus preceptos, que jamás consignó
por escrito, habiendo llegado a nosotros por las compilaciones de su disipulo
arriano, que de viva voz los tomó de su maestro.
El estoicismo en la
época de Epicteto era la doctrina que practicaban los hombres de ánimo más
esforzado. El sistema habia sufrido en Roma importantes modificaciones. Al
ingenio romano no le acomodaban mucho las especulaciones metafisicas y
desechando las argucias de la lógica mondaron la doctrina, con mano firme y
vigorosa, de toda broza parasitaria y se ocuparon sólo de puntos verdaderamente
esenciales de conducta. Germinaba ya sordamente la idea de la fraternidad
humana. Los primeros estoicos negaban el dolor y proscribian la piedad,
calificando casi de crimenes las flaquezas de ánimo y las emociones más gratas y
naturales. Con Epicteto y Marco Aurelio la naturaleza recuperó sus derechos aún
dentro del estoicismo. En ellos no hay nada utópico. La teoria queda subordinada
a la práctica. El sabio de Epicteto es un hombre que ama a su familia, a su
patria y a la humanidad, traduciendo este amor en buenas palabras y buenas
obras; que comparte las miserias de sus semejantes; que vé sin irritarse las
debilidades y vicios de los hombres, atribuyendo los males que producen a la
ignorancia: que se somete con humildad a los accidentes de la fortuna.
Por
Epicteto, aunque lo parezca, no es un cristiano. Su doctrina moral sigue siendo
puro estoicismo, depurado y estilizado si se quiere.
El hizo una moral
natural conforme a la cual la felicidad consiste en una vida razonable. No hace
falta que la razón reciba orden alguna sino de ella misma, de la misma
naturaleza del hombre, con independencia de toda esperanza de una vida ulterior
y de todo premio externo y de la amenaza de cualquier castigo.
Ningún
filósofo, antiguo ni moderno, ha enaltecido más el sentimiento de la libertad y
la dignidad del hombre dentro de una actitud supremamente desdeñosa y pasiva que
se aproxima mucho al suicidio mental y hasta fisico.
Hay quien ha dicho que
su "Manual" es el libro más sublime que la sabiduria antigua ha legado al mundo.
Pero no se trata de discutirlo sino de divulgarlo.
Oigamos pues algunas
de sus máximas que tan alto colocan el ideal humano y que siempre serán oidas
(se aceptan o no) con admiración y, sobre todo, con respeto.
"De las cosas
--dice-- unas dependen de nuestra voluntad y otras no.
Las que dependen de
nosotros son nuestras opiniones, nuestras inclinaciones, nuestros deseos,
nuestras repugnancias. Las que no dependen de nosotros son el cuerpo, los
honores, el poder, todo lo que no es obra nuestra.
"Las cosas que depende de
nosotros son libres por naturaleza, sin lazos, sin trabas, sin obstáculos de
ninguna clase. Las que no dependen de nosotros son débiles, esclavas, extrañas,
rodeadas de obstáculos.
"Y si miramos como libres cosas que por naturaleza
son dependientes y como propias cosas que dependen de otros, estaremos
perpetuamente turbados, viviremos en el pesar y nos quejaremos a los dioses y a
los hombres. Pero si no consideramos como nuestro sino lo que verdaderamente lo
es, nadie podrá nunca contradecirnos, no nos quejaremos de nadie, ningún hombre
podrá enojarnos, no tendremos ningún enemigo ni experimentaremos ningún daño.
La lección es clara. El bien y el mal sólo se hallan en las cosas que
dependen de la voluntad. La fortuna, los honores, las riquezas no son bienes.
Buscarlos equivale a correr a la servidumbre. El bien vivir y, por consecuencia,
la felicidad, dependen de nosotros. La obra de la voluntad consiste en librar el
alma cuanto sea posible de las cosas exteriores, de los temores, esperanzas y
deseos que aquellas exitan en nosotros y que nos esclavizan.
El lo dice
insuperablemente en esta máxima hermosisima:
"Es propio de un ignorante
quejarse de los otros por lo que sufre.
"Es propio de un hombre que empieza
a aprender quejarse sólo de si mismo.
"Pero es propio del que ya ha
aprendido no quejarse ni de los otros ni de si mismo."
Esto es el
estoicismo, expresado con una suprema elegancia y hasta --en esa gradación tan
sitemática-- con un ribete magnifico de ironia cordial hacia el hombre.
Epicteto no se limita a dar la norma. La desmenuza y la pone en acción con
consejos prácticos concretos:
"Frente a toda impresión desagradable, piensa
ante todo: no eres lo que pareces. Eres solo una impresió. Pero en seguida,
aunque sea solo una impresió, examina si es de las que dependen o de las que no
dependen de ti. Y si es de las que no dependen, saca esta conclusión: no eres
nada para mi; no puedes perturbarme."
"Recuerda que el fin del deseo es el
goce del objeto deseado y que el fin de la adversión es evitar caer en lo que
detesta. Por consiguiente, el que no obtiene lo que desea no es feliz, y el que
cae en lo que odia, tampoco. Cesa, pues de sentir aversión por las cosas que de
ti no dependen y evita las que son contra la naturaleza y dependen de ti. Si
deseas una cosa que no depende de ti puedes ser desgraciado. Y si se trata de
las que dependen de ti estudia en qué medida debes desearlas y que sea siempre
con calma y sin pasión.
Y a continuación nos enseña a hacer siempre
previamente nuestro juicio sobre la naturaleza de las cosas, del mismo modo que
sobre las impresiones:
"Los hombres son agitados y turbados no por las cosas
mismas sino por las opiniones que de las cosas tienen. La muerte en si nada
tiene de terrible. Pero la opinión general sobre la muerte hace que nos lo
paresca.
"Tengamos cuidado de recordarnos a nosotros mismos el verdadero ser
de cada una de las cosas que nos deleitan o que amamos o que nos son útiles para
algún uso, comenzando por las más pequeñas. Si nos agrada una vasija digámonos:
es una vasija, nada más que una vasija lo que me agrada. Pues de ese modo si se
rompe no se alterará nuestro espiritu. Pero si besamos a un hijo niño o a una
mujer, repitámonos: beso un ser mortal. Y asi, si muere, tampoco nos
perturbaremos."
En consecuencia, la compasión tampoco es muy aconsejable y
desde luego hay que ponerle limite, filosóficamente. Por eso nos dice, otra de
las máximas:
"Cuando veas a alguien que llora por la muerte de un
pariente suyo o por el alejamiento de algún hijo o por la pérdida de sus bienes,
trata de que la apariencia no te transporte de tal modo que pienses que aquél
ser, por causas exteriores, está sufriendo.
Está sufriendo porque quiere, da
a entender Epicteto, conforme a su teoria. Por cosas que no dependen de él. Está
yendo contra la máxima popular "Si tu mal tiene cura ¿por qué te apuras? Y si no
tiene cura ¿por qué te apuras?".
Pero, no obstante, con su cordial impulso
humano, aconseja:
"No tendremos dificultad en secundar su dolor con
palabras. Y tampoco, si es menester, en suspirar juntamente con él. Pero cuidado
con suspirar de corazón por nada de eso..."
¡Tremendo egoismo el de este
consejo, sin embargo! Y hasta una punta de hipocresia. No habla de convencer al
"paciente", al que sufre (claro que no es momento de hacer procelitismo en un
entierro o en medio del ajeno pesar). Y además aqui Epicteto nos ha dado un
consejo para regular nuestra conducta y para salvar sobre todo y en todo
instante nuestra filosofia, no fuera que, estoicos frente a nuestros males,
fuésemos a sufrir por los ajenos.
Pero dejemos las interpretaciones o las
tentativas de interpretación y sigamos, en lo más interezante y fundamental, el
pensamiento del estoico inmortal.
Uno de los temas que con más frecuencia
trata es el de la revisión constante del juicio en una lucha interior continua.
"Conviene --dice-- vigilarse a si mismo como uno vigilaria al peor enemigo y
al mejor conocido intrigante."
Pero en lo que más insiste siempre es en la
importancia de saber ajustar la vida práctica a las teorias, y lo dice con
bellisimos ejemplos.
"No desees sino muy pocas veces hacer razonamientos de
doctrinas especulativas y dedicate a obrar conforme con la regla. ¿Observas que
las ovejas no muestran al pastor la cantidad de hierbas que han comido, sino que
luego que las han digerido bien producen la lana y la leche?
De la misma
manera, no exhisbas tú las doctrinas especulativas ante los filósofos ni menos
ante los no filósofos. Asimilalas bien en su interior, confórmalas exteriormente
y muéstraselas por medio de acciones."
La obediencia a la voluntad de los
dioses es el móvil supremo de la resignación estoica, porque es conforme a la
naturaleza y a la razón y asi el lema de Epicteto es "Resignate y abstente".
"Abstente de decir de cosa alguna: la he perdido, sino la he restituido.
¿Has perdido a tu hijo? Lo has devuelto. ¿Ha muerto tu mujer? La has restituido.
¿Te ha sido quitado un poder? Lo mismo. Y no pienses en si el que te lo quitó es
o no un picaro. ¿Qué te importa a ti si aquél que te habia otorgado el poder te
lo ha quitado por medio de uno o de otro?
"Recuerda siempre que no eres aqui
sino el actor de un drama que será como el autor lo quiso: corto o largo. Si el
autor quiso que representases el papel de un mendigo, represéntalo
convenientemente. Representar bien. Eso es todo lo que puedes hacer. Pero
adjudicarte el papel, corresponde a otro."
A veces es du una sutileza
enorme. Por ejemplo: para convencernos de que no debemos sufrir por la pérdida
de cosas perecederas no convence primero de una cosa elemental: para juzgar hay
que despojarse de todo interés en el pleito ¿es cierto? Si, Pues, adelante. Y,
establecido esto, nos dice:
" Si fallece la mujer de un amigo pensamos. Es
cosa humana que la gente se muera. Muere nuestro hijo o nuestra mujer y clamamos
¡ay de mi! Convendria entonces recordar lo que hemos hecho en los mismos casos
cuando les acontecia a otros."
Para Epicteto --(y es ello asi en otro gran
grupo de sus máximas más interesantes) -- el deber del hombre es imperativo y
sagrado, independiente de los resultados prácticos y de la conducta y las
opiniones ajenas.
"No te apenes ni te desanimes diciéndote a ti mismo" nunca
seré nada. Es suficiente con que cada uno realice su propia tarea. Dime: si
educases y formases para tu patria otro ciudadano modesto y leal ¿no le harias
algún beneficio? Ciertamente si. Si eres asi nunca serás inútil.
Ahora bien
¿qué lugar ocuparás? El que puedas. Es lo mismo.
Y esa misma independencia
de los resultados prácticos hay que mantenerla, también, frente a la conducta
ajena:
"Si tu hermano se conduce injustamente contigo, no por eso faltes a
tu deber de hermano suyo y no mires lo que hace él sino lo que debes hacer tú
para proceder conforme a la razón y la naturaleza."
Y frente a la opinión
ajena:
"Cada propósito que hagas, debes observarlo y mantenerlo como si
fuese una ley y un precepto religioso. No te preocupes luego por la opinión del
mundo, pues ese aspecto no te corresponte a ti."
"Y cuando hagas alguna cosa
que consideres que es tu deber realizar, no trates de ocultarte para evitar que
otros se enteren de que la haces, aunque la mayoria interprete siniestramente el
hecho. Pues si la acción que realizas es mala, ante todo debes huir del hecho
mismo, y si haces bien ningún temor debes sentir de aquellos que injustamente te
reprendan."
Y, para acabar, algo sobre el momento de la partida.
Epicteto, dijo:
"Tal como en un viaje, si después que la nave ha
amarrado en algún puerto, sales de ella para hacer provisión de agua, puedes ir
recogiendo aqui un caraco, una raicilla allá, pero es conveniente que te
acuerdes siempre de la nave y que vuelvas a menudo, para oir si el piloto te
llama y, atado, como se hace con las ovejas, asi en la vida, si en cambio de
raicillas y caracoles te trae una mujer o un niño, nada te veda tomarlos y gozar
con ellos. Pero si el piloto te llama, corre prestamente a la nave, sin
volverte, abandonando cualquier otra cosa. Y si eres viejo no te alejes mucho de
la nave para no faltar...
"Y asi, como ésta, fueron de inmortales todas
las lecciones del esclavo más libre del mundo que aún ahora andan por las
filosofias y hasta por las poesias de la tierra y suenan en todas partes como
sonó esta misma máxima en el poema de Antonio Machado, que fué también un
estoico y que dijo aquello tan hermoso de :
"Y cuando llegue el dia del
último viaje
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar
me
encontrarán a bordo ligero de equipaje
casi desnudo como los hijos de la
mar..."
Y no sólo lo dijo sino que lo cumplió, y murió, digno y
pobre, en un hospital francés, al borde un campo de concentración, plenamente
estoico, también, en lo de poner la vida misma, a la altura de la
doctrina.